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La Bruja del Pueblo y Otros Cuentos
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La Bruja del Pueblo y Otros Cuentos
Libro electrónico136 páginas2 horas

La Bruja del Pueblo y Otros Cuentos

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Es la valiente historia de una excelente doctora como tantas, quien no dudo en esconder la belleza de su juventud, tras la apariencia de una bruja. Su único fin, salvar a un pueblo entero que se encontraba a punto de colapsar, por su devoción a las brujas y su rechazo a la ciencia.

Una historia que se desarrolla en un pueblo de brujas, que nos hace comprender que: "Un rumor puede ser el peor de los venenos, que una vez inyectado es imposible detener. Lo peor de todo, es que habrá víctimas inocentes, por presumir algo que no se tenía la certeza que fuese verdadero. Que la gran herida que deja una tragedia, tal vez nunca cicatrice, pero se puede convertir con el tiempo, en una gran fuente de amor, amistad y solidaridad hacia nuestro prójimo." (50 páginas)

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2024
ISBN9798224655090
La Bruja del Pueblo y Otros Cuentos
Autor

Maria Guadalupe Castro Ramirez

Graduada en los cursos de Novela Experimental, Taller de Crítica Ficción, Taller de Cuentos, Taller de Creación de Personales, en la Universidad del Claustro de Sor Juana Inés de la Cruz en Ciudad de México y como Secretaria Taquimecanógrafa y Operador de Microcomputadoras, teniendo en mi haber la novela MIS LAGRIMAS EN EL PARAISO (Historia de un Secuestro) donde se narra el infierno que significa un secuestro y LA BRUJA DEL PUEBLO Y OTROS CUENTOS, que contiene entre otros la historia de una doctora que tuvo que esconder la belleza de su juventud, tras una bruja para poder atender a un pueblo entero que se encontraba a punto de colapsar por su rechazo a la ciencia y su devoción a las brujas, TANACIO, el viejo enterrador y sus historias dentro del panteón, ABOGADO, la noble lucha de quien se supera a pesar de las dificultades y pobreza.

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    La Bruja del Pueblo y Otros Cuentos - Maria Guadalupe Castro Ramirez

    También por María Guadalupe Castro Ramírez

    Mis lágrimas en el paraíso Tears in my Paradise

    La Bruja del Pueblo y Otros Cuentos

    Homenaje

    Como un sentido homenaje a mi querida e inolvidable amiga Alicia Frías Rosas (qpd), Enfermera del Instituto Mexicano del Seguro Social, por su profesionalismo, aptitud de servicio y entrega. Quien no dudó hasta el último momento de su vida en amar, ayudar y servir a su prójimo.

    Gracias a mi Ser Supremo, mi Dios.

    A mis padres por el privilegio de ser su hija.

    A Amparito por su amor y valioso apoyo.

    A Rosita y José Luis (qpd) por ser la luz en el camino.

    A José Joaquín por su amor incondicional.

    A mis adoradas Valentina, Frida Regina y Romina,

    simplemente gracias por existir.

    Prólogo

    Es la valiente historia de una excelente doctora como tantas, quien no dudo en esconder la belleza de su juventud, tras la apariencia de una bruja. Su único fin, salvar a un pueblo entero que se encontraba a punto de colapsar, por su devoción a las brujas y su rechazo a la ciencia. Hermosa historia que nos hace comprender:

    Que un rumor puede ser el peor de los venenos, que una vez inyectado es imposible detener; lo peor de todo es que habrá víctimas inocentes, por presumir algo que no se tenía la certeza que fuese verdadero. Que la gran herida que deja una tragedia, tal vez nunca cicatrice, pero se puede convertir con el tiempo en una gran fuente de amor, amistad y solidaridad hacia nuestro prójimo.

    La Bruja del Pueblo

    Siempre había una nutrida procesión para ir a consultarla. personas enfermas que confiaban más en la brujería que en la ciencia y enamoradas que no habían sido correspondidas. Estas últimas conformaban sus mejores clientas; parecían ánimas en pena brotando de la negra espesura del bosque, vertiendo sus súplicas seguidas de sus lloriqueos porque no conseguían al ser amado.

    Ella siempre vivió apartada, sumida en una soledad eterna; como si un cruel encantamiento la hubiera condenado a vivir hacia lo más alto del cerro. Ahí, extrañamente los árboles y la hierba alcanzaban una frondosidad inusual, como si se tratara de algo fantasmal.

    Como hacía días que no la veíamos por la plaza en busca de víveres; un domingo, al anochecer, aprovechando la enorme luna llena que esparcía su manto de plata en los alrededores, nos dispusimos a subir al cerro auxiliados por la brillante luz de las antorchas. Solo nos acompañaba el croar de las ranas, en una interminable averigüata nocturna, tal vez anunciando tormenta.

    El camino terroso hacía que el lugar se convirtiera en una noche casi constante; una vez que habíamos tomado altura, cientos de mosquitos como estampida de voraces vampiros, parecieran querer chuparnos hasta la última gota de nuestro líquido hemático. Poco después de la cruenta batalla librada, éstos caían apachurrados, víctimas de nuestras palmoteadas.

    Al parecer era una misión imposible llegar hasta ahí, pero lo logramos; bajo la escasa luz de las antorchas a punto de extinguirse, distinguimos por fin su choza. Era como la amplia guarida de alguna ave de rapiña, donde siniestramente chisporroteaban unos leños a punto de consumirse en el patio, llenando de humo el ambiente y haciendo más terrible el panorama.

    Por todo mobiliario, había algunos taburetes, una mesa grande, un viejo sillón, varias camas y una gran vitrina con frascos conteniendo hierbas y semillas debidamente clasificadas. Amén de infinidad de vistosas pulseras, talismanes y amuletos para la buena suerte.

    Esparcidos por todos lados, duendes de distintos tamaños con vistosos y coloridos atuendos, llenos de cascabeles; algunos en nichos sobre los huecos de las paredes y otros encima de los muebles. Algunos más en el jardín, como diminutos habitantes a un lado de sus pequeñas casas de madera; ellos parecían observarnos extrañados por nuestra presencia.

    Desde ahí, la vista era simplemente espectacular; pareciera que su hogar estuviera sobre nubes y de los lados un tsunami de ellas, daba la impresión de caernos encima. Estando ahí, casi se tiene la sensación que se puede tocar el cielo con solo extender la mano.

    Hacia abajo se podían admirar ríos y arroyos, risueñas llanuras, pequeñas casas y marcando límite, grandes montañas, cuyos picos parecen esfumarse en el más nítido azul del cielo. Nubes de un dorado esmaltado, producido por la intensa luz del sol, lo iluminan todo al atardecer; da la sensación que de un momento a otro, se aparecerá un ser angélico o el mismo Jesucristo por entre ellas.

    En la parte alta de la puerta, como resguardando la entrada, aparecían dos cuervos. Además, pequeños chuparrosas disecados, seguramente los pequeños pájaros eran los amuletos para los enamorados. A un lado, varias escobas de vara parecían autos estacionados y en la habitación una olla sobre el anafre conteniendo algunos rastros de comida. Qué raro, porque su choza siempre estaba muy limpia y todo en perfecto orden, prácticamente se podía comer en el suelo.

    Pero ahí estaba ella, su inerte cuerpo sobre el piso lucía extremadamente flaco, al punto que los huesos de sus costillas se podían contar sobre su oscura vestimenta; yacía a mitad de su recámara y sobre su tez amarillenta, caían algunos desordenados mechones de blanco cabello. Cerca maullaba lastimeramente su gato negro como fiel guardián de sus restos, mientras un escalofrío nos hacía musitar atropelladamente cuanta oración llegaba a nuestra mente.

    De inmediato, acordamos quemar sus aposentos con todo y su cadáver para evitar que penara por el pueblo y ahorrarnos sus lamentos y apariciones. Dispuestos estábamos a achicharrar su inerte humanidad, cuando nuestra vista se posó sobre un viejo baúl en lo alto del ropero. Seguramente ahí se encontraba el botín que le habían dejado sus bebedizos, pero no, extrañamente se encontraban Títulos Universitarios sobre Medicina y Psicología.

    Estábamos tan estupefactos que nuestra mandíbula prácticamente había caído al suelo: Los títulos universitarios con excelencia académica, aparecían a nombre de Belarmina Godínez y Urrieta. ¡Qué sorpresa! Siempre creímos que su endiablada forma de curar enfermos, se debía a poderes provenientes del maligno.

    En la fotografía aparecía un rostro un poco borrado por el paso del tiempo, se distinguían aún sus facciones finas y correctas, con cierto aire de distinción, o tal vez con esa sobriedad que tienen las estatuas antiguas. Hermosa como un ángel, alta, esbelta y ostentando en desorden su negra y profusa cabellera.

    Entonces si ya picada nuestra curiosidad y embobados de admiración, seguimos hurgando y encontramos su diario el cual procedimos a leer:

    Llegué a este hermoso lugar con la ilusión de establecer mi consultorio, así que me avoqué a preguntar si se contaba con alguno en el pueblo, para situarme alejado de él, en justa competencia. La respuesta no me la esperaba: Aquí no creemos en la ciencia, aquí consultamos con los brujos; el último médico lo linchamos ayer."

    Mi primera impresión fue salir huyendo a todo lo que daban mis piernas, pero me detuve, porque precisamente había acudido a San Juan de las Trancas por la alta mortalidad registrada en ese lugar. Era sorprendente ver la cantidad de tumbas, como si se tratara de una maldición; donde al parecer la muerte era su principal habitante.

    Algunas canillas y falanges tiradas sobre el mortuorio piso del cementerio, correspondientes a los que eran desalojados vilmente de sus tumbas, para dar paso a los nuevos cadáveres que caían en macabra abundancia.

    No había otro remedio, pronto me di a la tarea de disfrazar mis medicamentos en bebedizos y mis oraciones en conjuros; a elaborar talismanes con unas cuantas semillas para quienes tuvieran problemas amorosos, o quisieran alejar la mala suerte.

    También habría que cambiar mi imagen, tal vez un poco revuelto el pelo, vestidura negra y ayudada con un poco de maquillaje, acentuar mis líneas de expresión para aparecer como bruja. Amo este pueblo por eso he permanecido aquí y porque mi misión es salvar vidas."

    Seguramente, con el nuevo aspecto de Belarmina, nadie sospecharía de su investidura profesional: Con facciones afinadas y nariz alargada, en cuya punta sobresalía un enorme y oscuro lunar. Sus manos ostentadas ahora con largas y negras uñas y en la entrada de su casa un altar de velas encendidas que parpadeaban sin cesar. Por supuesto, como su inseparable acompañante, un gato negro que rondaba el gran perol donde prepararía sus hechizos y fórmulas mágicas.

    Todo el resplandor de su belleza había quedado escondido bajo su oscuro disfraz y ya ni el más mujeriego del pueblo era capaz de propiciarle el mínimo piropo; él que acostumbraba a piropear hasta al bicho más raro, pero vestido de mujer.

    Muy sorprendidos continuamos leyendo:

    Esta noble carrera que tanto amo, también implica sufrimiento cuando nos convertimos en la voz del dolor, al dar un mal diagnóstico. Como en aquel paciente con el que ya se habían agotado todos los recursos para salvarle la vida, médicamente ya no había nada que hacer; inevitablemente avisé a sus familiares de su irremediable deceso y que el continuar con el proceso solo alargaría su sufrimiento.

    Esos momentos son terribles y frustrantes, al dar esas noticias nuestro corazón también sufre, porque antes que médicos somos seres humanos; pero al mismo tiempo, nos convertimos en la voz del amor, cuando los familiares no pueden verlos por el peligro de contagio y nos dicen: Por favor Belarmina, dígale al oído: Que lo amamos mucho, que descanse tranquilo.

    Todo este tiempo he vivido cerca de la muerte, ella ha sido mi compañera inseparable y sé que algún día irremediablemente saldré con ella de la mano. No importa lo que hayamos sufrido, ahora estoy segura que servir a nuestro prójimo es la mejor terapia para ser feliz.

    ¡Dios mío! Ahora recuerdo, fue cuando quisimos lincharla porque estaba quemando yerbas en la casa de la paciente, tal vez desinfectando su casa por el peligro de que el contagio se extendiera a todo el pueblo. Fue entonces que un reducido grupo de hombres, se encargó de difundir: Que nos estaba embrujando para que no hubiera cosechas ese año.

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