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Reflejos de mamá
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Reflejos de mamá
Libro electrónico117 páginas1 hora

Reflejos de mamá

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La vida de Angélica Santos no fue fácil. Nacida en un pequeño pueblo del Tolima a comienzos del siglo XX, Angélica era una criatura pequeña y frágil, de tez pálida y cabello oscuro como la noche. Postrada en su cama, luchaba contra la enfermedad con la fuerza de su espíritu, anhelando descubrir los misterios que el mundo guardaba para ella. Luego de superar la enfermedad y a sus escasos 13 años, la niña enfrentó una tragedia que cambió su vida para siempre. Su vida estuvo marcada por la oscuridad de este secreto doloroso, un misterio que solo ella conocía y que la perseguía en cada uno de sus pasos. Por esto, Angélica decidió huir y dejar todo atrás, forzada a tomar una difícil decisión entre salvarse a sí misma o criar a su hija en un hogar abusivo.
A medida que Angélica lucha por superar sus traumas, también se enfrenta a otro obstáculo: un amor cuyo destino estaba escrito en la imposibilidad, trazado por la distancia abismal entre dos mundos que nunca debían encontrarse. A pesar de encontrar la felicidad en una familia adinerada, ella no puede olvidar su pasado, que le susurra «vuelve».
En su novela, Reflejos de Mamá, Lucila Sánchez, la abuela poeta y soñadora, nos lleva en un viaje a través de la vida de su madre y de todas las mujeres colombianas que han luchado contra la violencia de género. A través de sus palabras, se revela una historia de sacrificio y perseverancia que nos invita a reflexionar sobre el valor de la familia y el poder de la esperanza. Esta conmovedora novela nos enseña que, a pesar de la adversidad, siempre hay una luz al final del túnel.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 ago 2023
ISBN9788411812511
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    Reflejos de mamá - Lucila Sánchez

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Lucila Sánchez

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-251-1

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    En memoria de mi madre, Librada, quien sufrió demasiado por tener un corazón tan noble.

    .

    Hoy escribo esta historia real basada en circunstancias dolorosas sucedidas hace mucho tiempo en un pueblo del departamento de Tolima, alejado de la ciudad y en cierta forma apartado de la bondad. Sin embargo, este poblado refleja las historias de muchas madres, hijas y mujeres colombianas, entre esas, mi madre.

    Dedicatoria

    Estas líneas las dedico a un hermano. Mi hermano era ingeniero y tenía un alma serena, él compartía todos sus bienes sin ataduras y fue para mí un guía, siempre atento para servir a la humanidad incondicionalmente. Yo fui feliz mientras lo tuve a mi lado, pero todos al nacer emprendemos un viaje, unos se quedan en la primera estación, otros en la segunda; el tren de la vida recoge y deja pasajeros en cada estación. Las personas buenas no duran mucho y vuelan al reino universal del Soberano Creador prematuramente.

    Una mañana de mayo la muerte imprevista lo llevó a aquel lugar donde no hay penurias ni tristeza. Doy gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de compartir varios años con él. Cuando un ser querido se va, deja una honda huella difícil de olvidar. Él era un hombre vigoroso, firme y amoroso. Solía llevarme a pasear y mis hijos lo consideraban su segundo papá.

    Prólogo

    Al despertar, la niña estaba bañada en sangre. Él, temeroso, la limpiaba, cambiaba y aseaba con afán, alistándose para el regreso de Sara, tratando de ocultar su cobardía.

    —No cuente nada porque su mamá se va a poner furiosa con usted y le va a pegar y echar de la casa como un animal. Va a creer que usted me quiere robar de su lado y nadie va a creerle nada. Además, yo la amo a usted, le prometo que la voy a cuidar.

    Capítulo I

    Los misterios de la vida

    Los misterios del tiempo son desconocidos por la humanidad, guardan enigmas, secretos, alegrías y pesares. Si analizamos detenidamente nuestras vidas, vemos diferencias. Hay muchos caminos; unos van por la ruta verdadera y otros se pierden en el recorrido.

    En la lejanía se divisa un personaje muy conocido en el pueblo por ser un hombre bueno, trabajador y responsable del hogar que formó. Él sale continuamente, sin temer a la lluvia o al invierno camina presuroso por un angosto camino enlodado por la inclemencia del tiempo, con el fin de terminar su trabajo. Ansía regresar temprano a la casa donde lo esperan sus hijos aún pequeños. Estos pensamientos alegran su espíritu y sonríe al pensar en su esposa que lo espera en casa. Él acelera la marcha y añora a Sara, su mujer. El gran amor que siente por Sara lo hace feliz.

    Juan es el padre de cinco hijos que habitan en una parcela situada en un caserío del Tolima. Juan es humilde, bondadoso y trabaja sin descanso construyendo Iglesias en los pueblos, para mantener dignamente a su mujer y sus cinco hijos. Juan había sido un militar retirado, que se distinguió por ser un hombre íntegro sin malicia o maldad dentro de su ser. Estas cualidades lo llevaron a incorporarse en las filas del ejército, donde ascendió a coronel por ser un aguerrido combatiente en la guerra de los Mil días. De linaje español, era alto, delgado, blanco y delicado. Su familia había llegado a Colombia a probar suerte y se mezclaron con los indígenas chibchas.

    Juan era conocido en los pueblos como «el constructor de Iglesias», así que lo llamaban continuamente de los diferentes pueblos, porque dirigía las obras con esmero y dedicación, con su fama nunca le faltaba trabajo. Cuando llegaba a la casa se dedicaba a descansar y acariciar a sus hijos en especial a la pequeña que no podía caminar. Un día cuando llegó, encontró a Sara colocando compresas de agua fría a su hija menor, Angélica, porque la niña tenía fiebre y no había dormido la noche anterior.

    Sara era analfabeta, hosca y burda. Ella se había formado rústicamente, sin principios morales y sin preparación alguna para ser madre de familia y formar un hogar. Ella siempre se quejaba de tener que cuidar a los niños, y vivía cansada y decepcionada de la vida por casarse y tener hijos tan joven. Sin ninguna preparación para formar un hogar se unió a Juan. Cuando llegaron los hijos, Sara no podía encargarse del hogar y no sabía cómo limpiar, barrer o cocinar adecuadamente. Cuando Juan llegaba, la ayudaba en las faenas del hogar.

    Criar cinco hijos en el campo es duro. Se necesita sacrificio, vocación, voluntad y consagración, cualidades que Sara no poseía, entonces le tocaba a Juan afrontar esta responsabilidad. Sin embargo, cuando él viajaba, no faltaban los percances, tal como el suceso funesto del que fue víctima la protagonista de esta historia, Angélica.

    En una ocasión estando Sara sola, Angélica, con tan solo cinco años, enfermó gravemente. Ante la imposibilidad de controlarle la fiebre o buscar ayuda, la niña convulsionó. A raíz de esto, la niña perdió la movilidad en sus miembros inferiores y no volvió a caminar. Los años pasaron y Angélica quedó postrada en una cama sin poder disfrutar del sol o de jugar con sus hermanitos. Su cuerpecito se fue debilitando, su rostro blanco tenía la palidez de un lirio, su imagen bella y suave dejaba traslucir una mirada triste y tierna, como un tesoro escondido bajo las ruinas. Cuando hablaba, su voz frágil resonaba como una triste melodía moribunda. Su cuerpo delgado, lánguido y encorvado, se asemejaba a aquellos seres furtivos que como sombras llegan y se van.

    Angélica se entretenía jugando con sus manitas pequeñitas con las que tejía sueños y esperanzas con tanta vehemencia que casi los convierte en realidad. El hermoso perfil de su rostro enmarcaba unos ojos negros y brillantes, cercados con un velo de pestañas arqueadas y traviesas. Su mirada iluminaba la noche más oscura con destellos de luz, como una luciérnaga. Ella tenía unos marcados rasgos delicados, una hermosa nariz aguileña heredada de su padre, y una piel blanquísima que se tornaba un poco azul al reflejo de la luz.

    En medio de su invalidez, nunca perdió su sensibilidad, sensatez y sobre todo su imaginación. Cuando sus hermanos jugaban, ella participaba con su pensamiento, tanto que disfrutaba y se reía como si de verdad estuviera en el juego. En esa simpleza transcurría su vida, para ella era igual el día y la noche, el lunes o el domingo. Angélica vivía en un encierro permanente, con la única ilusión siendo el momento de la llegada de su padre, a quien amaba con todo su ser. Sus hermanos vivían pendientes de ella y la querían mucho, su madre ni se preocupaba, pero su padre la amaba, cuidaba y comprendía.

    Angélica sufría mucho por no poder caminar y correr como los demás niños. En muchas ocasiones se preguntaba ¿Por qué mi cuerpo no es ágil y flexible como otros niños de mi edad? ¿Por qué mis piernas no responden? Todas sus preguntas se quedaban sin respuesta y resignada vivía el presente en un desasocio constante, alejando recuerdos del pasado y viviendo en función de sus ilusiones futuras. Quizás algún día caminaré, quizás ya casi vuelve papá, quizás mamá si me ama, pensaba.

    Cierto día vio lágrimas deslizándose en los rojos cachetes de su papito, pero ella con valentía le decía: «no se angustie, soy feliz porque estás conmigo y tengo al papá más bueno del mundo». Ella lo decía con una expresión candorosa rica en inocencia y vivacidad, y su padre la escuchaba sin

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