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Ensayo sobre la ingravidez
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Libro electrónico88 páginas1 hora

Ensayo sobre la ingravidez

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Ensayo sobre la ingravidez es una obra que relata hechos acaecidos en el Planeta Tierra a partir del incremento de la contaminación ambiental, lo cual origina intermitentes estados de ingravidez, debido al cese de la propia fuerza de gravedad sobre los cuerpos. En adelante, todo lo que no se encuentre fijado al piso tiende a sumirse en un profundo estado de flotación, ocasionando terribles accidentes con lesiones para la vida de las personas y las cosas.
Las escenas acontecen en La Habana y en el pueblo de Remedios, Cuba, ciudad de inagotables leyendas y tradiciones. Uno de los protagonistas, el doctor Robreño, asegura que la ingravidez, al igual que los huracanes, vino para quedarse, e intenta apoderarse de un ingravinómetro, equipo que según Julio Problemas, otro personaje, se utiliza para prevenir y medir la escala de la ingravidez. Al final, lo expuesto por Problemas resulta ser una farsa y habrá que esperar a que alguien invente ese equipo para realizar los pronósticos del tiempo.
Por muchas razones, la lectura de esta sorprendente e ingeniosa obra le dejará flotando. Prepárese.
IdiomaEspañol
EditorialGuantanamera
Fecha de lanzamiento1 sept 2016
ISBN9781635031416
Ensayo sobre la ingravidez
Autor

Augusto Marino Skerritt García

Augusto Marino Skerritt García nació el 18 de julio de 1953 en la ciudad de San Juan de los Remedios, antigua provincia de Las Villas, actual de Villa Clara. Concluyó estudios universitarios en 1981 en el Instituto Metalúrgico de Zhdanov, hoy Pryazovski State Technical University (PSTU), de la ciudad de Mariupol, Ucrania. Huelga decir que se maneja perfectamente en ruso. Concluyó la maestría en Metalurgia y Materiales en el año 2011. Ingresó en el Taller Literario “Rubén Martínez Villena”, del Cotorro, en el año 92. Obtuvo Premio en el Concurso de Cuentos Alfredo Torroella, en el año 2001. Publicó el libro de cuentos Cuentos Locos, en el año 2007. Ese mismo año fue Mención en el Concurso Internacional de Cuentos Ernest Hemingway. Obtuvo el Gran Premio de Novela en los IX Juegos Florales de Matanzas en el año 2010. Obtuvo Premio en el Concurso de Literatura y Artes Plásticas 1ª Edición, del año 2016 «Aniversario 40 de la ANIR», en el género Cuento. Obtuvo Mención en el Concurso de Literatura y Artes Plásticas 2ª Edición, del año 2017 «Aniversario 50 de la caída en combate del Comandante Ernesto Che Guevara», en el género Cuento. Obtuvo Mención en el Concurso de Literatura y Artes Plásticas 3ª Edición, del año 2018 «Aniversario 60 del triunfo de la Revolución cubana y en homenaje al Comandante en Jefe Fidel Castro», en el género Cuento. Publicó la Novela de Ciencia Ficción Ensayo sobre la Ingravidez, editada por la Editorial Guantanamera en 2016. Publicó el volumen de cuentos El amor en los tiempos del dengue (Cuentos cubanos I), editada por la Editorial Guantanamera en 2018. Hace 10 años conduce la Peña artístico-literaria que se produce todos los meses en la Casa de la Cultura del Cotorro, denominada «La Peña de Marino», por lo cual ha sido homenajeado en varias ocasiones.

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    Ensayo sobre la ingravidez - Augusto Marino Skerritt García

    Agradecimientos

    A Luis Vaillant, escritor de renombre, quien me dio luz para entrevistarme con la Editorial Samarcanda; a Nilo Noel González, presidente del Taller Literario Rubén Martínez Villena del que formo parte, por su apoyo, entusiasmo y perseverancia para no cejar en el empeño; y a los profesores y miembros del Taller por resistirme todos estos años.

    Prólogo

    Hace muchos años, por los 90 del pasado siglo, se me ocurrió escribir un cuento sobre la ingravidez, ¿qué sucedería en la Tierra, si de pronto se desatara ese fenómeno? Terminado el texto lo llevé a mi taller literario del Cotorro y gustó muchísimo. Lo engaveté durante largo tiempo, tanto que luego no lo encontraba. Entonces, en el 2013, escribí otro cuento sobre el tema, y me percaté que de allí podía salir una novela.

    Para escribirla tuve que prepararme, porque no abunda mucho la literatura sobre esa temática.

    Como siempre, mis personajes se mueven en el marco contextual entre Remedios y La Habana, y aproveché la novela para rendir homenaje a los 500 años de la fundación de la villa de San Juan de los Remedios de la Sabana del Cayo.

    La novela es además un homenaje al doctor José Rubiera, director del Centro Nacional de Pronósticos del Instituto Nacional de Meteorología de Cuba, por otear el horizonte, en una vigilia permanente de nuestro sueño, y es solo una muestra de la admiración que puedo sentir no yo, sino todo el pueblo de Cuba, hacia ese hombre que llaman el CAZADOR DE HURACANES.

    M.Sk.G

    D

    ormíamos. Era alrededor de las tres de la mañana cuando sentimos una sacudida suave, entonces llegamos a pensar que se trataba de un sueño, en que el cuerpo se hubiera aligerado de su peso, y flotáramos por el aire como pompas de jabón. No, no era un sueño. Efectivamente, estábamos suspendidos, levitábamos a unos centímetros del piso. No solo la cama, sino los objetos dentro del cuarto: el escaparate, la zapatera, la cómoda. El tomacorriente del ventilador se había desenchufado de la cajuela y éste flotaba, como si navegara sobre las olas del mar. En el ascenso, algunos libros se desprendieron del librero, sin embargo, no cayeron al piso, sino que continuaron en estado de suspensión, todo estaba muy raro, como si los hombres y las cosas le hubiéramos perdido el respeto a la fuerza de la gravedad.

    Avancé hacia la puerta del cuarto braceando, como si me hallara en medio del océano, con un pavor inmenso en el pecho, y la respiración entrecortada. Accioné el picaporte, en la cocina, las ollas, los platos, cucharas y calderos estaban parados en atención, lo mismo sucedía en el baño con la jabonera, el jabón, los tubos de pasta dental, la crema de afeitar, los pomos de champú, acondicionador, las aguas de colonia. En la sala, el televisor estaba desenchufado, los cuadros, los sillones, las butacas y el sofá se balanceaban como si estuvieran hechos de humo. Más allá, en el comedor, el refrigerador tenía la puerta abierta, y los productos que escaparon de él, levitaban con la mesa y las sillas.

    Me sentía mareado, tuve nauseas e inmediatamente vomité, una torta líquida, ovalada, de arroz y frijoles, flotaba muy cerca de mí, qué asco. De inmediato comencé a segregar una saliva espesa que amenazaba con ahogarme, tuve abundante sudoración de las manos y la frente, sentí que el pulso se me había escapado. Cerré los ojos, tratando de volver a un mundo que se me iba, el corazón latía con mayor rapidez y golpeaba la caja torácica con fuerza de mandarria, como si toda la sangre se hubiera fugado hacia él y dejara al resto del cuerpo vacío, De esta se me sale, dije, la respiración se hizo pantanosa, abrí los ojos y la visión se iba y volvía.

    Veinte minutos después la Tierra se encargó de imponer respeto, y hacer cumplir al pie de la letra las leyes de la naturaleza. Sentimos una caída brusca, y un estruendo infernal, la vajilla se hizo añicos, y escuchamos el golpetazo del refrigerador y el televisor al caer, no se malograron por azar del destino.

    Corrí al espejo, No soy yo, pensé, pero haciendo muecas con un lado y otro del rostro pude comprobar que efectivamente, los pómulos a pesar de estar inflamados y los ojos rasgados, no correspondían a asiático alguno, sino que eran de mi propiedad. Sentía las vísceras comprimidas hacia arriba, observé que la cintura había adelgazado, qué fenómeno es éste capaz de convertir a una persona en un buñuelo, me dije.

    Serían las tres y treinta, cuando escuchamos el parte del doctor Robreño, director del Centro Nacional de Pronósticos del Instituto Nacional de Meteorología de Cuba, en una emisión especial del Noticiero Nacional de Televisión, con la explicación de que el fenómeno que acaba de transcurrir, estimados televidentes, es consecuencia de la contaminación ambiental que estamos sufriendo, la suciedad del ambiente actúa como un aislante, impidiendo que la Tierra atraiga las cosas hacia su seno. De acuerdo a lo que pudimos entender, era como si un imán estuviera perdiendo la capacidad de atracción porque un cuerpo no magnético se interpusiera entre éste y algo que por ley debía sucumbir ante la fuerza de él. En adelante comenzamos a poner colchones debajo de los equipos electrodomésticos más perentorios, previendo la caída con el cese de la ingravidez, porque como diría el profesor Robreño, este fenómeno llegó para quedarse, y se convertirá en algo tan natural, como la llegada de los huracanes.

    A Robreño se le veía lívido, le tembló la voz y tartamudeó, herido en lo más íntimo por no haber tenido la capacidad suficiente para descifrar esta nueva jugada de la naturaleza, Coño, se dijo, yo que siempre he sabido dónde el jején puso el huevo. Le molestaba que el fenómeno hubiera burlado los aparatos más sofisticados para conocer los humores del tiempo. Revisó una a una las computadoras, ni el más mínimo aviso por parte de colegas de otros países. Cuando logró comunicarse con el exterior supo que no solo Cuba, sino que mientras una parte del mundo se acostaba, la otra había despertado bajo el mismo sopor de la ingravidez.

    A varios cientos de kilómetros de la Habana, en el centro de la isla, Julio Problemas, el único científico del pueblo de Remedios, en Villa Clara, según él mismo, se sorprendió al abrir los ojos y ver cómo su cama se había aproximado al techo de la habitación, Carajo, dijo, al tiempo que se daba un pellizco para comprobar si estaba soñando o había pasado al mundo de los muertos. No, se respondió a sí mismo, al observar que las cosas continuaban vivas a su alrededor, solo que ahora la vida estaba patas arriba, porque en lugar de que todo fuera atraído por el piso, estaba siendo reclamado por el techo. Recordó cuando cuarenta años atrás, en medio del parque, y ante la presencia de miles de asistentes a las parrandas del pueblo, proclamó su tesis, demostración matemática que no haré, hasta tanto me den los millones de pesos que vale, que los cuerpos se atraen entre sí, proporcional a la masa que ostentan. A esa conclusión llegó, al cabo de tanto cavilar cómo tumbar este mango maduro del copito del árbol, sin necesidad de subirme a la mata, se quedó dormido y el fruto lo golpeó fuerte en la cabeza, Indudablemente, se dijo, yo estaba siendo atraído por el mango, a la vez que él estaba atraído por mí, pero como pesa menos que yo, tuvo que sucumbir a la fuerza de mis deseos.

    Durante la niñez había

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