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Ellos, otros y nosotros: Acontecimientos desde una Ciudad Invisible. La hecatombe, la ilusión y la incert
Ellos, otros y nosotros: Acontecimientos desde una Ciudad Invisible. La hecatombe, la ilusión y la incert
Ellos, otros y nosotros: Acontecimientos desde una Ciudad Invisible. La hecatombe, la ilusión y la incert
Libro electrónico182 páginas2 horas

Ellos, otros y nosotros: Acontecimientos desde una Ciudad Invisible. La hecatombe, la ilusión y la incert

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«Los otros están, paradójicamente, contenidos siempre en nosotros, en cambio, ellos nunca».

Un hombre, al cabo de una controvertible relación romántica con su amante, es sacudido junto con el mundo entero por un acontecimiento de grandes repercusiones. La zozobra y drama mundial compiten con su duelo amoroso y hacen que, paso a paso, se convierta en una mejor persona.

Mientras tanto, el accionar de personas de las que solo podemos imaginar y a las que solo conocemos como: «ellos», transforma nuestra civilización, sin que nadie pueda hacer nada, y ni siquiera estar seguro de quiénes, o qué son ellos.

A la vez, unos relatos fantásticos sobre otros, acompañan el acontecer de toda la historia, como en un tránsito hacia la utopía, o distopía, a la que quizás nos estemos encaminando.

Tremendas situaciones a distintos contextos sociales, lejanos y cercanos, se presentan tratando de dar sentido y explicación a nuestra existencia.

Esta es la historia de los Otros que están en Nosotros, y que están ambos entretejidos dentro de un contexto dado por Ellos. Tal como resulta ser la vida de todos.

«Los Otros están, paradójicamente,contenidos siempre en Nosotros, en cambio, Ellos nunca»
Max Well

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento14 jul 2021
ISBN9788418722936
Ellos, otros y nosotros: Acontecimientos desde una Ciudad Invisible. La hecatombe, la ilusión y la incert
Autor

Max Well

Mario Alfredo Grajales Leal nació en la Ciudad de México el año de 67 del siglo veinte. Tras una infancia y un largo viaje por el Mundo donde adquirió el alias de Max Well, regresó para hacer sus estudios profesionales y de maestría en diseño industrial y arquitectura. Partir del final del siglo pasado, se trasladó a la selva costera del Caribe mexicano, donde ha ejercido su profesión por la arquitectura y su afición por la literatura. En el año 15 del siglo en curso, publicó su primera novela que, por oficio, se dedicó a la fantasía literaria con temática arquitectónica: El Arquifante. Sin embargo, desde el año cero del presente siglo (2000), a manera de presentimiento, había comenzado ya una serie de escritos que reunió en una sola obra llamada Ellos, otros y nosotros, donde los acontecimientos, sentires y paradojas de los tiempos pandémicos y crisis recurrentes, se reflejaron anticipadamente. Hoy en día, llegado el año vigésimo primero del siglo vigésimo primero, en curso, desde su selva tropical, continua en paralelo sus aficiones y profesiones por la literatura y la arquitectura, en pos de hallar la hebra oscura.

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    Ellos, otros y nosotros - Max Well

    Ellos-otros-y-nosotroscubiertav26.pdf_1400.jpg

    Acontecimientos desde una

    Ciudad Invisible

    La hecatombe, la ilusión

    y la incertidumbre

    Max Well

    Acontecimientos desde una Ciudad Invisible

    La hecatombe, la ilusión y la incertidumbre

    Primera edición: 2021

    ISBN: 9788418722400

    ISBN eBook: 9788418722936

    © del texto:

    Max Well

    © del diseño de esta edición:

    Penguin Random House Grupo Editorial

    (Caligrama, 2021

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com)

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Dedicado

    a mi padre.

    Agradecimientos

    Un hombre en medio de una existencia increíblemente fantástica no puede más que agradecer a los padres que lo pusieron sobre la superficie terrestre, lugar donde se acontecen las más fantásticas aventuras. Es por la convicción y la fe de mi padre en mis letras que estos cuentos largos, y novela entretejida de historias, ha sido posible materializarse. Gracias también a Isabel, Paula y Juan Pablo, mis amores.

    En otro sentido y muy apreciado agradecimiento se lo debo a las amistades que nutrieron mi cosmogonía para poder inspirar a los personajes ficticios de manera realista y fantástica a la vez. Así lo fueron, en especial, Sergio Romero, Fernando Almeida, David Graff y Pedro del Prado, entre los varios de la cofradía que en la Selva costera me abrigan.

    Por indispensable deber, así como por grato también, debo reconocer a mis madrinas de literatura Paulina y Larisa: eterna gratitud.

    Por último, un especial agradecimiento que les debo, por la contribución que sin saberlo me dieron, a Lucy del Pilar, por su ejemplo, y a Claudia Alarcón, por su inspiración y estudios de topografías carcelarias.

    Prefacio

    Esta obra representa la unidad de una temática bajo tres perspectivas, tres niveles, tres géneros. Cada una de estas podría ser una breve obra por sí misma y leerse por separado como historia independiente. Ellos —en letras negras—, Nosotros —en gris— y Otros —en gris y cursiva—. Sin embargo, hay una correspondencia peculiar que las magnifica cuando las vemos juntas y entremezcladas.

    Desde frases como «yo es otro», de Rimbaud, o «siempre cabe encontrar al yo en el campo del otro», de Lacan, o «la posibilidad de vivir empieza en la mirada del otro», de Michel Houellebecq, entre otras, se puede decir que los otros están, paradójicamente, contenidos siempre en nosotros —por eso ambos están en letra color gris—, mientras que ellos están siempre afuera, aparte —en color negro—.

    Esta es la historia de los otros que están en nosotros, y que están ambos entretejidos dentro de un contexto dado por ellos. Tal como resulta ser siempre la vida de todos.

    Asimismo, mientras que en ellos y en otros se plantean analogías ficticias de la realidad, es en nosotros el único lugar en el que parece real. Por esto es por lo que resultan como tres géneros anidados uno en otro; una fantasía dentro de una narrativa realista dentro de un drama ficción. Y así es que todos los días convivimos con estas tres formas de ver el mundo.

    Nuestra realidad global plantea un dilema que ha quedado fuera de la posible total comprensión y control por nosotros, las diversas localidades. Cada lugar, sus Gobiernos, sus líderes y sus individuos debe enfrentarse a estas condiciones para las que no estamos capacitados. Esta obra es una especulación imaginativa de cómo nos afectan las fuerzas externas, tan ajenas que ignoramos su origen, y que solo atribuimos a «ellos» sin saber precisar quiénes y, finalmente, cómo repercute todo en nuestras consciencias.

    El eje temático rodea el deseo utópico de curar o salvar al mundo y a la civilización, y hacer una mejor humanidad. Lo deseable sería que no tuviera que recurrirse a medidas autoritarias extremas donde se sacrifiquen vidas humanas, sus libertades y sus capacidades de liderar sus propios cambios. Acaba siendo una historia donde el mejor de los finales es de los peores dramas imaginados.

    «Siempre eres una persona diferente».

    El autor

    ELLOS, OTROS Y NOSOTROS

    Acontecimientos desde una ciudad invisible¹. La hecatombe, la ilusión y la incertidumbre sustentable

    1 Justo como alguna de las célebres ciudades invisibles de Italo Calvino.

    1

    El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez.

    Adolfo Bioy Casares

    Hoy nada es igual

    Hoy ya nada es igual. Si estás en el hoy en el que me encuentro, lo estarás viendo con tus propios ojos sin importar el dónde. Basta con asomarse a la ventana, o a un monitor, que ya dan lo mismo. Ha sido tan rápido que en el transcurso de una generación se habrá podido ver todo por completo. Finalmente, lo han hecho, y quizás nunca sabremos cómo ni quiénes son… ellos.

    Y no porque descubras este relato en la letra de mi propio puño acerca de cómo vi desde las orillas de Mar del Este lo acontecido aquí y en todo el mundo sientas alguna simpatía por mí. Así sea tan solo una versión de las que existen muchas, que, por supuesto, se encuentren por ahí intentando invalidarme. Es, además, una especie de versión confiteor —yo confieso, yo, pecador— mea culpa, mea culpa. Has de saber bien que solo seguirá siendo solo eso: una versión de las muchas que puede haber, y de las que en miles de otras versiones se puede derivar, cual delta de tumultuoso río, desembocando para terminar diluyéndose en un inmenso mar, al este, azul bicolor índigo y turquesa, que ha de recibir nuestras culpas entre otros desechos.

    Nada es lo que parece, o parece más bien que hay que hacer caso al refrán que reza «piensa mal y acertarás». Sin esto, no hay posibles explicaciones con lógica. La confianza se vulnera o se estimula, haciéndonos más cómoda o incómoda nuestra estancia en el mundo. Existe la maldad, lo sé, la he visto, la he sentido y hasta ejercido. Por eso también existen los malos, los que conspiran contra nosotros. Ellos, de los que se oye hablar, pero que pocas veces se pueden ver, estando las más veces personificados por otros, sus conductos, sus posibles representaciones.

    Mar del Este, como muchas de las ciudades costeras del mundo, se rige más por el freudiano principio del placer, especialmente por las noches, y en los lechos solitarios más que en los compartidos, como sucedía en esas tantas madrugadas en que terminaba escapando, escurriéndome de la cama del delito, al ritmo de las olas arremetiendo contra las rocas salientes de la playa como reclamándome: «¡Traición!».

    Me llevaba aún el sudor que el calor y la humedad nos dejaban en la piel del pecho, las piernas y los brazos por estar entrelazados en un nudo humano. Ella² se daría cuenta de mi ausencia al despertar y clavaría su mirada en la urdimbre de palma que cubría esa fresca habitación, en peraltadas aguas simétricas, desde esa hostería apretujada por querer tener una rendija de vista hacia el océano, esa otra plancha inmensa con promesa de escape, o de fuga en velero, que asemeje alguna suerte de libertad.

    2 Ella/amada/amante, la amada y amante del protagonista

    Así, una de esas madrugadas fue mi última con ella, el mismo amanecer que nos enmudeció a todos, y a mí desde muy temprano. Esa madrugada caminaba de regreso apresurado, pues se hacía más tarde de lo usual, por el malecón, para llegar hasta el auto que precavidamente dejaba hasta el otro extremo. El malecón es lugar propicio para los bares y tabernas donde se terminan las noches de ronda —diría un flaco—, y en lugar del escándalo acostumbrado se escuchaba un noticiero en todas ellas. Muy extraño, era muy extraño, algo entró por mis oídos apenas lo suficiente para extrañarme un poco, pero continué con mi regreso a casa por el bulevar, costeando frente al malecón, pero ahora a bordo de Mercedes, no una mujer, sino de mi modelo antiguo, pero clásico. Ahí, entre los muchos otros trasnochados como yo, volviendo o continuando sus parrandas, a pesar del día de la semana, se me dosificó por la radio un poco más de aquella sustancia tan difícil de comprender, ya ni siquiera asimilar. Fuertes razones tenía mi subconsciente para mantenerse entumecido, la noticia no era para menos. Ha de ser un mecanismo de defensa que tiene nuestro subconsciente.

    Dos horas de sueño por supuesto que no reparan a nadie, y menos a una conciencia con carga pesada. La luz diurna se colaba ya por el patio central de la casa y, como si fuera a ser cuestionado por mis andanzas nocturnas, que nunca lo era, me encontré pronto bajo el lucernario de la cocina preparando el almuerzo de mis hijas, escuchando más y más de aquel estruendo noticioso. Como nunca, sentí el abrazo del calor húmedo como un intento de consuelo que el mundo estaba queriéndome dar. Había una especial necesidad por complacerse de las bondades de la realidad inmediata y no agobiarse por el devenir de la civilización… ¿Qué cosa era lo que sucedía ese día?…

    ***

    Base estadounidense de Guantánamo, Cuba, 06-09-2017, 06:00

    Los guardias hicieron como siempre el cambio de turno apenas unos instantes antes del amanecer y justo antes del llamado a levantarse. La sirena sonó y, en su itinerante deber, los guardias recorrieron los pasillos repasando las celdas en su camino, dando órdenes para levantar a los reos hasta que la inhabitual pasividad del presidio llamó la atención. Un escalofrío glacial recorrió los huesos de todos ellos, el silencio era inusitadamente infinito y agobiante. La palabra «arriba» se le fracturó al guardia en señal de sorpresa. En su habitual voz de arriba salió un fuerte «Aaaah…» seguido entonces de un breve «rrr…» que apenas tuvo aliento. En una fracción de segundo había pasado de lo imperativo al miedo cósmico —ese que se tiene al infinito desconocido— pasando por el enojo, mismo que no tuvo suficiente espacio de ser al notar que aquello era más extraño que un motivo de ira, como si estuvieran en contubernio haciéndoles una broma incomprensible. Los reos parecían estar todos, absolutamente todos, sin vida. El desconcierto se generalizó por todo el presidio, pero lo más paradójico era el hecho de que no parecía haber peligro alguno. Por el contrario, ni siquiera había reos…, reos vivos que custodiar.

    ***

    2

    Ansiedades. El affaire

    Nada parece pasar por encima y primero que las propias ansiedades. Hasta la peor noticia se atenúa ante estas. Para nuestro yo más recóndito siempre estamos primero nosotros, y cada uno de nosotros. Las reflexiones en torno a las historias que nos atormentan son inevitables y la mente las revisa una y otra vez. No podía pensar la catástrofe por separado de mi asunto, mi affaire. Yo soy contratista de carpintería de obra. La madera y las construcciones son mi mundo laboral. Ahí, en el transcurso de las obras que ocupaban mis horas más productivas de la vida, solía conocer gente de las diversas partes que se coordina con el fin de levantar casas y edificios. La mayoría son hombres, pero las hay mujeres también. Una de estas era ella, la decoradora de interiores. Varias veces me la encontré, siempre tuvimos problemas de algún tipo, parecía que no habría forma de evitarlo. La paradoja fue que la odiaba tanto como la deseaba inconscientemente. Del odio nació el amor, o por lo menos la pasión erótica de los cuerpos con la que se confunde. Yo sabía que también le resultaba odioso, y nunca tuve intenciones de impedirlo. Cuanto más misógino le parecía, menos dificultades me interponía, por lo que confieso que nunca reparé en moderarme. Yo soy un hombre grande, rudo y feo. Hace mucho que desistí de los modales. Me escondo tras grandes barba y bigote, la poca conversación, un mal gesto y los resultados de mi trabajo, para lo cual bastaba con aplicar fuerza bruta, aunque mi fascinación estaba en el valor agregado de la forma. Pero esto era ya un gusto propio por el cual no generaba mayores dividendos. Lo mío ante la gente era lo rudo, lo huraño y lo malencarado, que acabó por provocarle una irresistible fascinación. Así soy yo. Y así es ella, esa extraña mujer con afición por el maltrato del bribón y del truhan. Quizás no lo era tanto como cuando, al saber que le atraía, me restaba intenciones de cambiar su percepción. No fue a primera vista ni fue en un romántico lugar. Nos conocíamos de antes, por no decir que nos odiábamos con antelación, y no había razones para cambiar eso. La gente desposada tiene, además, un seguro atado a esta

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