El trabajo social y su "Síndrome Quijote"

Por Rosa María Robles Moreno

En una noche de vigilia en la que el alma está cerca de la razón, paralizada de manera obligada en confinamiento por la pandemia mundial de la Covid 19. Una de esas noches en la que te cuestionas todo: lo existencial y lo profesional, sentí la llamada caballeresca de quien sigue sus instintos y delirios más primogénitos de reflejar mi experiencia profesional después de 20 años de terminar la carrera de trabajo social en nuestra querida Salamanca Campera.

Así como de cuestionar y reflexionar sobre lo que denomino como "Síndrome Quijote del trabajador social", al mismo tiempo que intentar inspirar a futuros profesionales en la materia.
A decir verdad, siempre he tenido la necesidad de escribir desde que tengo uso de razón y ya lo haga mal o bien, es algo que me hace feliz, no pierdo OPORTUNIDAD de compartir en foros, en redes sociales mis más sinceros anhelos de reconocimiento a nuestra profesión. Pero este libro es un reconcomiendo a mi madre y todas esas mujeres de su generación que dejaron de escribir su obra por la dedicación a sus padres, a sus hijas y después a sus nietos.

• Idioma: Español
• Editorial: Letrame Grupo Editorial
• Fecha de lanzamiento: 19 jul 2022
• ISBN: 9788411440516

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Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1144-051-6

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Dedicatoria: En agradecimiento a mi hijo Oier, por ser siempre una fuente infinita de inspiración y convertirme en madre, el mayor reto y regalo que me ha dado la vida. A mi hijo Alain, por encarnar el deseo de volver a ser madre cuando ya no lo esperaba, y al Sr. Pimienta, por ser el mejor compañero de vida que podía tener al recordarme que el destino es ahora.

PRÓLOGO

¿POR QUÉ ESCRIBO? ¿POR QUÉ ESTE LIBRO AHORA? ¿QUÉ ESPERO DE ESTE LIBRO?

De pequeña me costó aprender a leer y escribir. No sé muy bien por qué a mi cabeza le costaba retener y reproducir grafías y fonemas. Para mí eran un gran misterio, como si de un jeroglífico egipcio se tratara. Me decían una y otra vez, «no es tan complicado», pero puedo prometer que sí era.

Y no se trataba solo de lo complicado de memorizar el abecedario y de sujetar con fuerza el lápiz (pero no con excesiva fuerza para que no taladrara el papel y terminara emborronando el cuadernillo de Rubio). Las que sois de mi quinta (y hablo en femenino porque salvo honrosas excepciones en nuestra profesión, somos mayoría) recordaréis los odiosos cuadernillos Rubio, al menos para mí, que me acompañaban hasta en periodos vacacionales.

Nunca he tenido una buena ni bonita letra, me esforcé durante la etapa escolar sobre todo —alrededor de los 11 o 12 años— a que se volviera algo más legible, para que al menos supera leer mis propios apuntes. Aunque reconozco que ni siquiera en la facultad lo eran, y mis faltas de ortografía todavía a día hoy son increíblemente frecuentes. Así que me temo que si algún día llego a publicar este libro, el trabajo de corrección será de armas tomar. Me compadezco de quien tenga ardua