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La mirada Intierna: Conectando cuerpo, mente y emociones (Un libro que no te solucionará nada)
La mirada Intierna: Conectando cuerpo, mente y emociones (Un libro que no te solucionará nada)
La mirada Intierna: Conectando cuerpo, mente y emociones (Un libro que no te solucionará nada)
Libro electrónico326 páginas4 horas

La mirada Intierna: Conectando cuerpo, mente y emociones (Un libro que no te solucionará nada)

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Información de este libro electrónico

¿Has sentido alguna vez que nunca haces suficiente para lograr el equilibrio que buscas?
¿Has llegado a pensar que las premisas de las que partes, quizás son erróneas?
¿Sientes que debe haber otro camino para mejorar?
La mirada intierna nos presenta un nuevo concepto del autocuidado.

De forma sencilla y cercana, expone procesos biológicos relacionados con la salud para acabar proponiendo una visión íntima de cómo tratarse, una herramienta que permite bajar el nivel de sufrimiento y ansiedad.

A través del texto, nos propone dudas sobre la validez del modo en el que usamos las herramientas de salud que todos conocemos e incluso nos plantea si el objetivo de vida que buscamos es acertado o es, tan solo, otra trampa que nos acerca a la infelicidad.

Una amplia comprensión de la salud y una manera directa de presentarla, vuelven a este libro de lectura obligada para el que busca entender más allá de las dietas, el ejercicio o las terapias que prometen resultados milagrosos.
IdiomaEspañol
EditorialTregolam
Fecha de lanzamiento16 ene 2024
ISBN9788419277442
La mirada Intierna: Conectando cuerpo, mente y emociones (Un libro que no te solucionará nada)

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    Vista previa del libro

    La mirada Intierna - F. Javier Valera

    PRESENTACIÓN

    A todo hombre le es concedido conocerse

    a sí mismo y meditar sabiamente.

    Heráclito de Éfeso

    Después de muchos años de disconfort emocional, de búsqueda de entendimiento y de dar muchos tumbos en la vida, ahora tengo claro que mi proyecto y objetivo de vida es ayudar, y, más específicamente, intentar poner mi granito de arena para que otras personas no pasen un sufrimiento físico-emocional como lo he podido pasar yo.

    No he dudado, ni por un momento, que merece la pena escribir este libro si con ello consigo ayudar a una sola persona a abrir los ojos y vivir mejor, con menos sufrimiento. Siento que, si puedo ayudar a alguien desde aquí, es algo que debo hacer.

    Así nace la idea de plasmar está visión, superando los miedos a no conseguir trazar claramente la idea global que presento o a dar lugar a ideas confusas, distintas, o incluso contrarias, a lo que realmente pretendo describir. Venciendo los temores a las críticas por parte de expertos, en cuanto a lo poca rigurosidad a nivel científico, a no dar la talla, o a meterme donde no me llaman.

    Quizás, como terapia misma, decido escribir superando así algunos de dichos miedos, algunos de los protocolos de indecisión, de duda, de juzgarme o de sentirme juzgado por los demás, protocolos que construí durante mi desarrollo.

    Por otro lado, escribir me consiente un pequeño punto de rebeldía hacia todos esos clásicos cánones que se repiten en esta sociedad, en los que se penaliza la expresión de sentimientos o incluso se adoctrina para no permitirse sentir la emoción, y en la que se nos «adiestra» para ser dóciles y productivos. Esa sociedad que niega lo que la ciencia no describe (porque aún no puede o no le interesa) y donde todo está absolutamente disociado. Una escisión entre cuerpo, mente y emociones.

    De hecho, cuando se trata de la salud del propio cuerpo (si pudiéramos hablar solo de él como si fuera un ente a parte de la mente, de las emociones, de su pasado…) se divide, de nuevo, para poder explicar, entender y tratar. Se disocia cuando el especialista en intestino o el endocrino no tienen nada que ver con el traumatólogo, el ginecólogo o el alergólogo y, mucho menos, con el psicólogo (¿¡qué tendría que ver el psicólogo con la salud física!?).

    Soy consciente de lo sesgado de mi visión y de que puede dar lugar a una imagen poco clara o, por lo menos, parcial de la globalidad del ser (valga la paradoja).

    También entiendo que presento la parte energética o vital del individuo relacionada, por supuesto, con su propio cuerpo y, a su vez, muestro a ese mismo cuerpo entrelazado con factores puramente fisiológicos que están expuestos, de nuevo, a emociones y sentimientos dependientes de nuestra propia historia de vida, de nuestra cultura, de nuestros aprendizajes… Y es que, todo ello puede ser un concepto nuevo para algún lector y, por supuesto, algo difícil de aceptar con los años de férrea disciplina en esta sociedad, pero no hay que olvidar que nuestra «sesgada» ciencia ya está llegando a conocer estas conexiones.

    Realmente, el razonamiento que presento, esta versión instintiva de la propia naturaleza humana no excluye a otras partes, otras teorías y otras visiones que podrían complementar el total del individuo.

    Cierto es que presento una visión parcial de la persona centrándome, quizás un poco más, en aquellas con caracteres determinados por una vivencia más o menos fantasiosa de su propia vida. Una vida que les cuesta ver, si no es a través de su propio filtro personal y distorsionado.

    Me centro en esos individuos que mantienen una vida caracterizada por el dolor y/o la ansiedad y que, muy a menudo, sufren aún más por no entender el origen de dicho dolor.

    Me baso en la premisa de que todos buscamos un estado de equilibrio similar al descrito en la literatura científica bajo el término homeostasis, pero con uno diferencia: asumo que el ser global que somos cada uno de nosotros, reconoce dicho estado.

    Es recalcable que, incluso en los libros de psiquiatría y psicología más globales u holísticos, se describe, claramente, la necesidad de un equilibrio, ya que la propia naturaleza busca esa autorregulación, ajustarse con el medio en el que vive. Eso que tanto oímos del «equilibrio homeostático».

    Esta búsqueda del equilibrio por el organismo está más que descrita en la fisiología y, poco a poco, como decía, la psicología y la psiquiatría lo han absorbido. Pero, para estos últimos, podría resultar difícil enlazar con el entendimiento más parametrizable, el conocimiento, llamémosle, más científico o de laboratorio, que se expresa con datos tangibles.

    Un ejemplo podría ser el caso del estrés, descrito desde la fisiología con gran precisión a nivel de ejes neuroendocrinos, de moléculas y con gran cantidad de datos, cada vez más estructurados, de todo el movimiento que se da en el organismo para evitar un daño, protegerse y volver al equilibrio. Información que podría parecer superflua en la psicología, donde podría primar encontrar dicho equilibrio centrándose en la vivencia personal del estrés, sin necesidad de conocer tantos datos.

    Por tanto, aunque en ambas ramas se parte de la idea de la búsqueda de homeostasis por parte del ser, de buscar un equilibrio, una autorregulación, sigue existiendo esa fisura entre lo que podemos medir en el cuerpo y la parte de la mente, el carácter, las emociones, quizás, incluso, del alma… Brecha que va decreciendo, poco a poco, gracias a los descubrimientos de la neurociencia.

    Quizás aventurándome a navegar justo en esa fisura, te planteo una propuesta personal, una manera de interpretar la estrecha relación cuerpo-mente desde mi visión, a la que he llegado tras mis años de búsqueda y formación, y te propongo una única herramienta. A mis ojos, el arma definitiva para poder penetrar en lo más profundo del ser y promover la acción lógica y necesaria del individuo hacia su equilibrio global y, por tanto, hacia su estado de relajación.

    Las similitudes entre la mirada intierna y el «darse cuenta» de la Gestalt son más que evidentes, porque, al igual que me baso en fundamentos básicos de la fisiología, lo mismo hago en cuanto a los grandes visionarios de la unión entre cuerpo, mente y emociones (sigo usando términos disociativos) como son Fritz Perls, Wilhelm Reich, Ken Wilber o Alexander Lowen.

    Por tanto, a veces necesitaré presentar datos fisiológicos de cómo funciona nuestro cuerpo para, luego, saltar al vacío de lo intangible, sin grandes explicaciones, como algo que surge desde muy adentro. Aquello que tan solo puede sentirse desde la vivencia en primera persona.

    Algo mucho más discutible que lo puramente físico y, a la vez, algo incontestable, irrebatible por surgir de la propia experiencia subjetiva, pero individual, particular y, por tanto, innegable.

    Llego a ello a través de mi experiencia y la observación de otros que, al igual que yo, han avanzado apoyados por profesionales de la psicología, pero, en ningún caso, pretendo inmiscuirme en el trabajo de dichos profesionales y, por tanto, solo me apoyo en la única herramienta que creo absolutamente fundamental para una mejora a largo plazo en la vida, la mirada intierna. Una herramienta básica, ocultada, malograda, violentada en esta sociedad en la que prima la producción, el éxito en todos los ámbitos, la «normalidad» y, en definitiva, un sinfín de programas y protocolos ajenos al conocimiento y la libertad de la propia identidad de cada individuo.

    Entiendo que el modo de actuar en la salud y la responsabilidad que debemos tener personalmente ante ella, y que iré esbozando, es una elección propia de cada uno y no concuerda con las conductas que, generalmente, se describen o prescriben.

    Considero que esto es debido a que no hemos sido «enseñados» a escuchar nuestras propias necesidades y a entender que nuestra salud depende de nuestras propias decisiones, aunque, por otro lado, no creo que esto sea una excusa válida para dejarla en manos de otros, mientras miramos a otro lado, como si no fuera con nosotros.

    El objetivo de la recopilación de ideas que han acabado formando este libro no es otro que intentar hacer llegar a un público normal, de «a pie», sin grandes conocimientos de fisiología o de psicología, un concepto de unión entre cuerpo, mente y emociones, a través de una mirada activa hacia el interior de uno mismo.

    Es una propuesta personal, una manera de interpretar la estrecha relación cuerpo-mente desde mi propia visión.

    Es por esto por lo que podría resultar útil para las personas que están agotadas, cansadas de no encontrar soluciones, de no saber por dónde tirar, faltas de energía ante la vida. Práctico para el que ya ve, ya percibe o intuye que no hay separación entre su cuerpo, su mente y sus emociones. Que todo es uno y que no todo es medible, demostrable, parametrizable, aunque, no por ello deje de ser real o quizás, por eso mismo, pueda ser una gran verdad.

    Propongo una idea: ver qué necesita uno mismo. Valorar qué es lo que impacta, en este momento, en tu bienestar. Conocerte, valorarte y actuar en consecuencia.

    Lo que no se puede medir, lo etéreo, lo que realmente moviliza (o paraliza) todo tu ser, debe ser involucrado en tu concepto de conocimiento propio, personal.

    En mi opinión, encontrar tu mejor estado depende de tu mundo interior, de cómo interpretas el mundo (tu realidad) y de si estás haciendo lo que realmente necesitas ahí dentro... y fuera, en tus hábitos de salud física.

    Por cierto, lo que realmente necesitas, solo lo sabes tú. Y la llave para encontrar ese «conocimiento» solo la tienes tú. Y esto no es una frase vacía, una expresión para colgar en las redes. Tú tienes tus problemas y tú tienes tus soluciones.

    Este es el punto. Planteo dos herramientas que, a primera vista, pueden parecer paradójicas:

    La primera es el conocimiento, informarte de lo que vas a hacer.

    Debemos revelarnos ante la idea de la sobreinformación, muchos datos, muchos tips, muchas dietas, muchos ejercicios, frases motivadoras, fotos de cuerpos fuertes, cuerpos delgados (quizás en exceso), sonrisas y gente «triunfadora». También debemos hacerlo ante todas esas herramientas que nos venden como, por ejemplo, la mejor dieta, la buena, la definitiva..., «después de años de estudios se ha visto que la mejor dieta para todo el mundo es esta… (la que te presentan en los anuncios, en redes... ). Sí, ¡para ti también es la mejor!»

    Con el ejercicio físico, pasa lo mismo.

    Realmente, pasa en todos los ámbitos de nuestras vidas. Desde la lejanía, la distancia e impersonalidad, todo lo planteado en las redes sociales es fácil y superefectivo. Es un mundo impasible e insensible... todo es perfecto en la red. El dolor no existe y la persona es perfecta (o no presenta sus «imperfecciones»).

    Es un conocimiento parcelado, sesgado, erróneo e incluso falso.

    Tú tienes tus propios problemas, tu propia idiosincrasia, tus horarios…

    La herramienta fundamental es informarse profundamente o, por lo menos, sobre fuentes fiables (si vas a implantar en tu vida algún hábito, te aconsejo que acudas a fuentes profesionales que te expliquen lo que necesitas saber, para que se adapte a tu realidad y no esté basado en un «esto vale para todos»).

    Siguiendo este hilo, dedico gran parte del libro para intentar explicar el aspecto más puramente fisiológico o, lo que podríamos llamar, «del cuerpo», con la intención de acercarte al empoderamiento necesario para entender algunos procesos vitales.

    Mi propósito es intentar exponer dónde puede estar generándose gran parte del agotamiento físico, mental o emocional que nos mantiene dentro del cansancio, el dolor y la impotencia que no nos permiten tomar decisiones acertadas. Y digo que tomamos decisiones no acertadas porque, normalmente, se tiende a seguir consejos y prescripciones que, quizás, no están adaptadas a tu momento actual. Ese momento solo lo conoces tú.

    Ojalá, a través de estas líneas, pueda ayudarte a sentir en qué momento estás.

    El destino de tantos y tantos párrafos, en esa primera mitad, es exponer las posibles causas de algunos desequilibrios que pueden mantenernos en un estado de sufrimiento.

    Mi búsqueda de tu empoderamiento tiene un destino y es que puedas llegar a entender lo necesario para distinguir que, todo ello, es conocimiento puramente racional, consciente. Y que, a pesar de ser absolutamente necesario, no es lo único.

    Te explico las conexiones que, a mi parecer, pueden ser importantes para adentrarnos en la parte final, la que es destino de tanta palabrería y justificación: la segunda herramienta, que resumo en «deshacerte del conocimiento». ¿Paradójico?

    Se trata de volver a sentir, permitirte ver qué hay ahí dentro.

    Advertir si necesitas hacer cambios a ese nivel (a nivel interno, en tu vivencia de la vida), valorando si también hay algo que modificar en el otro nivel (el puramente físico: ejercicio, alimentación, hábitos de sueño…), pero es muy importante estimar si realmente estás preparado para ello.

    ¿De dónde partir?, ¿del trabajo puramente emocional?, ¿del fisiológico?, ¿o un poco de cada? El no-conocimiento, el sentirte, te permitirá valorarlo y, además, podrá ayudarte a entender si estás preparado para hacer todo lo que el conocimiento dicta (empezar a hacer ejercicio físico o cambios alimentarios, por ejemplo), o si debes ir a otro ritmo.

    Soy consciente de la dualidad que acabo de plasmar. He descrito, por un lado, el estado físico y, por otro, el estado «interior». Es tal la costumbre de hacerlo en esta sociedad posplatónica que yo mismo pienso en estos términos, pero espero poder dar un enfoque diferente a lo largo del libro, que permita, al menos, intuir que no existe tal dualidad, que son una misma cosa.

    También me percato de los muchos nexos importantes dentro de la alimentación o el ejercicio físico que podrían resultar interesantes para comprender esta idea de globalidad cuerpo-mente-emociones, pero insisto en que solo se trata de plasmar cómo determinados estados fisiológicos dependen del estado anímico y, al revés, cómo estados anímicos impactan en el fisiológico.

    Lo mismo sucede con esa parte «interior». Entender tan solo un poco de ella, obligaría a conocer muchas dimensiones del individuo que quedan fuera del alcance de este libro. Aspectos del carácter o de la personalidad, la biografía, la vida familiar, el ámbito transgeneracional… Importantes partes del ser para captar la globalidad del individuo, pero que, como insistiré, no están dentro mi ámbito y quedan lejos del propósito de este libro.

    Por supuesto que todo el trabajo interior debe pasar por manos de un profesional que te guíe. Aquí solo presento una herramienta de apertura. La idea es sencilla: se trata de intencionalidad. Pretender verte, mirarte internamente, pero de forma deliberada. Ver si es tu momento para tomar decisiones respecto a hábitos internos o externos.

    Es una idea básica, pero potente, que pretende vincular todas estas facetas comentadas con la parte, llamémosla, terrenal, que sería el cuerpo físico.

    Para ello hay que tener conocimiento en ambos lados. Es decir, conocimiento de quién eres físicamente, qué haces, cómo te alimentas, qué ejercicio sueles hacer y cómo te afecta. Tienes que valorar tú mismo qué te va bien o qué no te va bien.

    Por otro lado, debes tener conocimiento de tu parte interna. O, mejor dicho, sentir quién eres, cómo respondes al ambiente, cómo vives tus emociones, valorar si siempre acuden a ti unos sentimientos determinadas y no otros y, sobre todo, y por encima de todo, cómo te afecta todo ello en este momento.

    Más allá de la pura supervivencia personal, presento una idea desarrollada a través de algunos de los factores fisiológicos que pueden ser más importantes en la convivencia con tu propio mundo interno.

    A pesar de que las relaciones fisiológicas con las emociones, y viceversa, pueden ser realmente complicadas, muestro una visión sencilla de algunos de los factores más valiosos en dicha relación.

    Siendo precisos, la conexión cuerpo-mente-emociones no es tal, ya que, realmente, son una misma cosa, aunque es cierto que podemos distinguirlas para ayudarnos a trabajar cada una de las partes de nuestro «Yo global», en busca de un mejor estado.

    Esto me obliga a desarrollar, de una manera más o menos superflua, conceptos como la activación ante el estrés, en el que se involucran estas tres partes cuerpo-mente-emociones. No puedo evitar relacionarlo con muchas de las dolencias actuales a través de su efecto más desadaptativo, cuando dicho estrés se presenta de forma crónica.

    Por supuesto, estoy hablando de la inflamación que, junto al problema del reparto de la energía de que disponemos, pueden resultar en efectos más o menos catastróficos cuando se desequilibran. Esta desadaptación es debida a la cronicidad de todos los elementos que presentaré.

    Los factores más clásicos, probablemente ya conocidos por el lector, son los menos tratados en este libro, efectivamente, porque aparecen continuamente en la literatura de salud.

    Me refiero a todos los hábitos de vida que nuestra fisiología espera encontrarse para poder seguir en un estado más o menos armonioso, como pueden ser: una alimentación basada en alimentos y con una coherencia en cantidades y en momentos de ingesta, movimiento o ejercicio físico en nuestro medio natural, lo que significa moverse en la naturaleza, poniéndonos en contacto con nuestro entorno.

    Esto supone exponerse a diferentes temperaturas y rangos de humedad, contacto con el resto de compañeros y de seres queridos, y mostrarse a la luz natural ayudando a nuestro organismo en la regulación de los ciclos circadianos. Esto facilita la coherencia a la hora del descanso, guiándote a hacerlo a las horas debidas y el tiempo necesario.

    Se queda fuera de estos hábitos una herramienta tan importante como todas las anteriores o que, quizás, me atrevería a decir, es fundamental para que todas ellas puedan hacer su efecto. Me estoy refiriendo a tener consciencia de uno mismo.

    Insisto en el hecho de que, en la literatura, rara vez se relacionan todas ellas. Únicamente aparecen vínculos de las «herramientas físicas» con la mente cuando se busca entender los entresijos de la motivación, con el único objetivo de conseguir implantarlas.

    Cuando hablo de la mirada intierna, voy más allá del tener consciencia de uno mismo. Se trata de poder mirarse, ver qué se está sintiendo y aprender a permitirlo y no juzgarlo.

    Definitivamente, hacer lo contrario es ridículo (a la par de agotador), puesto que, hoy en día, sabemos que las decisiones, las conductas que, ilusamente, creemos que decidimos tomar libremente, ya fueron tomadas bajo una red de predicción de tu cerebro, antes de que tú puedas intervenir en ellas. Pero podemos ampliar esa red y evitarnos mucho sufrimiento a través de permitirnos sentir y, con ello, mitigar muchos pensamientos redundantes y, por norma, machacantes.

    La mirada intierna solo tiene la intención de abrir una parte muy importante dentro de la salud global del individuo que, desde mi propia opinión, no está evaluada en su justo nivel en comparación con el resto de herramientas tan promulgadas y al alcance de cualquiera.

    Desde luego, está fuera de las costumbres y enseñanzas que se desarrollan dentro de nuestra sociedad.

    A menudo, este enfoque se juzga como si fuera un dolorcillo de cabeza, «quizás sea real que está ahí, pero tampoco hay que prestarle tanto interés...».

    No son pocas las veces que pienso que esta actitud generalizada es más por miedo a lo que podría revelar (el «saber de sí mismo», el «que estoy aquí»), que por desconocimiento de su peso y valía en la salud y en el acercamiento a una vida plena.

    Con este libro aspiro a presentar una manera más amable de vivir con uno mismo que a mí, personalmente, me resulta provechosa. No pretendo dar recetas de cómo vivir una vida, no es un método, no es una guía, ni yo soy nadie para decirte lo que debes hacer.

    Espero que aceptes todo lo que expreso solo en la medida en la que lo veas coherente, en la que todo lo expresado vaya acorde con tu propia experiencia.

    No quisiera dar lugar a malentendidos y que parezca que lo que cuento es un sistema para sanar o quitar enfermedades. Solo quiero dar mi punto de vista, desde el que intento dar importancia a la mirada interior.

    No olvides durante todo nuestro trayecto, si decides seguir leyendo, que es necesario crear rutinas, ciertas obligaciones, para poder seguir adelante. Que, a pesar de escucharse, hay que hacer cosas que igual no te motivan, como empezar o seguir haciendo ejercicio físico o evitar esos productos procesados que tanto te gustan ...

    Que hay que ser estoico, aguantar el temporal y tomar decisiones que, a menudo, serán duras, pero necesarias. Siempre respetándose, esperando hasta el momento en el que estés preparado.

    Por otro lado, no dudes en que hay que acudir al profesional, psicólogo, nutricionista, médico generalista o especialista, fisioterapeuta o entrenador..., pero recuerda que el último (y primer) responsable de tu salud, de tus decisiones, de tu vida... eres tú.

    Espero que este libro te ayude en algún sentido.

    Capítulo 1

    Un día cualquiera

    Vivir bien es mejor que vivir.

    Aristóteles

    La brisa del atardecer traía aromas de hierba fresca desde las campas de las montañas cercanas. Las esencias de todas aquellas plantas alpinas atravesaban el humo de los tubos de escape de la gran ciudad y casi podían sentirse las flores acariciando y dejando pequeños restos de su perfume en el aire.

    La luz rosada de principios de verano parecía estirarse como no queriendo extinguirse nunca. La temperatura era muy agradable. Se sentía cierto calorcillo, pero con una agradable brisa fresca arrastrada desde las altas cumbres más cercanas al bullicio de la ciudad.

    En los arbolillos de la avenida, los jilgueros alborotaban con sus trinos y saltaban entre las hojas aprovechando los últimos rayos de sol, aún templados, antes de la llegada de la noche.

    —Venga hombre… —estarás pensando—. No… ¿¡en serio!?

    En este momento, Pablo aprovechó para salir a hacer los últimos recados de la empresa en la que trabaja, antes de seguir su labor, sin descanso, produciendo una pieza tras otra.

    El ritmo de producción era infernal y el trato con los trabajadores tampoco era el mejor, pero Pablo, en ese momento, se sentía vivo y alegre al percibir aquellas esencias de las hierbas de los altos prados y al pensar que los pajarillos se agitaban alegres, porque sabían que pronto llegarían las vacaciones y él se iría con su familia a la montaña.

    Llevaba unos días con muchas molestias en la tripa. De hecho, desde que era niño arrastraba grandes dolores, hinchazón de vientre y grandes pinchazos en el estómago por temporadas, pero él es de los que piensan que, si miras lo bueno que tienes en la vida, siempre te puedes sentir feliz.

    «Eso depende de ti», pensó él y sonrió y se obligó a empezar a canturrear.

    Si llegados a este punto, te estás preguntando si este libro va a seguir en esta línea… Si esta historia te está agitando por dentro, incluso si te inspira algo de enojo o cierto asco y no sabes por qué...

    Podría ser que estés harto de leer historias bonitas que intentan adornar un mundo del carajo (o eso te parece cuando realmente estás asqueado).

    Permite fluir esa emoción joven «padawan» y continúa leyendo.

    Pablo era un hombre crónicamente feliz. La vida le sonreía.

    Su pareja trabajaba en otra empresa a turnos, lo que

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