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Los Huerfanos
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Los Huerfanos
Libro electrónico67 páginas56 minutos

Los Huerfanos

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Los huérfanos es una historia de supervivencia en un mundo desconocido. Varados sin padres, luchando por sobrevivir y vivir con la identidad que tanto desean, se esfuerzan por romper los miedos y encontrar su futuro. Los tiempos difíciles, la soledad, las carencias  y el futuro desconocido los persiguen mientras se esfuerzan día tras día para descubrir la vida fuera de lo habitual. Por fin, deben aprender a convivir y trabajar juntos mientras luchan por sus vidas en estas circunstancias.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento14 sept 2019
ISBN9781547583836
Los Huerfanos

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    Los Huerfanos - Chima Ugokwe

    Los Huérfanos

    ––––––––

    Acerca del libro

    Los huérfanos es una historia de supervivencia en un mundo desconocido. Varados sin padres, luchando por sobrevivir y vivir con la identidad que tanto desean, se esfuerzan por romper los miedos y encontrar su futuro. Los tiempos difíciles, la soledad, las carencias  y el futuro desconocido los persiguen mientras se esfuerzan día tras día para descubrir la vida fuera de lo habitual. Por fin, deben aprender a convivir y trabajar juntos mientras luchan por sus vidas en estas circunstancias.

    CAPITULO 1

    Mi Hermosa madre murio el dia que mi joven harmano Ndudim nacio. Ella fue amorosa y fuerte esa mañana. Yo iba a la escuela cada mañana con la fe de regresar y que ella me diera un fuerte abrazo. Por meses estubo embarazada y en la espera de un recien nacido que llegaria a  nuestra familia. Los chicos deseaban que fuera un niño y las chicas que fuera una niña. La mayoria del tiempo jugabamos acerca de el.

    La noticia reunió a tanta gente en muy poco tiempo. Chikwe había sido enviado a recogerme de la escuela en Eluama y, aunque era una corta distancia, nuestro hogar parecía demasiado lejos. Chikwe no me dijo nada. Tenía tanto frío que temí que mi madre no  hubiera dado a luz a salvo, me abria dado la noticia con alegría y hubiera mantenido el ánimo mientras camináramos a casa. Debió haberle advertido que nunca me lo dijera ni a nadie. No era común escuchar que alguien había muerto.

    La casa estaba tan llena de tristeza. Mi  Madre había muerto, lo sé. Solo tenía trece años, pero no lloré, porque no se me había ocurrido lo que sufriríamos después. La muerte trajo silencio y temor tanto al hombre como al animal. Los pájaros cantaron y gritaron, las mujeres lloraron y me mantuvieron en la mirada de los visitantes. No sé el dolor que esto trajo. Solo estaba guardando la memoria entre nosotros y ella, nuestro tiempo de juego, comida y compartir juntos en la granja. De alguna manera, entendí la muerte

    Porque no lloré ninguno de mis hermanos lo hizo. A cinco de nosotros nos mantuvieron en una habitación diferente, donde una niña nos entretuvo con cuentos populares y nos distrajo de lo que estaba sucediendo afuera, pero yo no estaba escuchando. Ella era Udoka, la chica que más tarde se casó con mi padre solo por dos años.

    Salí a intervalos para mirar donde estaba mi padre. Era un hombre destinado a mi madre y el pobre padre, me preguntaba cómo sobreviviría. Era malo amar tanto.El amaba a mi madre esa tarde, cuando empezaron los preparativos para el entierro, se sentó bastante quieto en medio de su grupo de amigos que habían estado alerta para que no llorara. El no habló. Su angustia era tan grande, que podía sentirla la última vez que salí a verlo.

    He perdido a mi esposa. Se lamentó. Todos lo entendieron. Eso era lo que seguía diciendo. Muchos lloraron con él y la reacción de todos  y la inquietud que siguieron me hicieron llorar con ellos en ese momento.

    Nwoye, su hermano menor, lo sostuvo en sus brazos mientras sollozaba, sus propias lágrimas cayeron sobre su cuerpo. Ese no era el momento de decirle que no llorara. Lloró para liberar la carga que la muerte había puesto en su corazón. No importaba lo que significáramos para él, la última y fiel persona que necesitaba en la casa se había ido.

    Miré hacia afuera y vi a seis jóvenes que llevaban el cadáver de la madre que se había cubierto de pies a cabeza hasta nuestro gran sala. Despertó los gritos de la gente grande. Nadie podía soportarlo más. Mi hermano salió corriendo de la habitación y se encontró con todos llorando. Ellos lloraron también.

    El mundo estuvo quieto por un tiempo. Ya no estábamos pensando, sino llorando e inquietos. Solo estaba mirando hacia afuera y las lágrimas formaron una línea en mi cara y seguí bajando. Había perdido permanentemente en esta vida, una mujer que me había dado la luz, nunca la volvería a ver, nunca la vería por siempre.

    La muerte le había arrancado a la madre tan temprano su vida. Ella estaba en sus años productivos y tal muerte apenas se oía entonces. En cuanto al llanto, ningún grado de aflicción podría devolverle la vida. Ella se había ido, ido y ido para siempre al mundo más allá, el hogar de los muertos.

    Muchas ayudas llegaron e hicieron arreglos de su entierro esa tarde. No sabía exactamente si era de tarde o de noche. El sol se puso tan pronto que me pregunté por qué el día termina de manera inusual. Mi madre estuvo internada esa noche de acuerdo con la tradición

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