La Mujer De Mis Sueños: Una Historia De La Femineidad De Clase Media
Por Yogarf
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Minerva una mujer de clase media, sufre una serie de eventualidades durante el proceso del libro, describe su historia desde la separacin de su hijo, el divorcio y otras situaciones conmovedoras. Mientras se van desarrollando sus ancdotas se narra la vida de otras mujeres amigas y conocidos, cada una con sus respectivos acontecimientos que van mostrando las conmociones que una mujer siente ante circunstancias de la vida cotidiana, sin embargo, sobreponerse a ellas es incentivo para toda mujer y hace que uno las vea como un ngel, una alma enamorada, un ser divino, o una mujer extraordinaria.
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La Mujer De Mis Sueños - Yogarf
Copyright © 2014 por Yogarf.
El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2013923567
ISBN: Tapa Dura 978-1-4633-7594-2
Tapa Blanda 978-1-4633-7595-9
Libro Electrónico 978-1-4633-7596-6
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Fecha de revisión: 15/01/2014
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ÍNDICE
Agradecimientos
Capítulo Uno: Eligiendo pareja
Capítulo Dos: Minerva toma la decisión
Capítulo Tres: La Señora Mary
Capítulo Cuatro: Lidiando por la unión
Capítulo Cinco: Las amistades
Capítulo Seis: Ceci, la mujer templada
Capítulo Siete: Evaluando las amistades
Capítulo Ocho: Los infortunios
Capítulo Nueve: Josefina y Felipe
Capítulo Diez: La contienda de Minerva
Capítulo Once: Conociendo el amor
Capítulo Doce: El desenlace
Endnotes
AGRADECIMIENTOS
13912.png Agradezco a Dios por la vida y oportunidad de escribir.
13915.png A mi madre, una mujer fuerte y solitaria.
13941.png A la amada mía, fuente de inspiración, mujer que ama sin esperar a cambio nada.
13943.png A las mujeres que me dieron la oportunidad de conocerlas y aprovechar sus experiencias para transcribirlas, a todas ellas muchas gracias.
CAPÍTULO UNO
Eligiendo pareja
Dios dijo: no es bueno que el hombre esté solo, le daré pues un ser semejante a él para que lo ayude. (Génesis 2:18)
Sentada en el gran parque, la custodiaban los árboles, grandes pinos y sauces, había algunos deportistas realizando sus actividades vespertinas y parejas de enamorados a distancia, ella sola sentada en una banca, vestía un traje sastre color beige con vivos cafés, zapatilla de tacón alto, blusa blanca y una bolsa de mano de conocida marca. Miraba hacia el cielo con esos ojos llenos de súplica, invadidos de nostalgia, ira, desesperación, buscando en la nada a un ser divino para reclamarle, pedirle, exigirle, y lo dijo con una voz de angustia, de dolor, con palabras salidas del pecho no de la garganta, ni de dientes para afuera, sino del interior, muy adentro de las entrañas desde donde se expresa el alma, la mirada puesta en un punto del cielo, la pupila contraída, sus ojos húmedos, con voz mortificada exclamó.
-Señor: ¿qué estoy haciendo mal?, ¿por qué me pasa esto a mí?
Levantó las manos al cielo y gritó:
-¿Por qué me mandaste este sufrimiento, esta angustia, esta vida?, ¿no sería tal vez mejor morir?, ¿o no existir?
Llevó las manos a la cara, cubrió sus ojos como si tuviera vergüenza, sacó un pañuelo desechable y secó sus lágrimas.
-Dicen que una no debe de maldecir y mucho menos pedir morir, pero Señor… sin mi hijo, ¡Oh Dios!… yo no sé qué hacer.
Juntó sus piernas, sus brazos las rodearon y su cabeza quedó en medio de sus rodillas, un llanto interno se percibía, lágrimas que escapan con suspiros, llevan angustia, dolor, sustancias tóxicas para el cuerpo resbalan en sus mejillas, en el cielo se observaban algunas nubes grisáceas, el sol con leve rayos ocultándose en el horizonte, como si la naturaleza la hubieran escuchado. La tarde se tornó de gris, la temperatura se volvió más fría que caliente, algunos pájaros trinaban en los árboles reuniéndose en pequeñas bandadas presintiendo la noche, las hojas secas en el suelo contrastaban con su cara melancólica triste, desolada, pero de ese clima ella nada notaba.
Minerva se encontraba en una encrucijada, sus padres habían muerto hacía un par de años, su esposo mmmh que decir de su marido que la había abandonado dejándola sola, sin casa ni lugar para dormir, él se había llevado a su único hijo que en esos días se encontraba enfermo, según el doctor padecía una infección en los pulmones, creo que una neumonía, las madres pensamos lo peor cuándo nuestro hijo está fuera de nosotras o cómo en este caso se encuentra enfermo, y no poder verlo es la muerte, ¿le darán su medicina?, ¿se encontrará más grave?, ¿lo cuidarán bien?, ¿lo arroparán?, ¡mi bebé, mi pobre bebé! Esposo e hijo se fueron y no había pensión ni cualquier forma o incentivo para sobrevivir, el sentido de la vida se había perdido. ¿Qué si hubo abogados de por medio?, ¡claro que sí!, pero ya saben cómo es esto, en fin.
Ella tumbada en la banca se preguntaba
-¿Cómo llegué hasta aquí?
En ese momento recordó aquella noche que lo conoció. Había sido invitada a una fiesta, celebraban los 15 años de la hermana de alguna amiga, casi toda la palomilla, los cuates y las amigas se reunieron para pasarse un buen rato, comer, bailar y disfrutar. En el momento en el que llegó a la fiesta vio a un hombre agradable, de mediana estatura, espalda fuerte, con la personalidad cautivadora, con aires joviales de conquistador que se tienen a esa edad primaveral, lo miraba bailando con una de sus amigas, así que, decidió interceptarlos
-Hola Betty, preséntame a tu amigo ¿no?
-Si claro, mira, él es Carlos Iván
-Hola me llamo Minerva, voy a la misma prepa que Betty ¿y tú?
-No yo no voy a la prepa, sabes yo estoy trabajando por el momento porque quiero independizarme, vivir sin alguien que me diga que hacer, a mis 19 años creo que ya estoy listo para disfrutar la vidorria y encontrar lo bello que tiene de existir en este mundo, y no quiero perderme nada de la vida, ¿bailas?
-Sí, bueno
Sonaba una cumbia muy escuchada por lo que al bailar la cantaban juntos, hablaba de amor y sexo, de encuentros que viene y van.
-¡Uf, sí que bailas Minerva!
-¡No, el que sabe bailar muy bien eres tú!, ¿cómo quieres que te diga: Carlos o Iván?
-Por mí, mi amor. ¡Ja ja ja!
-Muy gracioso (pero en el fondo me encanta, -pensó Minerva).
Bailaron una y otra vez, Iván sacaba a bailar en ocasiones a Betty o alguna de las otras amigas, Minerva lo observaba y esperaba el momento para volver a zapatear con él, transcurrió el tiempo y después de haber bailado juntos Iván le propuso:
-Ya casi termina la fiesta ¿qué te parece si te acompaño a tu casa?, ¿vives muy lejos de aquí?
-No, a unas cuantas calles
-Bueno, déjame despedirme de Betty y los muchachos y nos vamos, ¡ya vas!
-¡Vale!
Mientras caminan rumbo a su casa, las luces tenues tintineaban entre las calles, el alumbrado público es escaso, la noche era fresca, pocos carros pasaban, es una colonia popular, pero no tienen miedo, conocen el lugar, sin embargo, siempre están al acecho, no vaya a suceder que alguien salga y les quiera hacer algo, por lo menos un buen susto no se lo quitan, sin embargo son jóvenes y ágiles, no temen a los riesgos de la vida, saben correr perfectamente y han vivido en el barrio lo suficiente para ubicar los lugares de menos peligro. Gracias a Dios no pasó nada y llegaron a la casa de Minerva sin problemas.
-Aquí vivo Carlos y mejor me meto rápido antes que salga mi papá y me diga que ya es tarde para estar afuera
-Bueno Mine como quieras, ¿te puedo decir Mine verdad?
-Si Carlos.
-¿Nos podemos ver mañana?
-Está bien, pero después de las 8, como a las 8:15 ya llegué de la escuela.
-Nos vemos mañana Mine
-Hasta mañana Carlos
Se despidieron sin besos ni abrazos, un simple hasta mañana, para Minerva todo un caballero que no quiso propasarse, para Carlos una dama que no insinuó nada como muchas de las amigas locas
con las que se juntaba, que luego de dejarlas en su casa querían saborear sus labios, arrebatarle caricias y dormir en sus brazos. Así fue como conoció a Carlos Iván, un joven-hombre conquistando el mundo, ella una niña-mujer queriendo conocerlo, Carlos fuerte y fresco de 19 años, Minerva bella y tierna andaría por los 17.
Carlos la visitó al día siguiente y al día siguiente, en una serie de visitas, llegaba la noche después de las 8:15 y con ella Carlos, el cual se hizo novio de Minerva o Minerva novia de Carlos, como sea. Ya llevaban unos meses de novios viéndose todos los días por las noches, Minerva siempre decía:
-Me tengo que ir a acostar, mañana me levanto temprano
-Está bien,-decía él
Y se despedían con un beso largo y cariñoso y luego otro y otro, como no queriendo separarse nunca, mejor Carlos se retiraba. Minerva en su automatismo por las mañanas abría los ojos, ya su reloj biológico le avisaba, levantarse temprano para ir a la Conasupo por la leche, ¡si no! ¿qué desayunan?, la frescura matutina despierta a cualquiera, caminar por la calle de una, siempre es la misma gente que saluda, transita del diario y que acude a realizar sus propias actividades, distingue a la gente gracias al alumbrado público que al regresar se va apagando, de por sí, no en todos los postes hay lámparas encendidas. Unos pasos antes de llegar a casa; el sol desprende sus tibios rayos provenientes del oriente calentando la calle, la ciudad, la casa y a Minerva, después, realizar el quehacer del hogar que nunca acaba; la comida antes de irse a la escuela terminada, limpiar a Pancho el hermano pequeñito; lavar, planchar, sacudir, barrer, y atendiendo al resto de sus hermanos todo el día. Por las tardes a la escuela, acudir al cine o al parque muy escasamente los fines de semana, algunos, solo algunos, pues los quehaceres de la casa no terminan ¡ni en los fines de semana! Llega el fastidio y con el fastidio las lágrimas, estas brotan resbalan por la cara, existe una falta de sentido, de comprensión, de aceptación a los acontecimientos, si existe un dios ¿dónde está?, en este momento no le encuentra un sentido a lo que le pasa, el hastío, teniendo tanta energía de juventud, y entonces piensa si Carlos será la salida correcta, si Carlos la sacará de ahí y se la llevará lejos, donde no exista el quehacer abundante, donde viven los hombres y mujeres felices que salen en las películas, donde no hay escases y los errores ni se subrayan, ni ensombrecen la vida y siempre se es joven y feliz. Aún no sabe que la felicidad esta dentro de una, ella aún no comprende el mundo, el mundo no la entiende, nació en un lugar pobre, con gente que tiene un futuro incierto, tal vez su príncipe azul, que ya está trabajando más duro sea quien la saque y la lleve lejos a las montañas, al mar, a otra ciudad.
Minerva no recuerda por qué o para qué, pero fueron a un gimnasio vacío o era una casa vacía, no lo recuerda bien, lo que sí tiene bien estampado en su memoria es que ese día, en ese lugar, en esa hora, Carlos, con todo su caballerosidad (ya desde antes le había insinuado que no era del todo un gentleman
, señor honorable) o simplemente fue la mutua atracción física, las caricias más atrevidas, todo eso era más grande que su aparente respeto, la tomó en sus brazos la acostó en un rincón (incómodo, recuerda Minerva) la cubrió de besos que subían de tono y de lugar, ella al igual que él, con la inquietud de saber más, de llegar hasta el final. Dicen que hormona mata neurona, pero en ella era más curiosidad. Se dejó llevar por la pasión-curiosidad y en ese lugar tan inmundo, tan poco acogedor (vaya a mil la expresión) ella supo por primera vez lo que era ser mujer…sin amor, sin lubricación, penetrada y adolorida, algunas gotas sangró, sin gusto, sin satisfacción. Solo por entregarse al hombre que la deseaba, al varón que ella amaba, de orgasmos ni por enterada, simplemente se dejó llevar y en un santiamén todo concluyó. Unas semanas después él estaba dando su apellido, solicitó casarse de la manera más sencilla y discreta, un juez firmó el acta y los declaraba marido y mujer.
Carlos cumplía su compromiso como padre, no por un amor a la compañera, a la esposa, a la madre de su hijo, no; había un gran abismo de pasión, de entendimiento, de cariño, existía el respeto, pero amor lo que se llama amor mmmh no.*
Es el día de la creación,
-¡hoy es el día de tener a mi bebe!
Minerva grita desesperada, rasguñando las cobijas, una olla exprés de emociones inundan su cabeza: Sufrimiento, regocijo, desesperación, dolor, alegría, incertidumbre, angustia… su frente suda copiosamente, la rubicundez de sus mejillas cada que su cuerpo siente un dolor, se acentúan más, hay desesperación en su mirada, insatisfacción en sus gritos, incomprensión en su solicitud al hablar.
Se encuentra en una área clínica, el ir y venir de médicos, enfermeras, camilleros y otros personajes no muy bien identificados le causan una jaqueca de disgusto de no entender por qué tanta gente y nadie le ayuda, Minerva solo los ve pasar, por breves momentos muestra una cara de alegría de traer un ser al mundo combinado con el dolor que le hace gritar y enfurecerse ante cada contracción que le causa tanto sufrimiento a sus partes blandas.
-¡Hay que dolor!, ¡qué espanto, se me abre la cadera!, ¡no vuelvo a tener otro niño!, ¡doctor póngame algo que me duele horrible!
-Señora camine un poco, después de la revisión que se le realizó sabemos que le esperan unas 4 horas más, por favor cálmese
-¡Está usted loco doctor! este niño no quiere salir, me va a romper la cintura ¿por qué no me hace una cesárea y ya?
-Necesitamos esperar un poco a que el cuello de su matriz se dilate, si no dilata entonces procederemos…
-¡Es un desgraciado doctor, ayúdeme!
-Madre, tranquilícese -le dice una enfermera- ya se le pasará
-Mire señorita usted ni se meta ¡aay aaaay! ¡Carlos! mi marido, ¿dónde está?
-Le está esperando afuera, él también está nervioso, cálmese
-Pero a él no le duele ¡aay, aaaay!
Y es verdad Carlos espera impaciente, camina de un lado a otro de la pequeña jardinera, no pasó a su casa a cambiarse, viste la ropa de trabajo (que de por sí es la misma de siempre) fumando un cigarrillo tras otro, hablando con los parientes que están igual que el esperando noticias, en su cara se expresa alegría, una euforia que hace que sus ojos brillen con luz de vida y, aunque con cierta incertidumbre de que todo salga bien, toma su cajetilla de cigarros ya es el segundo o tercero que enciende, mientras el humo se disipa en el auricular del teléfono de monedas (todavía no existían tantos teléfonos celulares) se escucha que le contesta su hermano
-¿Sí?, ¿bueno?
-Habla Carlos, ¡ya voy a ser papá cab-carnal!
La madre (de Carlos) se acerca, le toma la mano y lo abraza, arregla el cuello de su chamarra, su mirada da un reojo para valorar si ha bajado de peso, si está bien arreglado, observa la ropa que trae para valorar si se encuentra limpia y remendada. Entonces como quien entiende por lo que está pasando y haciéndole ver que ella es su protectora, le dice:
-No te impacientes hijo, tu mujer ya lo sacará, esperáremos, yo siempre estaré contigo, hasta que el niño o ella decidan salir.
En la sala del Hospital, mejor conocida como sala de expulsión, se escucha un grito y casi al unísono un llanto, el llanto de vida y el grito de darle luz a una nueva existencia, a un pequeño ángel que se atreve a venir a probar suerte en este mundo, en esta familia, a conocer lo que se siente ser espíritu encarnado, lo que se siente tener calor y frío, hambre, sed, sueño, dolor físico y sufrimiento psicológico, y esperamos le vaya bien.
El hospital materno del IMSS o Salubridad, que fue donde nació el pequeño, no lo recuerda bien Mine pero fue un Hospital de asistencia médica por mayoreo. Mine vio muchas mujeres de su misma clase socioeconómica, unas enfrente de otras, en hileras de cinco camas, otras en el camastro de al lado, todas en batas color azul con su pudor perdido, todas estallando en dolor y gritos, conjugada con alegría al traer nuevas vidas, nos dijo al respecto:
-Salimos bien mi hijo y yo y no pasamos a ser una más de las estadísticas horribles de muerte materna o de niños muertos, enfermos o malformados, todo salió bien gracias a Dios (ahora si dimos las gracias a los santos, santas, ángeles, seres celestiales, hasta a Dios, de haber salido sin complicaciones) esto paso allá unas décadas antes de esta fecha.**
Ahora vemos salir a Minerva de su casa-departamento, rentado por supuesto. Lleva cargando un niño en los brazos, su vestido largo y viejo, su peinado escaso, de pintura en los labios ni pensarlo; mirada perdida y cabizbaja, le da una apariencia de tener 30 o más años (y aún no tiene ni los 20).
Nuestra damisela se refugia en sus escritos, en su pequeño diario, en la lectura de algunos libros prestados.
Del quehacer de la casa igual, nada ha cambiado, bueno si, ya no hay hermanos, el departamento es más pequeño y existe menos ropa que lavar, aunque más sucia, más olorosa, más desagradable y menos ganas para hacerlo.
En los libros, Mine ha caminado con hombres bien vestidos, limpios, perfumados, esos hombres que pelean por honor, por su patria, por su amor, por la doncella que ella es en sus sueños; viaja a su lado de bar en bar, de pueblo en pueblo, del calor al frío, de la nieve a la playa, del rancho a la ciudad. Los agentes ingleses, ya sean los bien parecidos de la Scotland Yard o de la CIA, esos hombres deducen todo con su capacidad intelectiva, son suspicaces en