Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El tañido de tambor de los dioses
El tañido de tambor de los dioses
El tañido de tambor de los dioses
Libro electrónico406 páginas6 horas

El tañido de tambor de los dioses

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El sol sale por la mañana y se pone por la tarde. Los pájaros cantan melodiosamente en las copas de los árboles y los insectos zumban en sus escondites en la oscuridad de la noche. El anciano se sienta con sus jóvenes y los jóvenes aprenden las costumbres del clan. Luego, los jóvenes, de niños, se convierten en hombres de gran fortaleza y en este proceso aprenden muchas lecciones. Ven pasar estaciones y lunas con coraje y valor, pero solo una cosa puede hacer que pierdan todo lo que han logrado. En cuanto a Emenike, simplemente mentir a un pariente, algo mal considerado en un hombre de noble posición entre su gente, le costó la vida. Terminó tristemente. Un hombre como Emenike como todo el mundo sabe y dice abiertamente, no viene a menudo al mundo y cuando viene, no es visto en todos los clanes, pero como un hombre abatido, lentamente permitió que un imprevisto acontecimiento se desarrollara o el destino, que según la creencia de muchos controla el futuro y el bienestar de un hombre, le aconteciera.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento31 ago 2023
ISBN9781667462097
El tañido de tambor de los dioses

Lee más de Chima Ugokwe

Relacionado con El tañido de tambor de los dioses

Libros electrónicos relacionados

Ficción literaria para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El tañido de tambor de los dioses

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El tañido de tambor de los dioses - Chima Ugokwe

    Sobre el libro

    El sol sale por la mañana y se pone por la tarde. Los pájaros cantan melodiosamente en las copas de los árboles y los insectos zumban en sus escondites en la oscuridad de la noche. El anciano se sienta con sus jóvenes y los jóvenes aprenden las costumbres del clan. Luego, los jóvenes, de niños, se convierten en hombres de gran fortaleza y en este proceso aprenden muchas lecciones. Ven pasar estaciones y lunas con coraje y valor, pero solo una cosa puede hacer que pierdan todo lo que han logrado. En cuanto a Emenike, simplemente mentir a un pariente, algo mal considerado en un hombre de noble posición entre su gente, le costó la vida. Terminó tristemente. Un hombre como Emenike como todo el mundo sabe y dice abiertamente, no viene a menudo al mundo y cuando viene, no es visto en todos los clanes, pero como un hombre abatido, lentamente permitió que un imprevisto acontecimiento se desarrollara o el destino, que según la creencia de muchos controla el futuro y el bienestar de un hombre, le aconteciera.

    ♦Prólogo♦

    Aquí en nuestro hogar

    El hogar de nuestros ancestros

    Y desde lejos lo ven

    Y se lamentan del futuro de sus niños

    Los tesoros y valores perdidos

    Que nos consolidan como sociedad

    ¿Cuál es nuestro pecado?

    Es que permitimos venir a los extranjeros

    Los albinos, los buitres que engullen nuestras culturas

    Que pretenden mostrarnos las bondades de nuestra tierra

    Las riquezas y la gloria que se nos esconden

    Chukwu sabe por qué

    Estas cosas no son para nosotros

    Las odiamos, las queremos

    No sé cuáles

    Desde entonces nuestros problemas empezaron

    No tenemos lugar para refugiarnos de nuevo

    Con la calor del sol arreciando día a día

    Y sin árboles para cobijarnos

    Todos han sido talados

    Y entonces la lluvia

    Que ha parado de caer ligera

    Lo hace en torrentes que forman barrancos y acaban con la superficie de nuestros suelos,

    Y los secan

    Y el curso de nuestros arroyos ha cedido a los arbustos

    Ahora bebemos del grifo de hombres extranjeros

    El veneno

    Y nuestros ríos fluyen con venenos nocivos

    Ya no bebemos en nuestra cerámica

    Sino de una tubería y la enfermedad se incrementa día a día

    Las mujeres, nuestras hermanas, ahora juzgan disputas por la tierra

    Dejando a nuestros hombres mudos y anestesiados,

    Matan aves en nuestra presencia y se comen las mollejas,

    Van desnudas y parten kola en presencia de los hombres

    Y los niños ven la desnudez de sus hermanas.

    Ahora cercamos a nuestros niños y esposas y alzamos vallas contra nuestros hermanos de sangre como si fueran enemigos

    El espíritu de hermandad se ha perdido y los extranjeros se han convertido en nuestros mejores amigos, y llevan nombres sin apellidos, dividiendo nuestras familias en busca de autonomía

    Estos hombres... se han llevado nuestras costumbres

    Como si fueran inútiles...

    De igual forma que la luz se lleva la oscuridad

    Ahora, estamos de nuevo en penumbras

    Y ahuyentamos a nuestros dioses, en el nombre de Dios

    Y nuestros dioses ya no tienen cabida. Han ascendido para golpearnos a plena luz de día como el peaje de la muerte se incrementa cada día a causa de una enfermedad desconocida.

    Nuestros hombres duermen con otros hombres

    y las mujeres duermen encima de los hombres

    y conciben a través de lo desconocido.

    Merecería la muerte por decir esto,

    pero estoy vivo a causa del buitre

    que engulle mi cultura.

    Nuestros senderos han sido despejados

    y morimos en cantidades y

    somos conservados en la morada de ekwensu que juega con nuestros

    cuerpos antes de que seamos

    enterrados

    Nuestras casas de paja y barro han desaparecido

    Y vivimos en el aire

    Hemos duplicado nuestros asientos para acomodar a extranjeros

    Y ahora comemos su veneno

    Nuestras madres y mujeres

    Adquieren libertad y las costumbres de nuestro clan son

    Olvidadas.

    Y vivimos en un dolor creciente.

    En lo que se refiere a nuestros niños

    Seguimos hablando con ellos con nuestros ojos

    Ahora miran en su interior

    Nuestros hijos ahora acosan a nuestros ancestros

    Y los venden a los enemigos de nuestras tradiciones

    Ahora llaman a nuestra forma de vida

    sucia y nos acusan de barbarismo

    ¿Por qué no deberían hacerlo?

    Las maldiciones han fallado y nuestros mayores han comido en mercados con mujeres que menstrúan.

    Ahora mueren en los días del mercado de eke a causa de maldiciones pronunciadas por la regla sagrada de los buitres

    Hemos empleado nuestras lenguas para comer y vomitar

    En nuestra calabaza de libaciones se seca la sangre del sacrificio

    Y nuestros dioses están sedientos de bebida y carne

    Se han quedado mudos, mudos para siempre

    Nuestros hijos encanecen unos cuantos días después del destete

    Y les salen los dientes estando todavía en el vientre de su madre

    Lo han descompuesto todo

    Los valores que cimientan nuestra sociedad han sido perdidos

    Hemos perdido las costumbres de la tierra.

    Buitres...buitres...buitres

    ♦1♦

    E

    Ntre los siete clanes de Oja, Umudi hace frontera con Odenigwe y Ojata, entre los que se encuentra. Umudi pertenecía a un antiguo reino y tenía hombres notables, que eran conocidos en otros reinos. Sus vidas estaban regidas por la salida del sol y las siempre cambiantes estaciones. Los ancestros de Umudi eran conocidos por la guerra y por sus actos de valentía. Tal amor por la guerra y por la protección de las fronteras se perpetuó durante generaciones hasta que satisficieron sus ansias de expansión y no aspiraron a más. Algunas veces, se inclinaban por la paz, sabiendo que embarcarse en una contienda a ellos achacable no sería favorable. Estos hombres preferían la paz a la guerra, sabiendo que ser achacado culpable de una contienda era como matar a un hombre maldito. 

    Sus hogares eran tradicionalmente construidos a partir de ramas entrelazadas con hierbas. Ciertamente se enorgullecían de dejar sus hogares bonitos y limpios para atraer cosas buenas de sus ancestros. Las casas estaban bellamente arregladas, hechas de tierra roja bien mezclada y pintadas con toda clase de colores. Cobijaban a sus mujeres y niños, que se sentaban mientras pasaba el día y se ocupaban de recoger agua y del fuego, de reparar sus hogares, de quitar las malas hierbas del campo, atender a los niños y a veces participar en cotilleos con sus vecinas o las otras esposas de su marido.

    Su creativa ingenuidad inspiraba asombro, junto con su efervescente y cálida hospitalidad y su inigualable sentido de logros personales. Un hombre de Umudi permite a su entera familia pasar hambre o dormir con menos comodidad para satisfacer a su visitante. Era una creencia general que ningún hombre de Umudi venía al mundo siendo estéril. Así que aquellos considerados estériles eran desterrados a otros reinos. No había absolutamente distracción alguna con la nueva fe que se había hecho popular en otros clanes. La gente estaba satisfecha con sus dioses. Cada recinto tenía su dios sagrado al que el padre de familia adoraba y aplacaba en nombre de los ocupantes de la casa. Estos dioses sagrados observaban eternamente, inanimados y adormecidos de estación en estación. Se alimentaban solo de la sangre y las plumas de pájaros, como y cuando le placía a los herederos, que eran mayormente hombres, alimentarlos. Los cristianos de otros clanes los llamaban arusi. Eran invisibles, inmensamente respetados y adorados, nadie hablaba en su contra, ni siquiera en secreto. Eran siempre albergados en pequeñas casas de tejado de paja, que eran usualmente construidas con barro y madera. Algunas veces, estas pequeñas casas de tejado de paja se hacían viejas y se caían, exponiendo a los dioses al sol y a la lluvia. No había templo para Chukwu, ni se hacían sacrificios directos en su honor, pero Él era concebido como el destinatario final de todos los sacrificios hechos a las deidades menores.

    Para cuando salía el sol, el clan rebosaba actividad. Por las tardes el lugar de juegos se llenaba de niños jugando con otros del vecindario. Con la energía que se requería, los jóvenes se afanaban en afilar sus azadas y las jóvenes en preparar la comida del día con sus madres. Jugar al aire fresco de la mañana correspondía a los niños pequeños que por edad no eran útiles en las tareas agrícolas y para sus padres. Se les consideraba consumidores que crecerían algún día para convertirse en proveedores de su familia.

    Temprano por la mañana, durante la estación de la siembra, las voces de los jóvenes hombres resonaban en el clan al llamar a sus congéneres de igual edad, alertándoles de lo preparados que se sentían para acometer el trabajo del campo. El sol de la mañana observaba fijamente sus rostros, dándoles energía para ir de un lado a otro. Entonces, cada familia emprendía el camino al campo. Los cabezas de familia siempre abrían el paso, seguidos de los niños y sus madres. En caso de pérdida del cabeza de familia, el hijo mayor, abría el paso. Y caminaban siguiendo el sendero, gritaban los nombres de amigos y vecinos, saludándoles y haciéndoles muchas preguntas. Sin embargo, nadie se detenía, ya que esto sería una inmensa pérdida de tiempo. Todo el mundo consideraba esta época del año como una época muy importante y no perdían el tiempo en trivialidades y cortesías.

    Cada familia tenía sus porciones de tierra que se superponían con las de otros, de acuerdo a sus lazos y relaciones. Así que era posible que este grupo de jóvenes caminara hasta el campo en compañía de sus amigos. A medida que el día se iluminaba con los primeros rayos de luz, caminaban y cantaban con entusiasmo, llamando y cantando en alto muchas y conocidas canciones de juventud.

    Tras la caminata del día, cuando el sol empezaba a despegarse de la tierra, regresaban a casa con sus herramientas de trabajo. Corrían todos al río que fluía lenta y abundantemente desde otros clanes al suyo para darse un baño. Este río estaba confinado en un estrecho canal que atravesaba grandes distancias atravesando otros clanes y nadie sabía donde terminaba. Algunos decían que iba a Amandugba, un clan con muchas deidades de las aguas que se bebían toda el agua y la vomitaban de nuevo. Las chicas se bañaban libre y tranquilamente en la pálida arena de las orillas y se aseaban allí alejadas de la mirada de los chicos, mientras que los chicos nadaban en el corazón del río con sus compañeros alzando las voces y charlando.

    Pronto el nivel del agua se triplicaría. En esas ocasiones, nadie iba al río a nadar. En ese tiempo de crecida de las aguas, las hierbas crecían por encima de la cabeza de los hombres. Para los campesinos perezosos o las viudas de luto, era en esta época cuando las malas hierbas mataban sus ñames e invadían su mandioca y otras cosechas. Todo el mundo se vería obligado a quedarse en casa a causa de la lluvia. A medida que llovía, un depósito de lodo y agua se acumulaba en las puertas y senderos, dificultando a la gente el caminar.

    En lo concerniente a esta gente, parecían locos en esta empresa, y de las muchas cosas que les causaban placer, no pensaban que nada fuera más sagrado e importante. Confiaban en su oráculo – el cable de alta tensión del reino. También tenían bosques, algunos buenos otros malignos. Los bosques malignos eran comunes en todos los clanes y confines, con grandes extensiones de tierra, árboles colosales, animales salvajes y cantos de pájaros. Muchas cosas consideradas malas e impuras eran arrojadas a esos bosques y nunca regresaban. Los grandes hombres que habían muerto sin un sucesor competente lanzaban sus fetiches de medicina en los bosques malignos antes de morir. A los niños que venían a pares al mundo no se les daba otra opción que ser arrojados a estos bosques. Se les llamaba ejima y eran odiados. Eran colocados en un recipiente de barro y arrojados en un bosque espeso en el que lloraban hasta quedar exhaustos y morían sin importar el dolor que causaba a sus inocentes madres.

    En los días de sus padres, cuando los ancianos eran niños, Umudi era el más pequeño de todos los reinos. No era porque las mujeres no fueran fértiles, sino porque otros reinos no les daban sus hijas en matrimonio. Estos otros reinos querían verlos expirar gradualmente para que no pudieran usurparles las cosas que les pertenecían. Se le llamaba iriekpe de manera avariciosa. No se había oído que ningún clan hubiera heredado a otro a pesar de su pequeñez. Pronto emergieron de un pequeño número de hombres a un clan poderoso y respetado. Y otros clanes vecinos empezaron a respetarlos.

    Algunas veces, disfrutaban de la compañía de todo el mundo que componía el clan. Los viejos y los jóvenes confraternizaban como compañeros de la misma edad. Hombres y mujeres compartían intereses e intimidad. Flautas, canciones y compases de música desvelaban los acontecimientos del día. Días y noches llegaban y se iban en su justa medida, sin que ninguno cercenara al otro. El día discurría y se transformaba en tarde y luego en noche y luego en amanecer con el mismo talante. Nadie osaba alzar el velo que protegía las costumbres y tradiciones ante extraños. De verdad se aferraban a las viejas formas de vida, la vida de sus padres. Nadie osaba cuestionar estas tradiciones como la que estipulaba que una cabeza inocente debía acompañar a una persona notable muerta a la tumba. La gente de Umudi estaba absolutamente satisfecha con la elección de sus dioses y diosas. Muchas reglas intrincadas los gobernaban desde el nacimiento hasta la muerte. Las cosas consideradas malas para los cristianos eran efectuadas con gran felicidad. Las dos facciones nunca coincidían en nada.

    En cierta estación seca, Ijisi, el sacerdote de Ogwugwu cuya sacerdocio fue siempre cuestionado, había aconsejado que ciertos gemelos fueran salvados, arguyendo que los gemelos eran reencarnaciones de Ude, el filantrópico. Esto causó gran problema y revuelo en el clan. Los ancianos aconsejaron a los jóvenes que lo apedrearan hasta morir y que arrojaran su cuerpo al bosque maligno junto a los dos gemelos. Había pronunciado una completa mentira contra los dioses. Esto era parte de la vida entonces. Ude podía también regresar en cualquier otra forma, argüían, no en la forma de gemelos.  

    Esto estaba basado en la creencia de que aquellos ancestros que vivieron bien murieron de formas socialmente aceptadas y les fueron proporcionados los ritos funerarios correctos, vivían en uno de los mundos de los muertos, que reflejaba los mundos de los vivos. Se reencarnaban periódicamente entre los vivos y se les daba el nombre de ndichie – los regresados y no los gemelos. Aquellos que sufrieron malas muertes y no les fueron proporcionados los ritos funerarios apropiados no podían regresar al mundo de los vivos o ingresar en el de los muertos. Vagaban sin rumbo y expresaban su dolor causando daño entre los vivos después de muchos años.

    El Paraíso terrenal de Umudi, las canciones de los pájaros del río, la apacible civilización no adquisitiva que contrastaba con la de Occidente y el afán de patrimonio cultural que tan abiertamente ostentaban era una cosa para deleitarse los ojos en ella. Estos valores eran los cimientos de la sociedad. Amandi-isiii era una palestra popular en el que todo tenía lugar. Era un lugar en el que las canciones de Oja tenían su cabida en los viejos días, en donde cada clan tenía asignado una porción para resolver sus problemas.

    Era también el lugar en el que los siete corazones de nza estaban enterrados. En el centro, se alzaba un árbol. Era ogbu, un árbol muy popular que no era como cualquier otro. Era gigantesco y su sombra, que caía desde lo alto a sus pies, podía dar cobijo a todo un clan quedando espacio de sobra para más. Debido a su sombra, sus raíces siempre habían estado a cobijo del sol y esto le proporcionaba humedad para permanecer vivo todas las estaciones y años. En lo alto estaban las águilas, las reinas de los pájaros con sus polluelos y otros pájaros agitando sus alas con felicidad y cantándole al corazón de los hombres. Era el árbol más viejo y nadie conocía su edad exacta. El hombre más viejo antes del hombre más viejo del clan conoció el árbol tan viejo como lo estaba entonces.

    En su linaje formal Odenigwe se unió a Umuoru porque era el hijo de su hermana que había venido a unirse con los parientes de su madre a la muerte de su padre. Como fue bien tratado, no podía unirse a sus familiares cuando creció. Finalmente fue tomado como el ultimo hijo en la tierra de su madre, pero en caso de muerte u otras festividades, no podía unirse a sus familiares. Ojara, el reencarnado de Oja, aunque era muy diferente de carácter era también muy popular, pero fue acusado de engaño y murmuración por el clan. Fueron los primeros del clan en el antiguo reino en entretener al hombre blanco conocido y llamado Isaiah. No era un pagano y tampoco cristiano. Isaiah murió de epilepsia y subsecuentemente otros vinieron en amplia incursión al clan, sin embargo, murieron todos de grave iba y de complicaciones en la piel causadas por una enfermedad de la piel. Uzoelu no era muy popular en el clan. También fue en este clan donde una mujer se comió la molleja de un gallo con su mano izquierda, lo que representaba una doble ofensa y fue colgada por ello. Este clan tenía muchas cosas que los distinguía de otros. Se habían reencarnado de una mujer, una enclenque que solo sabía propagar rumores. Por eso era por lo que siempre se decía que uno no debía confiarle a un hombre de Uzoelu un gran secreto, o si no en el próximo mercado se airearía. Eran el único clan que nunca se casaba con los de Umudi. Se decía que los hijos engendrados por las hijas de Uzoelu con hombres de Umudi se convertían todos en enclenques y estas mujeres no vivían mucho tiempo con sus maridos. Estaba también Onuoha que era el más decente de todos los hijos. No tuvieron una historia guerrera como los otros clanes. Un hombre de Onuoha podía dar a su mujer, sus hijos y otros objetos de valor para que reinara la paz. También estaba Okene. Era de este pueblo del que provenía el primer cristiano. Se llamaba Onuuwa, pero tenía Zephaniah de nombre cristiano. Era un alguacil para el hombre blanco. Se le llamaba kotuma. Fue en un día que fue al mercado a vender sus mercancías que se hizo una llamada para dar con el corredor más rápido de todo el clan. Así que el hombre blanco lo acogió porque se decía que corría como el viento y que sobrepasó a otros hombres en número de veinte. Así que el hombre blanco lo llevó a su casa a servir. También fue el primer hombre en construir una casa de cinc en todo el clan. La llamaban gbamgbam. Los rumores decían que el día que murió su madre, le dijo a todo el mundo que no llorara porque como seguidores de Olisa, no debían plañir como gente sin esperanza. Eso fue lo que hizo que sus parientes lo expulsaran de la umunna.

    Entre todos los hijos, Umudi tenía asignada la mayor parte, porque se distinguía en sabiduría entre los otros hijos de Oja. Amandi-isiii era un lugar donde se deliberaba sobre asuntos como el asesinato, las disputas por la tierra, el adulterio, las disputas y la guerra y también se los resolvía. Era un lugar donde las grandes ceremonias tenían lugar.

    Los espectadores contenían el aliento mientras se tañía el tambor consistentemente y el sonido de las flautas le seguía para inaugurar el día del igba mmanwu. El que tocaba el tambor estaba hecho para ello. Colocaba sus tambores para interesar a sus oyentes tanto jóvenes como adultos y entretenerlos para su completa satisfacción. Astutos y taimados hombres de Umudi se quedaban sin aliento al jurar que no perderían el tiempo tañendo el tambor, danzando y saltando en la tierra. Los hombres jóvenes del linaje bailaban frenéticamente con toda habilidad posible, lanzando su ligero cuerpo al aire y recogiéndolo después. La inigualable beatífica naturaleza y el tradicional intercambio de congratulaciones y lisonjas entre los hombres reavivaba la fuerza y el vigor de sus hombres jóvenes. Se rezaba para que tales días continuaran sin fin.

    El festival del igba mmanwu inauguraba el año en el clan. Era un acontecimiento que marcaba de manera natural la época de la siembra. Era una estación antes del mgbako, un tiempo después de la estancia obligatoria en casa apartados de las labores del campo. Las batatas hacía tiempo que habían sido atadas y toda la cosecha se había llevado ya a cabo. La primera lluvia y la segunda debían haber caído y las batatas habían cobrado vida y salían los primeros tallos en el granero. Entonces la nueva y largo tiempo aguardada estación empezaba. Era un festival anual ampliamente reconocido y respetado. Los mmanwu que se creía que habían llegado de la tierra de los espíritus eran de diferentes clases. Algunos eran más fuertes en medicina, mientras que otros podían correr. Esto lo sabían y naturalmente les prodigaba respeto. Se creía que eran espíritus ancestrales que venían del inframundo – el mundo de los espíritus y de los hombres que se habían iniciado en su culto mientras crecían en responsabilidad, con el mayor secreto que conocían solo ellos y guardaban hasta que se morían. Se llamaba la mascarada de las hojas que conocían los hombres básicamente y algunas mujeres que se habían hecho viejas sin tener hijos. Bajo ninguna circunstancia, un miembro del culto debía desprenderse de las hojas y cuando lo forzaban a ello, no podía decir nada para encontrar su camino de salida. Para cualquier incumplimiento de estas normas había un castigo inmediato. Solo estos iniciados podían perfectamente decir lo que esta mascara ocultaba, pero no revelarlo. Se reunían en sus habitaciones secretas en las que las mujeres tenían prohibido entrar y se vestían de la cabeza a los pies. Entonces, los mmanwu salían por cualquier rendija sin que lo supiera nadie. Cuando los niños eran vistos jugando en el recinto se les pedía que entraran en casa un rato, hasta que los espíritus encontraran su salida.

    Okeiyi, el más fuerte enmascarado se dirigió a la plaza aquel año, esperando que una gran máscara de calavera compitiera con él. Era el mgbadike, una de las más fuertes máscaras. Era malo retar a Okeiyi. Era rápido, delgado y feo, pero Ogaso era inteligente como un delator proporcionando a sus oponentes nuevos retos. Alguien lo llamó perezoso saco de huesos y murió al día siguiente. Su propia máscara se llamaba mkpokiti. Todo el mundo conocía a Okeiyi por su valentía porque era un enmascarado experimentado del que la gente de Umudi creía que provenía directamente de ala ndimmuo. Podía retar a los dioses a que se volvieran visibles a los hombres. Enmascarados más pequeños temblaban ante su apariencia en la plaza y corrían a esconderse.

    Las mascaradas invisibles tenían lugar por la noche. El sonido era su principal herramienta. El enmascarado utilizaba su voz para gritar de manera que pudiera ser escuchada por todo el poblado. Las máscaras empleadas eran normalmente de apariencia feroz y su interpretación solo era completamente entendida por los miembros del culto. Estas mascaradas invisibles se producían en las horas silenciosas de la noche en el clan para despertar miedo en los corazones de aquellos no iniciados en el culto.

    Eso fue hace años, tres años o más, y durante esos cortos periodos, hizo que todo el mundo creyera que era un hombre fuerte que albergaba un inmenso poder en momentos de crisis. Era un elegido y solo los dioses sabían por qué. Cuando pasaba delante de los hombres, el ruido lo seguía y nadie le miraba a los ojos. Su paso violento hacía que los niños lo temieran. Los ojos que rodeaba con nzu blanco y sus viejas bolsas, que contenían muchas cosas que chocaban entre sí, hablaban mientras caminaba. Cuando estas cosas colgaban sueltas a un costado de manera violenta cuando andaba, se creía que debían ser palabras para el dios.

    Como muchos otros que eran llamados sacerdotes, eran iguales. Solo la edad era algunas veces lo que causaba una gran diferencia. Cada deidad mayor tenía un sacerdote en cada clan que lo honraba, y el sacerdote era asistido por un grupo de acólitos y devotos. Eran hombres llamados al servicio tanto de dioses como de humanos. Algunas veces servían tanto de sacerdotes como de doctores para mediar entre los espíritus y la gente. Algunas veces también eran llamados el ojo y la boca de los dioses. Eran responsables de las vidas de todos en el clan y eran los mediadores subsidiarios y terrenales con los espíritus. Los sacerdotes de Umudi eran hombres fuertes cuyos nombres no eran frecuentemente mencionados. Algunas veces antes de que alguien pudiera decir lo que pensaba, lo sabían. Eran los mayores dioses visibles que el ojo podía ver. No se guardaba resentimiento en su contra, porque podía ser fácilmente detectado y un castigo le seguiría. Meramente desempeñaba las costumbres del clan y todo era ejecutado de manera tradicional.

    El hombre que llevaba a Okeiyi era fuerte, inmenso y alto y su cuerpo peludo le proporcionaba un aspecto muy grave. Caminaba, pero sus talones apenas tocaban la tierra y clamaba que caminaba sobre las huellas de sus dioses. Solía intensificar su poder durante el festival igba mmanwu cada año.  Okeiyi, la gran diosa del río haría sacrificios en su honor para asegurarse de que no era decepcionado en la plaza. En una de sus celebraciones, había sido retado por el mayor hombre medicina del reino colindante. Aquel año, siete de ellos habían sido hechos prisioneros en Umudi. No hablaban ni se movían. Estaban bajo el sol durante dos días hasta que algo se hizo. Fue el año que muchos no olvidarían con prisa. No llovió durante ocho días de mercado, aunque se estaba en plena estación de las lluvias. El sol estuvo a la vista durante todo el periodo luchando por su puesto en el cielo con la luna incluso por las noches. Muchas mujeres abortaron y sus hijos murieron a cientos. Fue la mayor medicina practicada en el clan. Después, se rumoreó que la medicina estaba preparada con el corazón y la bilis de un animal cruel que ningún hombre había visto o comido.

    Fue después de esto cuando los ancianos de Umudi y de los clanes y reinos colindantes llegaron y le rogaron que se deshiciera de su caldero de medicina y que nunca preparara tales drogas de nuevo o si no todos morirían.

    También era un buen hombre, muy leal y transparente, lo que hizo que los dioses lo escogieran mientras era joven, aunque su familia no era conocida por la brevedad y el carácter que caracteriza a un sacerdote. Sus palabras siempre eran fatales e hirientes, pero podía hablar tranquilo y desde el corazón cuando le placía. Cuando se comunicaba con los dioses, se convertía en un hombre diferente, con ojos temibles, que al cruzarse con los de otros hacían que se sufriera un shock terrible, mientras que los niños y las mujeres huían. En tales circunstancias, apenas se podía saber si era un espíritu, un humano o la mezcla de ambos. Tres meses antes de tales eventos, se le entregaban batatas, malangas, aves y una cabra. Estos regalos, clamaba, le hacían capaz de pensar mañana. Por supuesto que nunca decepcionó. Tenía la costumbre de seguir los senderos del bosque o los más cercanos por temor a ser visto por una mujer embarazada o por toparse con la sombra de la desnudez de una mujer. Un cierto año, casi siete mujeres que siguieron el sendero que siguió él mientras regresaban a casa provenientes del campo, casi pierden la vida, hasta que Ndirima el sacerdote de Iyiogu intervino.

    Su nombre era Emenike. Era el nombre que solamente el recibía en todo Umudi. A muy temprana edad, había mostrado que sería sabio; verdaderamente sabio a muy buen tiempo. Hacía muchas preguntas con respeto en su rostro y ponía en práctica lo aprendido. Tal sabiduría se manifestó en otras etapas de su vida. Era un hombre de muchas virtudes y atributos. Su nombre lo hacía resaltar entre sus contemporáneos y un hombre de pocas palabras, pero fiel a ellas. Algunas veces daba la impresión de ser mudo y la gente lo temía mucho. Muchas cosas le importaban, pero pocas se probaron tan importantes. Era completamente diferente al resto de sus vecinos y era simplemente maravilloso y gentil según los viejos estándares. A diferencia de su hermano mayor que se convirtió en un vago que no sabía cuando compartían sus parientes la madera del árbol del pan, tenía aspiraciones que lo hacían único. Uwadi Obi, como se llamaba, no era rival para su hermano. Eran hijos de la misma mujer, pero creados por dioses diferentes en diferentes días y vivieron diferentes vidas. Cuando se hallaban varios hombres en reunión no era nadie. Era lo mismo en su propia casa; no fue recordado por nada.  

    Emenike era más ambicioso y positivo. Solo había algo que pudiera decirse de él que no era verdad. Era según todas las descripciones un hombre del pueblo. En el clan, era el sacerdote de ala, el dios del suelo que bendecía el suelo antes de la estación de la siembra e Iyiogu. Como otros sacerdotes, de fuerte corazón, valiente y positivo, representaba las reglas que debían seguirse y sostenía en su mano el equilibrio entre lo bueno y lo malo, la vida y la muerte, el pasado y unos cuantos detalles sobre el futuro.

    En ese año, la cosecha fue buena. La mayor parte del tiempo había permanecido en silencio observando ausente el aire, comunicándose con los dioses, buscando su atención y protección. Todos estos esfuerzos por asegurar que el festival anual fuera una historia digna de ser contada largo tiempo. Había permanecido sobrio pensando en qué podía hacer para enorgullecer a sus ancestros, para que le proporcionaran bendiciones para el año siguiente a raudales y agradecerles las que les habían proporcionado. Aquellos momentos no se prolongaban. Tenía tantas cosas en la cabeza. Se acordaba de su hermano de nuevo. Su pensamiento le había mantenido despierto toda la noche cuando debía haber dormido. Cuando recordaba lo inútil que había sido su vida, le hacía sentir más dolor en su corazón.

    Según todas descripciones fiables, Uwadi Obi era una mala historia matutina. Un hombre que hablara de él antes de salir al campo se encontraría con muchos malos amigos que lo harían olvidarse del trabajo con el relato de sus problemas. Una mujer que se lo encontrara temprano antes del mercado era seguro que volvería a casa sin haber vendido sus mercancías. Así que todo el mundo lo evitaba en un día importante. Era un hombre bueno para nada que creía que la mejor cosa que hacer era comer y beber hoy, porque mañana la muerte podía llegar. No tenía fuerza para decirle no al vino y podía beber cualquier vino y a cualquier hora, perdiendo el conocimiento de sí mismo. Los viejos hábitos son difíciles de vencer. Discutía y discutía con cualquiera que se le terciara. La mayor parte del tiempo bebía con el estómago vacío. Eso era malo para la cabeza. Incluso un niño pequeño era consciente de que el vino de palma en un estómago vacío no le hacía bien a la mente y al cuerpo. Tal vida lo gobernaba desde la infancia hasta la edad adulta. Pronto se convirtió en objeto de las conversaciones familiares de Umudi.

    Emenike era mejor en espíritu y hubiera querido animarlo a metas más elevadas, al menos que demostrara tenerlas por una vez en su vida. Pensó que ser una persona más responsable podía acabar con su afición a la bebida. En aquellos días, Emenike recordó su promesa de no enzarzarse en una pelea con él para evitar derramar la sangre de su propio hermano. Eso le costaría la vida y el linaje de su familia se extinguiría. Era mejor que los dioses se ocuparan de su caso que la sangre de su hermano fuera hallada en sus manos. Asesinar a un miembro de la familia era un sacrilegio que ningún hombre de Umudi se atrevería a cometer. Un miembro de la familia era considerado los ojos a través de los que se veía.

    Para ambos, las peleas eran algo común. Como era fuerte, acababa con su oponente con un simple puñetazo abatido en el suelo y dolorido. Pero en época de lucha, se sometía a los golpes de Obi porque este era más mayor. Era una forma de mostrar respeto a un hermano mayor. En Umudi nadie se preciaba de vencer a su hermano mayor, aunque fuese un enclenque. Era considerado una falta de respeto, ya que llevarían tal derrota a la tierra de los muertos.

    Por lo que respecta a Obi Uwadi, no tiene interés en los logros personales de su hermano y le echa la culpa a su fracaso en la vida a un pobre comienzo. Si cualquier dinero se cruza en su camino, y rara vez lo hace, lo emplea en vino de palma y rapé. En toda su vida, debe haber consumido doce sacos de rapé enteros o más. Nadie puede llevar la cuenta ya que lo consume a diario. Su chi de vida era su barriga, mientras otros decían que era algo por lo que ser apaciguado y respetado. Como su hermano, era alto, pero muy delgado y lucía una triste mirada y hacía rechinar sus dientes cuando no estaba comiendo o bebiendo. Era muy feo y de tez oscura. Mientras que su hermano se parecía a su madre, él se parecía a su padre. Lucía demacrado debido a que bebía

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1