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Yo también fui la patas negras: Historias de pasión y desamor propio
Yo también fui la patas negras: Historias de pasión y desamor propio
Yo también fui la patas negras: Historias de pasión y desamor propio
Libro electrónico62 páginas57 minutos

Yo también fui la patas negras: Historias de pasión y desamor propio

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Información de este libro electrónico

Yo también fui la patas negras, historias de pasión y desamor propio es un libro vivaz y dinámico que trata sobre las vivencias de una mujer que ha sido parte de distintas historias con hombres infieles, haciéndose llamar "patas negras".

Los diversos relatos llevan al lector a transitar por variados estados emocionales, desde historias más livianas y divertidas, hasta otras más complejas, llenas de angustia y dolor. Es en este vaivén de emociones donde, de la mano de la propia autora, se dan cuentan de sus vivencias personales contadas en primera persona. Intentando visibilizar situaciones en las que muchas mujeres se han visto involucradas, pero de las que pocas hablan con la libertad de los sentimientos de estas aventuras tormentosas.

Abarcando, además, una mirada al interior de cada mujer, indagando en las razones por las que la autora y todas quienes se sientan representadas han tenido para ser parte de este tipo de relaciones. La falta de amor propio, las carencias afectivas de la infancia, la relación con nuestro padre, entre otros motivos.

Este libro pretende poner en palabras sencillas las experiencias de muchas mujeres que han guardado, en lo más íntimo de sus vidas, las secretas experiencias de haber sido parte de este seductor jueguito de ser una "patas negras".
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 sept 2023
ISBN9789564062785
Yo también fui la patas negras: Historias de pasión y desamor propio

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    Yo también fui la patas negras - Margarita Vidal Montecinos

    YO TAMBIÉN FUI LA PATAS NEGRAS

    © 2023, Margarita Vidal Montecinos

    ISBN: 978-956-406-209-9

    eISBN:9789564062785

    Primera edición: Septiembre 2023

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, tampoco registrada o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mediante mecanismo fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo escrito por el autor.

    Imprenta: Donnebaum

    Impreso en Chile/Printed in Chile

    A las mujeres de mi vida:

    Lidia y Carmen… ¡Gratitud por siempre!

    A Gabriel, mi amor, mi compañero,

    mi apoyo incondicional.

    A Martín, ¡mi universo entero!

    ¡El amor de mi vida!

    Introducción

    A veces hablar de temas tan sensibles y tabú como la infidelidad, el ser la otra, la patas negras, nos genera un poco de temor y también vergüenza, en un país machista donde los hombres que engañan son geniales, pero las mujeres que hemos sido parte de ese seductor jueguito, somos llamadas de otras maneras que nos cuesta pronunciar: maracas, putas, zorras, etcétera. Sin embargo, esto es producto de las cadenas del patriarcado que cargamos desde hace miles de años, incluso proveniente desde nosotras mismas: nuestras madres, hermanas y amigas somos las que nos juzgamos, a veces incluso más que los mismos hombres.

    Me costó decidirme a escribir, a abrir la puerta de la intimidad, mi propia intimidad, quizás también la de muchas mujeres, escondida en lo más profundo del corazón… como forma de una vivencia actual, como un amargo y doloroso recuerdo, o como alguna anecdótica aventura de, quizás, un mal llamado amor.

    Expectativas no tengo con estas líneas, más que las de poner en palabras las experiencias vividas desde una amplia mirada de la mujer adulta que hoy me siento. Y con un enfoque emocional, anecdótico, doloroso y hasta romántico, si es que la inspiración y la creatividad me acompañan en este recorrido. Y quizás, sin querer, representando a muchas mujeres, quienes en algún momento puedan ojear estas líneas y se vean reflejadas allí también.

    La primera vez de patas negras

    Me acuerdo de ese día: era un miércoles, la clase de redacción I a minutos de comenzar, subía las escaleras del instituto y, repentinamente, me encuentro con un coterráneo. Le llamaremos Sebastián, para proteger la identidad del tipo y para que no me demande por haber puesto su nombre en mi libro. Si bien nos conocíamos de nuestro pueblo, no éramos grandes amigos, pero nos pasó eso que pasa cuando uno se encuentra con alguien de su tierra en otro lado. Se siente, a ver, cómo decirlo, un poco de orgullo y alegría de ver a un ser humano que siempre viste, pero que nunca saludaste y que, sin embargo, te conecta con ese sentimiento de pertenencia a un lugar. Nos saludamos súper contentos, ni siquiera de beso, sino de palabra, entre la gratitud y la sorpresa de encontrarnos.

    Nos comenzamos a ver siempre en el instituto: de pasada nos saludábamos, intercambiábamos algunas palabras y eso sería todo. Un día nos encontramos en el terminal de buses, ambos viajábamos de vuelta a nuestro pueblo, un viernes después de clases.

    Yo creo que son esas cosas del destino, o tal vez que la vida te pone para aprender algo, algo que no descubres hasta años más tarde, cuando las tormentas amorosas ya han pasado y recuperas tu norte. Porque sí, hay que decirlo, las relaciones de infidelidades son absolutamente tormentosas. ¡Y claro que te hacen perder el norte, el sur y todos los puntos cardinales!

    Hacía calor en Santiago, era ya la primavera. ¿Te tinca si nos tomamos unas chelas? Acepté. Fuimos a un lugar bien ordinario, de esos que están siempre cerca de los terminales de buses, algo parecido a una cantina, donde adentro es oscuro y venden cerveza de litro, te pasan un vaso manchado por el agua y generalmente se respira un olor a humo mezclado con fritanga, de esa con el aceite bien quemado. En ese tiempo se podía fumar al interior de esos lugares.

    Conversamos un rato de la vida: un hijo, casado hace, no recuerdo bien, cinco o seis años. Y ahora viene la parte romántica, esa sensación de mirarse y saber que hay onda, pero ese día fue solo una cerveza. El bus se nos iba.

    Fue uno de esos encuentros que te dejan pensando: «¿Tendremos onda? Era rico igual sentirlo, pucha no se puede, es casado. No, nada que ver, no corresponde», mi parte racional

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