Levantado por La Mano de Dios
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Levantado por la Mano de Dios, es un libro testimonial que narra la conversión de un ex guerrillero sandinista y que revela interioridades de dicha agrupación subversiva. Pese a todo, su autor, mientras militaba en las filas del FSLN sufre intento de asesinato por sus propios compañeros de guerrilla, el cual mientras padece las lesiones del atentado reconoce a nuestro Señor Jesucristo como el Señor de su vida.
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Levantado por La Mano de Dios - Silvio Ramirez Benavente
Levantado
por la mano de Dios
(El testimonio de un converso)
Por Silvio Ramírez Benavente
C:\Users\Carla y Silvio\Desktop\CARTA PAPI copia.jpgConsidero que los sufrimientos
del tiempo presente
no son nada si los comparamos
con la gloria que habremos de ver después
Rom 8,18
A mi hermano en Cristo Jesús:
Carlos Fernando Paniagua Obando
Con mucho cariño y gratitud
Contenido
Presentación ..............................................................
Capítulo 1:
...Es el momento del ay
y del rechinar de dientes
Un hombre realmente feliz .............................. 6
El comienzo de una nueva vida ........................ 10
Frente a lo irremediable .................................. 16
Ante la presencia de la muerte ......................... 22
Capítulo 2:
Entre la inmundicia
Una universidad de nuevo estilo ...................... 36
Induciendo al sacrificio y a la muerte ................. 47
Una empresa de sangre ................................. 55
Una trampa inmanejable ................................. 62
Capítulo 3:
De regreso a la vida
Una mujer maravillosa .................................... 82
La Biblia, un libro que conforta ......................... 91
Mi encuentro directo con Dios .......................... 96
Mi vida en la Iglesia ....................................... 105
Epílogo:
Una lección para no olvidar.............................. 122
Agradecimiento ................................................. 128
PRESENTACION
H
ermano o hermana que tienes este libro en tus manos, deseo aclararte ante todo que no soy escritor y que tampoco pretendo serlo, sin embargo como el libro existe estoy obligado a señalarte que el mismo responde a una necesidad estrictamente espiritual, consistente en divulgar una experiencia de vida que tiene que ver con mi propia realidad, o al menos que tiene que ver con una parte de mi vida que ha dejado en mi una huella imborrable. El presente libro entonces no es una obra literaria ni mucho menos, por lo que también de antemano, te pido disculpes cualquier error gramatical o de redacción que en él encuentres, que deben ser muchos, a pesar de todo el esfuerzo que he realizado por evitarlo.
Los nombres de personajes que aquí se mencionan son únicamente de aquellos que de una u otra manera tuvieron que ver en mi caminar sandinista de manera significativa.
Aclarado lo anterior, paso a decirle que el libro lo he dividido en tres capítulos. En el primer capítulo hablo acerca de las consecuencias de mi pecado; narro en él todo lo que he sufrido por no obedecer ni seguir las reglas dictadas por Dios y por mis padres. Las secuelas de mi rebeldía han sido dolorosas y vergonzosas, pero las cuento para que otros escarmienten en mi propia realidad, y no se dejen llevar por sus pasiones e instintos, como yo lo he hecho.
En el segundo capítulo describo mi vida desordenada, la vida que me llevo a sufrir las consecuencias de mi desobediencia: Hablo sobre mi altanería, sobre mi necedad y arrogancia. Hablo sobre las causas que me llevaron a vivir sinsabores y grandes tributaciones. El tercer capítulo, el más largo de los tres, lo he dejado para relatar mi vida en Cristo Jesús, y hoy puedo afirmar sin equívocos, es la mejor parte de mi vida y sin el cual los otros dos capítulos no tienen razón de ser.
Espero que el relato aquí narrado sirva para hacer entender a los que anden por este mundo, caminando sin la compañía del Señor Jesús, lo fatal o trágico que puede resultar ese viaje cuando lo hacemos sin su orientación y guía. Que este libro entonces, sirva para hacer entrar en razón a aquellos que creen no necesitar de nadie y que piensan que todo lo pueden por si mismos, y comprendan que si no han bajado al seno de la tierra es porque Dios les sigue llamando, es porque aun El les sigue dando y se me sigue dando a mi mismo una nueva oportunidad de cambio. Que este libro entonces sea un instrumento útil por medio del cual abramos nuestro corazón a Dios Padre, Dios-Hijo y Dios Espíritu Santo.
Silvio Ramírez Benavente
Capítulo 1:
...es el momento del ay
y del rechinar de dientes
Dios me ha encargado de anunciar
este mensaje,
y me ha enviado
como apóstol y maestro.
Precisamente por eso sufro
todas estas cosas.
Pero no me avergüenzo de ello,
porque yo sé
en quien he puesto mi confianza.
1 Tim 1, 11-12
UN HOMBRE REALMENTE FELIZ
E
l día había sido muy tranquilo. Había trabajado toda la tarde en mi auto particular, convertido a taxi por la necesidad del momento, y una vez finalizada mi tarea de taxista forzado, me fui a buscar a la mujer que actualmente es la madre de mis últimos seis hijos, para en su compañía ir hasta Masaya, ciudad vecina de la Capital de Nicaragua, a buscar a mi mamá[1], quien trabajaba en esa población como propietaria de una tienda de calzado. Todo el viaje hacia Masaya y de regreso a Managua fue muy ameno. Conversamos mucho, hicimos chistes de cosas ordinarias pasadas durante el día, reímos, hablamos de proyectos futuros, en fin, disfrutamos del viaje a más no poder.
Llegados a la casa nos instalamos en el porche, sentados en unas sillas mecedoras, muy cómodas por cierto, y allí continuamos nuestro disfrute ameno. Realmente llevaba una vida muy apacible; casi podría decir que la vida me sonreía muy bien. Tenía una madre muy amorosa y gentil, que siempre trataba de complacerme en todo, y por lo regular nunca me llevaba la contraria. Ella siempre se esmeraba por servirme y complacerme, aunque mi novia también era muy cariñosa y amable, y al igual que mi mamá nunca me contradecía en nada y siempre trataba de complacerme en todo; es decir, me encontraba abrumado por la complacencia y la felicidad.
Es cierto que no había terminado mi carrera universitaria, pero para las comodidades que tenía tampoco me hacía falta una profesión. Tenía, y así lo creía, todos los conocimientos que realmente necesitaba para enfrentar la vida, aunque claro, ésta se limitaba únicamente a sentarme frente al volante de un automóvil, ir por allí quemando gasolina sobre el asfalto, y subiendo y bajando gente que me pagaba por llevarlas de un lugar a otro. Y aún esto lo disfrutaba, pues en el recorrido que hacía a la gente conversaba con ellos, me enteraba de cosas nuevas, reía, y a veces me asombraban cosas que me contaban, pero igualmente olvidaba y continuaba mi camino como si nada. Se puede decir que me esmeraba porque todo me saliera bien y no me preocupaba por grandes cosas. Mi vida era sencilla.
El momento más feliz lo tenía al llegar a la casa, ya fuera por la tarde o por la noche, y sacar de mi bolsa el dinero ganado durante el día al frente de mi volante, esparcirlo por la cama o sobre la mesa y comenzar a contarlo. Me encantaba ir haciendo cerritos de billetes, volverlos a contar, y finalmente, doblarlos, devolverlos a mi bolsillo y pensar después en qué los podría gastar. Comúnmente iba a un restaurante o a cualquier soda de por allí, lo que en mi país de origen se llama comidería; me hacía acompañar de mi madre y de mi novia, o iba con alguna de ellas por separado; me sentaba a comer y a pasarla bien. Alquilaba películas en cassette de video y las llevaba a mi casa para verlas, y así hasta conciliar el sueño. Una buena parte de este dinero era ahorrado para alguna eventual emergencia.
Uno que otro fin de semana me encaminaba a alguna de las playas del Pacífico de mi Nicaragua natal. Pasaba antes por el mercado, o por algún súper mercado y compraba golosinas, enlatados, refrescos y finalmente al mar; a veces me encaminaba a la Laguna de Xiloá, y así pasaba el día, un sábado o un domingo: Oyendo música, echado sobre la arena, comiendo, conversando con mis seres queridos, retozando con ellos. Que más puede esperar un hombre de la vida. No pagaba casa. Era sólo el gasto del pago de la luz eléctrica y del consumo del agua. No me faltaba el alimento. Tenía carro para pasear y para trabajar, y aun esto último era parte de mi disfrute diario.
Por supuesto, tenía hijos que no vivían conmigo, pero a los que miraba de vez en cuando; cuando me hacía falta verlos o cuando sus mamás necesitaban algo y me buscaban para que les ayudara a resolver algún problema relacionado con ellos, normalmente problemas de obediencia doméstica o problemas escolares. Si era asunto de dinero lo daba y ya; si era cuestión de detenerme y conversar con ellos, lo hacía; si había que regañarlos los regañaba y al final me despedía, les daba una palmadita en la espalda, algo extra de dinero para ellos y me iba. Verdaderamente el problema de mis hijos era problema de sus mamás. Yo en esto estaba al margen. Si algo podía ayudar ayudaba, sino no, y punto. Eso no me quitaba el sueño.
Hacía algunos años atrás había tenido un problema serio que casi me lleva a la muerte, y que al final me había dejado seminválido, caminando con la ayuda de un bastón; sin embargo como al fin y al cabo tenía mi carro, pues el hecho de caminar mal o con dificultad no era verdaderamente un problema, ya que si tenía que hacerlo eran pequeños trechos de distancia, y eso, por lo tanto, no representaba un problema real para mí. Por supuesto, no tenía que digamos buena presencia, como cuando caminaba muy bien, como antes de quedar renco, pero después de todo, el dinero que me acompañaba, mi carro y la casa, me dispensaban cualquier mala imagen. Siempre tenía una que otra mujer prendida de la puerta del carro, de la bolsa del pantalón donde guardaba mi dinero, o bien ilusionada