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El poder del asombro: Sal de tu zona de confort y aprovecha tu potencial creativo
El poder del asombro: Sal de tu zona de confort y aprovecha tu potencial creativo
El poder del asombro: Sal de tu zona de confort y aprovecha tu potencial creativo
Libro electrónico220 páginas2 horas

El poder del asombro: Sal de tu zona de confort y aprovecha tu potencial creativo

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Todos nacemos con un don invaluable: nuestra capacidad de asombro y de maravilla. La vida, sin embargo, nos enseña a ignorarla y a escuchar en su lugar otra voz: la de la preocupación constante, que nos dice que no hacemos las cosas suficientemente bien y que nos falta inteligencia o talento para triunfar.
El poder del asombro es una invitación a enfrentarte a tus miedos, despertar ante tu verdad y hallar la raíz de lo que te impide triunfar. A partir de su historia de resiliencia, la oradora y artista Amber Rae te enseña a conectarte con tus poderes de asombro y tus voces de preocupación, a escuchar tus emociones en lugar de silenciarlas, y a aferrarte a tus sueños sin dejarlos ir. No tendrás que dejarte detener por la preocupación, cuando el asombro y la maravilla te esperan en cada momento del día.
"El íntimo trayecto que vivió Amber Rae… ofrece perspectivas y lecciones inspiradoras para cualquier persona que desee develar su infinito potencial". Deepak Chopra
IdiomaEspañol
EditorialOcéano
Fecha de lanzamiento2 oct 2018
ISBN9786075277332
El poder del asombro: Sal de tu zona de confort y aprovecha tu potencial creativo

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    Fatal. Autoayuda de 2 pesos. No se desgasten. Hay mejores cosas que esto.

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El poder del asombro - Amber Rae

CONOCE A LA PREOCUPACIÓN Y AL ASOMBRO

Dentro de nuestras mentes hay una pequeña, desagradable voz, un saboteador, un censor y un crítico eterno que crea una corriente constante de comentarios mordaces que suelen disfrazarse como La Verdad. Yo llamo a esta voz Preocupación.

La Preocupación dice cosas como:

Quién diablos eres para hacer esto?

Realmente no vas a decir eso, ¿verdad?

No. No tú. Nunca. No eres suficiente.

Míralos: son mejores que tú.

Apestas. Apestas. Apestas.

Ya te diste una idea.

Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que la voz de la Preocupación no es la verdad, y de hecho está tan lejos de la verdad, que cuando la escuchamos, sólo nos alejará cada vez más de tener acceso a y expresar la verdad real que está adentro.

Finalmente dejé de tomar a la Preocupación tan condenadamente en serio cuando aprendí a verla como lo que es: un dispositivo de bloqueo. Un mecanismo en nuestros cerebros diseñado para evitar que hagamos nada que sea demasiado arriesgado o incómodo (o sea, cosas que son gloriosas y llenas de significado, que valen la pena y te cambian la vida). Debajo de mis largos y aburridos cuentos de no valer lo suficiente, de no ser suficiente, de perfeccionismo, de vergüenza y de quien yo pensaba debía ser, descubrí otra voz. Una más bondadosa, compasiva y curiosa. Una que quiere que nos vaya bien, que seamos vistas y que persigamos aquello que más deseamos. Una que sabe con toda su sapiencia nuestra verdad más verdadera. Esa voz es el Asombro.

El Asombro sabe de lo que somos capaces y está comprometida a empujarnos cada vez más cerca a lo que éramos antes de que el mundo nos dijera quiénes debíamos ser. El Asombro nos apoya para distinguir entre las historias que nos quitan poder y que hemos heredado e inventado, y las historias que tocan una cuerda de resonancia desde nuestro interior.

Cuando la Preocupación dice: ¿Quién diablos eres tú para hacer eso?; el Asombro repica para decir: Si no eres tú, ¿entonces quién?

Cuando la Preocupación está en todo lo alto, declarando: Realmente no vas a decir eso, ¿verdad?, el Asombro afirmará claramente: Estás aquí para decir tu verdad. Hoy. Mañana. Siempre. ¿Lo que quieres decir es un reflejo de tu verdad?

Y cuando la Preocupación tiende a mantener la misma banda sonora de juicio, miedo y ansiedad sonando una y otra y otra vez, el Asombro le pondrá nombre a la Preocupación para domesticarla diciendo: Oye, juicio, te veo. Oye, miedo, te veo. Oye, ansiedad, te veo. Entiendo que están tratando de mantenernos a salvo, y lo respeto. Pero estamos en una aventura importante, y se les prohíbe navegar.

La Preocupación y el Asombro nos dirigen en forma perpetua lejos de o hacia quienes somos realmente y lo que estamos aquí para dar. A cada momento de cada día, tenemos que elegir a quién escuchamos: a la Preocupación o al Asombro.

¿Cuál de los dos elegirás?

Cada vez que comparto esta invitación con la gente, hay un llamado resonante para despertar su curiosidad.

Tan importante como es escuchar al Asombro, también puede ser útil hacerle caso a la Preocupación. ¿Por qué? Porque no toda la Preocupación es destructiva.

NO TODA LA PREOCUPACIÓN ES DESTRUCTIVA.

PUEDE SER ÚTIL

El año pasado, cuando terminé una plática sobre la Preocupación y el Asombro, una mujer se me acercó al escenario y dijo: Mi padre siempre me dijo que noventa por ciento de lo que me preocupa no sucederá. Yo le dije que eso era porque me preocupé por eso y descubrí una solución.

Las dos reímos.

Y ahí reside un punto importante: no toda la Preocupación es destructiva. La Preocupación puede ser útil. A veces.

Nuestra voz de la Preocupación puede expresarse en dos formas: como preocupación tóxica o como preocupación útil.

La preocupación tóxica son los pensamientos incesantes, como en bucle, que te paralizan y evitan que tomes acción o avances. Es el rumiar que te encadena al pasado y la ansiedad acerca del futuro —un hábito en el que, según el neurocirujano de Stanford, el doctor James Doty, gastamos casi 80 por ciento de nuestro tiempo y atención.

La preocupación útil es la visión para imaginar problemas y retos, hacer un plan, entrar en acción. La preocupación es útil sólo cuando está bajo nuestro control y nos da el poder de actuar. Así que cuando la voz de la Preocupación repica, podemos plantearnos dos preguntas:

1. ¿Es esto una posibilidad real?

2. ¿Existe alguna acción productiva que pueda tomar ahora?

Cuando no hay una posibilidad real y no existen medidas productivas que tomar, sabemos que estamos disparando lo que los neurocientíficos llaman el sistema de detección de amenazas en nuestro cerebro. Gracias a la evolución, la preocupación y el miedo han impulsado nuestros sistemas durante millones de años como un mecanismo para mantenernos a salvo. En cierta medida, lo necesitamos. Sin él, nuestros ancestros hubieran sido devorados por los tigres dientes de sable. Te lanzarías de un risco escandalosamente alto sólo para saber si puedes aterrizar. Entrarías en una asociación de negocios con alguien que desde el principio declaró: Estoy entrando en este arreglo con la intención de usarte y de quitarte tu dinero. Te enamorarías de alguien que dice: No tengo ninguna intención de comprometerme contigo alguna vez.

La Preocupación nos previene contra las amenazas reales a nuestra supervivencia, como las que mencioné arriba. Pero cuando se trata de perseguir aquello que significa mucho para nosotros, esos deseos suelen venir con cierto nivel de incertidumbre y desconocimiento, que nuestros cerebros etiquetan como peligroso. Es ahí cuando la Preocupación comienza a gritar pidiendo seguridad, y tendemos a cerrarnos, a evitar nuevas experiencias, a buscar lo familiar, a alejar nuestros sueños. Cuando esto sucede —cuando la experiencia de preocuparnos no nos está acercando a la persona que somos y a los dones que estamos aquí para dar—, es ruido. Un tamborileo tóxico y paralizante dentro de nuestras mentes que, si no se vigila, puede estrangular nuestra vida.

La preocupación tóxica es la fuente de nuestro potencial no realizado y de nuestros proyectos inconclusos. Es la razón por la que los escritores no escriben, los diseñadores no diseñan, los innovadores no innovan, los líderes no lideran. Es el motivo por el cual nos comprometemos a hacer cambios en nuestra vida y luego nos sentamos directamente en nuestra zona de confort. Es por eso que sucumbimos a las directrices mediocres de quienes llegaron antes que nosotros y se comprometieron con estructuras de creencias que nos dejan exhaustos, resentidos, enojados y drenados. Es la razón por la cual las cosas que más anhelamos —las ideas en las que no podemos dejar de pensar, los rituales que deseamos cultivar y las vidas que queremos crear— permanecen no realizadas en nuestros corazones, enmascaradas por el miedo y la duda.

Los extremos a los que llegamos para evitar aquello que anhelamos son lo que Steven Pressfield llama Resistencia en su libro The War of Art. La mayoría de nosotros tiene dos vidas, dice. La vida que vivimos, y la vida no vivida dentro de nosotros. Entre las dos está la Resistencia.

En quizás uno de mis favoritos y más esclarecedores pasajes, Pressfield dice: Ya saben, Hitler quería ser un artista. A los dieciocho años tomó su herencia, setecientas coronas, y se mudó a Viena a vivir y a estudiar. Aplicó para la Academia de Bellas Artes y más tarde a la Escuela de Arquitectura. ¿Has visto alguna de sus pinturas? Yo tampoco. La Resistencia lo venció. Podrás decir que es una exageración, pero lo diré de todas formas: fue más fácil para Hitler comenzar la Segunda Guerra Mundial que enfrentarse al cuadrado en blanco de un lienzo.

No enfrentarnos a nosotras mismas —y a nuestros demonios— es lo que mantiene a nuestras mejores vidas encerradas en nuestro interior. Así, sabiendo que la voz tóxica de la Preocupación que habla con crítica y desaprobación nos está sofocando, ¿por qué no escuchamos al Asombro? ¿Por qué no confiamos en la voz del deseo de saber, de la compasión y del amor? ¿Por qué no vamos tras las cosas que decimos que más queremos?

Aquí está la razón:

EL MITO DE NO SOY SUFICIENTE

Por debajo de nuestros proyectos inconclusos, sueños no realizados y verdades no expresadas reside un mito central que nos corroe en forma más profunda que ningún otro. Vi a este mito matar a mi padre, lo he experimentado cuando estrangulaba mis dones, y soy testigo de que absorbe la creatividad, el talento y el potencial de los muchos miles de personas con las que he trabajado a través de los

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