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Diseñadores del Futuro: Redibujando el mundo... del trabajo
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Diseñadores del Futuro: Redibujando el mundo... del trabajo
Libro electrónico259 páginas5 horas

Diseñadores del Futuro: Redibujando el mundo... del trabajo

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En su primer libro, Julieta Manzano, Socio y Director Comercial de Mercer México y una de las mujeres más influyentes en el ámbito hispanoamericano de la gestión de las personas en las organizaciones, aborda un eje crítico en una etapa crucial para la humanidad: la pandemia de COVID-19 y su impacto en el empleo de cara al futuro.

Ante la crisis humanitaria, personas y empresas debieron encarar el reto de la supervivencia, en un escenario donde el acceso a la salud y el bienestar, la tecnología y la educación, no es precisamente democrático… la suerte de cada organización dependerá de su capacidades para diseñar el futuro, ahorrar, anticiparse y prever, sin obviar brechas y desigualdades derivadas de la ocupación formal o informal, tal como sucede en México y las economías de América Latina.

A partir de entrevistas con personalidades notables de los sectores académico, gubernamental, iniciativa privada, comunicación y sociedad civil, Julieta Manzano nos guía por el arco de transformación multidimensional que permite redibujar el mundo del trabajo, cimiento del desarrollo económico y social.
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento27 sept 2022
ISBN9786079942519
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    Diseñadores del Futuro - Julieta Manzano

    CAPÍTULO 1

    ÉRASE UNA PESTE

    En medio de una reunión de seguimiento de proyectos y metas comerciales, recibí vía WhatsApp una mínima tarjeta informativa que reseñaba de manera escueta las repercusiones de la nueva enfermedad que obligaba a la cuarentena en la ciudad de Wuhan, China. En el cuerpo del texto destacaba con negrillas la frase:

    Esa misma mañana llegó una segunda alerta, procedente de la industria de los transportes que destacaba en rojola posibilidad de un colapso de las vías de comunicaciones internacionales y, con ello, la logística comercial en sus miles de posibilidades. Más tarde, apareció la tercera alerta, reenviada por un colega y amigo con acceso a información privilegiada, integrante del equipo responsable de estudios e investigación en una de las farmacéuticas globales fundamentales del planeta.

    —"Julieta, hace 20 minutos giramos la orden de retirarnos de las oficinas, permanecer y trabajar en casa y extremar medidas de higiene. Estamos en espera de instrucciones más precisas. ¿Qué saben en Mercer?", preguntó mi interlocutor.

    Hacia finales de enero, 2020: Torre Mayor, Ciudad de México

    Las preguntas de nuestros clientes comenzaron, los líderes de Recursos Humanos se pusieron al centro, era una decisión de y para personas… ¿Qué hacer?… Con celeridad, hice un par de llamadas a expertos cercanos en este tipo de fenómenos, a quienes por cierto, tuve la fortuna de incorporar a mi entorno durante la crisis de influenza del 2008. El contenido de las respuestas se repetía en el transcurso de minutos pero no por ello arrojaban mayor claridad.

    Lo que está pasando en China es de proporciones apocalípticas Julieta, señaló un líder de analistas del mercado bursátil consejero y amigo desde que cursamos la carrera en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

    Mensajes de WhatsApp, llamadas telefónicas y correos electrónicos se multiplicaron y el común denominador involucraba la demanda de conocer más de cerca lo que estaba ocurriendo y cuál llegaría a ser la magnitud de la gravedad. Los primeros anuncios de suspensión de operaciones vinieron del entorno educativo: el Tec de Monterrey, ITAM, Universidad Panamericana y la Universidad Iberoamericana comenzaban a tomar la que sería su decisión… suspender las actividades presenciales.

    Wuhan no es una ciudad pequeña perdida en el mapa de la China milenaria. En cuestión de horas o días será el punto geográfico que defina nuestro destino, me aseveró una ingeniera en transportación y movilidad que colabora para una de las firmas constructoras de trenes más importantes del bloque asiático.

    La web y las redes sociales funcionaron entonces como una caja de resonancia de noticias inconexas, reportes fragmentados y, por supuesto, versiones parciales. Los medios mexicanos y regionales hacían eco de lo difundido por los principales grupos periodísticos y agencias internacionales de información que emitían más y más alertas. Nunca había resultado tan esencial el acceso a datos estructurados, consistentes y verificados como en aquellos momentos.

    Había que implementar de inmediato el cuarto de guerra porque no sólo nos enfrentábamos a lo desconocido sino a la posibilidad misma de una enfermedad mortal que afectaría a 7,900 millones de personas en 198 países, entre ellos, compañeros, hermanos, padres o hijos. Se trataba de una amenaza más grande, incluso, que la llamada madre de todas las pandemias, la epidemia de influenza de 1918.

    Colegas. Los organismos internacionales ya recomiendan cerrar la economía y confinar a toda la gente, lancé como apertura en una sesión convocada a toda velocidad con personalidades clave de diferentes industrias quienes integramos un grupo muy compacto de análisis, acompañado de un chat en WhatsApp que permitió intercambiar comunicados y desde ahí compartimos información igualmente a clientes.

    —"Tan sólo en Estados Unidos se calcula que la tercera parte de toda la fuerza laboral del país podría ser llevada a trabajar desde casa de tiempo completo en el muy corto plazo", apuntó uno de los participantes en el cuarto de guerra.

    No imaginábamos que muy pronto, empleos y trabajadores seríamos materialmente forzados a modificar conductas y costumbres. Pero más grave aún, que habríamos de ser sometidos a una clasificación tan extraña como cuestionable, con la humanidad dividida entre industrias esenciales y no esenciales, contextos donde tendríamos que calibrar ¿quién es esencial, para qué y por qué? ¿Es más esencial un conductor del Metro que una médica o los profesores? ¿Es menos esencial una trabajadora sexual que una trabajadora doméstica? ¿Un empresario que un obrero? ¿Quiénes están por encima: el personal de salud o el de la milicia o los funcionarios públicos y líderes de negocios? ¿Cuánto vale la vida de unos y otros? Aquí vino a mi mente un concepto muy personal: la discriminación por clase social con respecto al acceso a los servicios de salud. ¿Sería equitativo para todos? Pensé en el colaborador operativo, el que estaba en la línea de producción de cloro o de medicinas. O bien, en los empleados de los supermercados… Todos debían y tenían que mantenerse en pie de guerra, mientras que muchos de cuello blanco podían irse a casa. Parecía que quien tenía recursos económicos podía acceder a una prueba COVID, al diagnóstico médico y a medicamentos y los demás, pues no… Los otros debían jugarse la vida en el transporte público, en el trabajo y de regreso a casa.

    El andamiaje quebradizo de las instituciones del mundo del empleo quedaba expuesto. Y la incertidumbre a la que nos arrojó esta nueva normalidad sigue reinando. ¿Cómo enfrentar tal tormenta? La velocidad de la tragedia y los giros de timón serían guiados por la pulsión de la supervivencia.

    17 de noviembre de 2019

    Hay sucesos inolvidables en la memoria reciente de la humanidad, días que cambiaron la forma en la que nos relacionamos social, cultural y económicamente. Momentos que sacudieron al planeta. Por ejemplo, el 22 de noviembre de 1963, día en el que asesinaron al presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en Dallas. O el 9 de noviembre de 1989, cuando se dio por oficial la caída del muro que dividía a Berlín. La fecha más reciente que perturbó los sistemas de seguridad y la economía globales fue el 11 de septiembre de 2001, cuando fueron atacadas las Torres Gemelas en Nueva York. Todos esos acontecimientos, con su imborrable fecha, repercutieron, de alguna manera, en el proceder y en la forma de vida de todas las sociedades del orbe. Hoy, para bien o para mal, seguimos experimentando sus consecuencias. Las relaciones humanas cambiaron radicalmente en cada uno de estos episodios.

    Lo cierto es que en las últimas dos décadas parecía haber una especie de continuidad en los acontecimientos. Así, hasta que llegó el 17 de noviembre de 2019, cuando se dio a conocer al paciente primigenio de una enfermedad desconocida y sumamente contagiosa. Nada volvería a ser igual desde aquel día. Nada. O, si se quiere dar vuelta a la moneda… Todo sería distinto desde entonces.

    Hay una gran diferencia entre los hechos que referí arriba y este último. Mientras que en aquellos los parteaguas fueron asimilados con cierta prontitud e inmediatez por la mayoría de los seres humanos, en éste, las consecuencias cobraron dimensión mucho tiempo después de que se produjera el trascendental evento.

    El mundo tardó varias semanas en comprender la avalancha y su riesgo inminente. A pesar de que llegaron advertencias de todas las latitudes, la velocidad para atenderlas definitivamente fue más lenta que el arribo del SARS-CoV-2. Su virulencia evidenció la falta de efectividad y oportunidad en la comunicación. Nos hizo falta también el impulso de las voluntades para establecer mejores acuerdos entre sectores, industrias y gobierno. Desde las instituciones oficiales se amplificaron mensajes que intentaron apaciguar el miedo pero que, lejos de aclarar, quizá oscurecieron más el panorama. Será el juicio de la historia el que emita un veredicto más preciso en la materia.

    Fue hasta diciembre de 2019 cuando las autoridades chinas cedieron y difundieron un brote extraño de neumonía en Wuhan, capital de la provincia de Hubei (en la zona central de China), en la que conviven hoy, más de 11 millones de personas.

    La preocupación en un principio subestimada, se aceleró cuando se confirmaron las sospechas de que la eclosión estaba ligada, en verdad, a un tipo de coronavirus causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) como el que se propagó en 2003 en diversos territorios. Las alarmas se encendieron demasiado tarde. El SARS-CoV-2, que genera la enfermedad COVID-19, ya se había propagado, silenciosa y trágicamente.

    El peligro ensombreció todo y a todos, aunque en muchas regiones la noticia cundiera en medio de la indiferencia. Pronto colapsarían los sistemas de salud y la economía global sufriría un duro golpe, uno, más severo todavía que el causado por la crisis financiera del 2008.

    En ese momento eran desconocidas las vías de transmisión del virus, pero en cuestión de semanas las noticias confirmaron los rasgos de fatalidad de este episodio. La COVID-19 se contagiaba con facilidad y aceleradamente. La historia, por lo menos, con la que coinciden más autores y hasta papers científicos, dice así:

    Línea de tiempo

    Todo comenzó el 17 de noviembre de 2019 en Wuhan, China

    17 de noviembre, 2019

    Un hombre de 55 años es el primer blanco mortal del desconocido agente biológico.

    Diciembre, 2019

    La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que el virus ya circula y se difunde en los mercados de Wuhan desde esta fecha.

    La hipótesis de que el virus saltó de un animal a la especie humana es, hasta ahora, la más sólida. Lo cierto es que todavía hoy no se tiene una certeza contundente de cómo fue que apareció la COVID-19 y, quizá, tampoco sea ahora muy importante conocer su origen.

    El OMS continúa insistiendo a las autoridades sanitarias de la comunidad de naciones que se lleven a cabo investigaciones independientes sin cargas políticas o comerciales. Para marzo de 2021 dicha institución descartó la posibilidad de que el virus se hubiera filtrado desde los laboratorios de virología de Wuhan. Las altas medidas de seguridad implementadas en los 50 laboratorios de ese tipo en el marco internacional hacen imposible creer que un resquicio haya sido la ventana para que el mal se diseminara con tanta rapidez.

    Enero, 2020

    Se supo que, en efecto, el virus se transmite entre seres humanos a través del aire.

    La conexión global es, por lo tanto, el vehículo más sólido para que se expanda con inusual rapidez. La hiperconectividad mundial, un lujo y un orgullo de la posmodernidad, con sistemas de transporte que comunican a las principales ciudades del comercio, resulta ideal para la propagación de una enfermedad inédita para la cual no se tienen ni vacuna ni remedios efectivos.

    Ninguno de los medicamentos utilizados hasta entonces contra los coronavirus cumple sus funciones de prevención y sanación. Los grandes centros de investigación comienzan a diseñar, a marcha forzadas, un fármaco que ayude a remediar la crisis sanitaria en la que se encuentran varios países de Asia y Europa. El virus no tarda en presentarse en Estados Unidos. Lo macabro está por llegar. No hay país preparado para la catástrofe hospitalaria.

    En la medida en la que avanzan las investigaciones sobre la sintomatología y la transmisión del virus, los gobiernos emprenden campañas de contención que afectan dramáticamente a sus economías. Llaman al confinamiento, al uso de mascarillas y al cierre de comercios y espacios públicos.

    27 de febrero, 2020

    El primer caso de COVID-19 detectado en México es verificado.

    Marzo, 2020

    La OMS decreta el estado de emergencia y declara la pandemia.

    El número de casos comprobados se cuenta en decenas de miles. Asia y Europa encabezan las listas de contagios y hospitalizaciones.

    El número de casos confirmados alcanza los cien mil. En menos de un mes ya es abrilla cifra se multiplica por diez. Así de rápida es su propagación sin respetar fronteras políticas, raciales, ideológicas o cualesquiera otras.

    18 de marzo, 2020

    Se reporta el primer fallecimiento por COVID-19 en México.

    Tristemente, México reporta uno de los más altos índices de mortalidad mundial. Los datos oficiales, al cierre de 2021, indican cuatro millones de contagios y 300 mil muertos por COVID-19. Las estimaciones de organismos no gubernamentales elevan la cifra a 900 mil muertos y más de diez millones de contagios. Lo cierto es la sospecha.

    No cabe duda de que el número de pacientes en los momentos críticos rebasa, por mucho, la disponibilidad de camas con oxigenación o de terapia intensiva o intermedia requeridas para el cuidado de pacientes de COVID-19: en México, ocho de cada cien contagiados lamentablementemueren por efectos directos de la enfermedad.

    Desde la Segunda Guerra Mundial, el sistema financiero no se enfrentaba a un fenómeno de tales proporciones. La recesión se asomaba con escandalosa falta de contención. El Banco Mundial reportó en 2020 una contracción en la economía mundial de 5.2%, la más grave desde la última gran guerra y la primera vez desde 1870 que tantas economías experimentaran una disminución en su Producto Interno Bruto en paralelo. La recesión se asomaba.

    Las perspectivas dan mucho que pensar, ya que es probable que la crisis deje cicatrices difíciles de borrar y que proponga complejos desafíos mundiales, aseveró Ceyla Pazarbasioglu, Vicepresidenta de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del Grupo Banco Mundial.

    Nuestra primera prioridad es abordar la emergencia global en materia sanitaria y económica. Más allá de eso, la comunidad mundial debe unirse para lograr una recuperación lo más sólida posible e impedir que más personas caigan en la pobreza y el desempleo. De acuerdo con datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la economía mexicana se contrajo 8.5% en 2020. La causa, según este ente autónomo, se debió al desplome de la industria nacional ante cierres provocados por la pandemia. De acuerdo con estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es apenas comparable al que se sufrió después del Crack de 1929.

    ¿Cómo afectó esto al mundo del trabajo?

    Tan sólo en marzo y abril de 2020, doce millones de mexicanos perdieron su empleo; dos millones de ellos de acuerdo con el INEGIeran trabajadores formales. Y casi 250 mil eran jóvenes entre 15 y 34 años.

    Además, el sector informal descendió hasta un 47.7%, una caída de magnitud histórica, causada no por la formalización sino por una importante pérdida de trabajos informales, negocios que no podían abrir y que debieron operar con prohibiciones claras. Más dramático aún: según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en cinco meses de pandemia se destruyeron más empleos que los creados en 2019.

    Desdeñada antes de la pandemia por sus presuntas implicaciones para la productividad, se impuso una modalidad poco acostumbrada en México y América Latina: el teletrabajo. Como respuesta al confinamiento, oficinas públicas y privadas comenzaron a diseñar planes de trabajo a distancia para actividades no esenciales de la economía nacional. La nueva palabra para denominar la interacción laboral a distancia entró en nuestro vocabulario; pocos adivinaron que también sería una nueva forma de cotidianidad.

    En el informe Teletrabajo en América Latina, elaborado por 5G Américas, 2.6 millones de mexicanos se incorporaron a esa modalidad en el primer año de la pandemia. En 2020, el porcentaje de los mexicanos con trabajo remoto permanente se disparó de 34% a 68%, según la Encuesta regional 2020: ¿Cómo se transformó el ámbito laboral y familiar?, liderada por IAE Business School.

    Las relaciones laborales cambiaron radicalmente en nuestro país. Y, desde luego, ese impacto produjo un antes y un después en los departamentos de Recursos Humanos. Todavía es muy temprano para medir los alcances de la vicisitud. La solidaridad, el respeto por la salud y la integridad de las empresas y sus colaboradores se tornaron en nodo de la mayor prioridad organizacional… la persona al centro.

    El teletrabajo como respuesta al confinamiento, produjo el incremento del trabajo remoto permanente del 34 a 68%. Fuente: INEGI.

    La vigilancia por la vida se ha convertido en el principal objetivo de las corporaciones. Y los trabajadores han tenido que implementar medidas radicales para mantener su empleo y convivir en espacios en los que no estaban acostumbrados a trabajar: la sala de su casa, el comedor o las habitaciones… en el mejor de los casos… ninguna privacidad.

    La vida familiar y laboral se trastocaron de modo tal que la única frontera entre una y otra era el horario de trabajo, el cual, desde luego se alteró inevitablemente. Al comienzo de la pandemia, según investigaciones de la Universidad Anáhuac, únicamente dos de cada diez mexicanos, contaba con los recursos materiales y tecnológicos para llevar a cabo sus responsabilidades desde casa.

    A su vez, un estudio realizado por KPMG revela que los principales retos del trabajo a distancia en México son: la adopción de nuevas formas de comunicación y supervisión (72%); el respeto del derecho a la desconexión al concluir la jornada pactada (49%), y la determinación de horarios laborales (43%).

    Desde la perspectiva de los teletrabajadores, los principales rubros que se necesitan para ejercer el derecho a la desconexión son el cambio cultural en torno al respeto de los horarios laborales (73%) y mejorar las habilidades propias en cuanto a gestión del tiempo (58%).

    Aunado a lo anterior, 56% de los colaboradores mencionan que no existe equilibrio entre las actividades personales y laborales bajo la modalidad de teletrabajo, ya que invade el tiempo personal. Aun así, seis de cada diez empresas sostienen que seguirán con el trabajo a distancia cuando se desvanezcan los efectos de la pandemia de COVID-19. El mundo es otro desde aquel 17 de noviembre de 2019, nadie puede decir lo contrario. Nos han robado el futuro… por lo menos el que teníamos dibujado.

    Con la pandemia en México, 12 millones de personas en desempleo. Fuente: INEGI.

    En medio del desconcierto, una voz firme

    Sin conocernos, el Dr. Francisco Moreno, médico infectólogo del Centro Hospitalario ABC de la Ciudad de México me motivó en gran medida a dar el giro definitivo hacia repensar el propósito de este libro para conversar sobre el futuro del empleo. Su voz cobró eco por el impacto y contundencia de sus mensajes. Desde los primeros días de la pandemia, causó conmoción en redes sociales y medios de comunicación por su certero análisis de lo que venía. Esa capacidad premonitoria de su visión, desde luego fundamentada en hechos y conocimientos, lo ha convertido en un referente obligado para arrojar luz sobre las múltiples aristas de este fenómeno. Por eso, tenía que conversar con él sobre todo lo que ha sucedido desde aquel comenzar un 17 de noviembre.

    El mundo cambió hace dos años, cuando se detectó el primer paciente con COVID-19 en el mundo, en Wuhan. El cambio ya luce irreversible. Todos los sectores en donde esté el ser humano se van a afectar. La salud no es la excepción.

    Así me lo comentó en una conversación por demás interesante. No queda ninguna duda, la pandemia de la COVID-19 ya es un parteaguas. Por un lado, el avance en el desarrollo de vacunas fue inusitado, pero para el Dr. Moreno otra innovación importante, diría yo, definitiva, fue la de la telemedicina.

    — "Este ha sido el mayor salto que hemos tenido, porque a los afectados de COVID-19 no los pudimos ver en el consultorio y eso ocasionó graves problemas para comprender la enfermedad; y entender que el paciente no podía expresarse directamente con su médico, quien, por otra parte, además no escucharía sus pulmones ni podría auxiliarse de herramientas como las radiografías

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