Capullo de merda
Primero quisiera aclarar que esto pasó en la prehistoria, cuando los teléfonos no estaban conectados a Internet y el correo electrónico todavía se usaba y hasta conservaba algo de la dignidad heredada de la carta tradicional. Esto fue antes de Skype, cuando aún, de vez en cuando, los inmigrantes les escribíamos a los amigos para contarles nuestra vida, como si fuéramos neoindianos (de polaridad invertida) perdidos en lo profundo del Viejo Continente. Hacía apenas unos pocos meses que había saltado el charco y trabajaba en una editorial redactando cursos de cocina y Windows (¡XP!) destinados a no ser leídos jamás. Recuerdo que escribí el en la oficina, clandestinamente, en un documento de Word para que no se notara que no estaba trabajando, porque en el estudio (de tres por tres) que
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