Ojos café
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A veces, lo único que necesitas es un abrazo, un beso..., una mirada.
Basándose siempre en lo que pensaban los demás, Rosa se encuentra atrapada en una vida que no desea, siendo constantemente infeliz. Trabajando en un prestigioso bufete, intenta por todos los medios encarrilar su vida, sin llegar a conseguirlo.
Todo cambia cuando, ya sin ninguna esperanza, decide irse de vacaciones, cambiando su vida por completo. Rosa se verá encerrada en un nuevo mundo, lleno de crímenes, armas, oscuridad... y unos intensos ojos negros.
Rocío Humanes Domínguez
Rocío Humanes Domínguez nació en Minas de Riotinto en 1995. A una temprana edad, comenzó a escribir junto a su prima, en un ordenador viejo que tenían, entrando en un mundo que la fascinaría por completo. Tomándolo como un juego, escribió innumerables cuentos y relatos durante su infancia, pero fue en el instituto, donde Rocío encontró consuelo en las letras. Utilizándolo como terapia, Rocío escribía cada momento importante que atravesaba, así como sus sentimientos y miedos. Hoy, muestra al mundo Ojos Café el primer libro de su primera trilogía.
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Ojos café - Rocío Humanes Domínguez
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.
Ojos café
Primera edición: junio 2017
ISBN: 9788491128328
ISBN e-book: 9788491129530
© del texto
Rocío Humanes Domínguez
© de esta edición
, 2017
www.caligramaeditorial.com
info@caligramaeditorial.com
Impreso en España — Printed in Spain
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
caligramaEl camino que tenemos que recorrer es duro… Según vamos caminando y avanzando, se vuelve más empinado, más costoso. Hay momentos que todo se vuelve oscuro, apagando cualquier luz que podamos tener… Se vuelve tan oscuro… Que solo queremos quedarnos quietos, y no seguir caminando. En muchos momentos aparecerán los monstruos y fantasmas de nuestro pasado, de nuestros miedos… Y otras veces el suelo se agrietará, impidiendo que nos movamos. No puedo evitar que esto pase… Pero os prometo, que siempre estaré con vosotros durante el camino. Cuando aparezcan los monstruos y fantasmas los ahuyentare, cuando el suelo se agriete os ayudare a saltar… Y cuando lo veáis todo tan oscuro que vuestros cuerpos se detengan… Sentiréis mis manos a vuestras espaldas… ayudándoos a seguir.
Siempre estaré en vuestro camino, agarrando vuestras manos, animándoos a seguir caminando…
Ninguna vida esta predeterminada. Podéis elegir cambiarla en cualquier momento y empezar de cero… Yo siempre estaré a vuestro lado.
Esta primera novela es para vosotros. Quiero que veáis, que todos podemos cambiar, que con ayuda podemos salir de cualquier abismo… que la oscuridad se va cuando tienes a tus seres queridos.
Prometo alumbraros en vuestros caminos, prometo que siempre atacare a vuestros miedos con todas mis fuerzas, prometo que os cuidare y siempre podréis contra conmigo…
Os quiere.
Vuestra hermana.
Agradecimientos
Es imposible no tener en cuenta a todas las personas que, a la hora de la verdad, me ayudaron y me dieron ánimos para enfrentarme a este reto. A mis padres por su constante apoyo y cariño, por enseñarme durante todo mi camino y, por aun ahora, seguir dirigiéndome y guiándome. A mis tíos Sabino y Loli, por dedicar cada tiempo libre que tenían, en ayudarme y darme consejos en esta aventura. A la editorial Caligrama por darme la oportunidad de mostrarme al mundo.
Al resto de mi familia, simplemente por ser ellos y ayudarme en todo. A Susana por animarme a seguir a pesar de mis dudas. Y a mi amiga María, pues fue ella quien, cuando se enteró de lo que hacía, me animo a escribir, quien me convenció de publicarlo y quien me dio las primeras críticas y alabanzas. Me diste el empujón que necesitaba para dar el primer paso y siempre te estaré agradecida.
Por esto y mucho más, muchas gracias.
Capítulo 1
—Venga Rosa, acabamos de salir… —Sus manos se aferraban a la copa mientras hablaba.
—Lo sé, lo siento —dije levantando las manos, en un intento de tranquilizarla—. Pero mañana tengo trabajo.
—Trabajo, trabajo… Vivimos prácticamente para trabajar, dormir, comer y finalmente morirnos, ¡¡venga!!, ¡¡vivamos un poco!! —dijo ella.
No podía evitar la sonrisa. Después de todo así era Marta. Era un alma libre. La típica mujer que cuando entraba en una habitación la animaba. No importaba cuantas veces la vida la pisoteara, ella se volvía a levantar y cada vez con más fuerza. No dejaba que nadie se hundiera mientras ella pudiera evitarlo. Y gracias al cielo, yo la tenía como amiga.
A pesar de tener apenas nueve años cuando nos conocimos, hemos seguido juntas desde entonces. Cuando la conocí, era tímida, callada, incluso se podría decir que no hablaba por no molestar. Era una niña que vivía en un pergamino y bailaba con la música a diario. Las notas eran su esencia y en sus venas las claves de sol danzaban continuamente. Según fue creciendo su personalidad lo hizo también, hasta convertirse en el alma indomable que es ahora. Pero su esencia siguió acompañándola. Ni siquiera sé porque me acerque ese día a hablarle, pero doy gracias a dios de haberlo hecho. De otro modo nunca habría conseguido una gran amiga como es ella.
—No tienes remedio... de acuerdo una copa más, pero después nos vamos.
—Que aguafiestas... —dijo con un aire de malestar.
—Lo siento, pero tengo que trabajar —Me encojo de hombro intentando, de alguna forma, parecer inocente.
—Ya lo sé. No has hecho otra cosa desde que saliste de la universidad. Deberías irte, ver mundo, disfrutar… No estar encerrada en una asquerosa oficina toda tu vida. Yo me voy a ir con mi chico de vacaciones una temporada, nos vamos a la playa, ¿Por qué no te vienes?
Ella como siempre, intenta convencerme de que disfrute y no piense tanto las cosas.
—¿Y estar de sujeta vela?, no gracias. Además, lleváis preparando ese viaje desde hace mucho tiempo, os merecéis un tiempo a solas—le giño el ojo mientras añado—. Una cena romántica y a disfrutar de una noche a solas.
—Sí, en eso tienes razón. Entre mi trabajo y el suyo apenas nos vemos, y lo echo de menos —dice mientras toma otro sorbo de su copa.
Se le marco en la cara la misma sonrisa que aparecía cada vez que hablaba de Raúl. No eran la pareja perfecta. En realidad, eran muy diferentes. Pero no podían vivir el uno sin el otro. Hay persona que cuando aman, lo hace sin restricciones. Marta era así. Se le notaba lo enamorados que estaban el uno del otro, incluso llegaba a despertarme un poco de envidia.
—Pues ya sabes cielo. Hacer la maleta y a disfrutar —dije.
—Eso no lo dudes. Pero tú también deberías irte de vacaciones, aunque sea sola. Ya encontraras por ahí alguien con quien echar un polvo —dice Marta.
La risa me llegó con fuerza.
Otra cosa que caracteriza a Marta es que no tiene filtro... Según lo va pensando lo va diciendo. Era sincera y hablaba sin maldad alguna. Pero en más de una ocasión se encontró soltando las cosas a «Ton ni son», y cuando se daba cuenta de lo que acababa de decir, se sonrojaba y miraba a todos lados esperando que nadie la llegase a escuchar.
—Eres increíble —dije aun riéndome.
—¿Qué?, no he dicho nada malo. El sexo es bueno, ¿lo sabias? —me dijo mientras sonreía pícaramente.
—Sí, si lo es. Pero no se debe hablar de eso a voces en medio de un bar —Mire en todas direcciones, certificando que nadie estuviese escuchando.
—Tú y tu ética… Es un tema como otro cualquiera —dijo Marta.
No le quitaba la razón. Pero no estaba bien visto. Durante la mayoría de nuestro crecimiento es un tema tabú. A la mayor parte de las personas le avergüenza hablar de ello, o incluso, llegan a sentirse culpable por querer preguntarlo. Yo me vi rodeada de gente que me aconsejaban sin vergüenza, y a la misma vez, de gente que solo el nombrarlo, lo consideraban como algo obsceno.
—Sí, pero sabes tan bien como yo que hay gente que no quiere hablar de ello—susurré—. ¿Y si alguien nos escucha?
—¿Y?, en serio Rosa, deberías dejar de pensar solo en los demás y centrarte un poco más en ti —dijo Marta, a la vez que me miraba de forma crítica.
—Lo hago —Mi voz salió débil. Ni siquiera yo me creía lo que decía.
—No. No lo haces —dijo enfadada—. Siempre estás pensando en que pensara la gente de ti. ¿Cuántas veces has dejado de hacer algo que querías hacer por la gente?
Mi vista se fue al vaso que tenía en las manos. En estos momentos me entraban ganas de tirarle la copa a la cara. Pero por mucho que me doliera, sabía que muy en el fondo tenía razón. No sé de donde viene, pero tengo una necesidad, casi compulsiva, de aprobación. Deseo que todo el mundo llegue a estar orgulloso de mi, y en muchas ocasiones, dejo de hacer lo que me gusta solo por lo que me dicen, llegando a producirme mi propia infelicidad. Me doy cuenta de ello, pero al final vuelvo a repetir el mismo error.
—¿Lo ves?, ahora mismo lo estás haciendo otra vez. ¿Por qué te afecta tanto lo que la gente te diga?, Tu buen humor se ha ido al escucharme decírtelo. ¿Por qué me haces caso? —me cuestionó.
—No lo sé… —susurré.
—Yo si lo sé. Te has pasado toda tu vida haciendo lo que la gente te decía. Estudiaste porque le gente lo veía como lo que se debía hacer, fuiste a la universidad por qué es lo que se debe hacer después, y trabajas sin descanso porque es lo que todo el mundo hace, pero tú no quieres hacer ninguna de esas cosas —soltó un suspiro— ¿Por qué lo haces?
—No lo sé… yo… No sé por qué, pero ¿Cuál es la alternativa?
—Cualquier cosa. Siempre hay alternativa. No se acaba el mundo por no haber estudiado, y no se acaba por dejar un trabajo que te hace infeliz —dice ella.
—Pero ahora lo tengo todo. Todo lo que la gente desea. Tengo un buen trabajo, una bonita casa… —me callo al no encontrar nada más que decirle.
—Y eres infeliz —dice ella de forma tajante.
Lo era. No importaba cuantas veces me intentara convencer a mí misma de que todo estaba bien, que solo era una etapa, que todo se solucionaría y volvería a ser lo de antes. Pero no era así…
Las gentes constantemente me contaban sus maravillosos años universitarios y la alegría de poder trabajar en lo que siempre habían deseado. Yo, cuando echo una mirada a mi pasado, no veo nada de eso… Me veo encerrada en un piso, con pilas y pilas de libro, estudiando sin ganas y con apatía me veo recogiendo el diploma deprimida, y consiguiendo trabajo sin alegría.
—No hagas caso a la gente, ni a mí, ni a nadie… Solo hazte caso a ti misma. Haz lo que de verdad te haga feliz —me susurra, mientras me acerca más a ella y me estrecha entre sus brazos.
Al final entre charlas y unas pocas copas acabamos saliendo del local a las 2:00 de la mañana. A paso lento nos acercamos al coche. Marta iba recitándome todos los lugares que iba a visitar con Raúl. Yo por otro lado, solo deseaba llegar a la cama. La calle estaba plagada de gente. Los adolescentes se agrupaban alrededor de las discotecas, y a pesar de ser entre semana, los locales estaban repletos de gente.
De camino a casa, apoyándome en la puerta del coche, miraba a la calle. Marta me habla, pero no la escucho. Mis pensamientos se encuentran danzando ahora mismo. Persona tras persona van pasando por el cristal mientras Marta acelera. La ciudad no duerme, aunque sea las dos de la mañana. Pronto nos vemos atrapadas en un tráfico, rodeadas de coches y más personas. La cuidad es inmensa, y a pesar de eso… siempre me siento sola.
Vivo en un bloque de apartamentos, donde los vecinos solo necesitan escuchar mi puerta abrirse para salir a