Convirtiéndose en la Bruja Pannell
Por Melissa Manners
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Yorkshire, 1556.
Desde el momento en que Mary conoce a Elizabeth, se enamora de ella perdidamente. Por fin su vida tiene sentido, y en cuanto se sumerge en el mundo de la medicina herbolaria, se fascina al ver que incluso puede salvar vidas.
Pero cuando Mary es acusada de brujería, su mundo se desmorona. ¿Podrá sobrevivir su relación con Elizabeth?
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Convirtiéndose en la Bruja Pannell - Melissa Manners
1
CENA
KIPPAX, YORKSHIRE DEL OESTE, 1556
Mary cortó las zanahorias y volvió a repasar las palabras que iba a decir. Quería estar preparada para explicarle a su padre, exactamente, por qué estaba preparada para buscar trabajo.
—Pon el caldero con patatas al fuego —le dijo Mary a Ellen, señalándole las llamas que desprendían una luz tenue en el centro de la habitación.
Ellen ya tenía catorce años, edad suficiente para cocinar para la familia.
—¿No puedes hacerlo tú? —dijo suspirando—. Estoy esperando a alguien —estaba arrodillada en el banco que había junto a la ventana con la mirada clavada en el camino que llevaba hasta la puerta.
—¿A quién esperas? —preguntó Mary entrecerrando los ojos mientras ponía el caldero en el fuego—. ¿Has invitado a alguien? ¿Le has pedido permiso a padre? —Mary no quería que algún amigo de Ellen viniera y echara a perder su oportunidad de hablar con él. Su padre no iba mucho a cenar, y hoy estaba de buen humor, así que era la oportunidad perfecta.
—No te preocupes, ya lo sabe —dijo soltando una risita.
Echó las zanahorias y, una vez se ablandaron, las sirvió en los platos. Después sacó el pollo del horno y usó un cuchillo afilado para cortarlo.
Ellen dio un gritito y fue corriendo a mirar por la ventana.
—¿Puedes tranquilizarte? —preguntó Mary.
—Está aquí —dijo Ellen.
Un hombre alto, delgado y con el pelo oscuro estaba acercándose a su humilde casa.
—Padre, ¿tenemos un invitado para la cena?
Su padre salió de su habitación bostezando.
—¿Padre? —insistió Mary.
—Pues sí —empezó a decir frotándose los ojos, recién levantado de la siesta—, el joven John Pannell se unirá a nosotros esta noche. ¿No te lo dije?
—No, no lo hizo —murmuró Mary—. Serviré otro plato —ya no quedaban apenas patatas, así que cogió una de cada plato y las añadió al del invitado—. Ellen, saca el mantel y trae una silla más de fuera. Ah, y ve a traernos vino.
Ella sonrió y, esta vez, hizo lo que le dijo sin rechistar.
—Padre, no puede recibir a un invitado así, vaya y póngase una camisa. Y cepíllese el pelo —su padre arqueó las cejas, pero obedeció a su hija. Estaba bastante calvo, pero aún le quedaban algunos pelos canosos que tenía tiesos, como si hubiera estado corriendo.
Mary se cepilló el pelo y tuvo el tiempo justo para cambiarse el vestido antes de que llamaran a la puerta. Entró en el salón dejando salir un suspiro sonoro.
Su padre invitó a entrar al hombre y se lo presentó a su hija menor, Ellen.
—Naturalmente, ya conoce a mi hijo, William, que está trabajando esta noche. Y esta es mi hija mayor, Mary —dijo con una amplia sonrisa.
No tenía más de veinte años. Su pelo sedoso estaba echado para atrás enfatizando sus altas mejillas y su amplia mandíbula. Estaba bien afeitado y sus ropajes no estaban ni arrugados ni rasgados. Ningún hombre del pueblo se cuidaba de esa manera.
—Encantado de conocerla —dijo haciendo una reverencia con la cabeza—. Déjeme verla.
Mary se puso recta, con las manos en la espalda y la mirada en el suelo.
—¡Ahora vuélvete! —dijo Ellen con una sonrisita—. Y hazlo lentamente.
Mary se ruborizó, pero se agarró las faldas y giró haciendo un pequeño círculo.
—Servirá —dijo él recorriéndola con la mirada y le dijo a su padre—. No es demasiado sencilla, ni demasiado delgada. Es más, podría considerarse hasta guapa.
Ellen ahogó un grito.
—Como su madre —dijo su padre sonriendo.
—Soy John Pannell —continuó él—. En realidad, me crie en Kippax, pero he estado ausente unos años, trabajando. No necesita saber más detalles —tenía una voz grave y calmada.
No había duda de que era un hombre atractivo, pero todo lo que había dicho hasta ahora la había incomodado.
—Gracias por acompañarnos hoy —dijo con una sonrisa educada—. Por favor, siéntese —Mary le señaló a la mesa donde su familia ya estaba sentada. Ellen estaba en la silla que había traído del jardín y había dejado el asiento normal, junto a Mary, para John.
Mary llevó los platos a la mesa, sirviendo a John primero y a ella la última.
John se levantó y retiró la silla de Mary para que se sentara, rozándole el hombro mientras empujaba la silla. Mary no estaba segura