SE ha cambiado de ropa y ahora luce para nuestra entrevista una camisa vaquera más informal. Acaba de terminar de grabar el último programa de Pasapalabra antes de cogerse sus merecidas vacaciones navideñas y quiere estar cómodo. Lleva más de ocho horas en el plató, pero no tiene prisa y si la tiene (recordemos, que está a punto de marcharse de vacaciones) lo disimula bien. Roberto Leal (43) es tremendamente diplomático. “¿Estás deseando que terminemos?”, le preguntamos. “Bueno, es que tengo más hambre que un alcalde nuevo”, bromea él. “Pero está siendo un placer”, añade.
El placer es charlar con un tipo que, aunque se ha convertido en el presentador del programa con más audiencia de la televisión nacional, sigue teniendo los pies en la tierra. Incluso se pone nervioso durante la sesión de fotos y juguetea con su alianza de boda, la que lleva en el dedo anular de la mano derecha. “Cuando me pongo nervioso y no sé cómo posar, siempre hago esto. ¿A que funciona?”, le dice al fotógrafo.
Lo que funciona (y eso lo sabe la audiencia) es su buen humor y su talante. Un premio Ondas da fe de ello. El Roberto de detrás de cámara es casi mejor que el que está delante. Para eso se esfuerza: “Lo que yo quiero es que si tu abuela me ve un día por la calle se encuentre