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La Dama Buscadora: Hijos de la Diosa, #3
La Dama Buscadora: Hijos de la Diosa, #3
La Dama Buscadora: Hijos de la Diosa, #3
Libro electrónico296 páginas5 horas

La Dama Buscadora: Hijos de la Diosa, #3

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Información de este libro electrónico

Se dice que puede encontrar a quien sea, cuando sea, donde sea. Huye tan lejos como puedas, reune amigos armados hasta los dientes, no te servirá de nada. Ella se acerca. Detrás de ti, siempre detrás, siempre acercándose está la Buscadora. Nada puede detener a la cazarrecompensas, nada puede distraerla, sólo hay una cosa a la que le teme: a la jinete del dragón.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 sept 2021
ISBN9781667414157
La Dama Buscadora: Hijos de la Diosa, #3

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    La Dama Buscadora - Prudence MacLeod

    La Dama Buscadora

    Una novela de Prudence Macleod

    Edición E-Book

    ––––––––

    Publicado por:

    Shadoe Publishing para

    Prudence Macleod en E-Book

    Copyright © Prudence Macleod Mayo 2016-2021

    ––––––––

    La Dama Buscadora

    Notas de Licencia de la Edición E-Book:

    Este eBook está autorizado únicamente para uso personal. Este eBook no debe revenderse ni entregarse a otra persona. Si quisiera compartir este libro con alguien más, por favor compre una copia adicional para cada persona a quien se lo quiera compartir. Si está leyendo este libro y usted no lo compró, o no fue comprado para uso personal, debería conseguir su propio ejemplar. Gracias por respetar el trabajo del autor.

    Todos los derechos reservados. No se deberá reproducir, guardar en un sistema de recuperación o transmitir de cualquier forma ninguna parte de este libro sin previa autorización de Prudence Macleod o de Shadoe Publishing, exceptuando a algún crítico que quiera citar extractos cortos en una crítica para publicación en un periódico, revista o diario.

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    Twitter: @PrudenceMacLeod

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    Si gusta estar al tanto para enterarse de historias y lanzamientos de libros, consulte

    www.ShadoePublishing.com o http://ShadoePublishing.wordpress.com/.

    NOTA DE LA EDITORIAL

    Esta obra es ficción. Nombres, personajes, lugares y acontecimientos son producto de la imaginación del autor o tienen un uso ficticio, cualquier parecido a personas, vivas o muertas, negocios, acontecimientos o locales es pura coincidencia.

    La editorial no posee ningún control ni se hace responsable del contenido de los sitios web del autor ni de terceros.

    Encontrando una Buscadora

    Lenora Schmidt se encontraba de pie en la entrada, mirando fijamente la casa, temiendo entrar. Esta casa había sido su hogar durante veinte años, pero ella sabía que iba a dejar de serlo. No después de darle la noticia a su padre. Ella suspiró profundamente, luchando contra su instinto de huir y discutiendo consigo misma en su mente. 

    —Él va a enfurecerse, eso lo sabes —se dijo a sí misma—. Se va a volver loco de remate y alguien tendrá que sufrir las consecuencias, probablemente yo. Tendré suerte si no me mata al instante. Debería escapar mientras puedo. Maldición, nunca debería haber regresado a casa. No, mínimo les debo esto; al menos a mamá. Muy bien, mantente alerta, mantén despejado el camino hacia la puerta y enfrenta la música. Él va a culparte por esto, eso lo sabes.

    Su padre era un hombre violento, siempre lo había sido, era propenso a ataques de ira. Él había logrado mantenerse lejos de prisión porque, en gran medida, desquitaba su ira en su esposa e hijos, sobre todo en Lenora. Ella, por su parte, había pasado la mayor parte de su corta vida aprendiendo a esquivar, mentir, esconderse y todo lo que fuera necesario con tal de evitar las golpizas. En esta ocasión, ella sabía que no había otra opción más que escapar, lo que haría que su madre fuera quien recibiera los golpes. Ella irguió la espalda y cruzó la puerta.

    —Lenora, regresaste —exclamó su madre—. Wilson, regresó.

    —Te fuiste durante varias semanas —dijo un hombre corpulento de cuarenta y tantos años—. ¿Encontraste a Belinda?

    Belinda era la hermana menor de Lenora, la niña de los ojos de su padre, y había desaparecido desde hace varios meses.

    —Sí —respondió Lenora en voz baja mientras se mantenía cerca de la puerta—. La encontré.

    —Bueno, ¿en dónde está? ¿La trajiste de regreso?

    —No, se negó a regresar.

    —¿Entonces en dónde está? Iré yo mismo a traerla de regreso —ya se estaba enojando y se estaba acercando a Lenora.

    —Está en Los Ángeles, pero le prometí que no diría en qué parte.

    —¿Qué? ¿Qué diablos está pasando, jovencita? Me dirás en dónde está tu hermana ahora mismo —agarró a Lenora de la parte delantera de su chamarra, pero ella se retorció para quitársela y cayó al piso—. ¿Por qué demonios no me dices dónde está? —le lanzó de vuelta su chamarra.

    Lenora no pudo soportarlo más.

    —Porque ella me rogó que no lo hiciera, ese es el por qué. ¿Quieres saber en dónde está y qué es lo que ha estado haciendo desde que huyó de casa? Es una estrella porno.

    —¿Qué? —eso lo hizo detenerse.

    —Como escuchaste, ella es una estrella porno. Huyó de casa, conoció a un tipo que fue bueno con ella y quien la metió a hacer videos. A ella le gusta bastante su trabajo.

    —Estás mintiendo, maldita perra. Siempre le tuviste celos. Ahora dime la maldita verdad —la pateó con fuerza en el estómago, sacándole el aire de los pulmones.

    Lenora luchó para recuperar su aliento antes de lanzar como frisbee un estuche de DVD. Lo golpeó en el pecho.

    —Míralo tú mismo —jadeó ella mientras se ponía en pie con dificultad.

    —Oh bendito Jesús. Oh dios mío —él miraba fijamente la portada del estuche, miraba la foto de su pequeña, desnuda y con un pene en la boca. Lenora corrió hacia la puerta, pero él la agarró del pelo y la jaló de regreso—. ¡Todo esto es tu maldita culpa! —gritó él mientras le pegaba con fuerza—. ¡Tenías que vigilarla, mantenerla lejos de problemas! ¡Mira lo que has hecho! La has echado a perder —él siguió gritando mientras le propinaba puñetazos. Al final, la lanzó hacia la entrada—. ¡Fuera de mi vista, puta! No te atrevas a regresar.

    Lenora intentó arrastrarse lejos. Tenía un brazo roto, tres dientes flojos, dos costillas rotas, una fractura en su pómulo, la nariz rota y ambos ojos cerrados debido a la hinchazón. Sangre fluía desde su nariz mientras intentaba alejarse arrastrándose, los gritos de su madre retumbaban en sus oídos. Casi llegaba a su coche cuando sus fuerzas se agotaron. Se quedó ahí en la entrada, rezando para que algún vecino llamara a la policía. En su interior sabía que eso no pasaría. Nunca pasaba. Todo el vecindario le tenía pavor a su padre. Ella trató de moverse nuevamente, pero su fuerza se disolvió en medio de oleadas de dolor.

    De pronto el dolor se desvaneció. Una vasta presencia la rodeó, calmándola y manteniendo el dolor a raya.

    —¿Quién o qué eres? —preguntó ella en silencio—. ¿Cómo estás haciendo esto?

    —Lo importante no es el cómo, Leonora, hija mía —dijo una voz gentil y a la vez rica y cariñosa. La voz habló directo en su mente, respondiendo a las preguntas que ella pensaba pero era incapaz de pronunciar—. Lo que importa es que estás gravemente herida. Puedo curarte si así lo deseas.

    —Hazlo —pensó Lenora—. Sé que quieres algo, y haré lo que sea que me pidas. Sólo sácame de aquí.

    —En efecto, tengo una misión para ti, Lenora; sin embargo, eso puede esperar hasta que hayas descansado y te hayas curado. Por ahora curaré tus heridas si me prometes que escucharás atentamente mi propuesta más tarde. Una vez que puedas tomar una decisión que no esté influenciada por el dolor, hablaremos. Por ahora te curaré si me prometes que escucharás.

    —Escucharé lo que sea una vez que sobreviva. Por favor, sácame de aquí antes de que él salga y venga por mí.

    —Él no podrá dañarte más, lo prometo. Quédate quieta para que pueda curarte.

    Lenora suspiró al tiempo que una oleada de energía dulce y cariñosa la recorría. Se rio mientras sentía sus costillas y su brazo reacomodarse donde debían para unirse. Estuvo a punto de exclamar con gozo al sentir su energía elevarse. Sus dientes dejaron de dolerle y volvieron a acomodarse, y luego sus ojos se abrieron de nuevo. Se encontraba sola en la entrada. Aún podía sentir la vasta presencia cariñosa rodeándola, pero estaba sola.

    Con un grito de placer, ella se puso en pie y corrió lejos al mismo tiempo que la puerta se abría de golpe detrás de ella. Escuchó a su padre maldiciendo mientras la perseguía, pero ella gritó de alegría al tiempo que aceleraba. Lenora sentía que podía correr eternamente. Pasó volando a lo largo de la calle, atravesó el campo abierto y siguió directo al río. Al llegar al puente, miró atrás. Su verdugo había abandonado su búsqueda. Lenora bajó bailando por el terraplén y se ocultó. Aún podía sentir la presencia en ella.

    Muy bien, soy como el trol debajo del puente —se sentó sobre una roca al lado del lento río, respirando profundamente—. Creo que estoy lo suficientemente a salvo como para hablar. ¿Quién eres y cómo puedo pagarte por lo que hiciste?

    —Soy Moragah, diosa de la Sabiduría y Defensora del Débil. Ocasionalmente creo una sacerdotisa que me sirva de manera especial. Estaba buscando a alguien para eso cuando te encontré.

    —¿Una sacerdotisa? ¿Servirte de manera especial?

    Había regocijo en la voz de Moragah, lo que hizo sonreír a Lenora. Se sentía tan segura y amada en presencia de la diosa.

    No es lo que te imaginas. Conozco las religiones modernas, pero no tienen nada en común con lo que te voy a pedir. Permíteme mostrarte algunas de las otras sacerdotisas.

    Fue como ver una película, y Lenora quedó cautivada. Vio a una chica rubia prácticamente volando sobre techos antes de caer como una bomba en medio de una pandilla callejera. Observó cómo esa chica diezmaba a los agresores. Luego fue el turno de una chica de piel oscura con ojos fríos y mortales. Salió de una pared y destruyó a varios hombres quienes estaban golpeando a una mujer. Después vio a una rubia de baja estatura que lanzaba fuego de sus manos para luego cruzar ese mar de llamas cargando a una víctima lejos de sus abusadores. La última fue una guerrera élfica montando a espaldas de un dragón. Cuando la bestia aterrizó, la guerrera se transformó en una mujer no más vieja de lo que era Lenora.

    —Increíble suspiró—. Son asombrosas.

    Penny enfrenta la violencia en donde la encuentra. Kara y Tasha luchan para traer justicia a una ciudad en donde es raro tenerla. Y La Dama Sombra, Seline, es una cazadora. Caza portadores de oscuridad y los detiene. Se esfuerza para regresar el balance entre la oscuridad y la luz.

    —¿Quieres hacerme parecida a ellas?

    —Sí y no Lenora. Tengo una tarea diferente para ti, si estás dispuesta a llevarla a cabo.

    —Nada de dragones. Le tengo miedo a las alturas. Me caería de ese monstruo y me rompería el cuello.

    El regocijo de Moragah la llenó y ella no pudo reprimir una risa.

    Muy bien, nada de dragones para ti. No, Lenora, le concedí a Seline un enorme poder, pues su tarea era la más importante de todas. A ti te concederé habilidades diferentes. Serás más fuerte que una docena de hombres. Tus heridas sanarán casi al instante. Cuando seas atacada o estés bajo estrés, entrarás en modo de combate, que te permitirá moverte a una velocidad impresionante y hará parecer que todo lo demás está en cámara lenta.

    » Necesito a una buscadora, Lenora. Hay muchas almas, y muchas se han perdido y han sido abandonadas por el mundo. Muchas no cuentan con apoyo, pero sin que lo sepan, hay aquellas que las aman y las buscan constantemente. Tu misión sería encontrar a quienes se han perdido, ambos humanos, y otra, reunirlos con aquellos que los aman. Para esta misión, tendrás la habilidad de rastrear el olor como un lobo de caza. Podrás ver en la oscuridad, escalar fácilmente cuando parezca imposible e instintivamente evitarás el peligro. También tendrás un innato sentido de la dirección. Estas habilidades y más serán tuyas si decides ayudarme.

    —¿Todo eso y más? ¿Todo mientras ayudo a reunir a otros con sus familias? ¿Y qué pasa si sus familias son como la mía?

    —Lo sabrás al momento, Lenora, y te negarás a ayudar a la familia. Recuerda, defender al débil es nuestro objetivo principal.

    —Moragah, me siento mejor que como nunca antes me había sentido. Lo haré. Oh dios, no puedo esperar a iniciar.

    Una cosa más.

    —¿Oh?

    —Sí. Una vez que hagamos esto, no hay vuelta atrás. Nunca. Serás mía por completo. Mis leyes, y sólo mis leyes te corresponden. Te poseeré y siempre estaré contigo, experimentando todo lo que tu experimentes. Siempre estaré contigo como una parte de tu ser. También, siempre que sea posible, me gustaría disfrutar de una oración de saludo cada día al amanecer. ¿Estás de acuerdo con eso?

    Lenora no dudó.

    Entendido. Puedo hacerlo, y el tenerte conmigo como una parte viva en mi ser sería lo más perfecto que nunca haya experimentado.

    —Entonces eres mía, hija mía. Prepárate, pues me han dicho que esto duele como un demonio, pero sólo dura un momento. Luego aliviaré tu dolor y te convertirás en La Dama Buscadora.

    Lenora respiró profundamente antes de asentir. Repentinamente, cada célula en su cuerpo pareció estallar en llamas, arrancando un alarido de dolor de sus labios. El dolor desapareció antes de que el eco de su grito se perdiera en el aire. Ella se sentó con una mano posada sobre su corazón, jadeando.

    —Listo, Dama Buscadora, sacerdotisa mía. Prepárate, pues tu abusador se acerca ahora mismo.

    —Mierda, va a encontrarme. ¿Qué voy a hacer?

    —Lo que debas, sacerdotisa mía. Te he preparado. Encárgate de este hombre de la manera que quieras.

    —Quiero matarlo.

    —Entonces hazlo con mi bendición.

    Después de decir eso, Moragah se retiró y Lenora se quedó sola debajo del puente, de pie sobre las piedras mientras su padre descendía por la orilla y corría hacia ella.

    De repente, el mundo del hombre se fue al infierno. Ella dio una patada y le rompió una pierna. Luego ella saltó hacia él y le rompió un brazo. Con una mano lo agarró del cuello y lo sostuvo en el aire.

    —Nunca más, ¿me escuchas? Nunca más. Si llego a escuchar que volviste a golpear a mi madre de nuevo, regresaré y te mataré a golpes. ¿Entendido?

    Ella lo soltó antes de alejarse caminando, cruzando el río por las rocas expuestas y desapareciendo por la otra orilla. Ni siquiera regresó por su coche.

    Empezando

    Lenora daba saltitos mientras caminaba por la calle. Una ambulancia pasó chillando y deseó que fuera para su madre, no para su padre.

    Tal vez debería regresar por el coche. No, está a su nombre, él lo reportaría como robado. Todo lo que tengo es la ropa que traigo, pero soy libre por primera vez en mi vida.

    —¿Antes no eras libre, hija mía?

    —No, señora Moragah, no lo era. Sin importar a dónde fuera, o lo que hiciera, vivía temiéndole a él. Si regresaba a casa tarde, tenía bajas calificaciones, decía algo que no debía..., nunca terminaba bien. Ahora me siento libre. No me importa lo que él piense, o lo que él haga, nunca regresaré ahí y nunca más tendré que tenerle miedo a ese hombre.

    Una gota de lluvia cayó en su nariz y ella se detuvo para mirar hacia arriba.

    —No puede ser. ¿Lluvia? ¿Ahora? —varias gotas cayeron después de la primera—. Espera, hay otro puente. Más vale que te apures Lennie.

    Comenzó a correr y se sorprendió por lo rápido que apareció el puente. Había rebasado a un coche viejo.

    Una vez a salvo de la lluvia bajo el puente, Lenora llamó otra vez a su salvadora.

    ¿Señora Moragah?

    —Aquí estoy Lenora.

    —¿Qué acaba de pasar?

    —Penny le llama modo de combate. Cuando te veas amenazada o en medio de una pelea, ganas velocidad y parece que el mundo está en cámara lenta. También puedes usar este método para otras cosas.

    —¿Como resguardarse de la lluvia?

    —Exactamente. No te preocupes Lenora, la ayuda ya viene en camino. Ella llegará en un momento.

    —¿Ella?

    —Penny, la primera sacerdotisa que te mostré. La conocen como La Dama Azul. Ah, aquí está.

    Moragah se retiró y Lenora escuchó el crujido de llantas sobre el camino de grava cuando el coche se detuvo. Un momento después, se escuchó una voz al tiempo que la lluvia caía con más fuerza.

    —Oye, Dama Buscadora, trae aquí tu trasero antes de que me empape.

    —Voy.

    Lenora se apresuró a salir de su escondite y rápidamente subió de vuelta al borde de la carretera, yendo hacia el coche que la esperaba. Descubrió que el coche estaba encendido, pero no vio a ningún conductor. Ella entró.

    —Muévete, tú conduces —la voz vino del asiento trasero.

    Ella se movió al lado, se abrochó el cinturón de seguridad y luego puso el coche en marcha.

    —¿A dónde?

    —A donde sea está bien —contestó la voz. Podía escuchar a alguien retorciéndose en la parte de atrás—. Bien, cuidado, voy para allá.

    Una atlética figura se deslizó desde el asiento trasero y se acomodó en el asiento del copiloto.

    —Hola, soy Penny.

    Ella alargó una mano y Lenora la estrechó.

    —Vaya, en verdad eres La Dama Azul.

    —Me gustaría decir que soy la única, pero hay otra más.

    —Escuché todo tipo de historias cuando estaba buscando a mi hermana.

    —¿En serio? ¿Cosas aterradoras?

    —Bastante aterradoras. Luego la señora Moragah me mostró más y eso en serio que me asustó.

    —Oh, vamos, no soy tan aterradora. Dama Buscadora, disculpa que tardé en llegar.

    —¿Llegaste tarde? —preguntó Lenora mientras encendía los parabrisas y los ponía a máxima velocidad—. No entiendo.

    —Se suponía que llegaría temprano por la mañana. Mi plan era detenerlo antes de que te lastimara, luego sacarte de aquí, hablarte sobre Moragah y entonces darte tiempo para que decidieras qué era lo que querías hacer. No tenías por qué salir herida, y por eso me disculpo.

    —Oye, no hay problema. La señora Moragah me arregló y estoy como nueva, incluso mejor que eso. ¿Qué pasó para que llegaras tarde?

    Penny sonrió aliviada al notar el brillo en los ojos de la chica.

    —Bueno, primero me quedé sin gasolina, luego me detuve para llenar el tanque. Me rompí una uña mientras bombeaba la gasolina. De ninguna maldita manera iba a seguir mi camino hasta que no estuviera arreglada. Luego observé mi pelo en el reflejo del espejo y...

    Para ese punto, Lenora ya estaba riendo.

    —Muy bien, ahora entiendo. No te culpo en lo más mínimo. Oh, mis amigos me dicen Lennie. Ahora, en serio, ¿qué sigue?

    —¿Qué sigue?

    —Sí, ¿qué prosigue? ¿Qué se supone que haga?

    —Te tomas aproximadamente una semana para acostumbrarte a tus nuevos poderes. Te ayudaré a descubrir qué puedes hacer para sacarle máximo provecho a esos nuevos superpoderes y luego iremos a visitar a Kara y a Tasha para ver si sus soldados pueden ayudarte a mejorar más esas habilidades.

    —Muy bien, entrenamiento militar por un mes, ¿y luego?

    —¿Luego te dejo con Sombra y Víbora?

    —¿La jinete del dragón? Ni hablar, olvídalo. ¿Quién o qué es Víbora?

    —Un amigo de Sombra. No querrás provocarlo. En fin, todo depende de ti, chica. Eres tú quien decide.

    —¿Yo?

    —Sí, tú. ¿Algo nuevo para ti?

    —Bastante, Penny. Será la primera vez.

    —¿Quieres hablar sobre eso?

    —Mi padre es un hombre atroz, pero eso ya lo sabes.

    —Ajá.

    —Siempre se trataba de control. Siempre le tenía miedo, sin importar en dónde estuviera yo o qué estuviera haciendo, o qué tan lejos me encontrara, él seguía teniendo el control. Cada decisión tenía incorporado un ¿qué hará él cuando se entere?.

    Penny alargó la mano para apretar con gentileza el brazo de la chica.

    —Nunca más, chica. Nunca más. Entonces, ¿qué va primero?

    —No lo sé, yo... oh mierda, alguien está perdido y sufriendo.

    Ella detuvo el coche antes de salir de un salto del vehículo para saltar sobre una barda y salir corriendo hacia los campos cercanos. Penny la seguía de cerca. Corrieron a través del campo rumbo al bosque. Justo en medio de los árboles lo encontraron, un joven cachorro Beagle cuya pata estaba atrapada en una trampa de alambre.

    —Tranquilo, tranquilo, te tengo —Lenora estaba tratando de calmarlo para liberarlo, pero el cachorro intentaba lanzarse a sus brazos para lamerle el rostro.

    Penny partió la rama que lo aprisionaba.

    —Vamos. Le podemos quitar el alambre

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