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La Dama Justicia: Las Hijas de la Diosa, #2
La Dama Justicia: Las Hijas de la Diosa, #2
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Libro electrónico281 páginas4 horas

La Dama Justicia: Las Hijas de la Diosa, #2

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Información de este libro electrónico

Tasha Stewart hizo un pacto con una diosa después de haber presenciado el asesinato de sus padres y de que su vida estuviera en peligro. Tasha, a cambio de superpoderes, traería Justicia a la ciudad. Una Justicia implacable y sin piedad que no tuviera necesidad de abogados o juicios. ¿Podrá ser capaz de cumplir su promesa sin que su verdadero ser se corrompa? ¿O sucumbirá a la fuerza fría e insensible que es La Dama Justicia? Sólo la inesperada compasión hacia un monstruo y su amistad con La Dama Azul la mantendrán firme en su convicción.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento4 ago 2021
ISBN9781667409085
La Dama Justicia: Las Hijas de la Diosa, #2

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    La Dama Justicia - Prudence MacLeod

    LA DAMA JUSTICIA

    Una Novela de Prudence Macleod

    Publicado por:

    Shadoe Publishing for

    Prudence Macleod

    Copyright English © Prudence Macleod December 2015

    Copyright Spanish © Prudence MacLeod December 2020

    ¿Justicia?

    Tasha daba vueltas en su cuarto, lívida. ¿Castigada? ¿Quedarse en su cuarto? Tenía veinte años, por el amor de dios. Había participado en una marcha, no en un motín. Se quitó de un jalón la liga que amarraba su largo y oscuro cabello llena de frustración. Maldición, esto estaba mal, muy mal.

    —Marché por justicia, pero no hay justicia para mí.

    Con un profundo suspiro se paró frente al espejo y contempló su aspecto exótico. Su madre pertenecía a las Primeras Naciones[1] y su padre era negro. Ella tenía largo cabello lacio, pómulos altos, el tono claro de su madre más los luminosos ojos y la brillante sonrisa de su padre. Pero esa sonrisa no estaba presente esta noche.

    Castigada, sí, como no. Con un demonio lo estaba.

    —En serio necesito conseguir un lugar aparte.

    Se puso rápidamente unos mallones negros y una playera de tirantes. Unas cuantas cosas esenciales y ropa interior de repuesto y estaba lista para irse. Tasha apenas estaba saliendo por su ventana cuando escuchó la puerta de la entrada estallar hacia dentro. Se escucharon gritos de ¡En el piso, negro! ¡Ahora!. Hubo más gritos, su madre gritó y luego se escucharon disparos.

    En shock, horrorizada y temblando, Tasha se quedó congelada, con el estómago revuelto y escuchando las voces procedentes de la planta baja.

    —Dios santo, Murdock, ¿qué demonios te pasa? Ahora tenemos que lidiar con esto y esperar que no cause otro motín.

    —Él trató de matarme, lo viste, Jim.

    —No vi una maldita cosa, Murdock. Él no estaba armado y tampoco la mujer. De acuerdo muchachos, esto es un maldito desastre. Registren la casa, encuentren a esa maldita niña y mátenla de un disparo. No hay que empeorar la situación más de lo que ya está. Malditos negros. Y asegúrense de conseguir ese celular.

    Al escuchar la orden, Tasha volvió en sí. Todos esos años de gimnasia en la escuela dieron resultados cuando ella salió por la ventana y se columpió hacia el techo. Fue justo a tiempo. Escuchó las pisadas de botas en el piso de su cuarto, y luego la voz.

    —Ah mierda, ella estaba aquí, pero salió por la ventana. Tal vez esté a varias cuadras de distancia y contándoselo todo a la prensa en este mismo momento. Esto nos saldrá bastante caro. Mierda. De acuerdo, volvamos a la estación para preparar nuestra coartada.

    Temblando de miedo, Tasha Stewart se agarró fuerte del ligeramente inclinado techo, lágrimas corriendo por su rostro. Había pasado más de una hora cuando la ambulancia y el coronel llegaron, pero para ese entonces ella ya había bajado y se había ido de ahí. Mientras el sol se alzaba sobre el horizonte, ella no pudo más y lloró a lágrima viva en el sótano de un edificio abandonado.

    —Ni siquiera les pude decir adiós —se lamentó entre lágrimas.

    Le tomó casi todo el día, pero al final se quedó sin lágrimas. El hambre fue lo que eventualmente la devolvió a las calles. No fue hasta que intentó pagar un emparedado que se dio cuenta de que no traía nada de dinero encima, y no tenía el valor de usar una tarjeta del banco. Tenía que regresar a la casa. A media cuadra de distancia lo encontró, un coche de policía sin marcar.

    La casa estaba siendo vigilada. La estaban buscando a ella. De repente, Tasha se dio cuenta de que ella había sido el objetivo desde un inicio. Sus padres habían sido asesinados por su culpa. Maldición, sólo había ido a una manifestación de protesta. No eran terroristas. Aunque así les habían llamado. Rompió a llorar de nuevo y huyó otra vez hacia el edificio abandonado. Se pasó la noche temblando de miedo y de frío. De tanto llorar, cayó en un sueño irregular.

    * * * * *

    Tasha se despertó lentamente, el miedo corroyendo su alma. No estaba sola en el húmedo sótano. Los finos cabellos de su nuca estaban de punta y un escalofrío recorrió lentamente su espalda.

    —Relájate, mujer —suspiró una suave voz femenina—. No voy a lastimarte.

    Quien hablaba era una chica bajita no mayor que Tasha. La chica tenía espirales azules pintadas en su rostro y en sus brazos.

    —¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres?

    —Me llaman La Dama Azul. Soy Kara. Tú eres Tasha y estás en un gran problema. Estoy aquí para darte una alternativa que tal vez no hayas considerado. ¿Tienes hambre?

    —¿A qué te refieres con alternativa? Espera, ¿qué? Sí, estoy hambrienta. ¿Tienes algo de comer?

    —Claro, ten —le lanzó a Tasha un par de barras de raciones militares y luego sacó una botella de agua de su mochila. Se la entregó también.

    El hambre hizo que a Tasha se le olvidara todo. Devoró las barras y dio tragos grandes al agua. Un momento después estuvo consciente de la chica bajita que la observaba.

    —Estas son raciones militares, ¿de dónde las sacaste?

    —Las tomé de un soldado que intentó violarme. ¿Te sientes mejor?

    —Sí, gracias. Espera, ¿a qué te refieres con alternativas? ¿De qué estabas hablando? ¿Qué sabes sobre mí?

    —Lo sé todo sobre ti, Tasha. Sé lo que te pasó a ti y a tu familia. Me gustaría quedarme y ayudarte, pero tengo otro encargo que no puede esperar —la chica comenzó a quitarse la pintura azul del rostro—. Ten, toma esto y limpia tu cara; tienes el rímel corrido de tanto llorar.

    Tasha aceptó agradecida el pañuelo y limpió su rostro.

    —¿Mejor? —Tasha asintió en agradecimiento—. Tasha, sé lo que estás pensando hacer. Es una mala idea, chica.

    —Espera. ¿Qué? ¿Cómo es que sabes lo que estoy pensando? ¿Tienes poderes o algo así? ¿Puedes leer mentes?

    Kara sonrió.

    —No, lo sé porque Moragah me dijo. Ella me lo dijo todo. Moragah sabe que quieres matar a esos tipos y quiere hablar contigo sobre eso.

    —¿Y quién o qué es Moragah?

    —Moragah es la diosa de la sabiduría, defensora de los débiles.

    —Una diosa. Ajá —Tasha giró los ojos y luego chilló cuando Kara saltó a su lado.

    —Relájate, mujer. Vamos, no voy a hacerte daño. Toma mi mano.

    A regañadientes, Tasha alargó la mano y tomó la pequeña mano entre sus delicados dedos. En ese instante fue consciente de la vasta presencia que la rodeaba, tranquilizándola, llevándose el dolor y la angustia de su mente.

    No me temas, hija mía. No voy a lastimarte, pero, sí, sí existo —había calidez y gracia en la voz que resonaba en su mente y Tasha se relajó por completo—. Escucha a Kara; escucha lo que tiene que decir con una mente abierta.

    Con eso, Kara soltó la mano de Tasha y la presencia de Moragah se retiró de su consciencia. Tasha se estremeció al sentir que el frío y la humedad del viejo sótano regresaban.

    —Muy bien, ahora que ya aclaramos eso...

    —De acuerdo, eso fue muy raro...pero agradable. Ni siquiera me importa cómo le hiciste. Así que, ¿cuál es el trato?

    —El trato es simple. Tú quieres matar a esos tipos que le dispararon a tu familia. No te culpo por ello; yo también lo haría. No obstante, eso sólo terminará matándote. Moragah quiere algo más para ti. Ella quiere ayudarte, y Ella quiere que tú le ayudes.

    —Ajá. Así que, ¿qué es en lo que esta diosa mágica tuya quiere ayudarme?

    —En lo que quieres hacer; en lo que querías hacer antes de que todo esto pasara. Ella trató de evitarlo, pero llegué demasiado tarde.

    —¿Demasiado tarde para qué?

    —Para evitar lo que le pasó a tu familia. Estaba del otro lado del país cuando recibí la llamada. Lo siento, Tasha.

    —¿Evitarlo? ¿Cómo hubieras podido evitarlo?

    —Tengo mis métodos —suspiró Kara—. Al inicio se suponía que tenía que detener el asesinato de tu familia y luego hablar contigo sobre tus esfuerzos para traer justicia a la gente de esta ciudad; tu loco deseo de ayudar a la gente aunque ellos no quieren tener que ver nada contigo porque no eres como ellos. Ahora todo cambió. Algo más surgió y tengo que irme.

    Kara se puso en pie y alargó una mano hacia su mochila, pero Tasha la detuvo.

    —Espera, esa voz dijo que hablara contigo...

    Con un suspiro, Kara se sentó con las piernas cruzadas en el piso.

    —De acuerdo, esta es mi historia. Tenía doce cuando fui secuestrada en frente de mi escuela. Fui violada y obligada a prostituirme en la costa oeste. Unos años de terror más tarde, fui rescatada por La Dama Azul.

    —Dama Azul, dijiste que eras La Dama Azul.

    —Una de ellas. Fui hecha sacerdotisa de Moragah después del rescate. No podía encajar en una vida normal, ¿sabes? De todas formas, nos llamamos Dama Azul. No tengo idea de por qué, pero creo que tiene que ver con las espirales sagradas que pintamos en nuestro rostro cuando salimos a enfrentar a los malos. Moragah me hizo una sacerdotisa; eso me dio una razón para seguir viva. Ahora pateo traseros y tengo una lista de objetivos, además de estar siempre un paso delante tanto de la policía como de los criminales a los que me enfrento.

    —Patear traseros, ajá.

    —Oye, puedo ser pequeña, pero soy poderosa —sonrió Kara.

    —Claro.

    Kara suspiró y bajó la mirada al piso.

    —Parece que tengo que demostrarlo.

    Tasha chilló cuando Kara salió disparada del piso y se perdió de vista en medio de un borrón. Ella se estaba moviendo demasiado rápido como para seguirla con la vista. Un poste de soporte fue arrancado de su base y el piso encima de ellas gruñó cuando el poste se convirtió en astillas. Kara volvió a foco, respirando profundamente. Fulminó con la mirada la madera y esta estalló en llamas. Un momento después, Kara alargó la mano y la cerró en un puño; las llamas se extinguieron al instante.

    Le sonrió a Tasha, quien estaba sentada y recargada con fuerza contra la pared, sus manos cubriendo su boca.

    —Eso fue sólo una prueba. Puedo hacer otras cosas. Por ejemplo, siempre sé en qué dirección ir y puedo escuchar a lo lejos si me concentro. Cosas como esas, ¿sabes?

    —Oh por dios —Tasha exhaló suavemente.

    —Una sacerdotisa de Moragah tiene superpoderes, todas tenemos. Algunas son diferentes. Por ejemplo, Penny puede escalar corriendo un edificio. Vaya que es asombrosa.

    —¿Cuántas de ustedes hay?

    —Por lo que sé, de momento sólo somos tres. Mira, me tengo que ir. Habla con Moragah antes de que hagas algo, ¿de acuerdo? Sólo habla con Ella. Si esta vida no es para ti, no habrá rencores.

    Kara recogió su mochila y trotó por las escaleras.

    —Espera. ¿¡¿Qué?!?

    —Habla con Ella, Tasha, sólo habla con Ella. No hagas nada más hasta que hables con Moragah.

    Al decir eso, Kara desapareció por la puerta. Tasha corrió por las escaleras, diciéndole que esperara.

    —Espera un segundo... —se quedó de pie mirando alrededor, de un lado al otro de la calle. No había rastro alguno de Kara, la pequeña mujer maravilla—. ¿Cómo demonios...? Oh, bueno, eso fue completamente raro. Tal vez todo fue mi imaginación. No importa. Necesito ir a casa. Necesito algo de efectivo, una ducha, algo de mi ropa y...oh dios, mamá, papá...

    Luchando contra las emociones que amenazaban por engullirla, Tasha se dirigió a lo que había sido su casa. La casa aún estaba siendo vigilada. Al diablo con todo. Tasha se perdió en la calle y sacó su teléfono. Estaba muerto. Maldición. Ella sabía que no podía seguir por el camino que había tomado. Necesitaba ayuda, así que se dirigió a casa de su mejor amiga.

    La casa también estaba siendo vigilada. ¿Qué demonios? Dio la vuelta por un callejón por detrás de la casa y silbó suavemente. Al tercer intento obtuvo respuesta.

    —Shhh, Tasha, ¿eres tú? Corre, chica. Los polis están por todos lados buscándote. Corre.

    Tasha corrió. Había estado en su escondite durante más o menos una hora cuando escuchó que alguien se acercaba.

    —Tasha, ¿estás ahí? —llamó una suave voz.

    —Denise, ¿eres tú?

    —No, soy alguien más. Claro que soy yo. ¿Quién demonios podría ser? No te veas tan decepcionada. ¿A quién esperabas, a la Mujer Maravilla?

    —Tenía la esperanza —suspiró Tasha mientras se sentaba en el piso y ponía la cabeza entre sus manos—. Dios, estoy frita.

    —Estarás peor si te capturan, mujer —Denise se acomodó junto a ella en el piso—. ¿Qué hiciste?

    —Nada, te lo juro, Dennie. Fui a esa manifestación de protesta, pero estuvo bastante tranquilo. Los polis quisieron demostrar su autoridad, pero nadie inició nada. Como siempre, negaron haberle disparado a ese tipo, los políticos prometieron llegar al fondo del asunto, y nada saldrá de eso. La misma mierda de siempre. Como comenzó a complicarse, regresé a casa. Cuando llegué, mamá y papá estaban escandalizados. Trataron de encerrarme en mi cuarto, por el amor de dios. Oh dios, mamá y papá... —rompió a llorar de nuevo y Denise rodeó entre sus brazos a la chica perturbada—. Lo siento —sorbió Tasha por la nariz mientras recuperaba el control de sus emociones.

    Denise la soltó antes de suspirar.

    —Los polis dicen que estabas drogada, enloqueciste y le disparaste a tus padres.

    —Claro que lo hice. ¿Acaso explicaron cómo conseguí un arma policíaca cargada?

    —No —rio su amiga—. Dejaron esa parte sin aclarar. Mira, Tash, tienes que salir de la ciudad. Las cosas se han vuelto completamente locas por aquí. Sabes que esos tipos te dispararán en cuanto te vean. Tash, no creo que la Asociación te ayude tampoco, sabes...

    —¿Quieres decir que es porque no soy negra? ¿Sólo una mestiza?

    —Oye, sabes que el señor Gimbal no quería decir eso. Es sólo que estaba molesto y...

    —¿Dejó salir sus verdaderos pensamientos?

    Denise agachó la cabeza y suspiró.

    —Sí, tal vez. Sólo lo dijo porque estaba asustado, Tash, lo sabes. Todos están tan malditamente asustados estos días. Mierda, si mi padre llegara a saber que estoy aquí hablando contigo...

    —Entraría en pánico, ¿no? Está bien. Sólo quiere mantener a salvo a su familia. Lo entiendo. Dios, estoy bien frita. No tengo nada de dinero, y no quiero usar una tarjeta, y apesto. Necesito una ducha, ropa limpia y necesito pensar. Vuelve a casa, Dennie. Ten cuidado y te haré saber en dónde termino si es que sobrevivo.

    Denise besó en la mejilla a su amiga, la abrazó con fuerza y se puso en pie para irse.

    —Ten, son veinte dólares. Es todo lo que tengo.

    —Gracias, querida. Te lo pagaré...algún día.

    —Más te vale. Ten cuidado y sal de la ciudad tan rápido como puedas. No te veré en un buen tiempo, Tash. Papá me va a enviar a otro estado para la universidad.

    Con eso, su única amiga se fue. Tasha cayó en depresión y lloró hasta quedarse dormida. Soñó. En su sueño, Kara, una rubia alta y una chica asiática, todas con espirales azules, se acercaron y se sentaron dándole la espalda, protegiendo su descanso.

    Sintiéndose repentinamente a salvo, Tasha se relajó, cayendo en un sueño más profundo y el sueño se desvaneció. Se despertó varias horas después, hambrienta, pero sintiéndose descansada. Refrescada.

    Tasha fue hasta una esquina alejada para ir al baño antes de regresar al montón de cajas de cartón aplastadas sobre las que había dormido. Era tiempo de hacer un plan. No podía seguir de la manera en la que estaba; tenía que hacer algo, lo que fuera. Tal vez debería hablar con un abogado. Era tan buen plan como cualquier otro.

    Arrestada

    El golpeteo constante de su pie estaba volviendo loco al oficial. Una parte de Tasha Stewart lo estaba disfrutando. No estaba disfrutando el resto. Había elegido un abogado al azar. A regañadientes, él aceptó tomar su caso. La primera cosa que él hizo fue convencerla de entregarse a la policía. La acompañó para asegurarse de que estuviera ella a salvo.

    Ahora estaban sentados en un pequeño cuarto con dos oficiales, un hombre y una mujer. Todo estaba silencioso de momento. Durante varios minutos, el oficial le había estado gritando a ella, inclinándose sobre el escritorio de manera agresiva.

    —¿Por qué mataste a tus padres?

    La respuesta de Tasha era la misma. Ella se alejaba del hombre enojado y le decía: —No lo hice, fue usted.

    Finalmente la oficial rompió el silencio.

    —¿En dónde está tu teléfono, Tasha? No lo traes contigo.

    —Supongo que lo perdí cuando hui.

    —Esa es una maldita mentira —rugió el oficial—. ¿En dónde está el condenado teléfono?

    —Lo perdí —le contestó gritando, no pudo aguantar más.

    —¿Podemos terminar esto rápido? —preguntó el abogado—. Tengo que estar en la corte en veinte minutos.

    —Bien, hemos terminado —gruñó el oficial—. Pónganla en una celda de detención.

    Se levantó y salió hecho una furia. El abogado la siguió mientras ponían a Tasha en la celda, la puerta cerrándose con un chasquido.

    —Estaré de vuelta cuando salga de la corte para sacarte de aquí. No te preocupes —mientras él se alejaba, Tasha lo escuchó hablando con el oficial—. No sé en dónde está su teléfono, no lo traía consigo cuando vino a mi oficina.

    —Parecían bastante cercanos —musitó ella mientras se sentaba en el piso, acercando las rodillas a su pecho y enterrando la cara entre sus brazos.

    Un par de horas más tarde, el abogado regresó y la liberaron. Eso le pareció extraño a ella. Él ofreció llevarla a un refugio, pero ella lo rechazó y se fue trotando por la calle.

    Asegurándose de que no era seguida, Tasha regresó a su escondite.

    —Me pregunto que tendrá esto que los tiene tan preocupados —musitó mientras sacaba su teléfono de donde lo había escondido.

    —¡Alto ahí! —ladró una fuerte voz.

    Tasha entró en pánico y corrió. Se escondió detrás de un viejo horno y trató de escabullirse por una ventana rota. Lo logró y se puso en pie, pero fue tacleada en ese instante al piso. Se resistió lo más que pudo, pero fue en vano. Finalmente una voz logró atravesar por entre su pánico.

    —Alto. Quieta, niña. Quieren matarte; estoy tratando de mantenerte viva. Quieta. No te resistas. No les des una excusa. Quédate quieta —se trataba de la oficial que había estado en la sala de interrogación—. ¡Todo bien, la tengo! Escucha niña, no digas nada, no hagas contacto visual, y no intentes huir. Voy a protegerte, quédate quieta y seguirás viva.

    Tasha estaba algo consciente de que la mujer tenía su propio cuerpo entre su prisionera y el oficial que entraba corriendo al

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