Una formación compuesta por más de un centenar de aviones japoneses volaba hacia Midway. El radar de tierra los detectó cuando se encontraban a unos 150 kilómetros de su objetivo. Ante la amenaza, los norteamericanos reaccionaron rápidamente y pusieron en el aire todos los aviones disponibles en la base. Se trataba de una flota aérea heterogénea, que tenía como objetivo interceptar a la fuerza de asalto anfibia japonesa. Los seis aviones torpederos TBF Avenger eran la punta de lanza, mientras cuatro bombarderos B-26 armados con torpedos y una formación de 15 enormes B-17 de la USAAF–las Fuerzas Aéreas del Ejército–debían realizar un bombardeo desde gran altura contra los barcos de transporte nipones. El grupo lo completaban una decena de bombarderos en picado Douglas SBD Dauntless y 11 Vought SB2U Vindicator, estos últimos aparatos obsoletos del Cuerpo de Marines.
PRIMEROS COMPASES
El bombardeo desde gran altura de los B-17 contra los barcos en movimiento resultó ineficaz, mientras sobre el cielo de Midway se producían violentos dogfights–literalmente, “peleas de perros”, nombre que en aviación militar sirve para referirse a los combates aéreos–, en los que los aparatos norteamericanos salieron mal parados.
La oleada que había despegado de los portaviones japoneses estaba compuesta por 36 aviones torpederos Nakajima B5N Kate y otros tantos bombarderos en picado Aichi D3A Val. La escolta la proporcionaban varias escuadrillas del mítico Mitsubishi A6M Zero.
Los experimentados aviadores nipones derribaron 17 aparatos norteamericanos y dañaron otros siete. Los pilotos de la US Navy y los Marines se anotaron algunas victorias, pero fue la artillería antiaérea de la base la que se cobró más bajas enemigas. El inicio de la batalla no pintaba demasiado bien para los estadounidenses, que tenían al grueso de su fuerza embarcada en los portaviones, a la espera de recibir órdenes. Pero, a pesar de encontrarse en una delicada situación, el primer ataque no había doblegado las defensas de la isla.
En el bando japonés, el vicealmirante Nagumo debía tomar una difícil decisión. Según la rígida doctrina