as crónicas del periodo lloran a Aecio como «el último romano». Romano, de hecho, en un mundo de bárbaros. Hacía tiempo que el emperador del Imperio occidental era apenas una marioneta en manos de generales mayoritariamente de origen bárbaro, que asesinaban e imponían césares a voluntad, lo suficientemente dóciles como para poder ejercer ellos el poder desde las sombras. A mediados del siglo v, Roma era ya poco más que una ficción, rentable aún en manos de una minoría que exprimía los beneficios, cada vez más escasos, de la moribunda marca. Eran tiempos inciertos, de inseguridad crónica y crisis endémica. La sucesión de desastres, guerras e invasiones era interpretada como signo inequívoco de un inminente Apocalipsis. En
LA ÚLTIMA FUNCIÓN DEL IMPERIO ASCENSO Y CAÍDA DE AUGÚSTULO
Apr 19, 2024
4 minutos
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