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La Dama Azul
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Libro electrónico301 páginas4 horas

La Dama Azul

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Penny Preston no ha tenido una buena vida. A sus dieciséis años sólo ha conocido cosas malas; su padre abandonó a su familia cuando ella era una niña, su madre se emborracha seguido y consigue novios abusivos y Penny sufre bullying en su escuela todos los días. Sin un sólo amigo, Penny ha estado sola toda su vida. No es una vida agradable. Lo único que la salva es su gran inteligencia.

Sin embargo, por una extraña coincidencia, Penny conoce a una diosa y la diosa le ofrece un trato que ella no puede rechazar. Es así que Penny recibe un regalo que cambiará para siempre su vida. ¿Cómo usará Penny sus nuevos dones? ¿Podrá escapar de tan trágica vida?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento23 jul 2021
ISBN9781667408071
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    La Dama Azul - Shadoe Publishing

    LA DAMA AZUL

    Una novela de Prudence Macleod

    Publicado por:

    Shadoe Publishing for

    Prudence Macleod

    Reflexiones

    ¿Imaginas qué podría pasar si al menos poderoso de entre todos repentinamente le fueran conferidos poderes más allá de la imaginación? Se dice que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. ¿Cuántos de nosotros realmente podrían cargar con semejante responsabilidad? ¿O caeríamos en la tentación de usar ese poder en beneficio propio? ¿Nos derrumbaría el peso de tal responsabilidad? ¿O estaríamos a la altura? ¿Quién puede asegurar lo que haría en dicha circunstancia a menos que se haya visto en una situación similar?

    Posiblemente Penny Preston pueda responderte, si es que te la llegas a encontrar algún día. De acuerdo a los registros, Penny desapareció hace ya muchos años; sin embargo, hay a veces donde alguien dice haberla visto. Tal vez la ex agente del FBI, Tara Montrose, pueda ayudarte a encontrarla. Eso es si puedes localizar a Tara. Ella parece haber...

    Llamado de auxilio

    La vida de Penny Preston no era para envidiar. Indeseada y abandonada por su padre, abusada emocionalmente por su alcohólica madre y apenas tolerada por los incontables novios de su madre, Penny logró milagrosamente sobrevivir hasta la preparatoria. Con apenas dieciséis años, cincuenta libras de sobrepeso, mala complexión y sin sentido de la moda, Penny había sido apodada Pee-Pee por sus compañeros de escuela.

    El abuso emocional que sufrió en casa no era nada en comparación a lo que sus compañeros le hacían pasar día tras día en la escuela. La bendición, y al mismo tiempo la maldición de Penny era su promedio. Su promedio le había ganado una beca especial para una exclusiva escuela privada. Penny Preston era inteligente, demasiado inteligente como para encajar en donde ella desesperadamente buscaba. No obstante, su promedio y su amor por la Historia lograron ganarle un lugar en un viaje escolar al extranjero. La madre de Penny definitivamente no podía costearse el mandarla, pero toda una vida de dieces fue la excusa que encontró un negocio local para patrocinarla.

    Esto también fue bendición y maldición. Penny estaba locamente enamorada de Brad Thatcher, el atleta estrella de la escuela, y todos lo sabían. La bendición para Penny fue que Brad fue también al viaje. La maldición radicó en que ella era la única estudiante pobre, por lo que había sido blanco de aún más acoso de parte de sus compañeros.

    El viaje había ido de mal en peor para Penny, tanto que eventualmente se vino abajo. Se encontraba en el fondo de una pendiente enlodada llorando a lágrima viva, en algún lugar en la lejanía de las Tierras Altas de Escocia, una pendiente por la que no podía escalar de regreso.

    ¿Cómo es que había llegado ahí? En realidad no es tan difícil de adivinar. Había estado embobada pensando en Brad Thatcher y no había prestado atención en dónde pisaba. Una de las chicas le puso el pie y Penny cayó por una colina empinada. La culpable no se había molestado siquiera en ver hasta donde había caído.

    Conforme caía, Penny intentó agarrarse del pasto; sin embargo, este dio de sí y se volvió un deslave, lo que eventualmente depositó a su cuerpo inconsciente al lado de un gran pedazo de piedra que había quedado al descubierto. Nadie se percató de su desaparición hasta más tarde, cuando el grupo hubo regresado al hotel.

    Los demás se habían ido hace ya mucho, y ya estaba oscuro para cuando Penny recobró el conocimiento en medio de un horrible dolor de cabeza. Trató de escalar de vuelta al sendero, pero se había lastimado una pierna y el lodo fresco no hacía más que resbalarse en donde pisaba. Penny gritó y gritó, pero nadie le respondió. Se encontraba a miles de millas de distancia de casa, perdida, herida, aterrorizada, helada y miserable. Recargó su rasguñada mejilla contra la superficie dura de la piedra y dejó que un largo e incomprensible llanto cargado de una angustia desgarradora escapara de sus labios partidos.

    -Mooorrrraaaaaagggggghhhhhhhaaaaaa...

    Por una extraña causa del destino, el llanto de Penny despertó algo que había estado dormido por mucho tiempo. Una gran presencia cercana a ella la asustó tanto que la sacó de su miseria. Penny dejó de llorar y se alejó de la piedra al tiempo que sentía que esa presencia desconocida sondaba su mente. Se podía sentir que le preguntaba algo con urgencia, pero Penny era incapaz de entender el idioma. Tan repentinamente como había llegado, la presencia desapareció, dejando a Penny a solas con su miseria y con una extraña sensación de vacío dentro. Un momento más tarde, la presencia regresó y con ella vino un gran pesar, tan grande que Penny no fue capaz de comprender su inmensidad.

    Nuevamente la presencia invadió la mente de Penny, sondando, buscando, exigiendo, hasta que quedó aparentemente satisfecha y tristemente se retiró de ella.

    -No posees el linaje -suspiró una voz en su mente-. ¿Por qué me despertaste a este mundo, a este destino?

    -N-no fui yo. Al menos no tenía la intención. ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Qué es el linaje? ¿Cómo es que te desperté?

    -Tranquila niña, cálmate -una pizca de humor tintaba la suave voz, y el profundo pesar que emanaba pareció disminuir ligeramente-. Me llamo Moragah. Hace mucho tiempo mi gente habitaba en este lugar. Esa piedra en la que estás recargada era un altar que construyeron para mí. Vivimos en paz y armonía durante un extenso tiempo, pero eventualmente otros vinieron y trajeron consigo sus guerras.

    La gente que poseía el linaje era demasiado escasa, y, aún con mi ayuda, fueron echados de estas tierras, divididos en todas direcciones, en donde encontraron otros dioses, otros caminos. Mi altar fue demolido, enterrado. Así que dormí, esperando el regreso de aunque sea un sólo miembro del verdadero linaje.

    Cuando tocaste la piedra y me llamaste, me desperté con regocijo. Finalmente el pueblo había regresado y reconstruido el altar. Desperté del largo sueño y aparecí ante ti; sin embargo, el altar sigue destruido y tú no posees el linaje, por lo que busqué a mi gente en otro lado. Desgraciadamente, todos se han ido.

    El gran pesar volvió, amenazando con ahogar a Penny. Olvidó momentáneamente su propia miseria. En su lugar, una gran ola de compasión hacia este ser abandonado llenó su alma.

    -¿Qué les pasó? -preguntó suavemente.

    -Todos murieron niña, hace cientos de generaciones probablemente. No hay rastro alguno de ellos en ninguna parte de este vasto mundo. Ah, despertar sólo para escuchar esta noticia, desearía haber dormido para siempre. Por lo menos así los tendría en mis sueños.

    Penny no dijo nada, deseando en su interior que el ser fuera sólido, para así poder haberle dado un abrazo.

    Una suave risa escapó de la presencia, disminuyendo nuevamente el gran pesar.

    -Sí niña, un abrazo es lo que ambas necesitamos en este momento. Dime, ¿cómo lograste despertarme?

    -No lo sé. No era mi intención. Sólo me recargué en esta piedra y lloré.

    -El lamento de dolor que salió de tus labios fue muy parecido al sonido de mi nombre a la hora de invocarme -rió la voz-. Añade el hecho de que estabas tocando la espiral sagrada en el altar de piedra, eso fue más que suficiente.

    -¿Qué harás ahora? -preguntó Penny en voz baja.

    -¿Qué puedo hacer? Soy una diosa sin gente a la que atender o gente que pueda atenderme. Se han ido, y ni siquiera yo puedo traerlos de regreso. Estoy sola. Puede que, si tengo suerte, podré volver a dormir, y esta vez para siempre.

    -¿Quieres decir que vas a morir? No puedes hacer eso -exclamó Penny-. Por favor, eres una diosa. Hasta hace poco no estaba segura de que algo parecido existiera.

    -¿En serio? ¿Tu dios no te ayuda, Penny Preston?

    -Vamos, sólo mírame. Estoy hecha un lío. ¿Qué te parece?

    Nuevamente se escuchó una risa en su mente.

    -Somos tal para cual, Penny Preston. Una diosa sin sacerdotisa y una humana sin dios. Tal vez esa fue la razón de mi despertar.

    -¿A qué te refieres? -Penny sonaba suspicaz.

    -Te propongo que unamos fuerzas, Penny. Parece ser que cada una tiene lo que la otra necesita.

    -Espera un minuto -Penny se recargó con fuerza contra la gran piedra del altar-. Dijiste sacerdotisa. ¿No tendré que ir corriendo por ahí desnuda a la luz de la luna, verdad? No quiero terminar en un manicomio.

    -Penny, tengo mucho que saber del estado del mundo actual. ¿Me permites explorar tu recuerdos?

    -¿Es doloroso?

    -No, te juro que no voy a lastimarte.

    -Bueno, en ese caso, está bien...

    Las palabras apenas habían salido de su boca cuando Penny sintió que cada pensamiento suyo, cada recuerdo que tenía, era invadido repentinamente, revisado y puesto de lado. En ese momento, Penny Preston había fundido sus pensamientos con la diosa, y eso la cambió para siempre. Cuando Moragah terminó de revisar, le dejó a Penny un pequeño regalo; algo que Penny no había conocido en su corta vida: un verdadero sentido de confianza en sí misma.

    -Increíble -Penny exhaló, volviéndose a encontrar sola en su propio cuerpo.

    -Me parece que, para este mundo, voy a necesitar que realices un nuevo tipo de ritual.

    -¿Qué quieres decir?

    -Los rituales de antaño se han perdido, Penny, se desvanecieron junto a las personas para quienes los había diseñado. Te voy a pedir tres cosas, Penny Preston, y te voy a regresar el favor.

    -¿Cuáles cosas?

    -Las sacerdotisas de antes eran mujeres guerreras, Penny, luchaban por los débiles. Te voy a pedir que hagas lo mismo, pero también te brindaré las herramientas necesarias para que completes la misión. Anteriormente, las sacerdotisas solían honrarme diario, y te pido que también lo hagas. Dejo a tu criterio el cómo lo hagas.

    -De acuerdo, hasta ahora todo bien. ¿Cuál es la tercera petición?

    -Cada una de esas mujeres estaba poseída por mi espíritu. Estaba siempre a su lado, compartiendo pensamientos, compartiendo experiencias. Era su diosa protectora y al mismo tiempo diosa de sabiduría. Les dí el poder para que pudieran protegerse a ellas mismas y a los demás, y también les impartí cuanta sabiduría poseía. Será lo mismo contigo Penny.

    -¿Puedes mostrarme cómo sería eso?

    -Sería como en este momento. Estamos compartiendo pensamientos y experiencias ahora mismo. Sería justo así. Entonces, ¿me acompañarías en esta aventura a lo desconocido?

    -Por más extraño que sea todo esto, estoy lista -suspiró Penny-. Eres la primera que conozco que me habla con verdadero respeto, y también eres la primera que veo que está aún más sola de lo que yo estoy. Sólo espero que esto no sea un sueño. Dime, ¿qué son exactamente esas armas para cumplir las misiones?

    -Ya están en tu mente, Penny. Se originan en tu propia mitología sobre el mundo en el que vives; Cat Woman, Spiderman, Rogue, mutantes salvajes, Storm, Buffy la cazavampiros, todos ellos poseen las herramientas para cumplir sus misiones, y de la misma manera, tu las tendrás.

    -¿Así que me darás superpoderes? ¿Seré como Buffy?

    -Sí, algo parecido. Tendrás muchas habilidades que de momento no posees.

    -Bien, estoy dentro. ¿Ahora qué?

    -Respira profundo y entrégate por completo a mí.

    Penny hizo lo que se le pedía; de repente, un agonizante grito le fue arrancado de sus labios al tiempo que sentía que cada una de las células en su cuerpo estallaban en llamas. Todo terminó en un parpadeo, pero la dejó jadeando por aire.

    -Vaya que dolió. ¿Por qué no me advertiste?

    -Por favor discúlpame, querida sacerdotisa. Parece que me he oxidado. En el pasado, una chica sabía a lo que se atenía y estaba preparada. Prestaré más atención en el futuro.

    -De acuerdo. Pero ahora tenemos otro problema.

    -¿Cuál?

    -Estoy varada en este lugar. Si no quieres que tu sacerdotisa muera congelada, será mejor que hagas algo al respecto.

    -Manos a la obra -rió Moragah-. Descansa en lo que preparo nuestro escape, hija mía.

    -Moragah, ¿qué herramientas me diste?- preguntó Penny mientras se acomodaba en el gran altar de piedra.

    -Te dí las habilidades de antaño -la respuesta vino suavemente-. Y otras más que elegí de tus propios héroes. Es tu tarea, en los días por venir, de descubrirlos por tu cuenta. No obstante, ya contabas con el don más preciado.

    -¿En serio? ¿Cuál es?

    -Tu innata inteligencia, Penny. Es un don invaluable.

    Penny sintió que la presencia de Moragah se retiraba ligeramente de ella, así que se acurrucó contra la piedra, tratando de grabar en su mente el símbolo grabado en su superficie. El cansancio se apoderó de ella, llevándola a caer en un profundo y agradable sueño. Lo siguiente que escuchó fue a alguien llamando su nombre.

    Cambiada

    -Estoy acá abajo -rápidamente Penny luchó por ponerse en pie y comenzó a hacer señas con sus brazos. Tenía tanto frío que estaba temblando.

    -Tendremos que ir por cuerdas -se escuchó una voz desde arriba-. Espera un poco más.

    Al tiempo que las voces se alejaban, Penny se giró hacia el gran altar de piedra. Podía ver al sol alzándose por detrás y sonrió gentilmente. Acomodando sus palmas juntas, cara al sol, dibujó mentalmente el símbolo de la piedra en el aire frente a ella.

    -Buenos días, Moragah, mi señora diosa. Gracias por la noche de reposo y por el rescate -sintiéndose algo tonta, se giró y suspiró-. Espero que haya estado bien.

    -Fue hermoso, Penny -la dulce voz se escuchó desde los límites de su conciencia.

    -Al final sí eras real.

    -¿Dudaste de mí, Penny Preston? -preguntó la rica voz en su mente mientras la vasta presencia de Moragah la envolvía de nuevo repentinamente, quitándole el frío que sentía en los huesos.

    -Tenía miedo de que todo fuera un sueño.

    -No fue un sueño, niña, soy real y estaré siempre a tu lado.

    -¿Cómo lo hacían antes?

    -¿El saludo matutino?

    -Sí.

    -Se colocaban de frente al sol, bastante parecido a lo que hiciste; alzaban alto los brazos, dibujaban el símbolo sagrado en el aire y decían un saludo. Estuviste sorprendentemente cerca, Penny. Estoy bastante satisfecha.

    -Oh, mi pierna está curada. Pensé que tardaría varias semanas. ¿Este es uno de los poderes que me diste?

    -Exacto. Lo puedes llamar un poder mutante curativo. Todas tus heridas sanarán rápido.

    -Vamos a bajar, Penny, sólo espera un poco más -la voz vino flotando desde arriba, haciendo eco a lo lejos.

    -Gracias Moragah -exhaló Penny mientras se volteaba y hacía señas a los rescatistas.

    -No hay de qué, hija mía.

    La voz se desvaneció en un murmullo al tiempo que la presencia parecía alejarse de ella. Los hombres con cuerdas llegaron y aseguraron a Penny en una camilla. Entonces fue subida cuidadosamente por la pendiente hasta la cima de la colina en donde sus compañeros y el supervisor estaban esperando ansiosamente.

    -Penny, ¿se encuentra bien? -preguntó el señor Harmon, su maestro de historia y el supervisor oficial del viaje.

    -Claro, señor Harmon, estoy bien -Penny dejó que un poco de sarcasmo acompañara su voz mientras se incorporaba de la camilla.

    -¿Cómo es que terminó allá abajo, niña? ¿Qué estaba pensando?

    -Dios santo, Pee-Pee, hueles peor de lo que te ves -exclamó Crystal, la chica que había hecho tropezar a Penny.

    -Caí por un acantilado y pasé la noche en medio del lodo y mi propia sangre -contestó Penny con un dejo de peligro en su suave voz, al tiempo que perforaba con la mirada a Crystal-. Añade el hecho de que estoy en mis días. No tenía cómo cambiar mi tampón, por lo que se manchó de sangre mi ropa. Intenta experimentar eso y dime qué tan bien hueles el día siguiente.

    -Cuide ese tono, señorita Preston -la voz del señor Harmon era estricta al tiempo que reprendía a Penny. Crystal era definitivamente su favorita, lo que dejaba claro muy seguido.

    -¿Que qué estaba pensando? -preguntó Penny, girando sus fieros ojos hacia el maestro de historia, provocando que se sobresaltara-. Fueron ustedes los que me dejaron ahí toda la noche. ¿Qué demonios estaban pensando ustedes?

    -Escuche, señorita, usted no me va a hablar de esa manera. Cuide su actitud.

    -La chica tiene razón -dijo una mujer bajita que era parte del equipo de búsqueda, interponiéndose entre los dos-. Estos chicos son su responsabilidad. Usted la dejó atrás y no se le ocurrió llamarnos hasta hoy. Ven, Penny, te llevaré la enfermería donde podrás asearte y el doctor podrá revisarte. Pasaré al hotel por algo de tu ropa mientras te checan.

    Tomó a Penny del brazo y la llevó hacia un coche.

    -Gracias, lo aprecio bastante. Gracias por defenderme.

    -Ni lo menciones chica. Has pasado por mucho y no necesito que un tarado venga y te culpe por su incompetencia. Me llamo Meghan, pero me dicen Meg.

    Cubrió a Penny en una frazada y después la acomodó en el coche antes de arrancar hacia el pequeño pueblo que estaba cerca, platicando incansablemente todo el trayecto. Como había dicho, mientras Penny dejaba que una ducha caliente se llevara sus preocupaciones, Meg recogió ropa limpia y varios artículos del hotel. Esperó pacientemente a que el doctor asegurara que Penny estaba bastante sana y entonces la fue a dejar al hotel.

    Los demás ya estaban ahí para cuando Penny llegó. Era el último día del viaje y todos estaban empacando.

    -Apúrese, señorita Preston -gritó el maestro-. Los demás ya casi terminan. Casi causa que perdamos el avión de regreso; estamos terriblemente atrasados, ¿sabe?

    -Sí, Pee-Pee, como que le vas echando ganas, fracasada -agregó Terry, uno de los chicos.

    Penny se enfadó al escucharlo, pero guardó la calma, apurándose a empacar.

    -La paciencia es una arma poderosa, sacerdotisa mía -vino el suave susurro desde la frontera de su realidad.

    Fue una viaje largo en autobús, luego el avión, un hotel, un viaje aún más largo en avión, otro hotel y finalmente un camión a casa. En total tres días. Durante todo el trayecto, Penny casi no habló.

    Esto no era inusual, lo que sí era, eran sus ojos. Definitivamente había algo diferente en ella. Los demás continuaron acosándola tan cruelmente como era la costumbre, sin embargo, fueron intimidados; ninguno pudo soportar su mirada cuando volteaba sus ojos llenos de fuego y hielo hacia ellos.

    En cuanto a ella, Penny pasó mucho de su tiempo dándole vueltas a su encuentro con Moragah. Si la llamaba, podía escuchar la voz de la diosa en su mente, y vaya que la llamó, sólo para tranquilizarse. Fue durante las últimas millas del viaje final en camión cuando fijó de nuevo toda su atención en Brad Thatcher.

    Brad estaba sentado al lado de Terry cerca del frente del camión; Penny estaba cerca del fondo. Al concentrarse en Brad, de repente fue capaz de escuchar sus ligeras voces mientras hablaban. Por imposible que parezca, podía escucharlos claramente.

    -Te digo que es seguro, Brad, no hay duda. Jerry Creasy ofrece una bolsa de mota y doscientos dólares al ganador.

    -¿De qué va la cosa?

    -Se llama espectáculo de perros. Cada chico trae a la chica más fea que pueda encontrar a esta fiesta. Tienes que traerla y tener sexo con ella. Al final los jueces escogen al ganador. ¿Por qué no llevas a Pee-Pee? Está claro que sería la ganadora. Nadie es más fea que Pee-Pee. Sabes muy bien que está loca por ti, todos lo saben. Dale una bebida y va a estar tirándose al piso rogándote para que te la cojas.

    -Sí, pero dudo que pueda hacerlo sin vomitar. Esa chica es asquerosa.

    Penny apartó su mirada y las voces se callaron en su mente, alegrándose de ello, pues no quería seguir escuchándolos. Hace dos semanas hubiera dado todo por escuchar esa conversación; ahora se encontraba extrañamente impasible.

    -Moragah.

    -Aquí estoy, hija mía.

    -¿Escuchaste eso?

    -Sí.

    -Dime entonces, ¿por qué no me importa? ¿Se trata de otro de tus poderes?

    -Sí. Ningún hombre te va a romper el corazón de nuevo, Penny, te lo prometo. Míralo bien, y ve quién es en realidad.

    Penny regresó su atención hacia Brad. No escuchó esta vez, sólo lo observó bien. En lugar de ver a

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