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Vuelo
Vuelo
Vuelo
Libro electrónico392 páginas7 horas

Vuelo

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Información de este libro electrónico

Una trágica explosión causa al muerte de más de 200 pasajeros de avión. ¿La explosión fue causada por un error del piloto, o fue una conspiración? 

La piloto Cathalene (Lena) Penn, acusada por al aerolínea de ser una contrabandista, murió en la tragedia, y su esposa, Jessica, está desesperada por limpiar el buen nombre de Lena. 

Cuando Jessica viaja a Bélgica, el hogar de su esposa lejos de su hogar, descubre diamantes, una segunda familia, y un misterio. 

A veces, elegir entre lo que es seguro y lo que es correcto no es fácil, y huír es siempre una opción... ¡Vuelo! 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 may 2023
ISBN9781667456386
Vuelo
Autor

K'Anne Meinel

K’Anne Meinel è una narratrice prolifica, autrice di best seller e vincitrice di premi. Al suo attivo ha più di un centinaio di libri pubblicati che spaziano dai racconti ai romanzi brevi e di lungo respiro. La scrittrice statunitense K’Anne è nata a Milwaukee in Wisonsin ed è cresciuta nei pressi di Oconomowoc. Diplomatasi in anticipo, ha frequentato un'università privata di Milwaukee e poi si è trasferita in California. Molti dei racconti di K’Anne sono stati elogiati per la loro autenticità, le ambientazioni dettagliate in modo esemplare e per le trame avvincenti. È stata paragonata a Danielle Steel e continua a scrivere storie affascinanti in svariati generi letterari. Per saperne di più visita il sito: www.kannemeinel.com. Continua a seguirla… non si sa mai cosa K’Anne potrebbe inventarsi!

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    Vuelo - K'Anne Meinel

    VUELO

    Una Novela de K’Anne Meinel

    Edición E-Book

    ––––––––

    Publicado por:

    Shadoe Publishing para

    K’Anne Meinel como E-Book

    Copyright K’Anne Meinel Marzo 2019-2023

    VUELO

    Notas de Licencia para la edición en eBook:

    Este eBook está autorizado para su disfrute personal solamente. Este eBook no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si usted quisiera compartir este libro con otras personas, por favor compre un ejemplar adicional para cada persona con quien lo comparta. Si usted está leyendo este libro y no lo compró, o no fue comprado sólo para su uso, entonces debería devolverlo y comprar su propio ejemplar. Gracias por respetar el trabajo del autor.

    ––––––––

    K’Anne Meinel está disponible para comentarios en  KAnneMeinel@aim.com así como en Facebook @http://www.facebook.com/K.Anne.Meinel.Fan.Page,

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    o su blog @http://kannemeinel.wordpress.com/

    o en Twitter @https://twitter.com/KAnneMeinel,

    o en su sitio web www.kannemeinel.com

    si quisieran seguirla para descubrir historias y publicaciones de libros,

    o consulten en

    www.ShadoePublishing.com o http://ShadoePublishing.wordpress.com/.

    Dedicado a cualquiera que

    piense que estoy escribiendo sobre ellos

    Soy,

    K’Anne

    CAPÍTULO UNO

    ¡Bam! ¡Bam! ¡Bam! Los golpes despertaron a Jessica de un sueño profundo. Al principio, ella pestañeó, pensando que había soñado el ruido. Luego, se repitió una segunda y una tercera vez. Su corazón comenzó a latir de miedo cuando se dio cuenta de que no estaba soñando, y el ruido que la había despertado era alguien golpeando repetidamente su puerta principal. Su primer instinto fue levantarse, correr, y esconderse, pero luego el pensamiento lógico se hizo cargo. Lentamente, se levantó de la cama, agarrando su bata tendida al pie. Cubrió su desnudez, pero antes de que pudiera ponerse la bata completamente, oyó que comenzaba el incesante golpeteo en la puerta principal de nuevo. Si quienquiera que fuese dejaba marcas en su hermosa puerta de madera, ella les daría una reprimenda. Jessica miró el reloj, notando que eran las 3:10 de la mañana. Miró por la ventana a la oscuridad sólida de la madrugada. Suspirando, buscó el picaporte de la puerta del dormitorio y oyó que el golpeteo en la puerta principal estallaba una vez más. Dios, alguien era insistente. Ella encendió la luz del pasillo mientras salía, y los golpes, que habían venido en rachas de tres, inmediatamente se detuvieron entre el segundo y el tercer golpe. Lentamente, ella entrecerró los ojos en la oscuridad, tratando de ver quién estaba allí. Ella sabía con seguridad que un intruso no llamaría tan insistentemente. Jessica bajó cautelosamente por la escalera curva hacia la puerta principal.

    Asegurándose de que la cadena estaba puesta, encendió la luz de afuera para ver mejor. Lentamente, abrió la puerta, sin prisa cuando vio a un hombre con un abrigo, un traje visible debajo de su abertura desabrochada. Su corazón latía tan fuerte como él había estado golpeando la puerta, una retreta estática con redobles perdidos que ella sabía que no señalaba nada bueno. No estaba segura de que los redobles no fueran un precursor de un dolor fuerte y desgarrador que estaba a punto de llegar.

    ¿Hola? preguntó cuando tuvo la puerta entreabierta.

    ¿Sra. Penn? preguntó él, mirando a través de la puerta. La luz del porche apenas iluminaba su rostro y todo lo que había detrás de ella estaba en la oscuridad.

    Viendo las alas del capitán en su cuello, se dio cuenta de lo que esta visita debía significar y preguntó simplemente, ¿Cuándo?

    ¿Puedo entrar, Sra. Penn? preguntó él, ignorando su pregunta.

    Tragando, ella asintió y cerró la puerta para quitar la cadena. Abrió un poco la puerta, se dio vuelta, y caminó unos pasos hacia el poste de arranque en las escaleras. Le daba la espalda a su invitado, que entró por sí mismo. Ella preguntó de nuevo, ¿Cuándo?

    A la una de la mañana, hora local, respondió él, sabiendo que ella había adivinado la razón de su visita.

    La mano de Jess apretó espasmódicamente el poste como respuesta. Agarrándolo ligeramente por su estabilidad, ella respiró profundamente antes de soltar tanto el poste como la respiración y dirigirse por el pasillo a lo largo de las escaleras. Podía oír por los pasos detrás de ella que el hombre la seguía. Pasó por la puerta batiente de la cocina, moviendo el interruptor para encender la luz. Sentada ante la barra de desayuno, ella miró aturdida, sin ver nada mientras esperaba. Estaba superficialmente consciente mientras el hombre buscaba una copa en sus armarios y la servía un poco de agua de la canilla.

    Tenga, beba esto, ofreció amablemente, mirando su rostro de cerca.

    Ella tomó la copa y bebió de ella, sin saber que tenía sed, o que el líquido de la copa era meramente agua. ¿Hubo sobrevivientes? Ella estaba dando manotazos de ahogado, aferrándose a cualquier esperanza, tal vez sólo la estaban preparando para la realidad del daño.

    Él negó con la cabeza. Él esperó. Ambos estuvieron callados mucho tiempo, luego un ligero ruido de arriba hizo que ambos saltaran. Él miró hacia arriba, pero Jess no se movió.

    Ella volverá a la cama, ella declaró a nadie en particular. De hecho, oyeron el chirrido de las tablas del piso una vez más unos minutos después antes de que el silencio se apoderara de la casa una vez más. Finalmente, Jess miró al hombre, mirando sorprendida de encontrarlo allí mientras los recuerdos la habían asaltado. ¿Quién es usted? preguntó finalmente.

    Estoy con el sindicato. Estoy aquí... para ayudar, explicó él, sintiéndose impotente. La devastación escrita en su rostro era peor de lo que esperaba, aunque no había sabido realmente qué esperar.

    ¿Están encontrando... ella tragó antes de continuar, cuerpos?

    Ya están en la escena investigando y buscando cualquier cosa.

    Ella lo miró fijamente. ¿No hay sobrevivientes?

    Él negó con la cabeza, negándole esa última falsa esperanza.

    Ella respiró hondo, dejándolo salir lentamente y queriendo que sonara normal. Quería sollozar, llorar, arremeter contra el destino, pero por ahora, ella se iba a mantener de pie estoicamente. Ahora, ¿qué?

    Habrá una investigación... comenzó y luego sonó su teléfono. Sin dudarlo, él atendió por ella. Ella miró sorprendida mientras él decía, ¿Hola? Hizo una pausa para escuchar. No, sin comentarios. Sin comentarios... No, sin comentarios. Debió haber dicho sin comentarios al menos media docena de veces antes de colgar el teléfono.

    ¿Usted no quiere que hable con los medios? preguntó ella, mirando el agua en su copa mientras se daba cuenta quien debía haber sido la persona al teléfono.

    Sería mejor que no lo hiciera, aconsejó él.

    Ella asintió para mostrar que entendía. El teléfono volvió a sonar. Ella lo miró mientras él atendía de nuevo. Esta vez, él parecía conocer a la persona al otro lado.

    ¿Sí? Pareció pasar un largo rato mientras escuchaba. Lo tengo manejado, le dijo al desconocido que llamaba y luego colgó.

    ¿Usted dijo que es del sindicato? preguntó ella, cada vez más consciente, despertando de lo que había sido un estado casi onírico.

    Lo siento. No me presenté apropiadamente. Son Andy Warhowicz.

    ¿Usted también es piloto? preguntó ella, mirando nuevamente las alas.

    Él asintió, dándose cuenta de lo observadora que era.

    ¿Ya saben lo que pasó?

    No sé, admitió él, todavía observándola.

    Ella lo atravesó con una mirada. Sabía lo suficiente como para venir a mi casa.

    Él asintió, admitiendo que tenía razón. Querían que estuviera aquí antes de que llegaran los medios y la sorprendieran.

    Ella asintió, agradecida por la consideración, pero no cambiaba el dilema en el que se encontraba.

    ¿Hay alguna posibilidad de que ella...? comenzó, buscando todas las opciones.

    Todo lo que sabemos es que hubo una especie de explosión.

    Ella volvió a levantar la mirada, esta vez mirando al techo como si buscara respuestas allí. ¿Cuántos había a bordo?

    Doscientos, le dijo él con tristeza.

    Oh, Dios. ¡Doscientas almas más la tripulación se habían ido! ¿Dónde están?

    Estaban comenzando a descender en Bélgica, explicó él.

    ¿En la tierra o en el mar?

    ¿Disculpe?

    ¿El accidente ocurrió sobre tierra o sobre el mar?

    En el mar.

    Ella asintió, dándose cuenta de que la mayoría se hubiera congelado en esas aguas profundas incluso si hubieran sobrevivido a la explosión. Ella se tragó el sollozo que quería salir. Tendrá que disculparme, le dijo. Sírvase lo que quiera de la cocina, ofreció, señalando el cereal y la cafetera mientras se daba vuelta.

    Él vio cómo ella arrastraba los pies hacia las escaleras. Ya podía oír los sollozos que ella había intentado tan valientemente contener. Quitándose su gabardina, reveló su traje con las alas del capitán en su solapa, que mostraban que él también era un piloto de pleno derecho. Poniendo su abrigo sobre la barra, miró a su alrededor, luego siguiendo sus pasos hasta la escalera, miró hacia arriba. La oyó subiendo las escaleras y oyó el ya familiar crujido del piso sobre su cabeza antes de que el silencio descendiera una vez más sobre la casa remota. Ya no escuchaba sus  gritos ahogados, los que no podía liberar frente a él, y ahora, la casa estaba oscura. Buscando, encontró un panel de luz y encendió un par de interruptores. Las luces se encendieron tanto en la sala de estar y lo que parecía un estudio al otro lado del pasillo. Eligió mirar dentro del estudio, curioso acerca de esta pareja.

    El estudio estaba decorado cálidamente con madera de arce y sofás y sillas de cuero haciendo juego. Había un escritorio en una esquina, mirando hacia afuera de la habitación con una silla de cuero detrás de él. El cuero de la silla del escritorio hacía juego con los sofás y las sillas. Todo estaba hecho con buen gusto. Recordó que el expediente de este piloto decía que su esposa era decoradora. Él lo aprobó. La habitación era muy acogedora. Miró los estantes, admirando los libros de tapa dura y las fotos que mostraban a dos mujeres. La mujer cuya vida acababa de poner patas arriba, una morocha, y la otra, una rubia oscura cuya muerte había destrozado su vida aparentemente perfecta. Parada entre las dos mujeres en una foto había una niña pequeña, obviamente la hija de ambas mujeres con su pelo rojo-marrón y una nariz que hacía juego con los rasgos faciales de la muerta. Se sentó en un sofá junto a una mesa auxiliar con un teléfono, preguntándose acerca de las vidas de las dos mujeres juntas mientras atendía llamadas y repetía, Sin comentarios, al menos cien veces esa noche.

    CAPÍTULO DOS

    Jess lloró hasta quedar ronca. Su garganta le dolía en el momento en que los sollozos y las lágrimas furiosas finalmente se agotaron. Bebió más agua para reemplazar los líquidos que había perdido y limpiar su cuerpo. Ella golpeó la cama una y otra vez hasta que finalmente entendió que Lena no iba a volver a casa. Su esposa estaba muerta por una explosión en su avión, y ella había sido responsable por la seguridad de sus pasajeros y la tripulación en ese avión. ¿Estaban todos muertos? Se preguntó Jess.

    Debió haberse quedado dormida en algún punto. Recordaba haber buscado algo, cualquier cosa, y no encontrar nada allí. La oscuridad parecía seguir para siempre. La ponía triste. Despertándose, o quizás sólo volviéndose más consciente, se dio cuenta de que estaba sola en su cama, y ya no volvería a compartir esta cama con dosel con su esposa. Miró a su alrededor y vio que la habitación estaba notablemente más iluminada. Miró el reloj digital y vio que ahora decía 5:30 de la mañana. Jess se levantó, dejó caer su bata, y caminó desnuda hasta el baño para bañarse. Mientras se duchaba, lloró un poco más... por ella misma, por su esposa, y por la niña pequeña que pronto sabría que su mamá no volvería a casa.

    Tabitha estaba acostumbrada a que su mamá estuviera ausente por largos períodos. La ruta de Lena la llevaba a través del Atlántico frecuentemente. A veces, no tenía tiempo de viajar a casa de visita, y se quedaría en el departamento de la compañía en lugar de hacer el largo viaje fuera de la ciudad hasta su hogar. La niña extrañaba a su madre horriblemente, pero cuando su mamá se ausentaba mucho tiempo, Lena frecuentemente le traía un regalo para compensar el tiempo que no había estado. Otras veces, se quedaría en casa durante períodos largos tratando de compensar su ausencia de manera personal.

    Jess se perdió en sus recuerdos mientras se duchaba. Estuvo en la ducha tanto tiempo que no fue hasta que su cuerpo fue sorprendido por gotitas heladas que se dio cuenta de que había agotado todo el tanque de agua caliente. Era un tanque grande, así que ella sólo podía imaginar cuánto tiempo había estado en el cubículo. Ella cerró la ducha y quedó goteando en el pequeño recinto mientras se echaba el pelo hacia atrás y miraba a través del vapor que se había acumulado en la habitación. Se asomó fuera del cubículo de cristal y agarró una toalla. Envolviéndose con ella, agarró otra para su pelo y comenzó a frotarlo enérgicamente mientras el vapor en la habitación comenzaba a  disiparse a través de los respiraderos. Lentamente, el aire se aclaró, y ella se miró en el espejo. Sus ojos se veían hinchados de tanto llorar, pero por otra parte, ella se veía como siempre. Sabía que no volvería a ser la misma sin embargo. El amor de su vida, su esposa, se había ido.

    Lentamente, ella cumplió con las formalidades: cepillando su pelo castaño que le llegaba a los hombros, poniéndose un mínimo de maquillaje, y cepillándose los dientes. Incluso el acto de aplicarse antitranspirante lo hizo por rutina. Colgó sus toallas para que se secaran y caminó desnuda hasta su habitación para recoger su bata y buscar ropa. Se vistió rápidamente con ropa casual. Hoy, no iría al pueblo a trabajar. No lo necesitaba; su personal podría manejar las cosas por unos días. Miró el reloj, preguntándose cuándo sería la hora apropiada para llamarlos y decirles que no iría.

    De pronto, se dio cuenta de que tenía que decirle primero a su hija... la hija de ambas. Concebida usando el esperma de su hermano y el óvulo de Jess, ella era verdaderamente de ambas. Su corazón se sintió pesado en su pecho mientras se atareaba en el dormitorio, tocando el peine de su esposa sobre la cómoda donde estaba y colgando su bata. Sabía que simplemente estaba demorando ir a la habitación de Tabitha. Mientras caminaba por el pasillo, oyó el familiar chirrido del suelo, el narrador de innumerables cuentos en esta vieja casa. Había tomado años para que la niña pequeña se diera cuenta de que sus mamás podían oírla cuando salía furtivamente de su cuna y luego más tarde, su cama.

    Llamando a la puerta, Jess giró el picaporte para entrar. Volvió a suspirar, sabiendo que no sería fácil. La combinación de las personalidades de las madres había resultado en una joven dramática y testaruda. Jess la amaba desesperadamente, disfrutaba de ella enormemente, pero a veces...

    ¿Hola? ¿Tabitha?

    ¡Mamá! ¿Privacidad, por favor? dijo con todo el ultraje que una niña de doce años en la cúspide de su adolescencia podía reunir.

    Lo siento, lo siento, dijo Jess, mirando hacia el techo mientras la niña buscaba su bata. Jess podía ver a su hija de reojo, y vio un cuerpo delgado al borde de la feminidad. La niña todavía podía comportarse como el marimacho que era, así que ver estos refinamientos femeninos apareciendo era un poco hilarante.

    ¿Necesitabas algo, Mamá? El tono de voz exasperado indicaba su continua indignación que Jess no había esperado a que fuera convocado a la habitación.

    Jess miró a su hija y se sentó en la cama. Ven aquí y siéntate, palmeó el lugar a su lado y vio a la niña entrecerrar los ojos mientras obedecía.

    ¿Qué ocurre? Sólo me levanté para ducharme para la escuela. Algo anda mal con el agua caliente... comenzó, casi defensivamente, preocupada de estar en problemas por algo.

    No irás a la escuela hoy, cariño, Jess comenzó incómodamente, sus ojos mirando el edredón en la cama y su mano recogiendo pelusa imaginaria.

    ¿Por qué? Tengo esa prueba de matemática... ella discutió y luego se calló cuando vio la devastación en el rostro de su madre. ¿Qué ocurre?

    Mordiéndose el labio, Jess miró el rostro que se parecía tanto al de su esposa y sin embargo, se parecía tanto al suyo. La combinación se había mezclado maravillosamente para producir este milagro. Hubo un accidente anoche, comenzó de manera poco convincente, luego tragó para evitar llorar nuevamente.

    Tabitha miró a su madre con sospecha. Podía ver los ojos hinchados. Nadie empezaba una conversación así, y no podía pensar de quién hablaba su madre... hasta que pensó en Mamá. Mamá iba a volar de regreso hoy...

    El avión de Mamá se cayó, continuó Jess, luchando contra los sollozos en su garganta, que volvían su voz ronca.

    ¿Ella se salvó? ¿Se arrojó? la niña preguntó ingenuamente. Los pilotos de los aviones comerciales nunca se arrojaban.

    Jess negó con la cabeza y miró tristemente el rostro de la joven, lamentando tener que causarle tanto dolor. Amaba a su hija y quería tomarla en sus brazos, pero tenía que esperar que la niña hiciera el primer gesto o sería acusada de sofocarla.

    ¿Ella... se ha ido? La enormidad de lo que su madre le decía comenzó a penetrar en su conciencia. Muchas veces Mamá a lo largo de los años había explicado lo seguro que era volar. Como piloto comercial, había volado tantas veces que habían perdido la cuenta. La mente de Tabitha inmediatamente buscó otras vías para lidiar con lo que su madre le estaba diciendo, Ella iba a volver a casa hoy, elle negó lo que le decían.

    Jess negó con la cabeza. No saben mucho, sólo que hubo una explosión.

    ¿Cómo sabes? preguntó groseramente, todavía negando mientras el horror comenzaba a subir a la superficie.

    Hay un hombre del sindicato abajo. Al menos, ella pensaba que seguía abajo. Había oído sonar el teléfono y su voz algunas veces en las últimas horas, inconscientemente consciente de eso incluso mientras dormía.

    ¿Cómo sabe él? La voz beligerante de su hija casi adolescente estaba irritando a Jess.

    Jess simplemente la miró tristemente, no sabiendo cuánto más podría soportar antes de comenzar a llorar de nuevo. Sabía que los próximos años sola, sin el apoyo de su esposa, iban a ser difíciles... especialmente los años de la adolescencia. Él sabe, nena. Él sabe, ella le aseguró a su hija suavemente.

    Pero... comenzó Tabitha, alejándose de los hechos, el horror, y el enorme, aplastando dolor que estaba invadiendo su espacio. Pero... y entonces realmente entendió. Su temor secreto cuando era más joven siempre había sido que su mamá no volviera a casa. Oh, Mamita, lloró, volviendo a su infancia mientras buscaba a Jess, necesitando ser abrazada y consolada.

    Jess respondió inmediatamente, tomando a su hija en sus brazos y abrazándola mientras comenzaba a mecer a la niña que lloraba. Las lágrimas de Tabitha mojaron la blusa que Jess usaba, y sus propias lágrimas comenzaron a resbalar de sus ojos y a caer sobre el pelo de la niña. Se abrazaron durante mucho tiempo, hasta que finalmente, ambas lograron mantener sus lágrimas y sollozos bajo control. Jess sacó dos pañuelos de la caja junto a la cama y le ofreció uno a Tabitha. El sonido mientras se sonaban la nariz era fuerte en la habitación mientras cada una luchaba por controlar sus emociones.

    Ahora, ¿qué? Tabitha preguntó tristemente. Estaba acostumbrada a que Mamá se fuera, pero esto se sentía mucho más... permanente.

    No sé, nena. Simplemente no sé, admitió Jess.

    ***

    Andy seguía abajo. Se levantó cuando oyó pasos que bajaban. Eran dos gotas de agua, y sin embargo, había bastante diferencia en la fisonomía de la joven como para que él pudiera distinguir la similitud de su compañera piloto en ella. Se preguntó brevemente quién había gestado a esta niña, quién había sido su padre, y la dinámica del matrimonio de las dos mujeres.

    Tabitha, este es Andy... Jess se sonrojó cuando se dio cuenta de que había olvidado el apellido del hombre mientras lo presentaba.

    Warhowicz, él ayudó alegremente, acostumbrado a que la gente tuviera problemas para pronunciarlo. Era un trabalenguas.

    Andy Warhowicz, repitió Jess con una sonrisa agradecida.

    Sr. Warhowicz, dijo la niña, asintiendo cortésmente en reconocimiento.

    ¿Alguna noticia? preguntó Jess, casi desesperada mientras sostenía a Tabitha protectoramente junto a ella.

    Él miró a la niña casi advirtiéndole antes de responder.

    Usted puede decir lo que necesite frente a nuestra hija. Ella necesita saber, su madre dijo tristemente.

    Realmente no hay nada más que decir, dijo él diplomáticamente. No estaba de acuerdo con Jess en que la niña debería saber todo. Están buscando, vio que tanto la madre como la hija se animaban con ilusión, aunque sea brevemente, antes de que él continuara, pero no hay nada que encontrar más que restos." Tanto la madre como la hija se resignaron mientras se daban vuelta para volver a la cocina.

    ¿Le gustaría desayunar, Sr. Warhowicz? Jess preguntó casi normalmente.

    Eso sería genial, admitió él. Había estado trabajando toda la mañana, atendiendo el teléfono por ella así como siguiendo los informes que llegaban. Su celular no funcionaba aquí, y se preguntó por eso, pero se habían comunicado con él por el teléfono fijo.

    Jess hizo huevos revueltos, panceta, y tostadas. Todos picotearon la comida pero lograron guardarla. La conversación era forzada. Sólo Andy estaba realmente hambriento.

    ¿Puedo ir a mi habitación? preguntó Tabitha mientras ponía su plato en la pileta.

    Sí, nena, puedes, respondió Jess, sabiendo que la niña necesitaba estar un tiempo a solas.

    Yo no miraría la televisión, si fuera tú, agregó Any.

    ¿Por qué no? preguntó la niña, con curiosidad.

    Especulan mucho en estos momentos, y lo que dicen puede no ser cierto, señaló diplomáticamente, no estando acostumbrado a ser desafiado por una niña. La niña lo miró claramente y asintió una vez mientras salía de la cocina. Ambos oyeron sus pasos en las escaleras, luego los crujidos de las tablas del piso de arriba en la vieja casa. ¿Está bien? preguntó estúpidamente.

    ¿Cómo cree que está, Sr. Warhowicz? preguntó Jess amargamente, su propia ira evidente por la situación.

    Lo siento, él dijo ineficazmente, sintiéndose muy incómodo. Puede llamarme Andy.

    Ella se suavizó, dándose cuenta de que no era su culpa que el avión se hubiera caído. Puede llamarme Jess. Esperó un momento, miró hacia el techo donde su hija se había escapado a su habitación, y preguntó, ¿Qué más ha sabido?

    Definitivamente piensan que fue una bomba, le dijo con efecto devastador.

    Jess agarró el mostrador. ¿Cómo? Tienen seguridad, comenzó, horrorizada.

    Sabe lo fácil que es para la tripulación del vuelo pasar por seguridad, señaló él. En ese momento, sonó el timbre. Yo atenderé, ofreció él y se apartó de la barra de desayuno mientras ella agarraba su plato para ponerlo en la pileta. Regresó con un par de hombres y mujeres. Jess, esta gente es del FBI y estos, señaló a otro grupo que lo siguió a la cocina, son de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte, la NTSB. Les gustaría hacerle unas preguntas.

    Jess se sintió abrumada en su pequeña cocina. Sin embargo, puso buena cara, ya que era el protocolo estándar cuando cualquier avión se caía. ¿Por qué no vamos al salón? ofreció, señalando hacia otro conjunto de puertas frente a la que habían atravesado. Ella abrió el camino y se sentó, sabiendo que no tenían suficientes asientos para todos los que se habían presentado después de ella. Ella los observó mientras miraban a su alrededor en la habitación con curiosidad, admirando su decoración. Ella sabía que la habitación era cálida y acogedora, algo en lo que ella había insistido cuando compraron la casa y la remodelaron para su satisfacción. Ella no había pensado que pudieran comprar la vieja casa colonial, pero su esposa había ofrecido el depósito, y habían manejado la hipoteca entre ellas durante años.

    Mientras se presentaban, Jess se dio cuenta de que nunca podría esperar recordar todos los nombres. Luego, comenzaron a hacerle preguntas. A veces hacían la misma pregunta de varias maneras diferentes. Jess se dio cuenta de que la estaban probando para ver si ella mentiría. Habían estado en ello durante horas, y sin embargo, su teléfono seguía sonando. Andy lo atendía sin esfuerzo. Sus preguntas parecían seguir y seguir. Todo era muy agotador. Ella no ofreció a estas personas ningún refrigerio, ni siquiera café. Cuando le preguntaron por quinta vez si ella había empacado el bolso de su esposa por ella, ella finalmente dijo, ¡Okay, es suficiente! No responderé más preguntas si no está mi abogado presente. He cooperado lo suficiente, y hemos terminado aquí.

    No creo que usted se dé cuenta, Sra. Penn, uno de ellos dudó sobre su nombre. ¡Jess pensó que era deliberado e insultante! Pero necesitamos saber...

    "Hemos terminado aquí. Todos ustedes deben irse de mi casa ahora, dijo ella firmemente y los miró a los ojos, esperando. Ella no sabía qué haría si se negaban. No era como si ella pudiera llamar a la policía contra el FBI o la NTSB. Ella sabía que la NTSB investigaba cada accidente, y era por eso que estaban aquí, pero las preguntas redundantes y a veces personales estaban cansando a Jess. Entiendo su necesidad de información, pero les he dicho lo que sé, y el hecho de que ustedes me pregunten  si empaqué el bolso de mi esposa por quinta vez es demasiado. No seguiré repitiéndome. Han abusado de mi hospitalidad, ella respondió de manera diplomática, mirando a las distintas personas. Algunos le devolvieron la mirada con ira porque ella frustraba su investigación, otros se compadecieron, y otros se quedaron perplejos. Ella no había tenido suficiente sentándose para los invasores," como los consideraba, y los que estaban de pie durante las horas que duró la entrevista se habían apoyado contra sus muebles, sus paredes, y su decoración. Uno incluso se había sentado en una mesa de café que no tenía apoyo, y ella se había estremecido delicadamente mientras le pedía que se bajara.

    Jess se sintió aliviada cuando comenzaron a salir de la sala de estar y de la casa. El único que se quedó fue Andy, y la miró con curiosidad. El sindicato puede proporcionarte un abogado en... comenzó él, pero Jess levantó la mano.

    "Necesito estar sola por un rato, Andy. Gracias por todo lo que has hecho, pero quise decir que todos salgan de mi casa, y eso te incluye. Si tienes más información para nosotras, apreciaría que la compartas. Ella lo miró severamente. Debiste haberme dicho que sospechaban que mi esposa estaba involucrada de alguna manera en esta explosión," lo acusó.

    Nadie dijo... él comenzó sintiéndose culpable.

    ¿Ya han recuperado la caja negra del vuelo? ella señaló a los agentes que se iban del FBI Y la NTSB.

    Él se sonrojó, aumentando su culpa mientras asentía.

    ¿Sabes lo que está pasando allí? preguntó severamente.

    Él negó con  la cabeza.

    ¿Pero sabes lo que sospechan? ella volvió a señalar a los agentes.

    Él se mordió el labio mientras reflexionaba sobre lo que podía decirle. Alguien estaba transportando algo que no debería... él comenzó sin convicción.

    Sí, ella asintió enojada. ¿Aparentemente, era una bomba? El sarcasmo era obvio para ambos. Ella hizo una pausa mientras pensaba en la estupidez de esta conversación. Ni siquiera habían pasado veinticuatro horas desde que había sabido que su esposa estaba muerta. ¿Y todos ustedes piensan que mi esposa tuvo algo que ver con eso?

    Él simplemente la miró.

    Mi esposa no haría algo como eso. Ella nos amaba. Ella no podía esperar para volver a casa con nuestra hija siempre que podía.

    En el Aire quiere asegurarse que esto se aclare para ustedes, él le respondió, tratando de mostrar que tanto él como su empleador estaban de su lado.

    En el Aire quiere limpiar su nombre de un piloto que puede o  no puede haber llevado una bomba, ella contraatacó, horrorizada ante el pensamiento y lo que había recogido de las preguntas de los agentes. Lo que era más revelador era lo que habían dicho. Ella miró el reloj, dándose cuenta de que no había llamado a su trabajo o a la escuela de su hija y procediendo a corregirlo. Hablo en serio, Andy. Quiero estar sola. Ella observó mientras él recogía su gabardina, asintiendo hacia ella mientras se iba. Ella se dirigió al teléfono e hizo sus llamadas. La escuela fue muy comprensiva y su trabajo, muy amable, pero ella fue breve con ellos.

    CAPÍTULO TRES

    Tabitha se unió a Jess para dar un paseo en la playa rocosa en la parte trasera de su casa. Caminaron en silencio, Jess recordando cuando la niña había sido pequeña y se había preocupado de que se cayera o se acercara demasiado al agua. Un montón de recuerdos la asaltaron mientras caminaba. A veces, Tabitha le daba la mano, y otras veces, se iba sola. Jess estaba recordando los momentos románticos con su esposa en esta misma playa; las fogatas, las comidas al aire libre, el agua demasiado fría para nadar la mayor parte del año, y las batallas de agua en la espuma fría cuando no era así. La idea de seguir sola no era agradable, pero tenía que criar a esta pequeña niña por ambas madres ahora, y lo haría lo mejor que pudiera.

    Mamá, hay alguien en el acantilado sacando fotos, señaló Tabitha.

    Enojada, Jess giró para ver a alguien con un teleobjetivo en su cámara. Arrójale piedras. Obtienes puntos extra si realmente lo golpeas, dijo enojada mientras también recogía algunas piedras para tirar.

    ¿Realmente? preguntó la niña, interesada. Sonrió encantadoramente mientras cumplía. Una lluvia

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