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Historias sobre las fugas
Historias sobre las fugas
Historias sobre las fugas
Libro electrónico133 páginas1 hora

Historias sobre las fugas

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Información de este libro electrónico

La lealtad, la confianza y la codicia es lo que hace de esto una odisea. Solo habrá humanos que se aman, se lloran… Se enfadan. Nosotros somos nuestro propio virus.
Está historia gira alrededor de Marco Rey y todos los sucesos que lo han llevado hasta un punto de no retorno; él nunca volvería a ser el mismo. Quiero que recuerdes mientras lees que él siempre tuvo otra opción… ¿Cuál? Dímelo tú.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 mar 2019
ISBN9788417741303
Historias sobre las fugas
Autor

Santiago Patiño

Santiago Patiño González, nació el 8 de abril del 2002 en la ciudad de Bogotá, Colombia. La literatura ha estado presente en su vida desde temprana edad; sus hábitos como lector empezaron como la mayoría de los niños por las historietas de superhéroes. De ahí nace su imaginación que se desencadenaría en la elaboración de su primera novela Historias sobre las fugas (2019), la cual tiene trasfondo en una circunstancia tanto ficticia como social.

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    Historias sobre las fugas - Santiago Patiño

    Historias sobre las fugas

    Historias sobre las fugas

    Santiago Patiño

    Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © Santiago Patiño, 2019

    Diseño de la cubierta: Miguel Echeverri

    Imagen de cubierta: ©Miguel Echeverri

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2019

    ISBN: 9788417740191

    ISBN eBook: 9788417741303

    Nadie es ideal,

    pero con suerte podrías toparte con alguien no tan malo.

    Mensaje del autor: Este escrito no fue hecho por mí, sino por Marco. No quise hacerle arreglos, no quise mejorar su redacción. Pues yo sentí que de este modo sería más real, una aventura narrada con el mismo afán que sintió él. El nerviosismo que pudo haber tenido es inimaginable. Te invito a analizar como mejoraba conforme avanzaba el texto, a encontrarle las equivocaciones (Que de seguro fueron muchas) y a descubrir en que momentos estaba más nervioso. Cuando llegues al final entenderás todo, desde la coma que él olvido, hasta la palabra que repitió. Los sentimientos no van de la mano con la gramática, ellos siempre la rompen.

    Marco Antonio Rey Villamarín, nacido en La Ciudad y criado en la misma, un metro con setenta y cinco, de cabello rizado, barba de tres días, ojos café claros, con rasgos muy bien definidos por cuestiones de genética, estudio periodismo, con treinta y dos años tiene dos hijos a los cuales nunca ve, su esposa lo odia por diversos mal entendidos y muy malas decisiones. Su mayor sueño es ser guionista de películas de acción.

    5:30am

    1/02/2018

    QUIZÁ ESTE NO SEA MI ÚLTIMO GUIÓN.

    El asesino puntual empezaba el día. Me encontraba apagando la alarma y vociferando sobre porque tenía que levantarme del sueño tan esplendido que estaba teniendo, soñó que tenia la vida que siempre quiso: Una esposa que lo amaba y adoraba, dos hermosos niños que se destacaban en el estudio y lo más importante un trabajo estable.

    Mi vida había tenido la oportunidad de ser así, pero no. Pasé varios años de mi vida trabajando como un esclavo en una revista, que, aunque está me quitaba todo el tiempo también me daba mucha estabilidad, mi esposa Andrea Salazar quien me había dado dos varones, Juancho y Camilo, cuatro y ocho años respectivamente; en mi mente recurría una y otra vez el pensamiento de que solo se quedaba con Andrea por los niños, ella era una mujer muy posesiva, por ende demasiado celosa… bordeaba con la locura, si ella pudiera expropiarme, lo haría sin dudarlo. Andrea llegaba al punto de pedirme que la llevase a la empresa, solo para ver cómo era mi trabajo, una total mentira. Lo que quería era saber con qué clase de vieja me juntaba. Yo me divorcié de ella hace unos dos años. Andrea había cruzado los límites, me acusó de pedofilia y le hizo creer a mis hijos que su padre era un total depravado. Privándome así de su amor y lo que implica la relación padre e hijo/s.

    Me levanté como de costumbre, siendo optimista y orando para que mi vida no se fuese a acabar sin antes haberlo arreglado todo. ¿Arreglar qué?, mi mala relación con mis hijos, la casa en el mar que aún no tenia y lograr mi sueño de ser guionista de una maravillosa película de acción. Olvidé un detalle, renuncié a mi empleo al divorciarme de Andrea, quise cambiar mi vida, estaba esperanzado de que dedicándome a fondo a la escritura de guiones iba a lograr que uno fuera aceptado por algún canal o productora. Al menos una novela. No pasó nada de eso, de hecho, no estuve ni cerca. Todo lo que escribía era rechazado porque carecía de sentido, de norte. ¡Que hijueputas!, no creo siquiera que se hayan tomado la sutileza de leerlos enteros, pero así funcionaban las cosas en El País, sino tenías una palanca, con muy pocas veras lograrías ser alguien bueno, por lo menos alcanzar lo que un día soñé y materializarlo en mi vida. El esfuerzo y la dedicación aquí realmente no valen de nada, pero en ese entonces yo creía en algo más en que uno trabaja por lo que tendrá. Ojalá, sin palanca o alguien arriba que le ayude es muy costoso salir adelante.

    No podía quedarme sin empleo tampoco, tenia que buscármela como fuese para poder comer. Empecé a vender paletitas de fresa en buses acompañadas de mensajes que venían enrollados en el palo de la paleta. Algo así como unas paletas de la fortuna.

    Retomando, ese primero de febrero lo recuerdo perfectamente, lo primero que hice fue apagar la alarma y darle una miradita a mis redes sociales. Entre ellas mi favorita, Twitter, lo primero que vi un chiste. Humor negro. Como odiaba el humor negro, ¿saben?, el humor negro consiste en burlarse del mal ajeno y a mí en esta vida me había tocado ser el ajeno. Pese a que aún tengo fe en ser algo más que una historia más, adueñarse de sus desgracias es otra forma de salir adelante. Luego de esos primeros minutos me metí a bañar, con música de fondo, para ser exactos So payaso de Extremoduro. Salí, me puse una de mis mejores pintas pues era jueves, uno de mis días favoritos. Eso era lo que me repetía con todos los días y con todas mis pintas. Me prepare cereal con leche, un cereal que sabía a cartón pero el cual era mi única opción. Ya en la calle, me dirigí a una avenida de la cual me había adueñado; las riñas eran comunes entre vendedores ambulantes, como yo, al parecer todos teníamos a flote el instinto de asesinar al otro por un par de pesos o clientela, las dos iban a lo mismo: poder comer.

    Lo primero que veía al salir del apto, de mi cueva, era un viejo taller donde trabaja el del Taxi, un hombre morboso y pedante a morir, su aspecto era siempre el mismo. Canoso, una barba desarreglada y un overol negro con la palabra taxista en amarillo en la espalda del mismo, sus ojos eran café oscuros y yo encontraba su aspecto muy incómodo de observar. A mi mamá le había caído bien, en una de sus visitas a ver su hijo adorado se encontró con este personaje. Charlaron durante horas, curiosamente charlaban de mí, a las mamás les gusta presumir a sus hijos por más vagos y enclenques que sean, se dejaron los números de teléfono y prometieron volver a reunirse, pero esta vez con un tinto. Mi mamá entro al apartamento ese día y me dijo:

    —Hombre, Marco, muy dura la vida del taxista. Un ejemplo a seguir. Deberías decirle que te la cuente, total, él opina que eres una persona demasiado carismática y un muy buen muchacho. ¿Qué tal le pasen una novela sobre este tipo?, piénselo, mijo, las oportunidades son como las olas… apenas llegan ya se están yendo

    Lo único que pude hacer fue asentir. Había visto a ese sujeto echándole piropos, de los más grotescos a las transeúntes que pasaban. No era de los hombres sobre lo que yo quisiera escribir, lo curioso es que ahora lo estoy haciendo.

    Al cruzar la acera, no paso mucho antes de que el taxista me gritara.

    —¡Hombre, vecino, buenos días! — su voz era más ruda que su aspecto: un hombre cuarentón, barbado, con cara de que en su última relación lo despacharon por depravado e inepto. Tremendo personaje.

    —¡Qué tenga un buen día! — dije sin mostrar mi poca empatía hacia él. Luego seguí.

    Estaba llegando justo a tiempo, todos los buses de la avenida se habían detenido por la congestión. Vi un bus lleno, pero sin gente de pie, ese era. Le mostré mis productos al conductor, para que me diera el visto bueno y él me dijo

    —Regáleme una y se sube rápido — mientras hablaba note el leve movimiento que hizo con la cabeza, como de aceptación.

    Yo saque rápido una paletita de mi maleta Mike (era chiveada), y se la entregue en las manos. Me subí tan rápido como pude, estudié rápidamente quienes podían ser clientes potenciales y a esos mismos los miraba directamente. Entre esa multitud había: Señoras de tercera edad, un par de colegialas que se dirigían a sus colegios, supongo, ya que cerca quedaba la zona T y muchos jóvenes naufragaban ahí. También había empleados de oficina, ellos eran los mejores, compraban paletitas al montón para las mujeres con quienes trabajaban. Mientras caminaba hacia los puestos de más atrás decía mi retahíla.

    —Las galletas de la fortuna son para los asiáticos, nosotros, más humildes y más chéveres tenemos las paletitas

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