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El puma un pulso con la vida
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El puma un pulso con la vida
Libro electrónico111 páginas1 hora

El puma un pulso con la vida

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Información de este libro electrónico

Una historia sin final.

Una historia única y apasionada como pocas. Posiblemente, el lector se vea reflejado en sus capítulos.

El puma, en su inagotable búsqueda de la felicidad, plasma en su rostro el pasar del tiempo, pero esboza una sonrisa, creyendo haberla hallado, cuando en realidad se termina encontrando a sí mismo.

Este libro sacará del lector facetas que creía dormidas o que, quizás, no supiese que tenía. Llegará con alegría, humor, mal humor, lágrimas..., pero, sobre todo, con un espíritu de lucha que pocos se atreverían a desafiar persiguiendo un sueño, su ideal. Cada página provocará al lector un estremecimiento.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento24 abr 2018
ISBN9788417426521
El puma un pulso con la vida

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    El puma un pulso con la vida - Miguel Bernardo Bistritzky

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    El puma un pulso con la vida

    Primera edición: abril 2018

    ISBN: 9788417382209

    ISBN eBook: 9788417426521

    © del texto:

    Miguel Bernardo Bistritzky

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Tal vez esta historia haya comenzado mucho tiempo antes de yo nacer. Inspirada por lo que todos buscamos sin siquiera proponérselo, de abuelos rusos, italianos y españoles. Comencé mi andar por esta vida escuchando relatos de tierras lejanas, historias de vidas sacrificadas de quienes dejaron todos huyendo de guerras, de sus destinos, viviendo en América, la tierra de sus oportunidades del progreso y este intercambio cultural comienza como otros tantos relatos, el viaje que no te dejará indiferente.

    Crecí en una familia de clase media con tres hermanos; lo estudios no eran lo mío a diferencia de ellos, yo siempre soñando coger un barco, un avión y hacerme al mundo. Conocí a un hombre de origen indígena, mestiza, un tipo sabio y con él aprendí el trabajo de la artesanía en techados de paja y cabañas de madera. Con mi corta edad era muy compañero y más de las personas mayores; quería siempre saber y estar metido en todo; tal vez era la vida o el destino que me estaba preparando para lo que me esperaba.

    Luego comencé a estudiar para monitor de gimnasio. Llegó el amor y toda mi vida comenzó a transcurrir deprisa, llegaron mis hermosas hijas y empecé a darme cuenta que tal vez jamás vería esos países tan lejanos que siempre había soñado estar; llevaba mi propio gimnasio, también había conseguido trabajo de chófer de autobuses y camiones, todo me valía, me gustaba, estar, saber. «Esta es mi historia» ¿será el destino la casualidad o un cumulo de coincidencias que rige la vida de cada uno de nosotros?

    Hay cosas curiosas que nos suceden. Habíamos terminado la construcción de una cabaña donde estaba trabajando mi hermano y mi suegro, el cual comento: «ha quedado hermosa». Lo miro y no sé si algo o alguien me hizo pronunciar estas palabras: «Pues si la próxima la hago en España». Mi suegro me miró y me respondió: «Tenés cada locura en la cabeza…» y todo quedó en esa anécdota.

    Ya el destino estaba tejiendo mis andanzas. Al cabo de un par de días llegó un tipo bien trajeado al gimnasio.

    Marina mi esposa sacó una ficha pensando que quería inscribirse pero resultó ser un cliente de mis cabañas rústicas; nos presentamos y comienza a contarme que quería contar conmigo para tal fin.

    Pero que estaba lejos donde iríamos; yo pensé que sería en la capital que ya era lejos y le contesté que si arreglábamos precio no habría problema alguno… entonces él me mira y me dice: es en España. Miro a Marina y comenzamos a reír, este hombre no comprendía el porqué de la risa, me dijo que charláramos y vendría al otro día por la respuesta; me resultaba increíble la casualidad, mis deseos de recorrer el mundo regresaron como un huracán a mi vida.

    Fue así que al otro día Andrés, como se llamaba este hombre, regresó por la confirmación y el dinero para que viajase a Buenos Aires a tramitar el pasaporte ya que era inmediato el trámite. Todos los domingos nos juntábamos en familia a comer nuestros asados y aproveché la ocasión para darles las noticias; cuando estaban todos juntos sacamos el tema de la cabaña terminada la semana anterior y le digo a mi suegro: «la próxima te dije que es en España» y me volvió a decir «tenés cada locura en la cabeza» ¡ja, ja, ja!

    Saqué el pasaporte de mi chaqueta y lo puse sobre la mesa; les dije: «El martes parto». Todos quedaron muy sorprendidos, nunca nadie me lo dijo pero yo sabía de lo capaz que me veían, con mis sueños, estaba feliz.

    Aparte de mi persona, habían el arquitecto y dos chicos más, Daniel, Jorge y Andrés. El arquitecto este me había pedido que le consiguiera un transporte para que nos llevara a Rosario, una ciudad de Santa Fe que se encuentra a unos cien kilómetros de la nuestra, donde nos recogería un bus hacia Buenos Aires para acoger nuestro vuelo. Pero es aquí donde comenzaron a suceder episodios surrealistas que convertirían este viaje en una odisea o aventura rocambolesca.

    Así fue que partimos con toda la ilusión del mundo, pero con toda la mala suerte que no imaginaríamos un viaje que duraba catorce horas terminaría durando una semana; resultó ser que el tipo de la combi tenía el radiador pinchado y en bien salir comenzaron los problemas.

    Empezó a recalentarse el motor y teníamos que parar cada veinte o treinta kilómetros para que se enfriase y el tiempo corría en nuestra contra; veíamos que no llegábamos al punto de encuentro y para colmo se quedó sin agua faltando nada para llegar; yo estaba angustiado, lo que faltaba era perder el vuelo y me sentía responsable de recomendar a este tipo.

    Estábamos al costado de la carretera con el capó levantado, yo bajé hasta la cuneta para tratar de coger agua, porque encima llovía; en eso pasó un tráiler a todo lo que daba y la fuerza del viento que produjo al pasar por nuestro lado tiró el capó que se encontraba abierto con una violencia que prácticamente lo soldó. Al momento nos encontrábamos los cinco prendidos del capó para intentar abrirlo, pero no había Dios que pudiese…entonces el tío este nos dice que no podía continuar y ya nos agarró la desesperación, en medio de la nada no podíamos llamar a nadie.

    Decidimos hacer autostop y paró un señor con una camioneta abierta de trabajo, llevaba postes de teléfono. Nos dijo que solo podía acercarnos hasta la entrada de Rosario y para colmo de todo se puso a lloviznar. Cuando llegamos a la entrada nos dejó en una rotonda para tomarnos un taxi; ya casi estábamos en eso que aparece uno y lo paramos, era un abuelete, nos decía que iba para el taller. Le pedí por favor que nos llevase y accedió. Atrás no tenía asientos así que Dani subió detrás y yo delante y todas las maletas que pudimos cargar.

    De camino bajando de un puente se nos levantó el capó del coche. Era increíble lo que nos estaba sucediendo, encima el abuelito se baja para cerrarlo sin poner el freno de mano y el coche comenzó a cobrar velocidad, yo atiné a coger el volante y llevarlo recto al abuelito al trote agarrando la puerta. Hasta que la perdimos, yo a gritos pidiéndolo a Daniel que saque las bolsas para poder accionar el freno de mano y así lo hice y por allá venía al abuelete al trote. Menudo susto nos llevamos.

    Cuando llegamos el bus había pasado y al rato llegaron los demás compañeros; llamamos por teléfono y pasaron a por nosotros. Al fin me saqué esta angustia, me sentía responsable.

    Subimos al bus, parecía que íbamos a trabajar, no a volar revolcados enteros ¡ja, ja, ja! Pero me dije: «ya no es mi problema».

    Salimos nuevamente a la carretera, faltaban aun cuatrocientos kilómetros por andar; ya habíamos puestos los asientos en reposo y la verdad que no sé cuánto tiempo llevábamos andando cuando el bus parecía volcarse de los sacudones que daba: era la cola de un tornado. La tarde se volvió noche de pronto, el chófer tuvo que detenerse una hora hasta que pasó el vendaval; estábamos con el tiempo justo.

    Llegamos corriendo al aeropuerto, embarcamos nuestras maletas y se oían nuestros nombres por megafonía… «último aviso, último aviso, preséntense en la puerta de embarque», así fue que nos montemos al avión. ¡Por finnnn!

    Cumplimos el procedimiento de despegue pero el avión no salía; media hora, tres cuartos y en eso el capitán se dirige al pasaje comunicándonos que había un problema de seguridad en una de las puertas y según las normativas aéreas los pasajeros que se encontraban antes y después de esa puerta no podían volar. ¿Verdad que se lo están imaginando? Obviamente éramos nosotros y unas veinte personas más. Y para abajo de nuevo. Esta compañía solo poseía dos aviones, se llamaba Soerderwin; yo pensé a las malas saldremos mañana pero resulta ser que no; el próximo vuelo salía a los cinco días. Yo que soy un poco supersticioso le comenté a mis compañeros: «No tenemos

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