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Cuentos para reflexionar
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Libro electrónico194 páginas3 horas

Cuentos para reflexionar

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Información de este libro electrónico

Cuentos para reflexionar son eso precisamente, cuentos para reflexionar sobre quiénes somos y que estamos haciendo bien o mal.
¿Quiénes somos? Tenemos la mala costumbre de decir que tenemos espíritu cuando en realidad (sin meternos en ninguna creencia religiosa) es que somos espíritu, no materia, el cuerpo algún día morirá y será alimento y abono para la tierra, las plantas etc.  Pero nosotros, el espíritu, somos inmortales y quien será juzgado, nosotros (espíritu) seremos quien evolucione o involucione a través de las constantes encarnaciones, vida y muerte.
¿Qué estamos haciendo?  ¿Qué hacemos a través de la vida? ¿El bien o el mal? Pues entonces no nos quejemos de lo mal que nos va en la vida, solo estamos pagando algo de lo mucho que hemos hecho en vidas pasadas, no culpemos a dios diciendo ¿Por qué a mí? Algún "sabio" o "santo" nos responde. Así lo quiso dios. NO, así lo quisimos nosotros.

 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 mar 2021
ISBN9781393756187
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    Cuentos para reflexionar - Alejandro Cerda García

    CUENTOS

    PARA

    REFLEXIONAR

    Alejandro Cerda García

    Diseño de interiores y edición: Appie Holding International

    Ilustraciones: Janick Cervantes.

    Primera edición, 2019

    Este libro no puede ser fotocopiado o reproducido total o parcialmente por ningún otro medio o método sin la autorización por escrito de la autora.

    Derechos Reservados © Alejandro Cerda García

    Correo electrónico: odiseo663@gmail.com

    Registro público:

    03-2019-020510293200-14

    ÍNDICE

    1. LA CARTA (UN GRITO EN LA SOLEDAD).

    2. LA NOCHE DE MI VIDA.

    3. PROFETA EN SU TIERRA.

    4. LA NOVICIA.

    5. NAVIDAD EN EL CARIBE.

    6. LA BESTIA EN SU CAVERNA.

    7. LOS CANARIOS.

    8. PEPITO EL RATONCITO.

    9. LA FABULA DE LA ILUSION.

    10. QUE ES EL AMOR.

    11. EL PAJARO GRIFO.

    12. LA CIUDAD PERDIDA.

    UN GRITO EN LA SOLEDAD

    LA CARTA

    Escribo esta carta, no sé si sea para descargar mi conciencia, para aprovechar el último aliento de cordura en mi vida.

    ¿Cómo empezó?, ¿Cómo fue que esta pesadilla me atrapo?

    Cuando yo era un adolescente, la vida me sonríe, el sol parecía brillar para mí, la vida era color de rosa, el aire limpio llenaba mis pulmones y la vida; la vida simplemente era mía 14 años, 14 primaveras, eran las que yo lucía en una alegre imprudencia, tenía ilusiones, tenía anhelos y tenía todo un mundo por conquistar.

    Mis padres me tenían como su orgullo y todo me lo daban, me complacían en todo lo que se podía. Para mis pequeños hermanos yo era su ídolo, su ejemplo a seguir… (Llanto) ¿Pero cómo...? ¿Cómo fue la vida cambio? ¿Cómo fue que llegue a ser el guiñapo que ahora soy? Por aquellas fechas yo tenía una amiga, bueno a esa edad no se le llama amiga, era mi novia. ¿Qué sabía yo de la vida? Nada, no sabía nada, pero eso si con novia. Salíamos de la secundaria y caminábamos jugueteando, haciendo bromas, a veces íbamos en grupo con otros compañeros del salón y en otras ocasiones solo íbamos platicando nuestras cosas un mal día, un maldito día un compañero de clases que era dos años mayor que yo, me invito a una fiesta en su casa. – Van a ir nenas - Me dijo - Todas guapas y deseosas de un rato de diversión - y guiñándome un ojo me recalco que las nenas deseaban diversión. Yo inexperto pero más que todo ingenuo y creído me alborote y accedí a acompañarlo. La fiesta fue todo un éxito estuvo muy divertida hubo música muy movida y bailamos, hubo bebidas y bebimos, hubo juegos propios de nuestra edad, como la gallina ciega, jugamos a la botella y pagábamos el castigo, pero… aquí fue donde todo empezó, a mí me dieron por compañía a una muchacha muy bonita y parecía que yo le gustaba (al menos eso pensé yo) con ella pase toda la noche, con ella baile, tome cerveza cubas y todo lo que me daban.

    La muchacha tenía dieciséis años y no quería quedarle mal así que yo hacía de todo, cuando jugábamos a la botella, el castigo era darnos un beso apasionado yo con nerviosismo pagaba mi castigo, después con las bebidas ya habiendo hecho su trabajo y con la costumbre, los besos ya no me ponían a temblar, por el contrario, yo quería ser el más castigado de todos los del grupo. Entre castigo y castigo en una ocasión me dijeron – Ahora no pagaras con besos, ahora dale tres toques a este cigarro-ese cigarro era algo diferente, no sabía qué pero algo tenía que lo hacía distinto a los cigarros comunes además, olía raro - ¿Qué, te vas a cabrear? – Me dijo mi amigo, todos se rieron yo con el mareo de las bebidas sonreí un poco, pero la verdad es que no sabía si eso era gracioso o bien era una ofensa, vi a la muchacha que era mi compañera y ella también reía y me dijo – No tengas miedo, no te pasará nada, o si te falta algo para ser hombre dámelo yo pago el castigo por ti-. Naturalmente no se lo di, claro que no me faltaba nada para ser hombre, y si ella lo podía fumar, yo también lo podía hacer, para eso ¡Era hombre! Ya casi tenía los quince años. Le di los tres toques al cigarro y me sentí más mareado que antes pero a la vez, me sentí más alegre, más ligero… me sentí flotar. Esa noche no solo tome y fume marihuana, si no que supe lo que era tener a una mujer desnuda en la vida real, no en las pláticas juveniles, que solo son producto de nuestra imaginación. Esa noche la mujer fue real, no simples platicas que nos llevaban a imaginar y hacer creer a los demás, lo que nos sucedió. Al siguiente día no sabía que pensar ni que hacer, por un lado estaba la borrachera, pero eso podría pasar ¿Pero haber fumado marihuana? Eso sí me atormentaba, es cierto que me sentí bien, pero yo sabía que eso no estaba bien, por el otro lado, estaba la muchacha aquella que me dio su cuerpo desnudo y yo ni su nombre sabia, había un embrujo en ella pues yo deseaba verla otra vez, ese día por primera vez me fui solo, ni con mi novia, ni con mis amigos. Tres días pasaron y yo volví a mi vida normal, la escuela, mi novia, mis amigos y mi casa, pero… mi vida ya estaba marcada.

    Una tarde al salir de la escuela, ahí estaba ella junto con mi amigo. Sentí emociones encontradas, deseaba ir con ella pero iba con mi novia. Por otro lado sentí temor instintivo al ver a Jorge.

    Casi estaba seguro que me ofrecería la hierba, trate de disimular y solo lo salude agitando la mano derecha y dije - ¿Quiubo? – Pero ellos no se conformaron con el saludo y fueron hacia nosotros. Con artimañas me separaron del grupo y me convencieron para que los acompañara. Martita mi novia algo presintió y se aferró a mi brazo para que no me fuera con ellos pero no tuve valor para negarme. Jamás olvidare su cara, su expresión de sufrimiento sobre algo que ella presentía pero no sabía que era. Quizá ese sexto sentido que se dice que tienen las mujeres. No sé qué seria pero ahí los deje y me fui con Jorge y con aquella muchacha que yo estaba deseando. Mi cara tenía una sonrisa fija, y mi mirada reflejaba el deseo, me sentí como cuando los perros andan en selo, con la misma sonrisa dibujada y con la misma mirada, ellos me comentaban que el próximo sábado irían a una fiesta y querían que yo los acompañara. Entre plática y plática, Jorge sacó un cigarro de marihuana y le dio un toque y me lo paso, y yo le dije que no que ahorita no quería, pero la muchacha insistió en que yo le diera el toque porque luego seguía ella. Yo se lo pase sin fumarlo y ella se me insinuó y pregunto que si en mi casa me pegaban, - yo pensé que después de lo de la otra vez ya eras un hombrecito; nuevamente esa cobardía, ese no saber decir que no me llevo a fumar la hierba, inconscientemente yo me disculpaba conmigo mismo diciéndome no le hace si me la vuelvo a echar total la chava vale esto y más.

    (Si me la vuelvo a echar) pensaba yo, ya estaba pensando en acostarme con la muchacha aquella y ni su nombre me sabía. Además ¿mi novia? O que ¿ya no quería a Martita? De inmediato acalle mi conciencia. _ ¿Cómo te llamas? Le pregunte fingiendo indiferencia _Karla, por cierto tú tienes muy bonito nombre, eso me alago y entre platicando, cada quien se fumó un carrufo. Ese día volví a llegar tarde a mi casa, mi mamá me pregunto algo molesta del porque mi tardanza, yo solo dije que estuve con unos amigos. Ella me replico que mis amigos hacia mucho que habían llegado, solo le conteste que ellos no eran mis únicos amigos, me fui a mi cuarto a dejar mis libros y no vi que ahí estaba Martita, mi madre la vio y por su mirada noto que algo no estaba bien pero no quiso decir nada _ ¿comes algo Martita?_ no señora gracias. Y salió de la casa se podía ver que iba a llorar afuera. Mi madre sabia como todas las madres, la vio salir y dio un vistazo hacia mi cuarto, yo ya no salí ni para cenar pues presentía un regaño pero sobre todo, me sentía culpable… porque era culpable, cuando mi padre llego de su trabajo mi madre lo puso al tanto de lo ocurrido y de sus sospechas, no te preocupes vieja son muchachos ya verás que no es nada. Esa noche no pasó nada, el regaño lo libre, al día siguiente en la escuela martita ni se acercaba y yo tampoco pues me sentía culpable, me daba vergüenza acercármele.

    _ ¿Qué paso Alejandro?_ pregunto Pablo_ nos volviste a dejar, ¿pues qué te traes con esa chava y el que viene con ella? _nada conteste_ fingiendo un poco y restándole importancia a la pregunta, pero Pablo insistió _ ándale ándale no te hagas apoco crees que no vemos cómo te pones cuando ellos llegan, yo fingí molestarme ¿Cómo me pongo? Yo me pongo como quiero a la hora que quiero, _ está bien no te enojes _ yo solo decía, hice una mueca de disgusto y me retire, en mi molesto caminar casi me llevo a Sergio y a Arnoldo que se sorprendieron ¡ahora! ¿Este que trae? Quien sabe ya tiene días así _ ¿ya lo notaron?_ dijo Pablo ahorita se molestó porque le pregunte por la chava del otro día _¿cuál chava?_ pregunto Arnoldo _la del otro día la que lo estaba esperando junto con otro chavo halla por el deposito _dijo Pablo_ ¿cuál? Insistió Arnoldo. _tu no estabas dijo Sergio_ Estaban Chuy y Fer pero tú esa vez te fuiste temprano ¿A si?- ¿Y que con esa chava? Pues ya ni martita le hace caso- ¡¿Enserio?! Dijo incrédulo Arnoldo –Pero si son novios- Pues se me hace que eran- dijo Pablo. Mis amigos se quedaron entre incrédulos y pensativos, mientras yo me perdía entre los salones.

    Los días pasaron y yo fui perdiendo la vergüenza, mejor dicho me fui haciendo sínico, pues pese a que seguía dejando a mis amigos por Jorge y por Karla. Al siguiente día estaba con ellos como si nada. Martita y yo éramos los que estábamos en franco conflicto pues ella sabía que estaba siendo desplazada por otra y yo siempre lo negaba y solo le decía que eran unos amigos, ella siempre me callaba cuando me decía- Si son tus amigos ¿Por qué no nos los presentas? Ella y yo sabíamos que esos amigos nunca se los presentarían, no sé cuánto tiempo paso, semanas, meses, no lo sé pero llego un momento en que estaba viendo un juego de voleibol entre los grupos de 3 B y 3 C y note que yo estaba solo. Todos mis amigos estaban en grupo viendo el juego al igual que toda la escuela, todos ellos estaban juntos, menos yo. Estaban Chuy, Fernando, Sergio, Pablo, Arnoldo y Kiko, y de las muchachas estaban Manuela y su hermana, Lucha y Chayo, Cheto y su hermana y con ellos estaba Martita. Quien ya no nos decíamos novios y no nos decíamos porque ya no lo éramos. Poco a poco, nos fuimos alejando, que ahora no éramos nada. Me dio tristeza, vergüenza no sé, mis sentimientos se mezclaron entre recuerdos y deseos de estar con ellos, con Martita. Pero esa falsa hombría de no ceder, de no aceptar que se ha caído en un error, no querer aceptar que somos los únicos culpables de una situación que poco a poco se fue haciendo insoportable, agache la cabeza y así cabizbajo, me retire, tras de mi escuche comentarios –Ten cuidado mana dicen que ese es marihuano; apreté los ojos para evitar que salieran las lágrimas de tristeza y apreté la mandíbula para evitar recriminar a las muchachas que hicieron ese comentario, camine por las calles sin rumbo fijo, hasta que la noche me cayó encima, ahí en un terreno baldío llore amparado por la oscuridad -¿Por qué, porque estoy así, si yo era buen muchacho? Pero la respuesta no llego a mí, y no llego porque la respuesta yo la sabia ¿Para que preguntar lo que ya se sabe? Los días continuaron igual o peor, las reuniones con mis amigos eran cosa de todos los días, la marihuana ya había pasado a la historia, ahora los solventes y los químicos eran los que embrutecían. El alcohol, la cocaína y las pastillas psicotrópicas eran el pan nuestro de cada día. Las relaciones con Karla y otras amigas se tornaron en orgias en las que no faltaban las drogas. Los regaños de mis padres ya no me hacían efecto. Cuando andaba en mis cinco sentidos veía como mis hermanitos me huían, ya no era como antes, que solos me buscaban para juguetear o para que los sacara a pasear, ahora me tenían miedo; eso me dolía pero ya era yo un reo, preso de la droga. Un día me estaba drogando con unos cuates, ya andaba yo más en el mundo irreal que en este planeta, oía gritos, veía sombras, sentía empujones pero no ponía atención a todo ese barullo. En ocasiones, las sombras y figuras borrosas chocaban contra mí, me tumbaban y los gritos no cesaban.

    Recuerdo que yo caminaba como zombi, como entresuelo fangoso, mis pasos no caían firmes y yo trastabillaba; nada me interesaba, solo recuerdo que repegaba contra mi pecho el bote con solvente, pues en ese momento, esa era mi vida, era lo que más me importaba.

    Al siguiente día… desperté en el suelo, otros estaban ahí conmigo. Yo estaba adolorido me dolían todos mis músculos, los huesos y toda mi ropa estaba ensangrentada, mi cuerpo estaba hinchado por la golpiza que un día antes recibí. Según supe después, que hubo una feroz riña entre malvivientes que se disputaban los tiners y la marihuana y uno de esos rijosos era yo, sentí morirme de vergüenza cuando hasta la celdas llego mi padre acompañado de un guardia. _Ese es. Dijo mi padre y agacho la cabeza yo quería que me apapachara como antes, sentía que me moría por los golpes recibidos y por los efectos de la droga, pero no… yo ya no era su hijo, simplemente era un vago más, un vago que aún tenía un techo donde dormir y un plato de frijoles para comer. Por la noche escuche a mis padres hablar, mi madre lloraba y mi padre le hacía ver que yo ya era un peligro para los niños. Esa noche salí de mi casa para no regresar solo un adiós de papel en la mesa les deje, salí de la casa y por unos instantes permanecí viendo el lugar donde nací, después me retire, me fui llorando como si me hubieran echado del paraíso, llore por mis padres por mis hermanos llore porque aun los amaba, era mucho el amor que sentía por mi familia pero… pero la droga ya la llevaba en la sangre, en el corazón, en el alma, a partir de ese día vague por las calles me fui a otra ciudad donde nadie me conociera para evitarles más vergüenzas a

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