Después de medianoche
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Bernado R. Villatoro
Bernardo R. Villatoro (Chiapas, 1977) Su afición por escritura nace a raíz de reunirse con amigos tanto poetas como filósofos en su adolescencia y a finales de los años noventa comienza a trabajar en sus primeros proyectos literarios. Parte fundamental de su creación de relatos y poemas nace a través de la lectura, las conversaciones interesantes y el deseo de plasmar la vida misma a través del papel; sin embargo, no fue hasta su llegada a la ciudad de Tijuana donde comienza a darse la oportunidad de volver a retomar su pasión, escribir. Participó en el taller de narrativa impartido por la escritora Gilda Salinas, y dentro de esta época, trabaja en sus relatos Another Day y Tregua, los cuales se utilizaron para puestas en escena de corte erótico en Tijuana. Ha participado en la revista Tijuana Poética, de Gilberto Licona; en la antología de cuento Nubes de nueve, del Seminario de Cultura Mexicana, Corresponsalía Tijuana, así como en contenidos independientes desde su podcast El Pozo y el péndulo. Este es su primer libro, actualmente se encuentra trabajando en un segundo libro de cuentos, entre otros proyectos poéticos y narrativos.
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Después de medianoche - Bernado R. Villatoro
Dedicado a Mis grandes inspiraciones.
Dan, Abigail, Emily y Moranoba.
Nunca voy a dejar de escribir de ti, todo lo que escribo es por lo que me inspiras; ninguna línea, ningún verso, ningún poema es bueno si tú no lo provocas.
Entre sus calles
(Miguel A. Ochoa)
El Secuestro
La locura no tiene maestro,
para los que vamos a bogar sin rumbo perpetuo
Lo último que recuerdo es haber estado en esa cantina bebiendo unas cervezas, después, sé que me embriagué, como ya es costumbre, pero no parecía algo fuera de lo común.
De ahí en adelante todo es un gran enigma.
Recuerdo que me llevaban y tenía las manos atadas así como los ojos vendados. El aroma fresco de esa tarde y el clima templado me hizo suponer que me habían llevado hacia las afueras de la ciudad.
¿Por qué se han tomado el tiempo para llevarme lejos?
Me pareció extraño, pero solo eso, no sospechaba algo más que una simple broma. Inocente de mí…
Sé que hay personas a los que no les agradamos del todo. He pagado mis deudas y trato de estar al margen de las cosas que me rodean. Es más, me considero un buen ermitaño a pesar de mi corta edad, he sido muy reservado. Pero, creo que eso no les importó a quienes me trajeron aquí.
El camino, me pude dar cuenta, era terracería. En otra palabras, puedo afirmar que atravesamos una vereda, pues al caminar, la hierba rozaba mi pantalón. Luego recuerdo un golpe en la nuca: todo se desvaneció.
Es curioso, he despertado en este lúgubre recinto, y no tengo temor. Siempre he temido a que me pueda suceder algo con lo que se termine mi desperdiciada existencia, pero esta ocasión siento un gran alivio.
Mis captores —y pluralizo, pues en el camino escuché tanto sus voces como sus risas burlonas— no desean matarme. Eso creí hasta ese momento, poco después me cercioraba de que en efecto, deseaban verme sufrir y darme una muerte agonizante como regalo a los suplicios por venir.
Nunca entendí cómo deseaban matarme, pues aunque escuchaba sus voces, no logré entenderlos. Pero su manera de reír me parecía familiar.
Se les olvidaba darme de comer o beber. El no comer me mortificaba menos que no ingerir ni una sola gota de licor, pues éste me hacía olvidar la humillante situación en la que me encontraba. No miré sus rostros, y aunque esperaba ansiosamente conocerlos y aún más decirles algunas palabras, sus identidades quedaron en la bruma. Han pasado ya tres días desde la borrachera en la cantina y mi desesperación aumenta.
***
—¿Me han abandonado? No sé…
Me encuentro en un lugar oscuro, ¿una cabaña?… No hay luz, solo velas y mis nada agradables compañeros de cuarto, ratas y demás alimañas.
En verdad no extraño nada del exterior, pero me intrigan mis secuestradores, en este tercer día no les he escuchado decir palabra. No tengo idea del tiempo y no sé qué hora pueda ser. Las ventanas están selladas y no tengo reloj, aunque en realidad eso no importa. Sé que no es temprano, lo intuyo; me han dejado una botella de vino tinto. Hace tanto que probé vino, ignoro si agradecerles o si es el último trago de mi vida. Es curioso, ellos conocen mis gustos, me dieron de comer comida de mi agrado así como bebidas de mi predilección. Cerveza oscura, vodka y vino.
¡Esto me da mucho escalofrío!
De nuevo me siento atolondrado, me he bebido todo el vino y el