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Gabriel, un asesino sin serie
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Libro electrónico217 páginas3 horas

Gabriel, un asesino sin serie

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Información de este libro electrónico

Un asesino sin escrúpulos y un suelto, es Gabriel, pero ... no, no está loco, aunque mata como si estuviera. 
Es un asesino despiadado, sin patria, y muy sarcástico. Él mismo nos cuenta su historia, hablándolos directamente y intimidándonos con amenazas claros de nuestra próxima muerte y el osamos cuestionar 
... Gabriel, es muy peligroso ... y solo él sabe " Como acaba su historia ". 
¿Seréis capaces de invitarlo a cenar a vuestra casa?

IdiomaEspañol
EditorialFrank Spoiler
Fecha de lanzamiento1 dic 2013
ISBN9781494338336
Gabriel, un asesino sin serie

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    Gabriel, un asesino sin serie - Frank Spoiler

    Prologo

    Si tuviera una respuesta a mis actos, seguramente no sería coherente ni satisfactoria, no existe justificación alguna en un asesinato.

    Soy un asesino... sin serie

    NO PUEDO RECORDAR LA fecha exacta en que empezaron los sueños... ¿sueños? «Ni siquiera puedo tener la certeza si ciertamente lo eran». Porque, ¿quién era aquel anciano que me visitaba casi cada noche, me hablaba durante horas (a mí me lo parecía) y, sin embargo, al despertar, me era imposible recordar nada?

    Introducción

    «Bueno, no sé cómo empezar...  ¿cómo decirles que... Soy un asesino?

    ¡Vaya!  Pues ya lo dije...  Fue más fácil de lo que pensé en un principio...»

    Pues eso, soy un asesino... ¿Qué por qué os lo cuento?    ¿Será porque seréis mis próximas víctimas? Al fin y al cabo, sois sólo eso para mí.  Pero no, quedaos tranquilos aún no... Ya tendréis tiempo de correr; mientras acabo mi historia, tampoco mucho, no os penséis que os voy a dar mucha ventaja... la suficiente para mientras os mato, reírme.

    Pero ahora, debo de contaros mi historia, no sufráis, ¡para lo que os queda...!

    Ah, ¿Qué por qué asesino? Por una muy sencilla razón... ¡Por odio

    Capítulo 1

    El cuchillo jamonero

    Todo empezó hace menos de un año...  Ah, perdón, que mal educado, soy..., Gabriel... para serviros... ejem, "Hace menos de un año que empezó todo... mi cabeza no aguantaba más, mi mente, parecía que en cualquier momento iba a estallar... ¡odio! no sabía por qué, pero, sentía odio... Era horrible, mirara donde mirara, solo sentía odio... un odio enfermizo, terrible e insufrible, que me llenaba... de rabia y cólera. No, no sabía qué me sucedía, era un odio inhumano, de inframundo... sencillamente, ¡Odiaba a todo el mundo!

    Sin embargo, esa mañana me desperté bien... sin pensar, salí de mi apartamento "Bueno, vale, un cuchitril... ¡pero era mío, carajo!", sin saber cómo ni la razón, subí dos plantas más. –Estaba como hipnotizado-.

    Perdón, ¿No lo dije? (soy tan despistado).

    En mi mano derecha, detrás de la espalda llevaba un cuchillo jamonero, «nunca tuve un jamón entero pero, ¿qué queréis... "fue un regalo"?».

    No dudé, toqué el timbre y no tardó en abrirme mi vecina. Una cincuentona de muy buen ver y que por una cena se te abría de piernas que daba gusto,  «y lo que no eran las piernas». -Vamos que se lo comía todo-, (incluida la cena, claro).

    Reconozco que más de una vez, (tres o cuatro), la invité a cenar... ¡soy hombre! Esta vez no la iba a invitar a cenar... La primera cuchillada se la llevó en el vientre... bien abajo, casi haciéndole más grande su gran coño. Aún ella me sonreía, feliz de verme, «hasta que a sus entrañas le llegó el mensaje del frío del metal».  Y sus puntos nerviosos se lo llevaron al cerebro, diciéndole que, algo no muy bueno, y sí, muy doloroso, estaba pasando allá abajo...

    Entonces sí, su boca se torció e hizo un amago de lanzar un grito de dolor.

    No la dejé, le tapé la boca con la mano izquierda, mientras con mi cuerpo la empujaba hacia adentro, cerré la puerta de una patada.

    Estaba tranquilo, vivía sola. La miré a los ojos mientras agonizaba, los suyos me miraban muy abiertos, sin entender... yo tampoco lo entendía, no sentía ningún placer... pero la odiaba.

    Noté como su pulso se aceleraba un segundo, intentando des asirse de mi abrazo mortal, después... nada, Sus ojos vidriosos, acariciando la muerte, parecían querer decirme algo... no la dejé, la tapé la boca para no dejarla hablar y esperé hasta escuchar su último aliento, «eso que llaman estertor».

    Muy tranquilo, -sin prisas-, limpié el cuchillo en sus ropas y lo dejé en su cocina; hacía unos días... «En una de mis invitaciones a cenar», me había dicho que le hacía falta uno de esos, ella sí tenía jamón. Alguno que tenía más pasta que yo se lo habría regalado, {el jamón], seguro.

    Bueno ¿Veis? yo le regalé su cuchillo...

    ¿Os dije, la primera cuchillada? sí, es cierto, no hizo falta más, sólo me aguantó la primera ¿Para qué darle más? ¡Perdón, no te vayas muy lejos por favor, que voy hacer un pis...!

    ¡Nenes! me fue de poco, casi no llego... ¡y eso que lo tengo a dos metros! (el baño claro)

    ¿Me sigues, Víctima? «Sí, a ti te digo... ¿a quién sino?» No te ofendas... si vas a morir igual...

    Perdón, otra cosa que se me pasó es mi descripción física...  Aunque, tampoco te importa mucho, "podría ser... tu vecino del segundo o del cuarto... ¡Qué más da! ¡Eso es!...  víctima, lo pillaste bien. «Un hombre corriente, ni bajo, ni alto, ni gordo ni flaco... ni feo ni guapo... co-rri-en-te- Justo... ¿tú vecino?»

    Bueno prosigo, si no te acabarás muriendo de aburrimiento y no me interesa.  «Prefiero matarte yo»

    ¿Por dónde iba...? ¡Oh, sí claro!  Una vez dejado el cuchillo en la cocina; en el fregadero, lavado y limpio ¿cómo si no? 

    Dirigí mis pasos hacia la puerta, no miré a mi víctima, ¿para qué? ¡Ya sabía que estaba muerta!

    Salí tranquilamente de allí. Al cerrar la puerta de un portazo y empezar a bajar los escalones «de uno en uno que no estoy para muchos trotes». Me crucé con el vecino del sexto, este me miró sin curiosidad... yo a él, con mucha; «enseguida supe quién iba a ser mí siguiente víctima» así que, me quedé con su cara...

    Al llegar a mi rellano entré a casa sin prisas... sabía que a la cincuentona, no la encontrarían por lo menos en dos días... Tenía tiempo para preparar mi coartada para cuando empezara la policía a hacer preguntas. Seguro que a mí me harían más que a nadie allí... «Más adelante os enteraréis por qué».

    Explicaciones

    «Quizás os pueda parecer un asesino muy peculiar y simpático, pero no es cierto, no hay asesino simpático, solo asesinos sin sentimientos. Si una vez te cruzas conmigo, no esperes a que te sonría, corre... corre y no pares hasta que llegues ante cualquier comisaría de policía, y no dudes jamás en denunciarme. Tu vida y no la mía, estará en peligro.

    Nunca penséis que no existen asesinos como Gabriel, los tenéis incluso de vecinos, amigos o incluso, pueden ser familiares cercanos vuestros. En cada sonrisa devuelta, puede haber un asesino esperando que le des la espalda.

    Esta historia la cuento yo, Gabriel. Nunca quise ser lo que fui o soy, pero no vengo a disculparme; ni me hace falta ni quiero hacerlo. Cometí muchos crímenes, algunos de ellos, me horrorizan hasta a mí. Nunca seré un santo, sin embargo, tengo algo a mi favor; conozco el final de esta historia».

    Capítulo 2

    No hay prisa...

    Como ya me imaginaba al llegar la policía hizo cuatro preguntas a los vecinos. A mí me asaltaron prácticamente pero... supe escaparme bien. «Secreto» y también como suele suceder... nadie vio ni escuchó nada. Por supuesto... yo tampoco vi nada. ¿Os preguntaréis por el vecino que me vio salir? Bueno pues no os preocupéis más... Creo que decidió de repente hacer un viajecito... «No precisamente a Disney World...» Olvidé deciros que al igual que la inmensa mayoría que vivían en aquella comunidad... Vivía solo. Oh, tampoco os preocupéis por si sufrió, la verdad es que ni se enteró que se iba de viaje, para no volver..."

    Recuerdo que me miró... "Pocas horas más tarde de haber matado a la cincuentona, ¿qué no os dije cómo se llamaba? ¡Qué mal educado que soy! Claudia, así se llamaba.

    Como os decía, al abrirme me miró con extrañeza al verme frente a él en su puerta... No le di tiempo ni de abrir la boca, del primer martillazo le rompí el cráneo. Sonando a huesos astillados... «Cómo cuando uno pisa gravilla en un parque» No sé si es que soy demasiado fuerte o qué pero el cráneo se hundió cómo  se  hunde el cuchillo  en la mantequilla, al primer golpe, dejando ver parte de su masa encefálica mezclada  con mucha sangre... «Sí, ya sé que suena feo y hasta asqueroso, y me callo lo más feo», como que después de seguir dándole golpes El tío se resistía a morir. Lo corté a pedazos con una sierra de cortar metal. Sí, ya sé... suena raro pero... ¡joder! no encontré otra cosa... aquel tío se ve que jamás hizo bricolaje...  Por cierto, ¿os dije por qué lo maté...? ¿Por qué me vio salir del piso de Claudia...? ¡Qué no, qué no...!  (No dais una) Lo odiaba desde el mismo instante en que lo vi. No me preguntéis por qué, también os odio a vosotros y ni siquiera os conozco... Bueno, no es del todo cierto... ¡vosotros no me conocéis a mí! yo sí sé quiénes sois... y no os extrañe que al acabar mi historia vaya a por vosotros. ¡Os odio igual...! un día apareceré en vuestras vidas, y será para mataros, no importa cuánto tarde; Ni en qué forma os vaya a matar pero no hay prisa...

    NI NIÑOS NI POLÍTICOS

    Sólo hay dos tipos de asesinatos que jamás haré... Políticos. O...  a niños.

    A los políticos por una sencilla razón, la policía se pone a buscar como perros rabiosos y claros, esos crímenes no se perdonan ni se olvidan fácilmente. Por consiguiente... no me interesan. «Y eso que conozco a algunos que los despedazaría muy gustoso...» ¿Y los niños? ¡No! a esos ni tocarlos... Me recuerdan tanto a mí...  «Yo, aunque no lo pueda parecer, no dudéis también fui niño, y un niño modélico» Claro que eso fue muchos años atrás...

    Cuando aún conservaba la inocencia y soñaba con ser astronauta... Esto no quiere decir que si me los encuentro alguna vez de adultos, no los despedace con muchísimo gusto... Y eso que ya os digo, no gozo matando... no, para nada, sólo es una obsesión y un odio irracional, (sí, ya os lo digo) ¡Irracional! Y eso que jamás fui a psiquiatra alguno... Sé que el mal está en mi cabeza; no sé en qué momento real se metió en mí... «Más adelante os explicaré alguna cosa que hoy, me callaré».

    ¿Supongo que estaréis esperando que os cuente mi siguiente crimen...? ¡Morbosos...! «Imaginaros aquí que solté una gran carcajada».

    Seguro y estaréis pensando ¿Pero... y este tío que hace con los cadáveres?

    ¿No os lo dije...? ¡Perdón! de nuevo, por el despiste... Me los como... ¡me fascina la carne humana!

    «La culpa la tuvo mi vecino, el puñetero. Justo el día en que lo maté y despedacé; cuando lo llevé a casa para guardarlo (esperando un mejor momento para sacarlo de allí sin que, me vieran...) Fui, abrí la nevera para comer algo y... ¡nada, ni siquiera un hueso para hacerme un caldo...! ¡Maldita sea! Pensé; "olvidé hacer la compra del jueves" De repente me vino a la memoria, mi madre. Y un pensamiento demoníaco... ¿Por qué no, igual no es tan mala idea? ¿Y sí me cojo un bistec de alguna parte blanda de mi vecino...?  De todos modos él no se va a quejar...»

    Dicho y hecho, como el hígado de ternera siempre me gustó, pues, por él empecé y...  La verdad es que sí, estaba muy bueno y tierno. «De veras si un día os decidís... empezar por ahí... ¡está riquísimo! Y sobre todo el corazón...  Ese cayó en los días siguientes... ¡Estaba delicioso! "Ya os diré mi modo de cocinarlos, por si queréis probarlo».

    Bien, dejemos la cocina y centrémonos en la historia.

    Tres meses más tarde de mi segundo crimen, empecé a sentir cómo me latía la cabeza de una manera horrible, esa manera en la que, me venía a decir ya he vuelto... tengo hambre y siento odio...

    Lo verdaderamente extraño, era que tan sólo duraban cómo diez minutos, insufribles eso sí, pero diez minutos...  Luego mi cabeza volvía a la normalidad, con un odio que me hacía sentir frío por todos los huesos del cuerpo. Luego «era como un paso de baile repetido una y otra vez» Me duchaba, me lavaba la boca, los dientes, me pasaba el peine por mis escasos cabellos... me vestía y...Salía a cazar.

    Capítulo 3

    ¿Hacerme un caldo? 

    ¿Sabéis... esto de escribir y contaros mi vida... como que, no es divertido? Quizás sería más divertido salir a daros caza... No entiendo por qué, pero ya me caéis mal... En fin, procuraré guardar mi malestar y aburrimiento hasta que no aguante más. Eso sí, estar al tanto pues; en cualquier momento puedo estar detrás de vosotros y cortaros el cuello de un solo tajo.

    Olvidé deciros que, lógicamente yo no nací así, mi vida era de lo más normal hasta... Bueno que os parece si lo dejo para lo último, por ejemplo... ¿Antes de mataros?

    ¿Sabéis, mí tercera víctima fue una adorable abuela? ¡Oh, sí, era en verdad adorable! siempre me pedía a mí que la ayudara a subir las bolsas de la compra, y claro yo no dudaba, pobre vieja ¿Cómo no ayudarla? Siempre me daba como premio, unos caramelos, sí, siempre lo hacía... era un encanto.

    Nos hicimos tan amigos que, no dudaba en pedirme que la acompañara al parque que estaba de nuestro barrio a unos cien metros "Y claro, yo no lo dudaba... ¡era tan adorable! Siempre caminábamos, ella agarrada de mi brazo muy orgullosa «Como si fuese su hijo o nieto» Y justo teníamos que pasar un puentecito por donde se cruzaba al pueblo de al lado, y allí estaba el parque. El último día que me lo pidió, tenía yo un horrible dolor de cabeza, pero acepté sin dudar ¿cómo no hacerlo? Eran sobre las cuatro de la tarde, verano, un calor sofocante que, beber agua era verla cómo se evaporaba al instante a través del sudor. «NADIE EN LA CALLE» ¡¡Es qué me lo puso a huevo...!! Fue sencillamente, genial; ni llegar a cruzar el puente... ― ¡Cómo voló la vieja!―Claro qué, cómo no tenía alas...

    Luego me fui a tomar unas cervezas, ¡estaba sediento, por Dios!

    ¡Hombre...! ¿Cómo sois capaces de preguntaros eso? ¡Era una vieja...! ¿No querríais que usara sus "huesos" para hacerme un caldo no? Bromas macabras aparte, ¡me caía fatal la vieja! Y verla caer desde aquella altura (unos diez metros) casi, casi que me dio satisfacción...

    Tres cervezas más tarde y tras ir a casa a recoger algunas cosas que me faltaban, fui directo al trabajo. ¡Ah! ¿Que no os dije que trabajaba...? Pues sí, como cualquier hijo de vecino, me tengo que ganar el pan con el sudor de mi frente. Y no es un trabajo cualquiera no, soy... «¡No!»  Sería daros demasiados detalles y no me conviene.  Quizás os hiciera sentir más miedo del que sentís ahora... Sólo os diré una cosa más... ¡Estoy más cerca de vosotros de lo que realmente pensáis! ¿No sentís ya cómo un aliento que os roza la nuca?

    Bueno dejemos las confianzas aparte, «Con vosotros ya me siento como en casa» Por cierto... en mi casa me siento fatal. ¡Odio mi casa!

    Es increíble cómo, según iba matando, cada vez se me hacía más fácil el modo de

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