Me recordarás cuando muera: 100 poemas para desnudar a un hombre
Por Frank Spoiler
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Me recordarás cuando muera: cien poemas para desnudar a un hombre. Es un poemario. Puede que el medio utilizado, el frío teclado de un ordenador, no sea apropiado ni el más romántico, pero puedo asegurarles que puse en cada verso el alma y todo el corazón.
Frank Spoiler.
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Me recordarás cuando muera - Frank Spoiler
Agradecimientos
Quiero agradecer aquí a todos los amigos que desde las redes sociales me están apoyando con sus tuits y también cómo no, con la compra de mis libros, a todos ellos ¡Muchas gracias!
Cómo no, a mis hijos, Élida y Óliver, porque son mi sostén y mi vida, sin ellos hace mucho que habría tirado la toalla. Hijos míos ¡os amo con toda mi alma!!
Marta Barral, cielo, no me puedo olvidar de ti, muchas gracias por haber entrado en mi vida y lograr con ello hacerme mejor persona. ¡Gracias!
I
Y me fui, sin sueños.
para perderme entre las sombras,
y volar sobre el abismo,
de estos sueños locos de poeta,
hasta lograr con mis besos acariciar
el silencioso murmullo de mi alma...
Solazarme en leve y desdichada armonía,
conjugándola al pronunciar su nombre
y sentir esa presencia tardía...
de vivir el despertar a la vida.
Sonido que se escucha en mi mente,
de mi pensamiento al caminar,
siempre en lucha pidiendo más...
buscando un sendero que me impida soñar.
II
Me voy ciego y hasta sordo
de no querer escuchar...
sombrío como la noche,
¡silencioso en el caminar!
Ya pararon las auroras,
y de soltar su delicado aroma, las rosas.
Hasta pararon de llorar las amapolas
al verme sollozando privado de libertad...
Me fui... dando traspiés, mis ojos sin ver
y este dolor amargo... rompiendo mi quebranto
¡siempre igual, al amanecer!
II
Ya no hay luz en tus ojos ¡madre!
tus piernas se van cansando,
ya no recuerdas ni piensas,
tus pensamientos se van apagando...
En la oscuridad de tus años,
a quienes una vez trajiste al mundo,
apenas esbozados quedan en tu mente,
para instantes después... olvidarles
en los oscuros vericuetos de tu cerebro.
Caminas a tientas... casi a trompicones,
y se te dobla tu escuálido cuerpo,
mientras te bailan los huesos
y tu mente se pierde para tus adentros.
II
Ya no me sonríen tus ojos,
tus labios al reír parecen huecos,
cómo si, perdida, estuvieras y naufragaras
¡en un inmenso mar desierto!
¡Madre! ¿No me escuchas?
mi boca te grita desde dentro,
golpeando a este necio corazón,
escondido en esos profundos lugares...
¡dónde duerme el sentimiento!
¡Maldigo la enfermedad!
esa que te supo llevar presa,
y te llevó huida hasta los confines
de una soleada tarde,
dónde quizás, viste el mar...
y allá te guardaste y recogiste tus naves.
III
Me quedé sin corazón... se fue, asido
a las alas del aire, lejos donde nunca salga el sol,
ni se vea cómo, la mar...
devuelve su aroma a la tarde.
Bosque oscuro y miserable donde lloran las ninfas,
y el amor se abisma en sus carnes.
Rompo a llorar, y la lágrima,
se diluye en la hiel y en mi sangre...
arañándome las entrañas y adueñándose de mis soleadas tardes.
La congoja, dueña de mi espíritu,
camina a oscuras y con miedo.
Miedo a volver a sentir,
¡y horrorizada de no volver a vivir!
Ya duermo... en la faz oscura y fría de la muerte,
esperando al barro miserable que tape mi sepulcro...
y me abrace.
IV
Y me fui sin verte... guardando mi pecado
donde los sentimientos cambiaron su nombre,
sin esperar a tenerte y antes de quererte.
Me fui, esperando no volver, muy lejos...
sobre la línea que se pierde en la oscura meseta
de la memoria mal disimulada.
Sin mirar atrás...
quizás por el miedo, muy humano,
de no saber perderte con dignidad.
Pero, mi amor... nunca imaginé que, al marchar,
dirigiría mis pasos rumbo hacia un universo
donde, por muy lejos que huyera...
¡tú, mi amor, siempre estarías en él!