Micros donde si no sonríes ¡es que estás muerto!
Por Frank Spoiler
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Es difícil hacer una sinopsis sobre un libro de micros dónde, posiblemente, cada lector será dueño y señor de darle sus propias conclusiones. O entenderá y racionalizará sobre lo leído de muy distinta forma o manera. Por esta razón solo puedo atreverme a pedirle a mis lectores: Leedlos con la mente abierta, no os cerréis a nada, posiblemente cada uno de los micros escritos aquí será capaz de sacaros, en algunos casos, una sonrisa, en otros, un gesto de incredulidad. Para mí, como su autor, será un verdadero orgullo si consigo -de alguna manera- haceros pensar o acaso pueda sacaros una sonrisa. Que sepáis que no os lo pondré nada fácil, no me gusta darlo “todo hecho”. Me gusta que mis historias las acabéis vosotros o que, al menos, las degustéis como si fueseis los propios protagonistas de ellas, ¿sabréis disfrutarlos? Frank Spoiler.
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Micros donde si no sonríes ¡es que estás muerto! - Frank Spoiler
Agradecimientos
Quiero agradecer muy especialmente a Marta Barral, mi novia y paciente compañera de aventuras, todo su apoyo y colaboración a la hora de escribir este libro ya que, fue ella la que logró, mandándome diez palabras diferentes durante días, que me llegara la inspiración." Sin su ayuda este libro no habría sido posible porque llevaba tiempo bloqueado y absolutamente anulado. ¡Muchas gracias amor!
Dedicatoria
Libro dedicado a lo que más amo en este mundo; mis hijos, Élida Ángela y Óliver Alejandro Sánchez Oyarce. ¡Hijos míos, os amo con toda el alma y toda la sangre de mis venas!
Soy hijo del viento
No me busques en tus gritos, tampoco quieras encontrarme en tus locuras, soy hijo de una madre muy antigua, tan anciana como el mismo tiempo (si a éste se le pudiera medir). Me sentirás en invierno hasta temblar de frío... o recibirás con dulzura mis caricias en primavera. O tal vez quieras probar mis ardorosos suspiros en el ardiente despertar de tu cuerpo, bien entrado julio, para el disfrute de tus sentidos, con este aliento mío, ardiente y varonil... ven, acógeme en tu cuerpo, soy hijo del viento, aquel que quiere morar o morir en tu desierto.
Nonno, el cuenta cuentos
El pueblo que vivía en una gran bola de cristal
Y COLORÍN COLORADO... este cuento se ha acabado..."― decía Nonno, al bajar al suelo al chiquillo que antes estuviera sentado en sus viejas y enclenques rodillas. ―¡Otro Nonno! ¡Cuéntame otro! ―le pedía el pequeño con insistencia mientras lo miraba lagrimeando sus ojillos.
Nonno levantó su enjuta espalda, levantó sus cansados párpados arrugados y con sus azulados y desvaídos ojos echó una ojeada a la enorme fila de niños y niñas que tenía ante sí y... suspiró largamente mientras daba una palmada con afecto en la nuca del pequeño y le decía en un susurro ―venga va, Tino, tira, dile a tus papás que te traigan de nuevo mañana ¿ok? ―Los papás
que estaban justo al lado, hasta se persignaron lanzando un resoplido. (No en vano llevaban así días y días, eran muchos años ya viniendo a diario a que Nonno les contara su cuento
- porque siempre era el mismo- a su hijito). Un cuento que ellos (ni ningún adulto) habían podido escuchar, y eso que a Nonno se le notaba que hablaba en voz alta pero, les estaba negado, según el viejo, ´los adultos no me podéis escuchar porque hace ya muchos años que dejasteis atrás la inocencia
de la niñez´.
Nonno llevaba muchos años en el pueblo y ya nadie se acordaba bien cómo llegó o desde dónde vino. La leyenda,
(sí, ¿cómo no? existía una leyenda sobre el anciano Nonno) y se contaba que, desde que Nonno había llegado al pueblo, no se sabía muy bien por qué pero, nunca más nadie había perdido esa exquisita inocencia de la niñez... eso sí, los niños nunca crecieron, los padres no envejecieron y... jamás hubo un nuevo nacimiento en el pueblo. Un pueblo donde no había guerras, luchas por el poder, hambre o gentes sin hogar. Ese lugar era idílico, un oasis de paz y felicidad... de hecho
Hoy día, fuera de sus invisibles muros, el pueblo es conocido, «por los que no se atreven a entrar en él» cómo; el pueblo que vivía
feliz en una gran bola de cristal
. Fin.
El mecánico
Estaba desesperado . Desde que se quedó sin coche y su ex se vio obligada a negarle que durmiera, en la que también fue su casa. Él no podía coger el tren e ir a verlos, apenas podría disfrutarlos un par de horas, dependía enteramente de los transportes públicos. "Si el cabrito de Gerard se lo hubiera