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Pasión
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Libro electrónico707 páginas11 horas

Pasión

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Cuando entran en conflicto la mente con el corazn, la lgica y el instinto, el deber contra lo que sabes que es correcto, es cuando debes detenerte, respirar profundo y aferrarte a cada gramo de tu fuerza interna para desarrollar la capacidad de enfrentar al mundo con conviccin, honor y coraje.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento1 jun 2015
ISBN9781506505183
Pasión
Autor

Karolyn Corzo Ornelas

Karolyn Corzo Ornelas, nació el 6 de julio de 1977 y creció en un rancho a las afueras de Arriaga, un pequeño pueblo de la costa de Chiapas, México. Su vida ha estado firmemente ligada a la ganadería, ocupación familiar desde generaciones atrás, sin embargo al no tener a la mano las herramientas necesarias para estudiar algo relacionado con esto, escogió la licenciatura en derecho como profesión, pero lo que jamás imaginó, es que descubriría en la literatura su verdadera pasión.

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    Pasión - Karolyn Corzo Ornelas

    Copyright © 2015 por Karolyn Corzo Ornelas.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2015908526

    ISBN:   Tapa Dura                978-1-5065-0517-6

                  Tapa Blanda             978-1-5065-0519-0

                   Libro Electrónico   978-1-5065-0518-3

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 28/05/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    ÍNDICE

    PRÓLOGO

    IRREVERENTE

    EL CAMBIO

    UN AÑO DIFICIL

    LA CAPITAL

    EL ENCUENTRO

    UN NUEVO AMIGO

    LA INFORMACIÓN

    EL RESCATE

    DESICIONES

    MALAS NOTICIAS

    INGLATERRA

    PUNTOS DE VISTA

    EL BAILE

    ESCOCIA

    NOTICIAS

    RACIOCINIO

    LOS MACCURRIE

    LA CONFESIÓN

    EL LEVANTAMIENTO

    REGRESO A CASA

    EL PLAN

    REENCUENTRO

    NOSTALGIA

    CELOS

    LA ALIANZA

    DUDAS

    EL ESCAPE

    LA BODA

    EL DESCENLACE

    Este libro está dedicado a cada una de las personas que han marcado de manera positiva mi vida, aquellos que se tomaron el tiempo de escucharme y aconsejarme cuando lo he necesitado, aquellos que me brindaron consuelo con un fuerte abrazo o con una simple sonrisa, aquellos que me han amado y he amado y que me han hecho pensar que la vida tiene sentido, que vale la pena vivirla y disfrutar cada momento en todo su esplendor.

    Prólogo

    Catriona Fernández Lizano, es la hija primogénita de un renombrado hacendado, su madre toda una dama y sus hermanas encausadas para seguir el mismo destino. Ella sin embargo, era totalmente lo opuesto a las mujeres de su familia, irreverente, osada y de una convicción inquebrantable, estaba segura que su camino era muy diferente al que la sociedad y su propia madre le marcaban, no podía ser de otra manera. Catriona estaba destinada por carácter y decisión propia, a enfrentarse a una época que no sólo marginaba, si no que sancionaba su forma de ser. Al final, ella soñaba con encontrar su lugar en el tiempo y espacio que le tocó vivir, un lugar en el que pudiera tener la total libertad de ser ella misma.

    IRREVERENTE

    -¡Cat! –Se oyó un gritó a lo lejos junto con las pisadas de un caballo, ella puso los ojos en blanco-

    -¿Es que no puedo tener un poco de tiempo a solas? -Se quejó en voz baja, Catriona estaba a orillas del arroyo de la hacienda de su padre con el cabello suelto derramándosele por la espalda hasta la cintura, Antonio le había dicho una vez que sus cabellos daban la impresión de ser ondas de cascadas de fuego, pues cuando la luz del sol lo rosaba, éste resplandecía en diferentes tonos rojos intensos, sus ojos de un gris claro contrastaban perfectamente son su piel blanca y nariz respingada, Catriona era una chica alta para los estándares comunes de la región y en ese momento tenía los pies descalzos dentro del agua fría, la orilla del pantalón estaba chorreando, ella ni siquiera se había percatado, hasta ese momento-

    -¡Maldita sea! ¿En dónde diablos te has metido ahora? –Se quejó Antonio en voz alta-.

    -¡Quieres dejar de maldecir! Ya me has encontrado… otra vez –respondió, y su muy querido amigo desde la infancia sonrió ante el tono de reproche, espoleó su caballo hasta llegar hasta la orilla del arroyo, desmontó y comenzó a ir hacia ella. Catriona siempre había admirado a su amigo, era mucho más alto que ella y con los años había embarnecido su musculatura con el trabajo del campo. Su cabello era de un castaño claro, era de piel blanca, pero ésta tenía un tono dorado oscuro por las largas jornadas de trabajo en la hacienda de su padre y por las largas cabalgatas que compartían, pero lo que realmente le admiraba eran sus ojos, que tenían un profundo color miel que le enfatizaba el rostro convirtiéndolo en un hombre muy apuesto. Cuando Antonio estuvo a su lado se sentó junto a ella y enarcó una ceja al ver los calcetines dispares que sobre salían de las botas y los dedos de los pies desnudos bailando dentro del agua-.

    -¿Volviendo a desear un poco de soledad? –Preguntó con una sonrisa burlona-

    -Un deseo que últimamente me cuesta demasiado esfuerzo convertir en realidad -musitó. Antonio se inclinó acercándose al arrollo, con una mano tomó un poco de agua y salpicó a Catriona en el rostro. Ella sonrió y le sacó la lengua, después de un rato de silencio, Antonio volteó a verla-.

    -Algún día me contarás… ¿verdad? -Ella se paralizó y Antonio no pudo evitar suspirar, le tomó una de las manos y comenzó a acariciarla-

    -Ya te he dicho una y otra vez que…

    -Sí –la interrumpió con una sonrisa triste en el rostro-, te he escuchado todas y cada una de esas veces, pero sabes que a mí no puedes engañarme… te he visto -soltó esta última parte en voz casi inaudible. Catriona irguió su espalda, jaló sus manos y las puso sobre su regazo, una posición poco común en ella, ya que no era propiamente lo que se dice una dama de poses. Antonio sabía que era su forma de actuar cuando se cerraba al mundo, con casi diez y ocho años, más bien era una chica atrevida a la que continuamente su madre tenía que llamar la atención para que procurara un poco más de delicadeza, cosa de la que carecía, como sus hermanas y su madre le recordaban continuamente, aunque a ella eso no le importaba en lo más mínimo-.

    -No sé a qué te refieres -Antonio la tomó de la barbilla para obligarla a sostenerle la mirada-.

    -Lo sabes de sobra, quisiera que me contaras de una vez por todas de que va la pesadilla que te atormenta, así podría intentar ayudarte -Catriona se deshizo de su agarre, se puso de pie y Antonio la imitó, la tomó de los hombros para obligarla a detenerse-.

    -Las pesadillas son normales, todo el mundo las tiene –refutó indignada-.

    -Cierto, a veces yo también tengo malos sueños, pero lo tuyo es diferente, siempre la misma y te atormenta de un modo que… -él vio que Catriona empuñó las manos con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos, se pasó la mano por el cabello por frustración, había intentado evitar sacar el tema nuevamente, Catriona tenía la tendencia de alejarse de la gente cuando tenía oportunidad de hacerlo, pero nunca de él, hasta ahora, y le mataba sentirse incapaz de ayudarla. Antonio sabía que había algo que le hacía daño, pero ella nunca había querido hablar con él del tema y también sabía que no lo había hecho con nadie más-. Hace quince días te levantaste a media noche jadeando y empapada de sudor -Catriona cerró los ojos, Antonio la abrazó-, no podías dejar de temblar, tal como lo haces ahora -ella se apretó al pecho de su amigo agradecida por sentir cómo se desvivía por ayudarla, por consolarla, pero ella no podía hablar de lo que la atormentaba, era algo que la llenaba de vergüenza, pero también algo en lo que no podía dejar de pensar, pero que nunca había tenido el valor de externar en voz alta, ni siquiera para sí misma. No, Catriona sabía que haría más daño que bien al hablar de su eterno tormento, después de un largo rato, logró controlarse lo suficiente para mantener su expresión serena y no derramar ni una sola lágrima. Se separó un poco de Antonio, levantó la mirada y le sonrió-.

    -Y me hiciste creer que no te habías dado cuenta, pensé que estabas dormido -intentó que su voz sonara con un toque de reproche, pero no lo logró-.

    -Lo estuve, hasta el momento en que comenzó a temblar la cama -Catriona recordaba haberse sentado de golpe esa noche con el rostro cubierto de lágrimas, había volteado a ver a Antonio, tenía miedo de que se hubiese percatado de que las pesadillas no habían cesado como le había querido hacer creer, se acordaba también de cómo después de volver a acostarse él había hecho un movimiento que creía había sido inconsciente. Había alargado su brazo para tomarla de la mano con fuerza, eso siempre la reconfortaba y con ello había hallado la suficiente paz para volver a conciliar el sueño nuevamente-. Debes contarme Cat, me parte el alma saber que tus tormentos no cesan con el paso de los años y que la mayoría de las noches no estoy a tu lado para consolarte- Catriona sintió un dolor en el pecho, Antonio era su mejor amigo y tenía razón al decir que cuando dormían juntos y él la tomaba de la mano, la pesadilla desaparecía, habían crecido juntos y al vivir lejos del pueblo más cercano sólo se tenían el uno al otro, eran como hermanos, se querían y cuidaban entre sí, siempre había sido así. La primera vez en que Antonio la había invitado a dormir en su casa ella tenía no más de cinco años, la madre de Catriona había rechazado el permiso, pero su padre no había visto nada de malo en que durmieran juntos, puesto que ambos eran un par de chiquillos, y mientras fueron creciendo lo siguieron consintiendo porque sabían que el cariño que existía entre ambos era de una naturaleza totalmente inocente-.

    -No puedo hablar de ello –susurró-.

    -¿Por qué? –Catriona no respondió y Antonio volvió a suspirar a la vez que apretó más su abrazo- ¿Qué es lo que temes? Déjame ayudarte, cualquier cosa que sea, lo superaremos juntos -ella se deshizo de su abrazo dándole la espalda, volvió a sentarse y comenzó a ponerse los calcetines y después las botas, cuando volvió a ponerse nuevamente de pie, se enfrentó a la mirada de Antonio-. Si temes que llegue a juzgarte o que…

    -No, sé que tú nunca lo harías, es sólo que no puedo enfrentarlo -su voz estaba cargada de frustración y él lo notaba-, ahora estoy mejor, las pesadillas son cada vez menos frecuentes y estoy segura que algún día terminarán -Antonio sabía que Catriona solamente intentaba tranquilizarlo, pero no se dejaba engañar, aun así dejó de insistir, se acercó a ella, acarició su rostro y finalmente le dio un beso en la frente-.

    -Está bien, no te presionaré más… por ahora -Catriona le sonrió agradecida-. Será mejor que volvamos, tu padre está como loco buscándote –Catriona enarcó una ceja-.

    -¿Y se puede saber por qué? –Antonio cruzó los brazos sobre el pecho-.

    -Será porque hace meses que le has insistido a que te enseñara a tratar las hernias de los becerros y finalmente él programó este día para hacerlo, todos los peones están esperando que la alumna se digne a hacer su aparición para terminar temprano y poder ir a casa, es fin de semana Cat, la gente quiere salir temprano para estar con su familia-.

    -¡Diablos! -soltó y Antonio sonrió- ¿Por qué no me dijiste eso en cuanto llegaste? -Le reclamó dándose la vuelta y subiéndose a lomos de su caballo, Antonio la imitó y ambos se apresuraron a regresar a la hacienda a galope, cuando llegaron, su padre le dedicó una mirada de reproche en cuanto la vio. Ambos desmontaron y se dirigieron a prisa a los corrales- Ya sé, lo siento mucho -le dijo a su padre y a los peones que se hallaban cerca-.

    -Pensé que tenías interés en aprender esto -la reprendió-.

    -Lo tengo padre, de verdad, lo que sucedió es que Antonio…

    -Ah, no -intervino éste-, a mí no me metas en tus líos -después volteó a ver a su tío-. Pero no la regañes tío, Catriona no ha tenido cabeza para nada últimamente, estoy seguro de que realmente le interesa que le enseñes a hacer esto, yo por otro lado, me voy -se dio media vuelta, tomó las riendas de su caballo y volvió a montar-.

    -Cobarde -musitó Catriona lo suficientemente alto para dejarse oír, Antonio arrugó el entrecejo y algunos peones no pudieron evitar reírse de la provocación. Todos sabían que Antonio tenía poca tolerancia a la sangre y sólo el saber que iban a intervenir a los animales lo ponía enfermo-.

    -No tienes por qué irte -lo provocó su tío siguiendo la broma de su hija-.

    -Sí que tengo y te agradecería tío que dejaras de motivarla cuando intenta avergonzarme en público –su tío sonrió sin atisbo de culpabilidad. Antonio clavó la mirada en Catriona-. Todavía no he terminado contigo –le constató y Catriona le dirigió una mirada de advertencia-.

    -Será mejor que termines de irte de una buena vez, no sea que te desmayes sólo de pensar en cuanta sangre se derramará por aquí, y no estoy hablando de los becerros-Antonio sintió que el estómago se le contraía, así que no esperó más, dio media vuelta a su caballo y se alejó al galope. Don Ramón le puso una mano en el hombro a su hija-.

    -Será mejor comenzar antes de que tu madre se entere de porqué estas aquí -Catriona asintió e inmediatamente se pusieron manos a la obra, durante las siguientes dos horas, Don Ramón se dedicó a enseñarle a su hija la forma correcta de operar las hernias, hasta que después de tanto observar, Catriona se sintió segura de poder hacerlo sin ayuda, su padre la observaba y a los peones no se les escapaba la mirada llena de orgullo de su patrón al ver que su hija se desarrollaba con seguridad en el procedimiento. Cuando por fin faltaban solamente un par de becerros, una voz furiosa se abrió paso por el corral-.

    -Me podrías decir Ramón Fernández… ¿que se supone que está haciendo Catriona con ese puñal en la mano, vestida de esa forma tan escandalosa y cubierta de sangre de pies a cabeza? -Don Ramón en vez de sentirse intimidado se cuadro de hombros e hincho el pecho-

    -Vamos amor, tranquilízate, Catriona no está haciendo nada malo, solamente le estaba enseñando unas cuantas cosas y quiero que sepas que es realmente una alumna aventajada -Don Ramón le guiño el ojo a su hija y ella le correspondió con una sonrisa-. Y en cuanto a su vestuario, bueno, creo que para ella sería realmente incomodo hacer esto rodeada de encajes y holanes ¿no te parece? -Catriona vio que su madre ponía los brazos en jarras y su rostro comenzaba a cambiar de color-

    -Te conviene quitar esa sonrisa de tu rostro querido -le advirtió a su esposo y éste dejó de sonreír al instante-. ¿Cómo quieres que convierta a tu hija en una dama si no dejas de motivarla para que se siga comportando como un hombre? –Catriona se dio vuelta para enfrentar a su madre con el ceño fruncido-

    -¡Yo no me comporto como un hombre, madre! -Doña Isabella levantó un dedo hacia su hija como si la amenazara blandiendo un sable-.

    -Piénsalo dos veces antes de dirigirte a mí de forma insolente señorita, si tu padre te alienta para seguir haciendo tonterías, yo ciertamente no pienso tolerarlo más, vete ahora mismo a tomar un baño y te vistes como corresponde -Catriona estuvo a punto de poner los ojos en blanco-. Y no te atrevas a torcer los ojos porque entonces daré la orden de que no te permitan tomar a Fauto hasta nueva orden -Catriona se tragó la réplica que tenía en la punta de la lengua, sabía que cuando su madre se proponía llevar a cabo un castigo este se cumplía sin más-. Te he dado una orden –tajó y Don Ramón le puso una mano en el hombro a su hija al ver la furia apenas contenida de su esposa-.

    -Anda hija, ve a hacer lo que dice tu madre, ya tendrás en el futuro tiempo para volver a practicar.

    -¡Sobre mi cadáver! -soltó su madre a gritos, Catriona no pudo evitar soltar un sonoro suspiro y comenzó a dirigirse hacia la casa grande. Logró ver que su padre se acercaba a su madre y la tomaba de la barbilla-.

    -Vamos Isabella, no es para tanto -su esposa le lanzó una mirada asesina y Don Ramón dio un paso atrás-.

    -Un día te arrepentirás de educarla de forma tan impropia y sólo porque te has empeñado en criarla como si fuera el hijo varón que nunca tuvimos.

    -Eso no es justo, ni cierto –refutó con el ceño fruncido. Don Ramón estaba más que a gusto con sus tres hijas y si permitía que Catriona se comportara como lo hacía, no era porque añorara un hijo varón, sino porque entendía que había heredado el carácter de sus antepasados-.

    -¿Ah, no? ¿Sabes lo que Fermina encontró debajo de su almohada esta mañana? –Don Ramón negó con la cabeza-. ¡Una de tus pistolas! – Se encogió de hombros con aire de culpabilidad y su esposa entrecerró los ojos -Pero claro, eso tú ya lo sabías, porque con toda seguridad, tú mismo se la has de haber proporcionado ¿pero en qué diablos estabas pensando? -en ese momento Doña Isabella se llevó las manos a la boca por la maldición que acababa de soltar, comenzó a respirar pausadamente para tranquilizarse- Y ahora para colmo debo ir a confesarme por el vocabulario que me obligas a utilizar -sin más dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la casa grande-.

    -Tiene una excelente puntería -musitó Don Ramón y su esposa de detuvo, inmediatamente éste se arrepintió de haber abierto la boca, pero Doña Isabella se limitó a respirar repetidamente hasta que logró controlarse lo suficiente para seguir caminando. Cuando Catriona entró a la casa casi se da de frente con Mariana, su hermana menor quien inmediatamente dio un paso atrás y puso cara de asco, Ana en cambio, se cubrió la boca con la mano para reprimir una carcajada-.

    -No se atrevan a decir una sola palabra -amenazó sin dejar de caminar. Cuando llegó a su habitación, la bañera estaba lista y humeante, Fermina soltó un pequeño grito al verla cubierta de sangre-. No te preocupes Mina, estaba con mi padre en los corrales y no pude evitar salpicarme de sangre -se apresuró a tranquilizarla. Después de dos segundos, Fermina apartó la mano de su pecho y soltó el aire que estaba reteniendo-.

    -¿Salpicada de sangre? Éstas cubierta de los pies a la cabeza niña, tu padre va a tener serios problemas si tu madre se entera –soltó casi a gritos-.

    -Ya lo sabe y nos ha reprendido, ¿quién crees que me ha enviado a mi habitación a pleno medio día?

    -Se lo merecen, no puedo creer que tu padre siga consintiéndote esas tonterías.

    -¡Mina!

    -No puedes seguir comportándote de esta manera Catriona Fernández, ya no eres una niña y si sigues así, no podemos siquiera imaginar en qué logres conseguir un marido -Catriona arrugó el entrecejo mientras se desvestía para meterse a la bañera-.

    -¿Y quién te ha dicho que está en mis planes conseguir un marido? –Soltó entre dientes-

    -Lo tendrás, y por su bien espero que tenga un carácter firme si es que quiere controlar tus arrebatos.

    -¡Vaya! Tú sí que sabes motivarme para comenzar a buscar uno -dijo marcando fervientemente el tono irónico a la vez que se metía en la bañera-.

    -Siempre se te ha dado bien el sarcasmo, pero óyeme bien Catriona, si sigues así, tus hermanas se casarán antes que tú –le advirtió y Catriona no pudo evitar sonreír-.

    -Eso sería un alivio -soltó sin poder contenerse-.

    -No para tú madre -ahora si puso los ojos en blanco, Fermina se sentó a lado de la bañera y comenzó a echarle agua encima para aclararle el cabello-, ¿es que no tienes compasión de ella?-

    -Mi madre ya hizo su vida Mina y no todas las mujeres estamos destinadas a ser abnegadas esposas.

    -Tú sí, no sé porque te empeñas en negar lo inevitable, ahora no lo ves con claridad, pero llegará el día en que conozcas un hombre al que quieras agradar, un hombre del que te enamores perdidamente, entonces querrás haber escuchado cada uno de los consejos de tu madre y anhelaras ser una dama -Catriona suspiró-.

    -Tal vez tengas razón, aun así, no veo porque tenga que preocuparme antes de tiempo –dijo encogiéndose de hombros-, además, si algún día llegara a interesarme algún chico, entonces tendré que gustarle tal como soy Mina, porque te juro que jamás voy a cambiar -Fermina suspiró mientras se masajeó la sien con los dedos un par de veces-.

    -El mundo no funciona así, Catriona.

    -¿Es que no te lo he dicho antes, Mina? ¡Yo soy capaz de cambiar el mundo! –Soltó con divertida ironía elevando ambos brazos hacia el techo. Fermina soltó lo que a Catriona le pareció un gruñido, sabía que la había llevado al límite de su paciencia, así que se apresuró a salir de la bañera, se cubrió con una toalla y se deslizó hacia su cama, inconscientemente metió una mano bajo la almohada buscando su pistola, pero no pudo encontrarla-

    -Ya no está – le señaló Mina al verla hurgar debajo de la almohada. Catriona se giró hacia ella-. Se la entregué a tu madre está mañana -los ojos de Catriona se desorbitaron-.

    -¿Por qué lo hiciste Mina? No tenías ningún derecho, fue un regalo de mi padre -le reclamó-.

    -Pues tu padre debería de tener un poco más de sentido común y dejar de alentar tus tonterías -refutó con voz acerada-.

    -Fermina tiene razón -dijo su madre, que en ese momento entraba a la habitación con un vestido nuevo color magenta entre los brazos-. Una dama no debería tener nada que ver con armas, ni con caballos a menos que sea para que tire del carruaje y mucho menos con ropa de varón -dejó el vestido sobre la cama, después recogió la ropa que Catriona se había quitado y estaba manchada de sangre, se la dio a Fermina-. Quema esto Mina, por favor.

    -No, por favor, madre…

    -Ni una sola palabra más Catriona, no pienso consentir que vuelvas a vestirse de manera tan escandalosa, eres una dama y espero que de este momento en adelante te vistas y te comportes como tal -salió de la habitación sin decir más. Catriona se acostó sobre la cama e hizo una mueca al estudiar el vestido que su madre le había dejado para que se pusiera, tenía más faralaes que de costumbre y eso sólo podía significar una cosa, iban a tener visitas-. Regresare en un momento para arreglarte el cabello -le dijo Fermina, antes de salir de la habitación con la ropa sucia entre los brazos-.

    Cuatro horas más tarde, Catriona bajaba las escaleras para dirigirse al salón. Fermina le había informado que el capitán del nuevo regimiento estaba invitado a cenar, el único consuelo que tenía era que eso significaba que sus tíos y Antonio estarían presentes. Al menos tendría alguien con quien platicar. En cuando entró al salón, todos los hombres se pusieron de pie, notó que su padre parpadeó un par de veces, a su lado había un hombre más o menos de la misma edad de su padre y le hizo una reverencia con la cabeza.

    -Hija, te estábamos esperando -su padre se adelantó y la tomó de la mano para después dirigirla hacia el invitado-. Capitán, le presento a la mayor de mis hijas, la Señorita Catriona Fernández Lizano -el capitán la tomó de la mano y se la besó, Catriona hizo una reverencia-.

    -Es usted un agradable festín para la vista señorita.

    -Es usted muy amable Capitán –respondió con toda propiedad-.

    -Permítame presentarle a mi hijo -Catriona parpadeó, no se había percatado del joven que estaba en una esquina platicando con Antonio-. Alejandro, ven aquí un momento -el hijo del Capitán comenzó a caminar hacia ella sin apartar la vista de sus ojos-. Éste es mi hijo Alejandro –señaló e inmediatamente después se giró hacia su hijo-, ella es la hija mayor de nuestro anfitrión, la Señorita Catriona -Alejandro le tomó la mano e hizo una reverencia que Catriona respondió-.

    -Es un placer conocerla señorita –Catriona notó algo raro en la mirada del hijo del capitán, pero no supo distinguir ¿qué?-.

    -El placer es mío señor.

    -Alejandro -replicó-, sé que es un atrevimiento de mi parte, pero me sentiría encantado de que me tuteara -Catriona sintió que se ruborizaba y no le gustó nada-.

    -En ese caso debería de llamarme solamente Catriona, si vamos a ser amigos.

    -Nada me daría más gusto, Catriona –respondió con una gran sonrisa-.

    -Tío ¿me presentarías a esta señorita que no logro reconocer? -Soltó Antonio mientras llegaba a su lado, estuvo a punto de poner los ojos en blanco pero una mirada de advertencia de su madre la detuvo. Antonio la tomó de los hombros y tras acercarse lo suficiente le dio un beso en la frente. Aunque no pudo evitar sentir que Antonio tenía algo de razón, Fermina se había esmerado en arreglarle el cabello y el vestido que su madre le había indicado que usara la hacía ver como si fuera otra persona, se sentía diferente, incómodamente diferente-.

    -Si yo le fuese desconocida señor, entonces tendría que acusarlo de ser un atrevido -el Capitán, Don Antonio y su padre soltaron una risa-.

    -Me gustan las damas con lengua viperina –respondió Antonio y Catriona le dedicó una mirada cargada de advertencia-.

    -Dejen sus payasadas -intervino la madre de Antonio-, al menos por esta noche, deberían comportarse como personas adultas, recuerden que tenemos invitados -Catriona le dio un pisotón a Antonio y supo que había sido un error porque aunque para la mayoría pasó desapercibido, Alejandro lo había visto y ella no pudo evitar volver a ruborizarse-.

    -Lo siento tía Ángela, me da gusto verte tío -respondió con inocencia, su tío se acercó a darle un beso, mientras que Antonio le dirigió una mirada con el ceño fruncido. Catriona le rodeó el brazo con la mano y obsequió una sonrisa encantadora mientras comenzaban a dirigirse al comedor-.

    -Eres un demonio –le susurró Antonio-.

    -Te lo advierto, no me pongas más nerviosa de lo que ya estoy -Antonio se detuvo y embozó una sonrisa de oreja a oreja, fue entonces que Catriona se dio cuenta de su error-

    -¿Nerviosa? ¿Tú? –Catriona le dirigió una mirada asesina- Mmm, me preguntó cuál o quien será el motivo de tu nerviosismo-.

    -Déjalo estar o te arrepentirás -Antonio no dejó de sonreír, pero dirigió la mirada hacia Alejandro-.

    -Me preguntó si…

    -¿Lo vas a dejar o vas a amanecer con algunas partes de los becerros de mi padre rodeando tu almohada? –Amenazó. Antonio hizo una mueca nada más de imaginárselo-.

    -Está bien, está bien, tú ganas.

    -Gracias eres muy amable y todo un caballero –ironizó-.

    -En cambio tú eres una arpía, no creo que pueda probar bocado después de esa imagen que has invocado en mi cabeza -Catriona no sintió lástima, se lo merecía-.

    -No seas payaso y pórtate bien.

    -Por hoy, mañana será otra historia y la venganza la voy a tomar con miel –le susurró-.

    -Me basta por hoy -Antonio asintió. Catriona no se intimidó, sentía los nervios a flor de piel, uno a uno fueron tomando asiento. Alejandro se sentó frente a ella, Catriona comenzó a sentir espasmos en el estómago al sentirse bajo su mirada. Antonio se encargó de llevar la plática mientras los padres de Antonio, de Catriona y el Capitán intercambiaban los últimos acontecimientos de la zona-.

    -Y dime Alejandro ¿piensas seguir los pasos de tu padre? -Preguntó Antonio-

    -Sí, es lo que pretendo, siempre me he sentido a gusto con la vida militar –respondió- ¿Y tú?

    -No, yo quiero una vida menos errante, aun cuando he oído que la milicia es emocionante, creo que con el tiempo pierde su chispa -Alejandro sonrió-.

    -Yo no estaría tan seguro, veo la vida de mi padre por ejemplo y sé que está feliz con lo que hace -Antonio asintió-.

    -Tal vez, pero ha sacrificado el derecho de una vida estable, no he conocido ninguna familia que aguante el ritmo de vida que marca la milicia ¿o me equivoco? -Alejandro se encogió de hombros. Catriona estaba muy atenta al intercambio de palabras, ella ya sabía lo que Antonio quería ser en la vida, sus aspiraciones y cada uno de sus sueños. Alejandro sin embargo era la otra cara de la moneda. Catriona vio en sus ojos que a él no le llamaba la atención una vida sedentaria, más bien lo veía como un aventurero y eso la fascinaba porque ella misma soñaba con una vida llena de emociones, una vida en la que pudiera viajar, conocer el mundo y sobre todo… ser ella misma-.

    -Me tiene a mí, yo soy la única familia que necesita y él es lo mismo para mí -Antonio volvió a asentir, pero no volvió a hablar y después de un momento de que Alejandro lo observó, finalmente sonrió-. Pero veo que tú nunca podrías llevar ese tipo de vida, eres de los que se establecen y viven para cuidar una esposa e hijos –Antonio no lo negó, él siempre había sabido que quería estudiar una profesión y después buscaría a la mujer indicada para formar una familia de la cual se haría cargo, pero también estaba seguro de que esa vida la quería allí, con el tiempo regresaría a la hacienda para ayudar a su padre cuando éste no tuviera la fuerza suficiente para llevar las riendas de la hacienda. Él amaba la tierra que lo había visto crecer-. Pero creo que hemos monopolizado la conversación y eso es de muy mala educación -soltó de repente y su mirada se clavó en ella-. Y tú Catriona ¿con qué tipo de vida sueñas?

    -Yo… bueno, quiero lo que una señorita como cualquier otra quiere -respondió nerviosa, intentando con todas sus fuerzas comportarse como su madre le había indicado. Las palabras de Fermina se le vinieron a la mente (llegara el día en que conozcas un hombre al que quieras agradar, del que te enamores, entonces querrás haber escuchado cada uno de los consejos de tu madre y anhelaras ser una dama), pero algo le decía a Catriona que ese hombre no era Alejandro, por muy apuesto que fuera, había algo en él que no terminaba de infundirle una confianza ciega"-.

    -Ja, tú nunca has sido una señorita normal Cat, ni de lejos llegarías a serlo aunque lo intentaras con todas tus fuerzas –intervino Antonio. Catriona le lanzó una mirada asesina y después le dio otro pisotón por debajo de la mesa. Antonio hizo una mueca de dolor y no pudo evitar maldecir en voz baja-. Diablos Cat, te advierto que vas a tener que ir a dormir a mi casa esta noche y vendarme los pies si sigues atacándome de esa manera –le dijo en voz baja, pero Alejandro logró escucharlo ya que tenía toda la atención puesta en ambos y frunció el ceño al escuchar la advertencia de Antonio. Catriona se ruborizó al instante, no era bien visto que una mujer pasara la noche en casa de un hombre que no fuera su marido o su hermano o mínimo su pariente. Claro que ellos contaban con el consentimiento de sus padres y aun cuando los peones sabían los detalles de sus vidas, nadie se atrevía a juzgarlos, no cuando se trataba de ellos dos, porque todos sabían que el cariño que los unía no tenía nada que ver con sentimientos románticos. Habían crecido como hermanos y así los veían-.

    -Discúlpame, pero creo que he mal entendido tus palabras -Antonio entendió entonces que se había pasado de la raya-.

    -Es una broma hombre, no le des demasiada importancia, Cat y yo tenemos un humor de difícil entendimiento -Alejandro no dio muestra de creerle, pero no volvió a decir nada al respecto-. Esta chica es una dama en todo el sentido de la palabra -Catriona volvió a ruborizarse, pero no bajó la mirada-.

    -¿Qué hacen por aquí para pasar el tiempo? -Preguntó Alejandro cambiando el tema- Deben pasar horas aburridísimos estando tan alejados de toda civilización, me refiero a que Guanajuato está a tres horas a caballo y no creo que vayan seguido por allá -Antonio se encogió de hombros-.

    -No es tan aburrido como piensas, nuestros padres nos mantienen mucho más entretenidos de lo que a ambos nos gustaría ¿no es cierto Cat? –

    -Sí, es cierto Antonio -respondió y después giró la mirada hacia Alejandro-, ambos tenemos responsabilidades en la hacienda de nuestros padres, tenemos poco tiempo libre.

    -Pero supongo que cuando mínimo asistirán a los bailes que se ofrecen en Guanajuato -Antonio y Catriona cruzaron una ligera mirada, ninguno de los dos había asistido antes a dichos bailes, Antonio porque no había querido hacerlo y Catriona porque aún no podía hacerlo; sin embargo, sus padres les habían dicho que ese año sería diferente, el Gobernador le había pedido a Don Ramón autorización para organizar la presentación de Catriona en sociedad y aun cuando a ninguno de los dos les había llamado la atención ese tipo de entretenimiento, Catriona le había pedido a Antonio que estuviera con ella esa noche-.

    -Claro, además este año será especial, será la presentación de Cat en sociedad -Alejandro clavó la mirada en ella y sonrió-.

    -Entonces no me la perderé por nada del mundo –Catriona le respondió la sonrisa y oyó cómo Antonio bufó, pero lo hizo tan bajo que no estaba segura- ¿Sería demasiado impropio el pedirte que me apartes el primer vals? –Catriona iba a responder, pero Antonio se le adelantó sorprendiéndose hasta a si mismo.-

    -Lo siento, pero ese ya está ocupado -tajó Antonio y Catriona volteó a verlo con el ceño arrugado-, tal vez pueda concederte cualquier otro -añadió incómodo. Alejandro observó a uno y a otro respectivamente. Catriona se reacomodó en el asiento-.

    -Antonio está en lo cierto, el primer vals se lo había ofrecido a él como pago, pero me encantaría bailar contigo cualquier otro -Alejandro enarcó una ceja-.

    -¿Cómo pago?

    -Por obligarme a asistir -respondió Antonio-, no me gustan mucho los bailes.

    -¿Y aun así estas dispuesto a bailar el primer vals con Catriona? –Preguntó con ironía, Antonio se encogió de hombros-

    -Es un pequeño sacrificio por un bien mayor -Alejandro iba a preguntar algo más, pero en ese momento su padre y el resto de los señores se pusieron de pie-.

    -Vamos a la biblioteca a tomar un oporto, ustedes deberían acompañarnos -dijo Don Ramón refiriéndose a Alejandro y Antonio-.

    -Sabes que yo no bebo tío –se apresuró Antonio a justificarse-, pero tal vez a Alejandro le interese acompañarlos -Don Ramón asintió y giró la mirada al hijo del Capitán, éste no tuvo más remedio que asentir, clavó la mirada en Catriona y le hizo una reverencia con la cabeza-. Fue una velada interesante, ha sido un gusto conocerte, espero volver a verte muy pronto Catriona-.

    -El gusto ha sido mío Alejandro, estoy segura que nuestros caminos volverán a cruzarse -Alejandro asintió, les hizo una reverencia a las damas y con un movimiento de cabeza se despidió de Antonio. Cuando los señores y Alejandro salieron del comedor, Catriona se puso de pie y se dirigió a su madre y su tía-.

    -Estoy agotada madre ¿puedo retirarme a mi alcoba? –Su madre sonrió orgullosa ante la propiedad con la que se había comportado durante la velada-.

    -Está bien hija, que pases buena noche -Catriona asintió, después se acercó a su tía y se despidió de ella con un beso, cuando comenzó a caminar se dio cuenta de que Antonio caminaba detrás de ella, cuando estuvieron en la puerta de su habitación se giró para enfrentarlo-.

    -¿A dónde diablos crees que vas? –Le preguntó con el ceño fruncido-.

    -Oh, vamos Cat, no puedes estar enojada conmigo por un zopenco como el tal Alejandro, además, yo también estoy rendido y reclamo la misma hospitalidad que disfrutas cuando te quedas en mi casa -Catriona puso los ojos en blanco-.

    -Pero tú no dormirás aquí hoy -Antonio se encogió de hombros y sin más abrió la puerta de su habitación y entró en ella, Catriona suspiró, lo siguió y cuando hubo cerrado, se percató de que Antonio estaba acostado en su cama con los brazos detrás de la cabeza- Eres un cínico.

    -Ya sé, pero eso no es nada nuevo -Catriona suspiró, después se dio cuenta de que Fermina se había retirado a descansar, que su madre dilataría en subir y que por nada del mundo podría quitarse el vestido sin ayuda-. Sólo quiero estar cómodo hasta que se acabe el oporto, nuestras madres terminen de ponerse al día y llegue el momento de irnos.

    -Te portaste horrendo -le acusó-, me avergonzaste y dudo que se me pase el enfado pronto, pero tengo que tragarme mi orgullo y pedirte un favor -Antonio sonrió, Catriona suspiró, después fue hasta la cama y se puso de espaldas. Antonio no se movió-.

    -¿Y el favor es…? –Catriona empuño las manos-

    -Necesito que aflojes los malditos listones -soltó entre dientes, Antonio se sentó, pero no hizo lo que Catriona le pedía y ella sabía lo que estaba esperando-, por favor -aun cuando Catriona no lo vio, supo que Antonio debió de haber sonreído, poco después comenzó a desatarle los listones de la espalda hasta que el vestido estaba lo suficientemente suelto para poder quitárselo. Catriona no le dio las gracias, en vez de ello se metió en su vestidor, Antonio volvió a recostarse y esperó, después de un rato Catriona salió con el cabello libre derramándosele hasta la cintura, un camisón que le llegaba a los tobillos, le cerraba hasta el cuello y le cubría los brazos hasta terminar en las muñecas con un bordado elaborado. Antonio al verla hizo una mueca de desagrado-

    -¿Conoces un chico y cambias hasta la forma de vestirte para ir a la cama? –Preguntó con un dejo de reproche. Catriona se metió en la cama no sin antes darle a Antonio un puñetazo en el brazo-

    -Cuando te pones insoportable me dan ganas de… Arggg. Para que lo sepas, mi madre mandó a quemar mi ropa de dormir junto con la mayor parte de mi guardarropa, sólo dejó los vestidos y… esto –Antonio no sabía porque se sentía satisfecho con la explicación de Cat, nunca antes había estado tan a la defensiva con ella, ni con lo que vestía o dejara de vestir.

    -No más pantalones ¿eh? – Catriona sonrió-

    -Eso cree ella, dentro de un par de días me llega un pedido que realicé en el pueblo -Antonio comenzó a negar con la cabeza.-

    -¡Eres increíble! -Catriona sonrió- Así que ¿cómo vas a lograr sobrevivir dos días con tanta tela bordada encina? -Catriona se encogió de hombros-

    -Me pondré vestidos, pero no los que mi madre quiere, vamos a ver cuándo le dura el gusto de verme en faldas -Antonio acomodó su cuerpo de lado para analizar el rostro de Catriona, se dio cuenta de que ésta sonreía como quien visualiza la realización de una gran travesura-.

    -Me da miedo preguntar, pero… ¿qué tienes planeado? –Catriona se puso una mano en el pecho, abrió los ojos cómo si se sorprendiera y se sintiera terriblemente insultada, un velo de inocencia cubrió su rostro. Antonio bufó -Algún día vas a matar a mi tía con tus arranques.

    -Discúlpame, pero yo no tengo arranques, soy una dama de pies a cabeza -ambos guardaron silencio por un buen rato, Antonio no apartó la mirada de Catriona y ésta comenzó a sentirse nerviosa, nunca antes la había observado de esa forma, finalmente él volvió a ser el mismo-.

    -Sé que eres una dama, pero no eres una común -Antonio volvió a acomodarse de espaldas cortando el contacto de la mirada, pero estiró su mano por el costado para tomar la de Catriona, le dio un ligero apretón-. Anda ya, duérmete de una buena vez, yo estaré aquí hasta que mis padres estén listos para partir-.

    -Pero no tengo sueño -se quejó y en ese momento no pudo evitar soltar un bostezo, Antonio sonrió, le acarició la mejilla y la atrajo hacia sí. Catriona no se acordaba que alguna vez hubieran dormido abrazados, de hecho estaba segura que no lo habían hecho nunca, sin embargo una oleada de calor y seguridad la consumió, se sentía bien entre los brazos de Antonio escuchando el latir de su corazón. Casi inmediatamente cerró los ojos y cayó en un profundo sueño-.

    Al día siguiente se despertó sobresaltada, lo primero que hizo fue buscar a Antonio a su lado, pero en la habitación no había nadie más que ella. Sin poder evitarlo rodeó su cuerpo con los brazos, se sintió como si repentinamente la invadiera un aire gélido. Fermina entró en ese momento y comenzó a ir de un lado al otro de la habitación acomodando lo que estaba fuera de lugar, fue al vestidor y cuando salió, traía entre sus brazos el vestido que había utilizado la noche anterior. Catriona levantó la mirada cuando Fermina se detuvo a lado de la cama y notó que tenía en ceño fruncido.

    -Tu madre me dijo que te retiraste temprano ¿cómo fuiste capaz de quitártelo sin rasgarlo? –Catriona dilató un segundo en despertarse en su totalidad y al ver es vestido finalmente entendió la pregunta-

    -Antonio me ayudó -respondió sin más. Fermina abrió los ojos sorprendida, después comenzó a negar con la cabeza mientras colocaba el vestido encima de la demás ropa sucia-.

    -Eso es pasarse de la raya, nunca he entendido cómo tus padres permiten tanta intimidad entre vosotros, bueno, de tu padre no me extraña, pero de tu madre… se lo he dicho en más de una ocasión, pero no quiere escucharme, no es correcto que una señorita vaya y venga con un chico que no es su hermano, ni su pariente, ni, ni nada y mucho menos que compartan cama, te desvista y demás –Catriona se exaltó ante la clara insinuación de Fermina-.

    -Antonio NO me desvistió y no hay NINGÚN demás, entre nosotros –rebatió-. Él solo hizo lo que le pedí, aflojó los listones porque como tú misma lo has dicho, no había otra manera de quitarme esa cosa sin destruirla, y ten la seguridad de que si Antonio no me hubiese ayudado con ese… disfraz, no hubiese acabado sólo rasgado, sino hecho trizas-Fermina se dio media vuelta, pero antes de lograr salir de la habitación Catriona la detuvo- Espera Mina ¿mis tíos y Antonio se quedaron a pasar la noche? –Fermina soltó un sonoro bufido-.

    -Si Antonio hubiera pasado la noche en la hacienda, estoy más que segura que lo hubiese encontrado en esta habitación -replicó alzando la voz y salió dando un portazo-.

    Catriona sonrió, Fermina había pasado su niñez en una abadía, sumergida en altos conceptos morales por lo cual nunca le había parecido la relación tan estrecha que llevaba con Antonio, ella era mucho más severa en las reglas que su madre y aun cuando ésta última no paraba de presionarla para que se comportara como era debido, nunca le había puesto escusas a la relación que mantenía con Antonio. Catriona se levantó y se dispuso a asearse, después se metió en el vestidor y sonrió al pensar en lo que estaba tramando, del fondo del vestidor sacó un paquete, lo abrió y acomodó el sencillo vestido que había comprado en su última incursión a San Fernando. El tendero no quería vendérselo, le dijo que era un vestido más apropiado para una sirvienta que para una señorita de sociedad como ella, Catriona no recordaba cuantas mentiras tuvo que decir para que por fin accediera a vendérselo. Se amarró el cabello con una cinta de cuero, se vio en el espejo y sonrió al imaginar la cara que pondrían su madre y Fermina al verla con ese atuendo tan humilde. De repente la puerta de su habitación se abrió, sus hermanas entraron en ese momento y al verla se paralizaron. Ana soltó un silbido suave y largo, cosa que ella le había enseñado, pero que habían sabido esconder muy bien, hasta ese momento que Mariana la había escuchado, pero Catriona notó que estaba paralizada de verla con el humilde atuendo que ni siquiera se percató del silbido de Ana.

    -Ahora sí que la vas a hacer en grande –comentó Ana y su hermana más pequeña le lanzó una mirada acusadora-. ¿Qué? No soy yo la que se empeña en sacarle canas verdes a mamá –dijo en su defensa. Mariana volvió a clavar la mirada en Catriona e inmediatamente después puso las manos en jarras. Catriona pensaba que Mariana era la que más parecido había heredado de su madre, aparte del físico, tenía también el porte y no se diga de la actitud, su hermana se esmeraba a más no poder por ser la hija modelo. Con solamente catorce años, había veces en que lograba verse mayor que Ana que tenía diez y seis-.

    -Vamos Mariana, si tus ojos mataran en estos momentos estaría sin vida sobre el tapete.

    -Es que no entiendo porque te cuesta tanto comportarte como lo que realmente eres -Catriona se cruzó de brazos-.

    -¿Y que soy, según tú? –Preguntó-

    -Una dama, igual que nosotras -después de responder la recorrió con la mirada de arriba abajo-. O lo serías y tan solo te pusieras a ello -Catriona pasó de largo en dirección a la puerta-.

    -Ustedes no son damas, son niñas, al menos por ahora y con mamá y Fermina para sermonearme tengo bastante.

    -Pues por tu facha al parecer no lo suficiente y sólo eres mayor que nosotras por un par de años -objetó, Catriona abrió la puerta y siguió adelante como si su hermana no hubiese dicho ni una sola palabra, cuando Ana comenzó a caminar Mariana la detuvo-. ¿Y tú a donde crees que vas? –Ana volteó a verla y le sonrió-

    -¿A dónde crees? No pienso perderme esto por nada del mundo, si tú quieres puedes quedarte, pero yo seguiré a Catriona. Alguien tiene que detener a nuestra madre antes de caer al suelo y tú podrías hacer lo mismo por Mina -Ana salió corriendo para dar alcance a Catriona y Mariana la siguió. Cuando llegaron al salón, Catriona se quedó paralizada y sus hermanas chocaron sobre su espalda. Alejandro se puso de pie y después de recorrerla con la mirada arrugó el entrecejo, ella sintió al instante un calor cubrir su rostro. Cuando su madre se dio media vuelta se llevó una mano al pecho-.

    -Catriona… ¿pero qué? –Alejandro tomó del brazo a su madre al ver que las rodillas se le doblaban. Cuando logró recomponerse lo suficiente, clavó una mirada llena de ira sobre su hija mayor. Catriona se enderezó, estaba decidida a no acobardarse aunque Alejandro estuviera presente-

    -Pensé que querías que usara vestidos a todas horas -le dijo en tono de desafío. La madre de Catriona elevó un dedo como amenaza-.

    -En este mismo momento te vas a quitar esa ridiculez y desde hoy hasta nueva orden tendrás prohibido acercarte a Fauto -Catriona se paralizó-. Ah, veo que he logrado captar tu atención, bien, porque no pienso seguir tolerando tus arrebatos de niña malcriada -Catriona empuño las manos-. No voy a consentir que vuelvas a pisotear nuestros apellidos ¿te ha quedado claro? –En ese momento, Don Ramón entró en el salón-.

    -¿A qué se debe tanto escándalo? –Se detuvo de golpe al ver a Catriona-.

    -El escándalo lo ha provocado nuevamente tu hija -soltó su esposa furiosa, pero Don Ramón, contrario a la reacción de Doña Isabella, comenzó a carcajearse-. Esto no tiene ninguna gracia Ramón- le reclamó casi a gritos. Don Ramón se acercó a Catriona y le rodeó los hombros en señal de apoyo-.

    -Vamos Isabella, solamente es una pequeña travesura de Catriona, ella no pretendía enfurecerte ¿no es así hija? –Catriona sólo de pensar en no poder montar a Fauto logró asentir- ¿Lo ves? –Doña Isabella se soltó del agarre de Alejandro y dio un par de pasos hacia su marido-

    -Esta situación ya se salió de los límites, Catriona se vistió de esa forma como venganza por haber quemado su ridículo guardarropa ¿o me equivoco? –Le preguntó a su hija. Catriona soltó el aire que no sabía que estaba sosteniendo-

    -No debiste ordenar que hicieran tal cosa ¿por qué no puedes aceptarme tal como soy? –Don Ramón le dio un apretón en el hombro para hacerla callar-

    -Porque no es esto lo que eres -dijo señalando su vestuario-, no eres una sirvienta y ciertamente no eres el hijo de tu padre-.

    -Lo sé, así como tampoco soy la dama perfecta, pero sé comportarme con propiedad cuando la ocasión lo requiere, sin embargo, el resto del tiempo quiero ser yo misma –rebatió e Isabella comenzó a caminar de un lado al otro del salón-.

    -No pienso continuar con esto, te he dado una orden y ahora mismo vas a cumplirla, ve a cambiarte y regresa aquí enseguida -Catriona dio media vuelta, no sin antes recibir un beso de su padre en la frente. Cuando se había marchado, Doña Isabella volteó a ver a Alejandro-. Siento mucho que hayas tenido que presenciar esto -Alejandro asintió-.

    -No se preocupe, Catriona está en una edad difícil, créame, yo también la he pasado y sé cómo debe sentirse.

    -El problema es que parece que la edad difícil, como muy cordialmente ha llamado a ésta locura, parece que se está alargando demasiado -Don Ramón comenzó a negar con la cabeza-.

    -Debes tener un poco de paciencia con Catriona amor, anoche te demostró que es capaz de comportarse, pero bien sabes que no es como sus hermanas, ella es un alma libre y se ahoga cuando intentas ponerle cadenas -Isabella abrió los ojos sorprendida ante la acusación de su marido-.

    -¿Estas insinuando que su rebeldía es culpa mía? -le reclamó, Don Ramón suspiró-

    -Sólo estoy tratando de hacerte comprender que Catriona no es una chica como cualquier otra –Doña Isabella tenía la vista clavada en su marido-. Mira a Mariana por ejemplo -la eludida dio un pequeño salto.-

    -¿Qué tiene que ver Mariana con todo esto?

    -Nada y todo, dime Isabella ¿hace cuánto que no castigas o le llamas la atención a Mariana o a Ana?

    -No lo recuerdo -respondió haciendo un movimiento de manos para restarle importancia al asunto-, pero eso es porque ellas se dedican a hacer lo que les corresponde, saben comportarse, bordar, pintar, tocar el piano o al menos lo intentan –Mariana entrecerró los ojos ante este último comentario y Ana tuvo que llevarse una mano a la boca para sofocar una carcajada-, se dedican a hacer las cosas que son apropiadas para unas señoritas que están destinadas a ser unas damas ¿por qué te cuesta tanto ver que Catriona está mal?

    -Catriona no tiene nada de malo -refutó Don Ramón en voz alta y tono enfadado-. Sólo que no se parece a ti y eso te está matando -Doña Isabella sostuvo el aire-, el que Catriona odie bordar, le aburra pintar y ni se diga de acercarse al piano, no la hace menos dama que ninguna de sus hermanas, es sólo que le gusta ocupar su tiempo en otras cosas.

    -¡Que no son propias de una dama! -Gritó Doña Isabella y sin más salió del salón. Don Ramón se pasó la mano por el cabello sin negar la frustración que le invadía-.

    -Lo siento Alejandro, Isabella tiene razón, no debías de haber presenciado todo esto.

    -No se preocupe, ha sido una imprudencia de mi parte venir tan temprano, pensé que podría llevar a Catriona a dar un paseo por el huerto, pero creo que sería mejor retirarme, ya regresaré otro día-.

    -No hace falta -en ese momento Catriona regresó con un vestido nuevo-, a mi hija le haría bien alejarse de la casa por un rato, yo mientras tanto, iré a ver a Isabella -Alejandro asintió, Don Ramón salió del salón y entonces él se acercó a Catriona ofreciéndole la mano mientras le hacia una reverencia-.

    -Tu padre nos ha dado permiso para ir de paseo por el huerto ¿te apetece? –Catriona asintió, pero todavía estaba muy enojada así que decidió no hablar. Alejandro acomodó la mano de Catriona sobre su brazo. Cuando llegaron al huerto, Catriona se detuvo a lado de una banca que estaba bajo un árbol bastante frondoso-

    -Me gustaría sentarme un momento -Alejandro asintió y se sentó a su lado-. Quiero discul…

    -No, por favor, no lo hagas -la interrumpió Alejandro clavando la vista en los ojos de Catriona, después sonrió-. Aunque tengo algunas dudas.

    -Me parece justo aclarártelas después de lo que has tenido que presenciar -Catriona se limitó a esperar, no sabía que pasaba por la cabeza de Alejandro-.

    -¿Quién es Fauto? –Catriona soltó una carcajada y comenzó a relajarse- Te mentiría si te dijera que no sentí celos de él, al parecer es alguien lo bastante importante para ti puesto que es con lo único que tu madre pudo controlarte -Catriona dejó de reír y después suspiró-.

    -Fauto es mi caballo, y si, es realmente importante para mí -Alejandro la tomó de la mano y se acercó un poco más a ella, Catriona estaba comenzando a ponerse ansiosa, pero a la vez incómoda, había algo en él que no terminaba de convencerla-. ¿Tienes alguna otra duda? -Preguntó con el fin de tranquilizarse. Alejandro asintió-

    -¿Qué llevas encima cuando no son vestidos? –Preguntó en voz baja y seductora. Catriona sintió como se ruborizó al instante- ¿No piensas responderme? Te advierto que sería mejor que lo hicieras.

    -¿Po… por qué? –Preguntó. Alejandro se acercó un poco más, casi le rosaba el oído-.

    -Porque aun cuando he echado a volar mi imaginación, no logro imaginarte con nada más que un vestido y cuando mencionaste que a veces no los llevas, bueno, eso me dejo sin… nada -Catriona sintió un calor en el pecho, sabía lo que estaba insinuando, Antonio la había instruido en los juegos de palabras atrevidas, pero con él no había dobles intenciones, simplemente las utilizaban para molestarse uno al otro. El sonido de los cascos de un caballo salvó a Catriona de responder, Alejandro se alejó un poco de ella y retiró su mano para dejar de tocarla. Antonio apareció montado en Draco, el caballo que su padre le había regalado cinco años atrás, era un poderoso e imponente semental negro azabache. Cuando estuvo cerca de ellos se detuvo, clavó la mirada en Alejandro primero y después de dedicarle un saludo con un movimiento de cabeza, volteó hacia Catriona-.

    -Ana me dijo que te encontraría aquí, pero no sabía que estabas acompañada -Catriona no habló-. ¿Ha sucedido algo? –Preguntó, Catriona asintió, Antonio volteó a ver a Alejandro, cómo preguntándose se sería prudente seguir hablando-

    -Tuve otro altercado con mi madre, Alejandro lo presenció, así que no tienes por qué actuar con cautela -Antonio asintió-.

    -Ya me temía algo así -Antonio se pasó una mano sobre el cabello- ¿qué fue lo que hiciste ahora? Anoche en tu habitación no quisiste explicarme que te traías entre manos -Catriona sintió que el cuerpo de Alejandro se paralizaba, inmediatamente le dedicó a Antonio una mirada cargada de amenaza, pero éste siguió como si nada-. Mariana mencionó algo sobre un vestido escandaloso o algo así, pero ya sabes que tiene tendencia a exagerar las cosas.

    -El vestido no tenía nada de escandaloso -respondió entre dientes al mismo tiempo que se ponía de pie, Alejandro la imitó pero no se acercó a ella-. Era muy recatado a decir verdad, solo que era bastante humilde -Antonio parpadeó un par de veces y después comenzó a reír-.

    -¿Te disfrazaste de sirvienta? –Catriona arrugó el entrecejo, sabía que con seguridad Ana le había dado los detalles del problema y Antonio solamente fingía haber acertado- ¿Y mi tía sigue con vida? -Alejandro se puso a su lado-

    -Deberías dejarlo por la paz Antonio, Catriona ya se siente lo bastante avergonzada cómo para que la hagas sentir peor -lo acusó, Antonio dejó de reír y se reacomodó sobre su postura inclinándose un poco hacia Alejandro-.

    -Cat jamás se ha avergonzado de lo que viste y no va a comenzar a hacerlo ahora por ponerse un vestido de sirvienta -Catriona sabía que Antonio tenía razón, ella en ningún momento se avergonzó de llevar puesto ese vestido, lo único que llegó a sentir fue que Alejandro hubiera presenciado el altercado. Sin embargo, no entendía porque Antonio estaba tan a la defensiva, no era propio de él comportarse de esa manera-.

    -Cualquier dama de sociedad se avergonzaría de que alguien ajeno a la familia la viera vestida de esa forma tan indigna -Catriona se paralizó y Antonio enarcó una ceja, aunque Alejandro no se percató de la reacción de ambos-. Por ello estaba intentando darle un poco de tranquilidad, sé que solamente se trató de un arrebato, algo sin importancia que no volverá a repetirse -Antonio cruzó los brazos sobre el pecho y enarcó una ceja-.

    -No estarás hablando en serio ¿o sí? –Alejandro empuño las palmas de las manos y se giró hacia Catriona-

    -Creo que será mejor que me retire, no quisiera que volvieras a alterarte -Alejandro le hizo una

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