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Su Dragón Hacker
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Libro electrónico89 páginas2 horas

Su Dragón Hacker

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Información de este libro electrónico

Un hacker talentoso. Una científica notable. Cuando una serie de muertes repentinas perturba su comunidad, ¿podrán los dos encontrar la causa? 

El transexual Alec Harper, un brillante hombre dragón, intenta pagar por su oscuro pasado dedicándose a salvar seres humanos. Cuando la droga que utiliza para curarlos parece volverse mortífera, Alec debe descubrir rápidamente la verdad para evitar que más gente siga muriendo. 

La científica vampira Penélope O'Hara ha estado fascinada por lo sobrenatural durante trescientos años. Cuando Alec la rescata del ataque de unos matones, Penélope se ve sumergida en un mundo peligroso de hackers, asesinos, y conspiraciones. La lógica le advierte de que involucrarse con un miembro de las Garras de Hierro es una mala idea, pero su corazón le ordena quedarse.

Su Dragón Hacker es una novela de romance paranormal. Si te gustan los rescates arriesgados, la ciencia sexy, y un romance que desafía las expectativas, entonces te encantará esta cuarta entrega de la provocadora serie Su Dragón Motociclista

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 oct 2016
ISBN9781507160077
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    Su Dragón Hacker - AJ Tipton

    Dedicado a la comunidad transexual, escrito con amor y respeto por dos mujeres cis que dieron lo mejor de sí mismas.

    Copyright © AJ Tipton 2015 El derecho de AJ Tipton de que se le identifique como autora de este trabajo ha sido confirmado por ella de acuerdo con la Ley de Derecho de Autor, Diseños y Patentes del Reino Unido, de 1988, (o ley similar, dependiendo de su país). Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, ni almacenada en un sistema de información, ni transmitida, de ninguna forma, ni por ningún medio (electrónico, mecánico, fotocopias, grabaciones u otro medio) sin el previo permiso escrito de la autora, exceptuando casos de citas breves como parte de una reseña o artículo. No puede ser editado, modificado, prestado, revendido, alquilado, distribuido ni puesto a circular de cualquier otro modo sin el permiso escrito del editor. Se pueden obtener los permisos en a.j.tipton.author@gmail.com

    Dos hombres dragones venían persiguiendo a la doctora Penélope O'Hara a lo largo de varias manzanas. Ella tiró del cuello de su chaqueta para protegerse la piel vampírica del sol y buscó refugio bajo el toldo de una barbería.

    Penélope imploró a cada dios que le pasó por la mente que sólo se estuviese sintiendo paranoica.

    Cuando los fornidos hombres la alcanzaron y pasaron de largo, ella contuvo el aliento. Tres pasos. Cuatro. Los hombres dragones se detuvieron para decirse algo, uno apuntaba hacia el lado opuesto de la calle mientras el otro la miraba con ojos desalmados.

    Que me cojan con una varita mágica, se maldijo Penélope. ¿Qué podían querer de ella? Repasó una lista mental de todas las investigaciones que estaba llevando a cabo en su laboratorio. Ninguna de ellas afectaba dragones.

    ¿Por qué me estarán persiguiendo?, se preguntó mentalmente.

    Si los hombres dragones iban tras ella, necesitaba que alguien la sacara de allí. Rápido. Deslizó el dedo por la lista de contactos de su teléfono y suspiró. Estaba tristemente obsoleta. Sus familiares llevaban varios siglos muertos y el resto de la comunidad vampira consideraba raro a cualquiera que no se involucrara en orgías de sangre todas las noches. Penélope seleccionó el número de Bog, su asistente de laboratorio.

    —Lo siento, no me encuentro disponible ahora mismo —anunció la voz distraída de Bog tras llamar unos segundos—. Probablemente esté durmiendo. O trabajando. O comiendo. No se sabe. No lo sé. Pero nunca reviso el contestador automático, así que si quiere hablar conmigo, mándeme un correo. Pero tampoco suelo verificar el correo. Así que nos vemos mañana en el trabajo.

    Penélope intentó volver a llamar pero Bog siguió sin contestar.

    Necesito hacer más amigos. Penélope devolvió el teléfono al bolso y evaluó la situación. El sol abrasaba, mermando su fortaleza vampírica de modo que hasta un hombre conejo podría derrotarla, ni hablar de dos hombres dragones. No veía ningún taxi y la parada de autobús más cercana se hallaba a varios kilómetros de distancia. La mayoría de las tiendas estaban cerradas, o cerrando, y el laboratorio estaba muy lejos para llegar hasta allí a pie antes de que los dragones se hicieran con ella.

    Uno de los hombres dragones comenzó a acecharla y Penélope intentó alejarse con indiferencia cuando un rayo de luz solar irrumpió entre las nubes, le dio en la mejilla y la hizo jadear de dolor. El rayo iluminó la mitad de su rostro y Penélope percibió el olor de la piel que se le quemaba.

    Hijo de harpía solar. Se alejó rápidamente calle abajo y extrajo el pequeño vial de sangre que siempre llevaba consigo en caso de lesiones.

    Abrió el vial y se tragó el líquido tibio, intentando eludir su sabor. Aunque lo bebió rápidamente, aún percibió un deje del origen de aquella sangre: hembra, humana, amable y de gran corazón; un tanto aburrida, probablemente por esperar en la recepción del centro de donación de sangre. Penélope reprimió las sensaciones —más fácil de hacer con una reserva de sangre que directamente de la vena de un donante— mientras sentía cómo la piel de la mejilla volvía a regenerársele, sana y suave. Exploró los bolsillos de la chaqueta y confirmó lo que ya temía: aquel era el único vial con el que se había abastecido por la mañana.

    Maldita bola de fuego que me jodes.

    Penélope observó a su alrededor y se hizo un mapa mental de la ciudad entre su apartamento y el sitio donde se hallaba. Había un bar que admitía seres sobrenaturales, AUDREY’S, a pocas manzanas de allí. Sintió un aumento de energía mientras forjaba un plan. Si podía llegar hasta el bar, se encontraría con varios vampiros, seres cambia formas y demás, como para distraer a los hombres dragones hasta que el sol se pusiera y ella se sintiese lo bastante fuerte para defenderse.

    Penélope intentó caminar más de prisa, pero el sol le sentó como un gran peso sobre los hombros. Por el rabillo del ojo, pudo ver que los dos dragones aceleraban el paso para mantenerse a su ritmo.

    Por supuesto que a ellos el sol no les afecta. Cabrones.

    Los hombres dragones parecían humanos normales a primera vista, quizás un poco más altos y robustos que la mayoría. Uno de ellos tenía un pequeño corte al dorso de la mano. El olor de su sangre en el aire le comunicó a Penélope todo lo que necesitaba saber sobre él: macho, dragón, enfadado, violento... ¿Y temeroso? Este último era tenue, pero definitivamente había temor allí.

    Si hubiese sido de noche, habrían tenido motivos para sentir temor. Por la noche, dragones y vampiros eran iguales de fuertes: las llamas que escupían los primeros y los colmillos capaces de perforar escamas de los segundos creaban una situación en la que todo el mundo intentaba mantener la paz. Penélope sabía que faltaba mucho para que anocheciera y entonces podría hacer uso de su máxima fortaleza.

    —Hola. Serías muy guapa si sonrieras —dijo una voz áspera, tan cerca de Penélope que por poco tropieza. El hombre dragón que tenía las manos sanas se había acercado más de lo que creía (los cabrones podían desplazarse más rápido que ella a plena luz del día) y podía olerle la sangre a través de la piel: macho, dragón, listo para pelear y desesperado por demostrar su valía a sus superiores.

    —Gracias por tan valioso consejo —dijo ella acelerando la marcha—. Lo tendré en mente. —Faltaban algunas manzanas antes de llegar al bar, pero Penélope sintió un nudo de terror en el pecho.

    Miró alrededor.

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