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Brava: Espacio
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Libro electrónico316 páginas4 horas

Brava: Espacio

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Información de este libro electrónico

Forzada a unirse a una pandilla para ganar la atención de padres que no les importa, Brava Hernández, 15 años de edad, se defendía en el corazón del Este de Los Ángeles en el año 2219. Drogas, robos, violencia de las pandillas, casi nada ha cambiado en dos siglos. Su único escape era mirar los programas del canal Ci y Psic, en los cuales le transportaba su imaginación a galaxias lejanas. Aprendió yoga para controlar su dolor emocional, ejercicios para defenderse en las calles y cómo comportarse socialmente estudiando los presentadores. La única persona quien la ayudó fue su consejero de la escuela, quien la presentó al Capitán Corbin Wirrkala de la astronave exploratoria Justicia. ¡La empleó como su asistente y se lanzaron a una aventura espacial! Pero la misión exploratoria se convirtió en rapidez a una lucha por vida o muerte. Brava: Espacio es el primer libro en la serie de ciencia ficción y aventura que transporta Brava a nuevos planetas, diferentes dimensiones espaciales y posiblemente hacia el descubrimiento de un misterio del universo que muchos morirán o tratarán de matarla para saber. ¿Tiene Brava la fortaleza para superar su pasado y vencer a sus enemigos?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 sept 2017
ISBN9781370524341
Brava: Espacio
Autor

Claudette Marco

Claudette Marco, scrivener of poetry and short stories since she was a child, earned a B.A. degree from Whittier College, soul budding in world wild. After many years of toil, soul searching for relief, she finally reclaimed path towards labor complete: writing. Home locates in Kingman, AZ.

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    Brava - Claudette Marco

    Prólogo

    —En un momento, la niebla se subió de los ojos del universo, y allí amanecí—Inicia sonrió— Miré alrededor mío y vi nada salvo esperanza. Entonces, una nave espacial pequeña viajó cerca de mí. Adentro había una mujer en un viaje con dos otras mujeres oprimiendo botones. Curiosa, me asomé a la ventana.

    Vio al hombre sin zapatos y camisa, solamente vestido con pantalones blancos. Estaba acostado en la mesa de examinación, a pocos pies de distancia de ella. Su mano, con marca de nacimiento roja, temblaba. No estaba amarrado, pero sabía que no podía huir ni gritar, sería inútil.

    — ¿Por qué insistes en torturarme?— él gritó.

    Inicia cerró los ojos, irritada por la interrupción. Tomó un suspiro profundo y continuó. —Cada día, ellas mantuvieron la misma rutina, comieron y durmieron con el mismo tiempo que la Tierra y realizaron mantenimientos regular de la nave. Le admiré su autocontrol e inteligencia. La Capitana especialmente demostró una presencia dominante. Enviaba mensajes a algunas personas. ‘Todo va bien, Señor… Estoy bien, Mamá’ Pero, no estaba bien. En sus registros personales, escribió que buscaba respuestas por el significado de la existencia y entonces lamentó que nadie pudo darle la respuesta que ella quería.

    —Con diligencia, grababa datos de una sustancia que ni emitía ni absorbía luz. Queriendo ver esos datos, me moví a través de la pared delgada—Agitó la cabeza— Que recinto tan primitivo.

    Pensó en algo y se rio entre dientes. —Cuando los sensores hicieron sus rondas, me capturaban alrededor de la nave y pitaban. Sus ingenieras recolectaron los datos y le notificaban a su capitán. Yo simplemente me movía, y los pitos se suspendían. La Capitana atribuyó esos datos a masas de radiación de un Supernova que se explotó miles de años luz de distancia.

    Sus ojos negros recorrieron suavemente al hombre. —Terminé de observarlas. Mi tiempo empezará. Las computadoras pitaban incesantemente con mi presencia. La Capitana no sabía que pasaba. Examinó cuidadosamente todos los datos. Con reconocimiento y maravilla, ella miraba como la computadora formulaba una figura en puntos rojos donde yo estaba. Pero, su expresión cambió a miedo.

    —Le dije—Yo te puedo dar las respuestas que buscas—Miró atrás de ella. Me había escuchado. Tenía intuición e instinto. Yo sabía que ella era perfecta para mí—

    Inicia miró su mano. —Cuando entré en su cuerpo, pensé en su rodilla y se movió. Pensé en sus dedos y se meneaban. Era emocionante. Adentro de ella me sentí como un pedazo desaparecido del universo que apareció. Podía moverme y respirar. Tenía control de dos mundos a la vez—

    Los ojos del capitán en la mesa se iluminaron. —Entonces, te puedes sofocar.

    Los ojos de Inicia se estrecharon. —Se requiere mucho más para matarme.

    Las estrellas tarareaban mientras se movían a través del cielo raso. —Las estrellas… las estrellas…—él dijo, escuchando la tarareada por primera vez después de rechazarla como ruido de fondo. Trató de tomar una satisfacción en el sonido, dándose cuenta que dio muchas cosas en la vida por hecho.

    Inicia no le importó que decía. —Para sus ingenieras, usé las esencias, o las almas, y las infundí con mi energía, mi poder. Son mis Continens—Hizo un gesto a las dos mujeres rojas extraterrestres sentadas en el estrado detrás de ella. —Mande por otra nave, eligiendo su tripulación como mis nuevas guardias. Podía sentir el poder de sus mentes, la grandeza de sus inteligencias, incluso cuando se acercaban. Me excitó ver la unión de mi futuro.

    —La milicia de Inicia—dijo el capitán en tono sarcástico— ¿Quieres declarar guerra, entonces?

    Inicia miró a sus Continens. Se rieron sin ningún sonido saliendo de sus labios. Inicia se recostó en su trono negro con galaxias estirándose, como si el universo se contrajo sobre los surcos y brazos de la silla grande. Soltó una risa. — ¿Guerra? No. Yo quiero un domicilio para nosotras en la Tierra, un planeta con recursos abundantes. Pero no se puede por ahora. Los humanos odian lo que no entienden. Estaríamos en peligro. Los humanos nos superan en número. Para que nosotras tengamos nuestro sitio en tu mundo, requiere un líder ahí para recibirnos.

    —Durante su historia, los humanos tuvieron líderes quienes pelearon por los débiles, pero ellos eran débiles porque no pudieron mantenerse vivos. Tu mundo necesita un leviatán. Con la ayuda de este leviatán, tengo fe que seríamos aceptadas en un mundo que rechaza todo lo diferente.

    —Una dictadora— dijo el capitán.

    —Exactamente lo que un discípulo débil diría—Inicia dijo con brusquedad— Nunca vas a entender. ¿Y cómo puedes entender? Humanos son bárbaros egoístas quienes consumen todo y dejan nada. Deberías de complacer en la perfección de tu planeta y el milagro de tu existencia biológica. Humanos son unos desagradecidos con corazones llenos de cobardía, con horrores en sus pensamientos y con almas huecas.

    —Tú eres el horror, Inicia— dijo el Capitán.

    —Señor—

    — ¡Teníamos un contrato!

    —Tú violaste nuestro contrato. Tú sabes lo que hiciste. Ahora, tienes que pagar las consecuencias.

    El Capitán exhaló ruidosamente y miró fijamente al cielo raso. El tiempo se movía muy rápido. Finalmente dudó de sus motivos, recordándose de la gente que traicionó y las acciones que dirigió su vida a este momento, su momento final. —Las muertes que causé… nunca me voy a perdonar.

    Inicia lo estudió. —Solamente un ascua pequeña de vida ahúma adentro de ti, el ex-capitán de su nave. Ni me corregías en cómo te estaba llamando—. Inicia se puso de pie y caminó hacia el Capitán. Las otras dos mujeres le siguieron. —‘Capitán’ es un término solamente para líderes, gente con valor intelectual y genética perfecta—. Puso la mano en su pecho y sacudió la cabeza. —Algunos de su tripulación fueron inteligentes y se unieron conmigo. Pero tú, tu orgullo anuló la poca valentía que hayas tenido.

    Una Continen corrió los dedos sobre sus sienes, por las mejillas y sobre su barba larga. La otra le frotaba la pierna y el estómago.

    —Mmm, sí, tienen razón. Tiene su calidad. Pero, no podemos quedarnos con él.

    La Continen en su cabeza apretó fuerte en sus cienes. La Continen en su pierna y estómago clavó las uñas adentro de su piel. Inicia presionó en su pecho. — ¡No hagas el mismo error en el siguiente universo!

    Las tres mujeres se acercaron a su piel, cerraron los ojos e inhalaron. Humo rojo y etéreo flotó de su cuerpo y su alma, ellas chupando la fuerza de vida de su cuerpo. Gritó con dolor, el sonido difundió eco entre las paredes negras antes de desaparecer en silencio. La piel roja de las mujeres extraterrestres brillaba en saciedad. Inhalaron hasta que no había más humo.

    Si fuera sabia

    Si fuera fuerte

    nada me faltaría en la vida.

    Por sea caso, llevo mi voluntad

    perfecta, única y pura.

    If I were wise

    if I were strong

    I would need nothing else in life.

    Just in case, I take my will,

    perfect, unique, and pure.

    2219 A.D.

    Capítulo 1

    Brava luchó para empujar cada siguiente suspiro de su pecho. Todo se puso silencioso tal como estaba de pie en el cemento del garaje. Un puñetazo le pegó a través de la nariz y el labio superior, el pómulo, cráneo y cerebro vibraban con la fuerza.

    — ¿Tú piensas que eres peligrosa, chiquilla? — dijo una de las jóvenes, rompiendo el silencio.

    —No tiene lo que se necesita para correr con nosotras—dijo otra.

    —Escuché que ella no es tan pura. Es débil allí—El tercero miembro del grupo apuntó a la cabeza de Brava.

    Brava bloqueó el dolor del puñetazo, una técnica de sobrevivir que aprendió en sus otras peleas. Se preparó para pelear, apretando los puños y tomando pasos pequeños en las bolas de los pies, otra técnica que aprendió: ser ligera para mantener el rango de movimiento ideal. Brava se relajó. Se burlaban de ella aunque decían lo que realmente pensaban.

    —Y escuché que es débil allí abajo—dijo otra. Se rieron de Brava. Los cacareos de las Latinas hicieron eco en las casas comprimidas del Este de Los Ángeles.

    Brava miró a su alrededor. Sus caras le recordaban a chicle viejo que dejan manchas negras en el cemento. Feas. Feas con maldad. Se recordaba de todos los años que tenía que hacer cosas horribles para ellas, cuánto daño hicieron a otra gente por su disfrute, todo el rato escuchando sus comentarios envidiosos—‘Brava es tan inteligente como un policía estúpido’... o ‘Chicas que no son lindas, pelean, y Brava puede lanzar un buen puñetazo’.

    Entonces se dio cuenta que no podía aceptar esto nunca más. Sintió adrenalina darle fuerza como una lobo arrinconada.

    Brava se dio vuelta y golpeó la mandíbula de la adversaria más cerca. Otra pegó a Brava en el estómago. Sintió un poco de dolor, el beneficio de mantener su cuerpo físicamente apto por necesidad. Brava le dio con el dorso de la mano a través del mentón. Sangre voló de su boca con un pedazo de su lengua.

    A través del rabo del ojo, Brava vio tres mujeres acercándose. Se encurvó y le dio una patada al muslo, hiperextendiendo la rodilla. La agresora gritó y se calló al piso. Brava dejó que sus codos volaran y pegó a otra en el pecho. La última evitó sus codos y le agarró de atrás. Brava saltó, inclinándose hacia atrás, y se calló arriba de la agresora, aplastándole la cabeza y el cuerpo.

    Rápidamente, Brava se rodó y se puso de pie. La primera persona que vio fue a Joana, la líder de la pandilla Las Ocho del Este de Los Ángeles.

    — ¿Qué estás haciendo?— gruñó Joana.

    Brava se dio cuenta que no podía pelearles más. No comparaban con su fuerza, pero no podía pelearles, ni ahora, ni nunca. Las otras pandilleras daban puñetazos uno tras del otro en los oblicuos y los hombros. — ¡Atácala!— Algunas en el piso gritaban. Brava sintió un codo pegarle en el ojo, seguido por una patada en el músculo de la pantorrilla. Su pierna se calló hacia adelante.

    Una patada a su espalda le tiró al piso del garaje. Se cubrió la cara y cabeza con sus antebrazos como podía.

    Las mujeres de quince y dieciséis años le dieron con todo. ¿Cómo va ser mi futuro? Pensó Brava. ¿Estaría mi padre feliz conmigo? ¿Es valeroso aguantar toda esta agonía para hacer a mi padre feliz?

    El olor de cuero viejo y herramientas oxidadas llenó sus fosas nasales, regresándole a la paliza. —Puedo aguantar esto… el hombre en el Parque Sánchez pegó más fuerte que éstas.

    Sintió brazos de bajo de los brazos de ella. Sus agresoras le levantaron y empezaron a abrazarla pausadamente. Algunas la apoyaron.

    Joana frunció el ceño como siempre. —Bienvenida a Las Ocho de Los Ángeles, Brava.

    Brava miró a sus pandilleras y cabeceó, tragando su dolor, reteniendo las lágrimas de remordimiento.

    Al día siguiente, un Viernes, Brava no se sentía bien para ir a la escuela. Pero, había exámenes finales en dos de sus clases del segundo año: Ciencia Física y Álgebra II. Eran las únicas clases que sentía una responsabilidad. Apenas pasando su primer año en la secundaria, sus notas perfectas en las clases de Biología y Álgebra le salvó su promedio de calificaciones.

    Se despertó con un dolor palpitante por todo su cuerpo, lo peor lo sintió en su cara. En el espejo, vio el culpable: un ojo abultado y ensangrentado y su labio superior hinchado y cortado. Despacito, se ató el pelo como siempre, emparejando el fleco que le cubría el frente, y se puso vendajes grandes sobre su ojo y labio. Se vistió en sus pantalones negros anchos, su remera azul que abrazaba las curvas de su estómago tonificado y con moretones, sus brazos definidos y sus botas negras comodas, rayadas y altas hasta los tobillos.

    Hace un par de años que arreglaba agujeros en la poca ropa que tenía porque nunca quiso preguntar sus padres por dinero sin necesidad.

    Tampoco nunca quiso tatuajes. Cuando sus pandilleras le forzaban hacer un tatuaje de su insignia, ella les rechazó. No quería involucrarse más de lo necesario. Les mintió que era alérgica a un ingrediente en el bolígrafo, que siempre se lavaba las manos después de usarlos, y uno de los ingredientes se usa en la tinta de tatuajes. No sabía si era cierto pero las convenció.

    Despacito, recogió su mochila negra y gastada y se fue a la escuela. Caminó por la oficina central hacia el campo de fútbol. Había tomado otra ruta hacia la escuela porque ya se cansó de tomar su ruta usual mediante el campo abierto de pista. Miró el reloj grande de la oficina: siete con veinticinco de la mañana. Suspiró con molestia. Quería llegar con una hora más de tiempo para estudiar en las computadoras sobre los efectos teóricos de un campo de partículas negativas de una nave espacial cuando hace contacto con el horizonte de un agujero negro mientras en vuelo a velocidad más rápida que la luz (MRL).

    Pero, arrastraba su cuerpo por el dolor, y, también el dolor emocional de lo que pasó anoche.

    —O, ¿su nombre es Brava? Sí, creo que tú eres Brava. Te he visto en la escuela—dijo una mujer joven llena de vida detrás del mostrador.

    Brava dejó de caminar y se dio vuelta despacito, su cara doliendo con cada movimiento de su cabeza. — ¿Sí? —

    La energía de la mujer se fue cuando vio las vendas sobre la cara de Brava. Se aclaró la garganta. —Me salvaste un viaje a tu primera clase. Tengo una nota de la Sra. Williams, tu consejera, excusándote de clase. Te está buscando. Puedes ir ahora, la campana no ha sonado todavía.

    Brava recogió la nota y se fue a la oficina de la Sra. Williams. Tocó la puerta. Escuchó ‘Adelante’ y entró a la oficina.

    —Ah, Brava, toma asiento—dijo la Sra. Williams. La mujer Afroamericana agitó la mano para que entre. Brava tomó asiento en la silla enfrente de su escritorio.

    —Brava, tu cara, ¿qué pasó? —preguntó la Sra. Williams.

    Brava desvió su mirada.

    La Sra. Williams se recostó en su silla y se ajustó su chaqueta del gris y blanco traje de negocios. —El sistema de educación público… desde 1954, hace 274 años, no ha cambiado mucho. El mundo no ha cambiado mucho. Niños todavía vienen solitarios, emocionalmente hambrientos. No se dan cuenta que sí pueden tener lo que quieren. Pero, tienen que utilizar el mejor recurso disponible para ellos y para cualquier persona: sus mentes. Desafortunadamente, sus cuerpos y almas han sido golpeados y sin esperanza. Se sienten como que no hay solución. Pero sí hay—Pausó—Pero, algunos de estos niños entienden esto. Tú entiendes esto, Brava. Tu maestro de ciencias, el Sr. Marbeth, ha hablado conmigo extensamente sobre ti. Yo, entonces, hablé con tu maestra de matemáticas y corroboró mis suposiciones: tú no eres especial.

    Brava le miró confundida. — ¿Qué? —

    —Sí, no eres especial. Nadie es especial—. La Sra. Williams se inclinó hacia adelante en la silla. —Tú eres merecida. ¿Sabes quién ‘merece’ en esta vida?

    Brava sacudió la cabeza.

    —Gente— niños que ponen valor en sus intereses son merecidos porque eso significa que ponen valor a sí mismos. Toman orgullo en su trabajo. El Sr. Marbeth habla sobre una mujer joven cuyos ojos brillan cuando abre su libro de texto. Después de clase le pregunta sobre elementos cósmicos, partículas, propiedades de luz, motores…—Pausó—…y vuelo en espacio.

    Brava se movió incomoda en su silla.

    —También dijo que ella espera hasta que todos los otros estudiantes se van de la clase para hablar de todo esto. ¿Por qué? Yo sé por qué, porque no quiere parecer débil o diferente enfrente de sus jomis.

    Brava se enderezó en la silla y abrió la boca para hablar.

    —Una mente como la tuya ni puede permanecer un secreto ni estar excluida de oportunidad—continuó la Sra. Williams.

    Brava frunció los labios y divertió su mirada.

    —Oportunidad, Brava. Los pocos tiempos que hemos hablado, nunca dijiste mucho. Entonces, tuve que investigar sola. Pero, hablamos de eso luego. ¿Sabes que hace mi esposo?

    Brava sacudió la cabeza.

    —Mi esposo es un ingeniero del acelerador de partículas para NASA. Él tiene un amigo que, se puede decir, trabaja también en las ciencias. Este amigo necesita alguien con suficiente conocimiento de la física, mecánica cuántica, y un conocimiento básico de motores espaciales. Su nombre es Capitán Corbin Wírkkala. Le pedí a mi esposo que obtenga una cita con el Capitán para ti esta tarde—La Sra. Williams empezó a arreglar papeles en su escritorio.

    Brava empezó a reírse de la locura de esto, pero paró. La Sra. Williams no estaba riendo— ¿Qué? —

    —Querida, yo no quiero verte acá, ni en esta escuela ni en el Este de Los Ángeles. Quiero que estés lejos de tus padres.

    — ¿Mi mamá y papá? —Brava gruñó.

    La Sra. Williams golpeó los papeles en el escritorio y la miró fijamente. —Ser brincada en una pandilla da orgullo a tu padre, andando con ladrones y asesinos da orgullo a tu padre…—Pausó—Terminando en una silla rodante da orgullo a tu padre.

    Brava no pudo responder. ¿Cómo puedo defender eso?

    —Mi esposo te va a recoger en la playa de estacionamiento de facultad a las ocho de la mañana. Lo vas a conocer. Él va a esperar aproximadamente quince minutos. Si no estás allí, entonces tu futuro tampoco va a estar.

    Las palabras de su consejera le sacudieron hasta el núcleo. Aturdida, se fue de la oficina. Caminó por el pasillo, solamente medio consiente de donde estaba. Miró el reloj en una de las clases: ocho menos veinticinco. Veinticinco minutos. Alcanzó llegar al final del pasillo.

    ¿Qué hago ahora? Yo sé. Voy a la biblioteca… oh, me olvidé. Tengo que reunirme con Joana y las otras en el campo ahora. ‘Algo va a pasar esta noche,’ ella dijo. Tragó fuerte. Van a hacer algo horrible. No. La tengo que convencer que no haga lo que está planeando.

    Se marchó al campo. Paró de caminar. No va a escucharme. No va a escuchar a nadie. Mi hermano… ¿cómo voy a protegerlo si hacen algo… si yo me voy? ¿A quién estoy bromeando? Él está en una pandilla. No le van a tocar. Ni van a hacer nada a Mamá y Papá. Ellos tienen sus propios amigos pandilleros también. Sin embargo, me pueden herir en cuanto regrese. Sacudió la cabeza. Es solamente una cita. Y, si no me gusta lo que el capitán dice puedo regresar con tiempo para esta noche. Pero, ¿si no llego? La Sra. Williams nunca dijo donde era la cita. Si es lejos y regreso tarde, no alcanzaría la corrida con Joana y eso significa que yo tendría que hacer otra corrida… sola.

    Miró fijamente a un árbol, sus ramas gruesas y peladas llevaba brotes de la primavera. Grupos de estudiantes la pasaron, riendo y hablando. Brava ni se dio cuenta.

    —Pero, la Sra. Williams dijo—dijo en voz alta y jadeó. Corrió a la clase más cerca de ella. Una para las ocho. Jadeó otra vez y se apuró hacia el estacionamiento de la facultad. Corrió por las puertas del pasillo llegando al estacionamiento. Un hombre alto estaba al lado de la puerta abierta lateral del pasajero de su BMW, rayos mutados del cielo gris destellando en su piel marrón oscuro. Miró su reloj de pulsera. —Las ocho. Estás justo a tiempo—dijo y sonrió.

    Ella tomó un respiro profundo y caminó para el coche.

    —Conozco a Corbin de la Universidad. Él vino con un grupo de estudiantes ingenieros de Finlandia como invitados a Stanford. Hablamos por un buen rato durante su visita y nos mantuvimos en contacto desde entonces. Es un buen hombre—dijo el Sr. Williams.

    — ¿Puedes contarme más desde esta ‘oportunidad’? —preguntó Brava.

    —Voy a dejar que él te diga. Pero, te puedo contar más de él. Era un civil diseñador motores espaciales y construyendo partes para la Fuerza Aérea de Finlandia. Después de que la Unión Europea bajó impuestos de empresas extranjeras, Finlandia disfrutó del impulso económico, con muchas empresas internacionales que llegaron a invertir y construir en ese país.

    —Finlandia sabía que el mundo ya se iba hacia el espacio, entonces el país investigó en cómo crear su propio programa de espacio. Oficiales militares descubrieron que Corbin había tomado un par de cursos en ciencia política cuando estaba en la Universidad de Cambridge y le nombraron capitán de una de sus naves espaciales. Estaban preparándose para pelear en las Guerras de Marte, buscando como hacer su marca con las superpotencias del mundo, y necesitaba todos los personales que podían encontrar para llenar todas las naves que podrían construir.

    Brava levantó la mano. —Un momento. ¿Es el que dirigió ‘Los Señuelos de Wírkkala’ quienes tenían que sacrificar para la Armada Aliada? Pero, en vez de eso, Wírkkala usó la electricidad estática de su nave, arriesgándose por el peligro, para cargar un asteroide que se acercaba. Lo chispeó, creando una explosión masiva, destruyendo la así llamada Armada de Metales Raras de la Tierra—Paró de hablar para calmar su emoción y sus suspiros— ¿Pero, al mismo tiempo usó los metales de su nave y del asteroide para crear un escudo de magnetismo entre su nave y el asteroide que empujó su nave lejos de peligro? ¿El hombre conocido por todo el mundo como el Invocador, ‘el que invoca poderes del magnetismo’, la Leyenda?

    Lo miró y sonrió. —Sí, has prestado atención.

    —Las Guerras de Marte…—dijo y miró por la ventana.

    —Sí, Las Guerras de Marte. Probablemente ya sabes por qué sucedieron esas guerras.

    —Tecnología está en todo lo que hacemos, lo cual pone una demanda mayor en metales raros de la tierra, o M.R.T., como tanulum y yttrium. Minando M.R.T. tomó su peaje en la Tierra, agotando los suministros. Varias empresas empezaron programas para reciclarlos. Pero, ni eso pudo satisfacer el demande. Había rumores que un equipo de estudio encontró esos minerales con uno de sus andariegos mecánicos profundamente en la corteza de Marte donde el hielo estaba en los polos. ‘Estaba’, porque muchos años atrás, los países de la Tierra que podían proporcionar para mandar naves espaciales a misiones hacia Marte lo cosecharon todo para estudiar el hielo—Brava dijo—La Fiebre del Hielo.

    —Correcto—dijo Sr. Williams.

    —Ni tomaron mucho tiempo para terminar sus cúpulas geográficas y empezaron a minar. —dijo Brava.

    —Entonces, la pelea por territorio empezó—dijo el Sr. Williams. —Ya que armas nucleares fueron prohibidas en la Tierra y en el espacio, algunos países sintieron que el brazo ejecutivo de las leyes Universales no pertenecían más lejos de la Tierra. Y, en efecto, cada país que tenía dinero, y quienes sus líderes habían perdido sus mentes, tenían la libertad para hacer lo que quisieran.

    —Tanta gente ha muerto en el espacio—Brava dijo, sacudiendo la cabeza.

    —Si una persona se tira del precipicio, por falta de tener algo mejor que hacer, otra podría también saltar con ellos—dijo el Sr. Williams.

    Brava no dijo nada.

    Él la miró y entonces miró a la autopista. —El espacio es el futuro de la humanidad.

    —Por lo mejor o lo peor—ella dijo.

    — ¿Cómo sabes toda esta historia? Tus libros de texto nunca van a ser tan detallados para incluir una descripción de Los Señuelos de Wírkkala.

    Una sonrisa se deslizó de un lado de la boca de Brava. —Cuando era bebé, mi mamá me ponía en una colcha enfrente de una televisión con dibujos animados. Entonces tenía la libertad para sentarse con sus amigas, o chismoseando con los vecinos, o accediendo a cada capricho de mi papá.

    —A medida que crecía, mi hermano, tres años mayor, entraba a mi cuarto y cambiaba el canal

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