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Bajo la Luna
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Libro electrónico45 páginas39 minutos

Bajo la Luna

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Relatos nocturnos y emocionantes que cobran vida bajo la luz de la luna. Lleno de conexiones insólitas con la noche y los efectos que puede provocar. "Bajo la Luna" es un viaje inolvidable a través del misterio de la noche.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 abr 2024
ISBN9798224744503
Bajo la Luna

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    Bajo la Luna - Librerío editores

    DULCES PARA LOS DULCES

    ISRAEL MONTALVO

    «Todo cuerpo es un libro de sangre; dondequiera que estemos abiertos, somos rojos».

    — Clive Barker

    ––––––––

    Parecía un sofisticado cubo rubik, o esa fue la primera impresión que tubo André al tener esa pequeña caja en sus manos. Tenía curiosidad por indagar en la maquinaria de ese artefacto, Franco estaba obsesionado con ese juguete, según le había contado, la consiguió ilegalmente por la dark net, en una página que vendía antigüedades de procedencia dudosa, y según el vendedor se la habían enviado desde un mercado negro ubicado en algún punto recóndito de Marruecos. André, en verdad no le creía esa historia tan elaborada, le parecía toda una creepypasta, pero Franco no era un tipo que en verdad se la pasara navegando por YouTube en busca de historias simplonas de horror. Era un viejo ratón de biblioteca, cercano a los cincuentas y que se había encerrado en su mundo los últimos años, obsesionado con la historia de esa caja de juguete, que era supuestamente, la última creación de un maestro juguetero de origen francés. Una obsesión con la que llevaba años, y de la cual, André, quien era su único contacto con el mundo exterior, conocía a detalle, a fin de cuentas, él era el único que le escuchaba como si fuese un cuentacuentos.

    —Ya había visto rompecabezas similares, principalmente de Hong Kong, a los chinos les dio la afición por fabricar elementos metafísicos de madera dura —explicaba un Franco emocionado ante un escéptico André, quien contemplaba en sus manos, aquella caja de madera adornada por filigranas doradas —. Pero los franceses fueron más allá, este maestro juguetero en particular, tenía una lógica perversa y exquisita, mira nada más estos acabados.

    André veía con cierta apatía la fascinación de Franco. Le devolvió la caja a Franco que la tomó con toda la delicadeza del mundo, para él ese singular juguete era casi como el mismísimo santo grial.

    —Viejo, me tengo que ir —André inició la retirada y se fue hacía la puerta —.

    Mañana es lunes, y los lunes siempre son un asco para mí.

    —¿Aún sigues trabajando para los chinos, André?

    —Japoneses, son japoneses.

    Franco se encogió de hombros y le aconsejó:

    —Deberías buscar otra cosa, André, ese trabajo te está acabando.

    —No hay muchas opciones con la pandemia, viejo. Y me gusta comer. ¿Te veo el martes?

    —Aquí estaré, voy a dedicarle mi tiempo a esta belleza, nos vemos.

    André fue directo a la puerta y antes de atravesarla vio de reojo a Franco, el viejo estaba extasiado, analizando cada detalle de la caja, se había olvidado de todo. Su mundo ahora era esa minúscula caja de madera. André cerró la puerta pensando en algunos pendientes que tendría para ese lunes.

    Temblaba mientras un escalofrió recorría su espina dorsal y veía sus manos, agradecido de que aun siguieran ahí. André había tenido una de las pesadillas recurrentes que lo acosaban desde hace un tiempo, aquellas pesadillas se habían convertido en su particular infierno. Se daban una noche si, otra también, luego desaparecían por semanas y volvían cuando menos lo esperaba. Lo carcomían, y lo dejaban aterrado. En esta ocasión se encontraba recorriendo una avenida que parecía infinita, completamente vacía en la que una neblina espesa aparecía de la nada para luego esfumarse

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