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Deus le Volt: Albedrío del hombre
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Libro electrónico76 páginas1 hora

Deus le Volt: Albedrío del hombre

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El aguacero no cesaba y sin dar tregua, el aire incrementaba su fuerza. Con relámpagos y fortísimos truenos, el cielo no rogaba parar, pero transformados en bestias, convertimos la lluvia de sus lamentos en la incitación de continuar la carnicería en su nombre. Deus le Volt, albedrío del hombre.
una fascinante Novela Histórica que aborda religión y misticismo; romance y batallas épicas... Música y filosofía.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 jun 2023
ISBN9798223063261
Deus le Volt: Albedrío del hombre

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    Deus le Volt - Walter Bueno Aguirre

    A mi familia.

    ENSAYO A MODO DE INTRODUCCIÓN

    ––––––––

    Mercadólogos del caos.

    El ideal que mueve al tumulto que se bate a muerte contra sus hermanos en los campos de batalla, nunca ha sido el mismo que el que mueve a quienes gestan e incentivan ese fratricidio desde la comodidad de un brillante trono o el galante escritorio de una lujosa oficina. Sin embargo, la concepción generalizada de los conflictos, sobre todo en el análisis histórico, no suele hacer diferencia entre ambos, siendo que pudieran ser diametralmente opuestos.

    La historieta del héroe contra el villano, bien vendida por los mercadólogos del caos, nos ha dejado una herencia de incomprensión, indolencia, victimismo, señalamiento y justificación a lo largo de la Historia.

    El término primera cruzada, por ejemplo, nos lleva a pensar en el primer encuentro militar encabezado por los cristianos en contra de los infieles musulmanes con la religión como estandarte. Si bien es cierto que esta idea podía estar muy clara en la mente de los iracundos contendientes que, a punta de blandir espadas y sables creían defender la respectiva fe, la realidad es que ese atractivo nombre ya nos arroja hacia un error inicial del que, probablemente, los promotores de ese conflicto sí eran conscientes.

    No había paz antes del pomposo anuncio de la cruzada por parte del papa Urbano II en 1095. Los belicosos reinos cristianos peleaban entre sí por innumerables razones, cambiando la geografía medieval mes con mes. Tampoco el mundo musulmán había alcanzado ese grado de civilización y los conflictos entre las distintas facciones eran una constante en Medio Oriente.

    Quinientos años atrás, ya con la religión como pretexto, se libraron batallas en Jerusalén, Egipto o Siria, ciudades importantes para ambas religiones. Los musulmanes, con diferentes grupos peleando entre sí, pusieron sitio a Bizancio en 674 y 717 cuando el Imperio, a su vez, sufría de constantes conflictos internos. Las famosas batallas de los Pirineos en el 732 o la de Manzikert en el 1071, por hacer mención de algunas, dejan de manifiesto que estas fuerzas se habían enfrentado ya abiertamente durante siglos.

    No obstante, en el discurso promulgado en Clermont, justo en el Concilio que se supondría, habría de lograr una tregua de Dios ese siglo XI, se instauraría la idea de que los conflictos anteriores, si acaso alguien conociera de ellos, habrían sido el preámbulo para esa primera cruzada; que ese particular momento histórico era el escogido por dios para cumplir su divino deseo y que nutrir los lejanos y desconocidos campos con anónimos cuerpos insepultos, era parte de esa misión generacional para la cual habrían sido gloriosamente elegidos.

    Ajeno a los intereses territoriales que el noble pudiera tener al marchar a Tierra Santa o los líderes religiosos al extender la zona de influencia de su fe, el ciudadano promedio habría de sentir la causa con un fervor distinto. Incluso los beneficios de uno y otro, así como la postrera mención de sus nombres en los libros de Historia, también serían diferentes. Y esto, aclarando que el desconocimiento de las razones verdaderas por la que la lucha se lleva a cabo, no exime de culpa, en absoluto, al que participa de ella. Es decir, el sustento de la batalla es el tumulto no pensante que, incluso manipulado, es responsable directo del fratricidio.

    En la crónica de Fulquerio de Chantres, se aprecia el especial hincapié en la absolución de los pecados como pago principal a los enlistados, dejando claro la posibilidad de no regresar a casa con vida: ...todos aquellos que mueran por el camino, ya sea por mar o por tierra o muertos en batalla contra los paganos, serán absuelto de todos sus pecados.

    Roberto el monje, abad de Sant Remi, destaca de la misma forma, al final de su documento que ...quien emprenda esta santa peregrinación... se entregará en sacrificio como hostia viva, santa y agradable a Dios, haciendo saber a los nuevos cruzados, que la campaña aun siendo exitosa, para ellos preveía un fatídico desenlace.

    Así, con el fanatismo desbordándose por ambos bandos, los intereses de los líderes religiosos, la ambición de los nobles enlistados y con los persas, fatámidas y sasánidas en una eterna campaña de expansión, el caos estaba instaurado en el mundo desde antes de la primera cruzada y siguió así después de ella. No bien había terminado una guerra para cuando una segunda, con el mismo atractivo nombre se gestaba en la mente de sus promotores, quienes descubrieron el resultado de polarizar de forma casi surreal, la falaz idea del ser humano y su función en el mundo.

    Ya en el siglo XII, esa historieta derivó en lo absurdo cuando las bondades atribuidas injustamente a un bando, se vieron representadas más claramente, por lógica, en la figura de un niño. Así surgió la llamada cruzada de los niños que, bien leyenda o realidad, muestra los ridículos alcances de la incomprensión forzada.

    La Historia vista desde esa perspectiva global de hechos, fechas y personajes, va mermando nuestra empatía, sesgando el contexto, la relación de distintos hechos entre sí y las emociones humanas

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