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El secreto del sótano del viejo hospital
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El secreto del sótano del viejo hospital
Libro electrónico273 páginas4 horas

El secreto del sótano del viejo hospital

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Sumérgete en un abismo de intriga y horror con "El secreto del sótano del viejo hospital". Esta escalofriante novela de ficción desentraña los oscuros secretos del Dr. John Smith, el insidioso cirujano que traficaba con órganos humanos en el sótano del viejo hospital abandonado. Junto a él, el Dr. Marcos y la enfermera Esther se ven arrastrados a un mundo de depravación y desesperación. ¿Qué horrores ocultan las sombras del hospital central y del sótano? Descubre la verdad detrás de los crímenes más aberrantes y el destino trágico que aguarda a sus protagonistas en esta historia que te dejará sin aliento. ¿Te atreves a adentrarte en la oscuridad? No solo es un thriller escalofriante, sino también un viaje emocionante hacia la mente retorcida de sus protagonistas. A medida que las sombras del sótano revelan sus secretos más oscuros, los lectores se ven envueltos en una trama de suspenso y terror, que desafía los límites de lo imaginable.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 mar 2024
ISBN9798224449972
El secreto del sótano del viejo hospital

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    El secreto del sótano del viejo hospital - Juan Speciale

    JOHN G. SPECIAL

    John G. Special

    ©John G. Special, 2024

    juan.speciale2021@gmail.com

    El Dr. John Smith, con manos expertas, completó las últimas suturas en el pecho del paciente, quien descansaba en un profundo y necesario letargo anestésico. Una sensación de logro recorrió su ser, mientras entregaba la responsabilidad final de la cirugía de trasplante de pulmón, a la eficiente enfermera de confianza, la enfermera Esther.

    El Dr. Marcos Frontanilla, su colega y amigo cercano, se aproximó con una sonrisa de admiración en el rostro, compartiendo el alivio que inundaba la habitación estéril. Juntos, abandonaron el quirófano en busca de una taza de café. Como era costumbre en las manos del cirujano americano, la operación había sido un éxito rotundo.

    El médico neoyorquino, renombrado por su destreza en trasplantes de órganos de todas las categorías, había viajado a invitación del doctor Marcos para llevar a cabo una serie de trasplantes, como parte del acuerdo anual entre el hospital en el que él trabajaba y la institución médica local.

    Marcos había observado de cerca cada una de las cirugías que el doctor Smith realizó durante su visita, y aunque se sentía tentado por la idea de seguir sus pasos, una sombra de duda aún lo acechaba, a pesar del aliento constante que le brindaba su mentor.

    —Marcos, me gustaría verte tomando el mando en estos trasplantes de órganos —expresó el doctor Smith con una mirada de confianza, comenzando a retirarse el equipo quirúrgico que lo había acompañado en la sala de operaciones.

    —Querido amigo, siento que todavía no alcanzo tu nivel para llevar a cabo estas intervenciones por mi cuenta —respondió Marcos, utilizando su modestia como una justificación que ocultaba su inseguridad subyacente. Pero en el fondo, una llama ardía en su interior, el deseo de emular la habilidad y el conocimiento de su mentor, forjando su propio camino en el mundo de la cirugía de trasplantes.

    —Esta noche marca mi última jornada como turista, y me encantaría invitarte a compartir un trago y charlar antes de partir —anunció el doctor Smith con un gesto afable.

    —Sería un honor, John. Pasaré por tu hotel a las nueve en punto, ¿te parece bien? —preguntó Marcos, mostrando su característica puntualidad.

    —Estaré esperando con gusto —respondió el doctor Smith.

    Marcos cumplió su palabra y llegó al hotel del doctor Smith a las nueve en punto. La puntualidad era una de sus virtudes más notables. Juntos, se dirigieron a un restaurante exclusivo y discretamente privado, llamado El Mariachi Grill. Después de disfrutar de una cena, la conversación se tornó más profunda.

    —Mira, Marcos, nuestro hospital es uno de los más prestigiosos y lujosos de mi país y del mundo. Me encantaría que en algún momento consideraras ir a practicar operaciones de trasplante con nosotros. Podrías regresar como un experto consumado.

    Marcos reflexionó por un momento antes de responder.

    —John, el problema que enfrentamos aquí radica en la escasez de donantes. Sencillamente no hay suficientes órganos disponibles para las personas que desesperadamente los necesitan, a pesar de los esfuerzos del gobierno por fomentar la donación de órganos.

    John Smith asintió, comprendiendo la difícil situación.

    —Nosotros también enfrentamos desafíos similares al buscar órganos para pacientes en situaciones críticas. A veces, nos vemos atrapados en debates éticos sobre la moralidad de comprar órganos de personas vivas que, a cambio de una suma considerable, están dispuestas a vender una parte de sí mismas a quienes tienen los recursos para hacerlo. Es un dilema complicado.

    La noche continuó con una conversación intensa sobre los retos y las implicaciones éticas de la medicina moderna, mientras ambos médicos compartían sus experiencias y preocupaciones.

    —Marcos, hace un tiempo, un congresista planteó en el congreso la idea de que las personas con pena capital debían donar todos sus órganos como una forma de pagar su deuda con la sociedad. Esto generó un debate intenso, con algunos parlamentarios aplaudiendo la idea mientras que otros la rechazaban vehementemente. ¿Me podrías decir qué opinión te merece eso?

    Marcos observó fijamente a su amigo John, con la mirada penetrante que caracterizaba a un cirujano de renombre. La luz tenue del lugar bailaba en sus ojos, reflejando una profunda reflexión antes de responder.

    —Ese es un tema harto difícil, John. Aunque creo que, desde nuestro punto de vista médico, no estaría mal visto.

    John inclinó ligeramente la cabeza, interesado en una respuesta más precisa.

    —¿Podrías ser más claro y específico?

    Marcos sonrió, notando la astucia de su amigo.

    —¿Me estás probando?

    —Podría ser. Necesito conocer tu verdadero pensamiento para hacerte una propuesta profesional de trabajo.

    El viento aullaba afuera, haciendo que las luces del salón parpadearan en un baile sutil.

    —Me parece que eso te tiene bastante preocupado y que fue una de las causas para que hayas hecho este viaje, John.

    —Algo de eso hay, pero responde a mi pregunta por favor.

    Marcos suspiró, y apoyó sus manos sobre el vaso medio vacío de vino, considerando cuidadosamente sus palabras.

    —No puedo responderte ahora, John. Vengo de una familia humilde, donde mi padre, un simple carnicero, siempre me enseñó a respetar la vida. Aunque entiendo la lógica detrás de la propuesta, la ética médica y moral se entrelazan en una danza compleja en este caso. Es un tema que no puedo tomar a la ligera.

    John asintió, respetando la honestidad de su amigo. Sabía que la conversación era delicada.

    —Respeto tu punto de vista, Marcos, y valoro tu sinceridad. Si cambias de opinión o decides hablar más sobre esto, me gustaría saberlo. Este es un tema que no puede tratarse con cualquier persona, y si lo hago contigo es por la confianza que te tengo y porque tienes la mente abierta.

    El misterio que rodeaba la conversación parecía aumentar con cada palabra, mientras ambos hombres compartían un compromiso inquebrantable por descubrir la verdad detrás de un enigma que había comenzado a tomar forma en sus vidas.

    —Aunque comparto tu punto de vista, nunca antes, ni siquiera yo mismo, había contemplado algo similar —dijo Marcos.

    —En nuestro país, enfrentamos la difícil realidad de que muchos pacientes no pueden obtener los órganos que necesitan, principalmente debido a la escasez de donantes —dijo John.

    —Quizás no has sido completamente honesto conmigo, John.

    —Me cuesta encontrar las palabras adecuadas para esto sin sonar como alguien sin ética ni moral, y eso no es lo que soy. Pero creo que aquí, en este país, existen vías más accesibles para obtener órganos que en el mío.

    —¿Qué estás sugiriendo? —preguntó Marcos, cada vez más intrigado por las palabras de su amigo John.

    —Está bien, lo diré sin rodeos, Marcos. Estoy pensando en enviar a esos pacientes a ti, para que puedas encargarte de conseguir los órganos que necesitan y realizar los trasplantes —declaró John con seriedad.

    —¿Te has vuelto loco, John? Ni siquiera para nuestros pacientes locales hay órganos disponibles, y mucho menos para extranjeros. ¿Cómo podría hacerlo?

    —Eres muy inteligente, Marcos, y un profesional excepcional. Creo que podrías encontrar una manera de hacerlo y llevar a cabo las operaciones.

    Un incómodo silencio se prolongó durante unos momentos. Marcos aún no lograba descifrar por completo las insinuaciones de John.

    —Dado que estamos explorando suposiciones, ¿debería considerar publicar un anuncio ofreciendo dinero a personas necesitadas a cambio de sus órganos? —propuso Marcos.

    —Eso sería bastante cuestionable desde el punto de vista ético —respondió John con un toque de sarcasmo.

    —Es la única idea que me viene a la mente para lograrlo.

    —Se me hace tarde, Marcos. Dejemos esta conversación para otro momento, pero te insto a que reflexiones más al respecto —dijo John mientras dejaba un billete sobre la mesa antes de marcharse con su amigo.

    ––––––––

    Después de que John regresó a su país, Marcos continuó con su vida como de costumbre. Sin embargo, de vez en cuando, especialmente en las tranquilas noches antes de acostarse, cuando su mente no estaba demasiado agotada por el día, reflexionaba sobre la inquietante conversación que habían mantenido en su última cena en un restaurante.

    A medida que los días se convertían en semanas, y éstas en meses, aquel inquietante diálogo se arraigaba cada vez más en la mente de Marcos. Le resultaba difícil dejar de pensar en las palabras de John y en lo que este había sugerido. ¿Podría realmente encontrar una forma de obtener órganos para aquellos pacientes desesperados que no podían conseguirlos de manera legal? La idea le parecía absurda e inmoral, pero, a su manera, John había sido convincente.

    Marcos se encontraba en una encrucijada ética. Si bien su trabajo médico estaba motivado por salvar vidas, la idea de involucrarse en algo tan turbio como el tráfico de órganos le resultaba inaceptable. Sin embargo, no podía evitar sentir que había una responsabilidad implícita en las palabras de John, una responsabilidad que no podía desechar fácilmente.

    Las noches se volvieron más largas para Marcos, plagadas de dudas y preguntas sin respuestas claras. La sombra de esa conversación seguía persiguiéndolo, y aunque intentaba dejarla atrás, sabía que en algún momento tendría que tomar una decisión. La vida de pacientes desesperados dependía de ello, y esa carga era cada vez más difícil de soportar.

    ––––––––

    Marcos era huérfano de madre desde temprana edad. Su padre, un hombre taciturno, nunca más permitió que una mujer compartiera su vida. Cuando éste era joven, comenzó a trabajar como aprendiz para un hombre que era dueño de una pequeña carnicería en su pueblo. Pasaba sus días ayudando a cortar carne y atendiendo a los clientes, aprendiendo el arte de la carnicería desde la base.

    A medida que los años avanzaron, se convirtió en un hábil carnicero por derecho propio. Pero cuando finalmente decidió emprender su propio camino, se mudó a un barrio distante, lejos de cualquier otra carnicería. Allí, construyó su propia tienda de carne, estableciendo su negocio en un lugar donde la gente nunca antes había tenido acceso a carnicerías cercanas.

    Trabajar codo a codo con quien era su patrón siendo un adolescente, había cultivado en él un profundo respeto por la carne, y el valor de ofrecer a la comunidad productos frescos y bien preparados. Como carnicero, se esmeraba en brindar a sus clientes los cortes más finos y la carne de mejor calidad.

    A lo largo de los años, el negocio del padre de Marcos no solo prosperó, sino que también se convirtió en un pilar fundamental de la comunidad. Sin embargo, la sombra de la pérdida de su esposa y el sacrificio que marcó su vida, nunca se alejó por completo. La carnicería se transformó en mucho más que un simple lugar de trabajo; se convirtió en su vida, su hogar y su refugio.

    Esa experiencia había moldeado al padre de Marcos en un hombre de profundos principios. Valoraba la vida en todas sus manifestaciones y comprendía el sufrimiento de aquellos que buscaban desesperadamente una segunda oportunidad. Sus valores éticos eran firmes como el acero, y había inculcado en su hijo el amor y el respeto por la vida en todas sus formas.

    Con el paso del tiempo, el barrio donde había establecido su propia carnicería se convirtió en un refugio para muchas personas humildes. Sin embargo, también atrajo a un lado oscuro de la sociedad: jóvenes atrapados en las garras de la adicción, dispuestos a hacer cualquier cosa para financiar sus destructivos vicios.

    La lucha por mantener su negocio y sus valores éticos en un entorno tan desafiante se volvió aún más intensa. La carne que él ofrecía no solo alimentaba los cuerpos de sus clientes, sino que también era un símbolo de esperanza para aquellos que anhelaban una vida mejor. Sin embargo, mientras observaba a los jóvenes desamparados, no podía evitar preguntarse si había algo más que pudiera hacer para marcar una diferencia en sus vidas, incluso si eso significaba desafiar las normas y arriesgar todo lo que había construido.

    Mientras tanto, Marcos seguía aprendiendo todos los secretos de la carne, desde las técnicas de corte, hasta los cortes más exquisitos. Se había convertido en un devoto estudiante de su padre, absorbiendo cada lección con pasión y dedicación. Sin embargo, a pesar de su creciente habilidad en el arte de la carnicería, algo bullía en su interior, una llamada que lo conduciría por un camino inesperado.

    Un día, Marcos tomó una decisión que sorprendió a todos. Decidió abandonar la carnicería familiar y emprender una nueva senda: perseguir una carrera médica. Se dedicó con fervor a prepararse para el ingreso a la facultad de medicina. Los libros de anatomía y biología reemplazaron los cuchillos de carnicero en su vida cotidiana.

    Después de su primer año en la universidad, Marcos tomó una decisión aún más radical. Dejó atrás su ciudad natal y se trasladó a la capital del país en busca de una educación médica de primer nivel. La carnicería, que había sido su segundo hogar y su escuela quedó atrás, con su padre al mando.

    El negocio en el barrio, ahora sin la presencia de Marcos, comenzó a sentir su ausencia. Los clientes notaban la diferencia en la calidad de los cortes de carne y la atención personalizada que había caracterizado la tienda durante años. El padre de Marcos, envejecido y solo, continuó operando el negocio con la misma dedicación de siempre, pero el espíritu que su hijo había aportado ya no estaba presente.

    La partida de Marcos había dejado un vacío tanto en la carnicería como en el corazón de su padre. Sin embargo, lo que le deparaba el futuro en la bulliciosa capital prometía desafíos aún mayores y un sinfín de sorpresas que ni en sus sueños más ambiciosos habría podido anticipar.

    Tras concluir brillantemente sus estudios, embarcó hacia tierras extranjeras en busca de especialización en un renombrado hospital. Fue allí, en esa tierra desconocida, donde el destino le tenía reservada una sorpresa inesperada: el encuentro con John Smith. Compartieron una modesta habitación de pensión, dos jóvenes estudiantes en busca de conocimiento y aventuras.

    Los meses pasaron entre largas jornadas de estudio y experiencias compartidas, forjando una amistad que resistiría la distancia y el tiempo. Eventualmente, el deber los llamó de regreso a sus respectivas instituciones académicas, pero su lazo persistió, firme como un roble en medio de las tormentas.

    Marcos se sumió en la práctica médica con pasión y dedicación, escalando peldaño tras peldaño en su carrera, mientras John, con igual empeño, perseguía su propio destino en el mundo de la medicina.

    ––––––––

    Y en una de esas noches de insomnio, cuando el oscuro manto de la incertidumbre parecía envolver su vida, Marcos recibió una llamada urgente que resonó como un lúgubre presagio. Al otro lado de la línea, la voz de un efectivo policial solicitó sus datos personales antes de compartir la devastadora noticia: su padre había sido víctima de un violento asalto mientras cerraba su querida carnicería.

    De un salto de la cama, el corazón latiéndole con una mezcla de ansiedad y temor, Marcos se vistió apresuradamente y aferró las llaves de su coche, consciente de que el tiempo era un enemigo implacable en esos momentos de emergencia. En su mente, las imágenes del hombre que le había enseñado el valor del trabajo duro y la pasión por su oficio se agolpaban, y la sola idea de que pudiera estar herido de gravedad lo atormentaba.

    El trayecto al hospital fue un recorrido desesperado a través de calles desiertas, con las luces de la ciudad destellando como estrellas lejanas. El sonido del motor rugía en sus oídos, pero su mente estaba en otro lugar, en la sala de urgencias donde esperaba encontrar a su padre, en un estado de agitación y preocupación que no había sentido desde sus días de estudiante en la capital.

    Al llegar al hospital, el eco de sus pasos resonó en los pasillos desiertos mientras buscaba frenéticamente información sobre la condición de su padre. La incertidumbre y el miedo se mezclaban en el aire, y aunque su instinto le decía que debía mantener la calma, era una tarea difícil en medio de la angustia que se apoderaba de él. Sin embargo, lo que Marcos aún no sabía era que esta inesperada tragedia solo era el comienzo de un oscuro camino que lo llevaría a explorar los rincones más profundos de su pasado y a enfrentar desafíos que pondrían a prueba su determinación y su capacidad para sobrevivir en un mundo lleno de secretos ocultos.

    Cruzó el umbral del hospital con el corazón martilleándole en el pecho. El destino de su padre pendía de un hilo y la urgencia se había apoderado de sus acciones. Una enfermera emergió de una de las habitaciones, como un faro de esperanza en medio de la incertidumbre. Sin preámbulos, le pidió que lo guiara hacia la sección de urgencias, donde su padre luchaba por su vida.

    En el camino, se abrió paso entre la multitud de policías y enfermeros que curioseaban, y su voz resonando con autoridad. Informó a todos a su paso que era un médico y que el hombre herido en la camilla era su propio padre. Su determinación abría camino, y finalmente, llegó al lugar donde dos paramédicos desesperados intentaban contener una hemorragia que teñía la sábana de la camilla de un rojo ominoso.

    Con un aplomo que solo los médicos veteranos poseen, se inclinó sobre el herido. Su mirada se encontró con un tajo profundo en el pecho que había alcanzado el pulmón derecho de su padre, y desencadenaba una hemorragia sin tregua. Las gotas de sangre caían como cuentas de un collar siniestro. Con manos seguras, comenzó a evaluar la magnitud de la herida mientras su mente calculaba las posibles consecuencias.

    La sala de urgencias se sumía en el caos mientras él se concentraba en salvar la vida de su padre. La luz parpadeaba intermitentemente, el sonido de las alarmas llenaba el aire y la tensión se respiraba como un humo espeso. Sabía que cada segundo contaba y que su experiencia como cirujano era su mejor arma en esta batalla. Con manos hábiles y un temple inquebrantable, se preparó para enfrentar el desafío que le había arrojado el destino.

    Justo cuando estaba a punto de iniciar la operación de urgencia, el médico titular del hospital hizo su entrada en el quirófano. Sus pasos resonaron en la sala, marcando su autoridad en aquel ambiente cargado de tensión. Con voz serena pero firme, le pidió a Marcos que abandonara el quirófano, mientras llamaba a la enfermera de guardia para que le asistiera.

    Marcos comprendió que este era el procedimiento estándar, y a pesar de la urgencia y la angustia que sentía por su padre, respetó la jerarquía médica. Asintió con un gesto de resignación y dejó el quirófano en manos del médico principal, sabiendo que debía ceder su lugar para seguir el protocolo adecuado.

    Mientras salía del quirófano, su mente seguía inquieta, preguntándose si la decisión de dejar la operación en manos de otro médico era la correcta. Observó a la enfermera de guardia, cuya expresión reflejaba preocupación y una determinación férrea. Los minutos que pasaron en la sala de espera le parecieron una eternidad, mientras la incertidumbre sobre el destino de su padre se apoderaba de él. La sensación de impotencia era abrumadora, y no podía evitar repasar cada detalle de la situación en busca de pistas que pudieran arrojar luz sobre lo que realmente estaba sucediendo en ese hospital.

    Unas dos horas más tarde, el médico finalmente hizo su aparición por el largo pasillo que conducía a la sala de espera. Marcos, al divisarlo, avanzó precipitadamente hacia él, ansioso por obtener noticias sobre el estado de su padre.

    Con una expresión sombría, el médico comenzó a relatar la crítica situación de su progenitor. Le informó que su padre estaba entubado, luchando por cada bocanada de aire, pues una profunda herida en el pulmón le impedía respirar de manera natural. La única vía de supervivencia que tenían era a través de un respirador artificial. No obstante, esta solución era temporaria, ya que la única posibilidad de un verdadero salvavidas era un trasplante pulmonar.

    Las palabras del médico cayeron como un pesado manto sobre los hombros de Marcos. La urgencia latía en cada frase pronunciada por el médico, que dejaba en claro que el tiempo apremiaba. El hospital actual carecía de los equipos necesarios para realizar un trasplante de pulmón, y su padre debía ser trasladado a otro nosocomio lo antes posible.

    La desesperación se apoderó de Marcos mientras procesaba la información. El reloj corría en su contra, el tiempo se reducía a meros días. La búsqueda de un donante, la logística del traslado y la incertidumbre de si llegarían a tiempo para salvar a su padre se convirtieron en su nueva pesadilla. En medio de esta vorágine de emociones y misterios médicos, Marcos se preguntó si había más detrás de este macabro giro del destino de lo que a simple vista parecía.

    Acostumbrado a tomar decisiones al instante, habilidad forjada por su profesión, Marcos decidió tomar una medida audaz: trasladar a su padre al hospital donde ejercía su labor como cirujano. No perdió tiempo, y tras firmar todos los documentos necesarios y asumir la responsabilidad personal por el paciente, inició el proceso

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