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El abogado del narco
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Libro electrónico227 páginas3 horas

El abogado del narco

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En el vertiginoso mundo de la abogacía, donde la ley y la ambición se entrelazan, Martín Perán destaca como un joven y exitoso abogado. Su futuro es prometedor, y su familia, su tesoro más preciado, está compuesta por su devota esposa y su adorado hijo. Pero la vida de Martín da un giro inesperado cuando es contactado por un hombre con oscuras aspiraciones: convertirse en presidente de una nación azotada por el tráfico de drogas y la violencia despiadada.

Este hombre, cuyo pasado está manchado por el tráfico de drogas y la brutalidad, busca desesperadamente limpiar su reputación y eliminar sus vínculos con el mundo criminal para alcanzar sus ambiciones políticas. En su búsqueda desesperada por la redención, recurre a Martín Perán, un abogado brillante y valiente, dispuesto a desafiar los límites de la legalidad.

Martín no está solo en esta misión audaz; cuenta con el apoyo de amigos influyentes en el sistema de justicia. Juntos, se embarcan en un viaje fascinante y peligroso, donde las líneas entre la ley y la corrupción se desdibujan. La lucha por limpiar los antecedentes de su cliente los lleva a explorar los rincones más oscuros del poder, la traición y el juego político, mientras el tiempo corre en su contra.

A lo largo de la novela, Martín Perán se enfrentará a dilemas éticos desgarradores, tomará decisiones que pondrán en peligro a su familia y se sumergirá en una red de intrigas mortales. El suspenso se intensifica página tras página, y los giros inesperados mantendrán a los lectores al borde de sus asientos.

Pero es en el escalofriante final donde la verdadera oscuridad se revela, donde las traiciones alcanzan su punto máximo y las consecuencias se vuelven aterradoras. La vida de Martín, su familia y el destino de una nación entera penden de un hilo, y el lector quedará atrapado en una pesadilla de intriga y suspenso que los mantendrá interesados hasta la última página.

Esta novela promete ser una montaña rusa emocional, una exploración de la lucha entre la ambición y la moralidad, y un thriller legal que dejará a los lectores con el corazón en un puño mientras desvela su dramático y aterrador desenlace.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 sept 2023
ISBN9798223258179
El abogado del narco

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    El abogado del narco - Juan Speciale

    INTRODUCCIÓN

    Don Hernán Cortés, el flamante ganador de las elecciones presidenciales, celebraba con júbilo en el lujoso salón de su mansión, abrazando efusivamente a su jefe de campaña mientras otros líderes de su partido se acercaban para felicitarlo tras la confirmación en televisión de su victoria.

    Eran alrededor de las ocho de la noche cuando repentinamente sonó el timbre de la puerta de su residencia. El capataz, quien también se encontraba presente en la reunión, se dirigió a ver quién era el visitante que llegaba para unirse a los festejos.

    El señor Cortés sacó su teléfono del bolsillo del pantalón y consultó una aplicación para averiguar quién era el visitante. Con seguridad, le indicó a Simeón, el fiel capataz, que dejara pasar al nuevo invitado.

    Con entusiasmo, salió a recibir personalmente al hombre que ahora consideraba su amigo, a pesar de que un tiempo atrás no confiaba en él.

    Era Federico Pallarolas, un juez distinguido y miembro de la corte suprema de justicia.

    —¡Mi querido amigo Federico! —exclamó Don Hernán Cortés, irradiando felicidad mientras se daban un fuerte abrazo.

    —¡Felicidades Hernán! —respondió el visitante, una de las pocas personas que le tuteaba.

    —Hemos trabajado arduamente para alcanzar este gran triunfo para nuestro país —comentó Don Hernán Cortés.

    —No creíste cuando te aseguré que serías el nuevo presidente —añadió Federico con una sonrisa.

    —Serás el nuevo presidente de la corte suprema de justicia. ¿Te agrada tu regalo? —aseguró el señor Cortés a Federico.

    —Llevo años esperando ese cargo. Gracias, Hernán.

    —En estos cinco años, el país estará en nuestras manos.

    —Serás intocable, Hernán. Ningún gobierno extranjero podrá interferir en los asuntos internos de nuestra nación.

    —Traeremos de vuelta la verdadera democracia, y nuestros enemigos no podrán hacer nada para detenernos.

    ––––––––

    Entraron triunfantes al opulento salón, saludando a todos con un entusiasmo desbordante. Contra todo pronóstico, el señor Cortés había dado un giro asombroso a los resultados, logrando una ajustada victoria sobre su acérrimo rival.

    Decidieron apartarse del bullicio y se dirigieron a la elegante barra del bar. El barman, con profesionalismo, sirvió una medida de whisky para cada uno y se retiró discreto.

    —Cuéntame, Federico, qué estrategia empleaste para lograr mi victoria cuando mi candidatura parecía destinada a la derrota.

    —No te preocupes por eso, Hernán. Sabes que tengo influencias importantes en los puestos clave de este gobierno, y las utilicé para que triunfaras. Ahora es momento de celebrar. Me dijiste que tenías una sorpresa especial preparada para esta noche.

    —Por supuesto, estaba a punto de mencionarlo. ¡Simeón! ¡Simeón! —llamó a los gritos al capataz.

    En cuestión de segundos, el fiel capataz se presentó ante ellos.

    —Ve a buscar el regalo para mi amigo—ordenó el señor Cortés.

    Pasados unos momentos, el capataz regresó acompañado de la mujer más hermosa que Federico había visto en su vida. El señor cortés los presentó cordialmente y luego se despidió para continuar los festejos con aquellos que fueron parte importante de su victoria electoral.

    CAPÍTULO 1

    UN AÑO ANTES....

    ––––––––

    Agotado, llegó a su departamento en aquel viejo edificio situado en un barrio de clase media. Se dirigió al salón para prepararse un vaso de whisky con hielo y luego se dejó caer en el mullido sofá del amplio salón, que en el pasado albergó a una familia de clase alta.

    La calma reinaba en el ambiente, y la habitación se sumía en la penumbra, indicándole que su esposa y su hijo pequeño probablemente ya se habían dormido.

    Tomó un sorbo de su deliciosa bebida mientras disfrutaba del momento, extrajo un cheque de su cartera y lo examinó detenidamente una vez más, luego cerró los ojos saboreando el whisky, dejando que una amplia sonrisa iluminara su rostro en la penumbra del salón, y recordó con emoción lo que le había acontecido unas horas antes.

    El día anterior, recibió una llamada telefónica de un prestigioso bufete de abogados con una propuesta de trabajo. Le proporcionaron un nombre y una dirección donde debía presentarse puntualmente a las cinco de la tarde al día siguiente.

    No dudó en ser extremadamente puntual para la cita.

    Al llegar a la dirección indicada, escrudiñó los números de las casas para asegurarse de que el número que le habían dado coincidiera con el de aquella imponente mansión.

    Hizo sonar el timbre dos veces, y en ese instante, dos mastines negros salieron velozmente hacia la gran puerta metálica con barrotes, ladrando de manera amenazante. Después de unos momentos de tensión, divisó a lo lejos a un hombre con una escopeta al hombro, quien se acercó controlando a los canes y los ató con firmeza a una estaca metálica ubicada cercana a la verja.

    Mientras esperaba, notó la presencia de cuatro cámaras de seguridad estratégicamente colocadas para vigilar diferentes puntos de la calle, y una de ellas enfocada hacia él. Tras verificar su identificación y confirmar su propósito, finalmente la puerta se abrió, y pudo ingresar a la propiedad. El guardia procedió a registrarle para asegurarse de que no portara ningún arma.

    —Sígame —indicó con tono imperativo, dirigiéndose apresuradamente hacia la casa, seguido de cerca por el visitante. Al llegar a la entrada, pulsó el timbre y se retiró por donde había venido.

    La puerta fue abierta por un hombre elegantemente vestido con traje, quien cortésmente le dio la bienvenida y le condujo a un lujoso y espacioso salón.

    Haciendo una reverencia al estilo japonés, el hombre se presentó diciendo:

    —Buenas tardes abogado. Soy Jorge Flores, asesor y secretario privado del señor Hernán Cortés, dueño de esta hacienda.

    —Un placer conocerlo señor Flores. Soy Martín Perán, abogado penalista.

    —El señor Cortés no podrá atenderlo en este momento. Le envía sus disculpas, aunque he sido designado para transmitir sus órdenes.

    —Lo entiendo perfectamente, no se preocupe.

    —Por favor, pasemos al salón. ¿Desea algo de beber?

    —No, gracias —respondió Martín, siguiendo al señor Flores hasta un salón contiguo que se accedía tras bajar unos escalones.

    El señor Flores tomó asiento en un sofá, y le indicó a Martín Perán que se sentara en el sofá de al lado, ambos separados por una pequeña mesa redonda. Desde esta mesa, el señor Flores tomó una carpeta de color azul y dijo:

    —Permítame ir al grano, señor Perán. Valoramos su tiempo tanto como el nuestro, así que seré directo. Lo hemos citado aquí porque el señor Cortés está interesado en contratarlo como su abogado personal. Hemos revisado su historial —abrió la carpeta que tenía en la mano y comenzó a hojearla—. Fue el mejor estudiante en la escuela primaria y secundaria, y brillante como alumno universitario. Se graduó como abogado con todos los honores y hasta la fecha no ha perdido un solo caso como profesional. Vive en un departamento que su suegro le obsequió a su esposa como regalo de bodas, sin embargo, somos conscientes de que está atravesando dificultades económicas debido a algunas deudas. Además, sus valiosos contactos con fiscales y jueces son envidiables para otros abogados. El señor Cortés desea contar con sus servicios profesionales como abogado exclusivo, y en consideración a ello le ofrece un sueldo de cien mil dólares mensuales, junto con un departamento y un vehículo último modelo. En otras palabras, no podrá trabajar para nadie más. Puede tomarse un corto tiempo para pensarlo, o si lo prefiere, puede aceptar la propuesta ahora mismo y procederemos a firmar el contrato.

    Las piernas de Martín comenzaron a temblar, y unas gotas de sudor recorrieron su rostro. No podía pensar con claridad ante lo que le estaba sucediendo. La suma de dinero que el señor Flores le ofreció era algo que no ganaría ni en un año entero, y ahora, si aceptaba la oferta de trabajar para el señor Cortés, podría recibir esa cantidad mensualmente.

    —¿Tiene un vaso de agua? —preguntó Martín, intentando calmar sus nervios.

    El señor flores sacó un aparato intercomunicador del bolsillo de su traje y solicitó un vaso de agua.

    Martín sabía quién era el señor Hernán Cortés, pero la cantidad de dinero que le estaban ofreciendo era suficiente para hacer dudar a cualquiera sobre su integridad. Y aunque ya tenía decidido lo que haría, decidió tomarse un momento para reflexionar mientras bebía el vaso de agua.

    Martín habría deseado poder tomar esa decisión junto a su amada esposa y su querido hijo, a quienes amaba profundamente. Pero sabía que si le contaba a su esposa sobre la oferta de trabajar para el señor Cortés, ella le daría mil pretextos para que la rechazara.

    A pesar de ello, Martín se encontraba en una posición en la que no podía permitirse rechazar esa oportunidad. Su esposa provenía de una familia adinerada y tradicional, y él sentía la responsabilidad de brindarle los lujos a los que estaba acostumbrada, lo que lo llevaba a endeudarse cada vez más.

    En ese momento, una elegante mucama hizo su aparición con una bandeja que llevaba un vaso de agua, lo acercó a Martín para que bebiera, y este gesto lo hizo volver a la realidad.

    Agradeció el vaso de agua y lo bebió todo de dos sorbos. Con determinación, afirmó:

    —Voy a firmar el contrato, señor Flores —declaró Martín con decisión.

    Una gran sonrisa se dibujó en el rostro del asesor del señor Cortés, quien colocó el contrato sobre la pequeña mesa redonda para que Martín lo firmara.

    —La lealtad es de suma importancia para nosotros, señor Perán —dijo el señor Flores mientras Martín leía detenidamente cada cláusula del contrato.

    El punto más destacado del contrato, y al que se le daba mayor énfasis, se refería a la exclusividad de trabajar a tiempo completo para el señor Cortés, siendo que dicho contrato solo podía ser rescindido de mutuo acuerdo entre ambas partes, no de forma unilateral. Martín comprendió que esto implicaba un compromiso fuerte, algo que se asemejaba a una especie de esclavitud moderna, aunque con una excelente remuneración.

    Una vez revisado y comprendido el contenido, Martín estampó su firma en todas las hojas y se las entregó al señor Flores.

    —¿Cuál sería la multa por una rescisión unilateral del contrato? —preguntó Martín, asegurándose de conocer todas las implicaciones.

    El señor Flores respondió con seguridad:

    —Usted es una persona inteligente y sensata, señor Perán, con una familia que lo respalda, y confío en que no cometerá ese error.

    Acto seguido, el asesor entregó un cheque a Martín, quien lo miró con cierta incredulidad. El cheque tenía un valor de cien mil dólares, una suma que le resultaba difícil de asimilar.

    —¿Está correcto?

    —Sí, todo parece estar en orden —dijo Martín, todavía asombrado por la cuantiosa cantidad que sostenía en sus manos.

    —En la semana, recibirá el vehículo a su nombre, y podrá mudarse a su nuevo departamento, que también estará a su nombre. Le informaremos el día y la hora precisos para estos trámites —indicó el señor Flores con una sonrisa.

    —Muchas gracias, señor Flores. ¿Cuándo debo empezar a trabajar? —preguntó Martín, entusiasmado.

    —Nos pondremos en contacto con usted para informarle la fecha exacta. Mientras tanto, puede ir organizando y cerrando los trabajos pendientes, y después disfrutar de unos días de vacaciones junto a su esposa e hijo —respondió el asesor.

    Cuando Martín salió de la casa del señor Cortés para dirigirse a su departamento, ya había anochecido. La emoción y la incertidumbre se mezclaban en su interior mientras visualizaba el futuro que le aguardaba con esta nueva oportunidad.

    Se sentía un tanto mareado mientras se levantaba del sofá y se dirigía a su dormitorio. Había pasado mucho tiempo desde que dejó de beber alcohol. Colocó el vaso de whisky vacío sobre la mesa.

    Una vez en la habitación, encontró a su esposa, Melibea, profundamente dormida junto a su pequeño hijo de tres años, Lucas. Recordó la promesa que le hizo a Melibea: no emborracharse más desde que nació su adorado Lucas. Hizo todo lo posible para no despertarlos al deslizarse cuidadosamente en la cama.

    A la mañana siguiente, antes de que su esposa e hijo despertaran, fue temprano al banco para depositar el cheque que le entregó el señor Flores. Luego, regresó al departamento para llevar a su familia a almorzar y pasar juntos un día en la playa.

    Mientras Lucas jugaba en la playa, Martín y Melibea se encontraban sentados en la arena. Martín aprovechó ese momento para entablar una conversación importante con ella. Melibea, una mujer recta y comprometida, había dejado sus estudios en la universidad de Derecho para dedicarse al matrimonio.

    Martín sabía que a Melibea no le agradaría la idea de que él trabajara exclusivamente para alguien relacionado con el negocio de las drogas, como se rumoreaba. Deseaba sincerarse con ella para evitar que se enterara por otros medios, y así evitar un mayor disgusto en el futuro. Sin embargo, no sabía cómo comenzar esa delicada conversación sin que ella se enojara.

    Decidió abordar el tema con sensibilidad, eligiendo sus palabras con cuidado, para asegurarse de que entendiera su situación y sus motivaciones. Quería compartir sus inquietudes y perspectivas de una manera que fortaleciera su conexión como pareja, reafirmando el respeto mutuo y la confianza que siempre habían compartido.

    —¿Quieres decirme algo, Martín? —Preguntó Melibea, preocupada—. Me he dado cuenta de que te comportas de forma extraña desde anoche. Esta mañana vi el vaso vacío de whisky. ¿Por qué volviste a beber y por qué estás actuando de manera evasiva? Nunca habíamos hecho esto antes; de repente, dejas de ir a trabajar en un día laborable y nos llevas a comer, y ahora decidimos pasar un día en la playa. ¿Te ha ocurrido algo en el trabajo? ¿Has perdido el empleo?

    Martín se sintió aliviado de que fuera ella quien iniciara la conversación, pero no podía evitar sentirse incómodo por tener que ocultar la verdad. Decidió presentar una versión parcial de los hechos para evitar conflictos innecesarios, aunque sabía que mentir no era la mejor opción.

    —Sí, necesitaba hablar contigo sobre eso. Voy a comenzar a trabajar en una nueva empresa —mintió, tratando de disfrazar la realidad—. Me ofrecieron una posición con un salario bastante alto, cien mil dólares al mes, además de un vehículo y un nuevo departamento al que nos mudaremos en estos días.

    Esperó, con cierta arrogancia disimulada, a ver cómo reaccionaría Melibea ante sus palabras. Sabía que no estaba actuando de la manera más honesta, pero esperaba que el resultado fuera positivo y que su esposa aceptara la situación sin mayores complicaciones.

    —¿Quién es el dueño de esa empresa? —preguntó Melibea, quien era, además de inteligente, muy intuitiva. Sabía que alguien dispuesto a pagar una cantidad tan elevada a un abogado debía ser una persona influyente.

    —Se llama Hernán Cortés —respondió Martín.

    —¡Aaaah! el narcotraficante —dijo Melibea, utilizando un tono despectivo al referirse a la persona mencionada por su esposo.

    —No lo llames así, ahora es mi cliente —respondió Martín, defendiendo su nueva relación profesional.

    —Tú no necesitas trabajar para alguien como él. Todo el mundo sabe que es uno de los narcotraficantes más peligrosos —expresó Melibea preocupada.

    —Es una persona respetable, tiene muchos contactos en la política, y parece que tiene aspiraciones de ser presidente —intentó justificar Martín, tratando de mostrar un lado positivo de su nuevo cliente.

    —Si es por el dinero, puedo buscar un trabajo para que no tengas que defender a esa clase de gente —propuso Melibea, mostrando su apoyo y preocupación por su esposo.

    —No te dejaré hacer eso. Renunciaste a tus estudios por nuestro matrimonio, y me encargaré de que a ti y a Lucas nunca les falte nada.

    —¿Qué puedo hacer para que renuncies a trabajar para esa gente? —preguntó Melibea en tono suplicante, buscando una solución para proteger a su familia y mantener su integridad.

    —Nada, ya he firmado un contrato, y no puedo anularlo.

    —Deberías haber pedido mi opinión antes de firmar —dijo ella visiblemente molesta.

    —Lo siento mucho, cometí un error al no consultarte antes. Fue una decisión precipitada —se disculpó, reconociendo su falta—. No te pongas así, esto no es el fin del mundo. Ya verás que todo nos irá mejor —intentó consolarla al verla muy afectada por la situación.

    Volvieron al departamento en silencio, sumidos en tristeza y preocupación. Lucas jugaba en el asiento trasero, pero el ambiente dentro del vehículo era sombrío. La tensión era palpable.

    Esa noche, Melibea y Martín no cruzaron palabra alguna, ni siquiera cuando se fueron a la cama. Sólo las rabietas ocasionales de Lucas rompían la monotonía del ambiente, reflejando el malestar emocional que se respiraba en el hogar.

    A primera hora de la mañana siguiente, Martín recibió una llamada del señor Flores. Éste le proporcionó la dirección de una agencia de automóviles, donde podría recoger su vehículo, y la ubicación de su nuevo departamento, listo

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