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El mito del ciudadano ingenuo
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Libro electrónico98 páginas1 hora

El mito del ciudadano ingenuo

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¿Cuál es el origen de la visión compasiva que el ciudadano tiene de sí mismo, siempre sufriente y engañado? A través de capítulos breves, Mónica Beatriz Bornia nos lleva a reflexionar sobre la responsabilidad que nos cabe respecto de los gobernantes que elegimos y sienta postura respecto de las soluciones posibles para hacer de la sociedad un lugar "vivible". Nos conduce a un espejo que nos mostrará quién es el ciudadano y no quedará margen para la hipocresía, aquella que declama un ciudadano ideal, víctima de gobernantes que lo "traicionan" y de los cuales pretende conductas que él mismo no tiene.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 sept 2021
ISBN9789876919678
El mito del ciudadano ingenuo

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    El mito del ciudadano ingenuo - Mónica Beatriz Bornia

    Olvidar la animalidad ancestral

    Lo que nos ha distinguido a los sapiens del resto de los animales ha sido nuestra asombrosa evolución cognitiva: es esta característica la que nos ha permitido despegarnos de nuestras limitaciones de diseño comunes a todos los seres vivos, los cuales cuentan con sistemas que les permiten adaptarse y luchar en y contra el medio. Así, los pájaros pueden volar o planear dependiendo de las circunstancias del ambiente, los osos pueden estar activos o hibernar, para adaptarse al clima, entre muchas otras dotaciones con que cuentan las especies según el hábitat en el que vivan, aunque solo pueden contar con la situación preexistente y operar en consecuencia. No pueden dominar ni modificar cuestiones externas en la naturaleza.

    Nosotros somos los únicos que mediante nuestro ingenio podemos escapar al determinismo biológico, podemos inventar aeronaves para volar, desarrollar vacunas para no contraer enfermedades, pero sobre todo tenemos la capacidad de hacer abstracción, llegando mediante ella a generar ficciones y transmitirlas.

    El resto de los seres solo puede pensar y comunicar realidades, pero no son capaces de crear ni de inventar cosas que no han estado en su presencia.

    Ese poder de ficcionar es el que crea lo que llamamos cultura, que en realidad no existe como tal; un cuadro, un texto, una actitud valiente, todo aquello que valoramos o despreciamos es producto de una toma de posición cultural. Si despojamos de la mirada cultural a los objetos, serán meras cosas o materiales. La capacidad de apreciar y valorar es propia de nuestra especie, en la cual la comunicación de información y la transmisión de conocimiento lleva siempre el sello del emisor. Lo que la cultura sea es un invento de nuestra mente que ha sido transmitido convincentemente y ha servido como elemento de unión entre pueblos distantes, pues el conocimiento y las costumbres en común hermanan a gente que no se conoce entre sí pero que encuentra en la cultura un punto importante de coincidencia.

    Al decir de Yuval Harari, los sapiens son los únicos capaces de cooperar con extraños, pues el resto no puede hacerlo más que contingentemente ante un peligro inminente y compartido, y en un grupo reducido de individuos.

    Las formaciones multitudinarias, los agrupamientos y las alianzas con otras formaciones solo las puede generar nuestra especie mediante una compleja red de ficciones, mitos y creencias: Un gran número de extraños pueden cooperar con éxito si creen en mitos comunes.¹

    Repasemos varias ficciones que hemos inventado, creído y transmitido a lo largo de los siglos. Lo haremos ejercitando la pregunta retórica:

    ¿Quién le hizo creer al esclavo que lo era y al amo que era su dueño?

    ¿Quién le hizo creer al vasallo que debía todo a su señor feudal y a este que era el acreedor de la vida de su siervo?

    ¿Quién le hizo creer al súbdito que era menos que un rey y a este que era superior?

    ¿Quién les hizo creer a las mujeres que venían diseñadas para el rol hogareño y a los hombres para realizar el trabajo externo?

    Actualicemos ahora el repertorio con ficciones vigentes:

    ¿Quién nos hizo creer que nacimos libres e incondicionados?

    ¿Quién nos hizo creer que somos todos iguales?

    ¿Quién nos hizo creer que sexo y género son conceptos a discutir?

    ¿Quién nos hizo creer que los derechos humanos son invulnerables?

    Podría seguir listando todo lo que hemos creído a lo largo de los siglos, ejercicio que es muy bueno realizar para tomar conciencia de que los episodios trágicos y felices que han ocurrido y ocurren en el mundo se han iniciado en la imaginación de alguien que ha tenido el poder suficiente como para transmitirlo eficazmente de manera que ancle en la mente de muchos mediante la creencia colectiva en ellos.

    Cuando digo imaginación me refiero a que los conceptos son entelequias, entes imaginarios. ¿Quién puede demostrar la existencia de la libertad o la inherencia del derecho humano que nos acompaña de por vida? ¿Cómo podemos explicar el pasaje de una sociedad monárquica convencida a una que cuestiona las vidas de privilegio de los reyes?

    La capacidad de pensar y pensarnos más allá de nuestra básica subsistencia es un rasgo único de nuestra especie y esa misma característica nos obliga a comportarnos de una manera que no sea instintiva. Podemos aprender a postergar, a sacrificarnos, a soportar sin quejarnos, a hacer cosas por otros sin obtener beneficios, pero también somos capaces de dañar a otro sin que esté en juego nuestra supervivencia, de mentir, de hacer trampa, en definitiva, de crear situaciones que no existen en la realidad y con ella convencer a otros también. Podemos hacer que una persona se sienta feliz o se deprima simplemente contándole un relato. La ilusión es inexistente antes de imaginarla y darle entidad; muchas cosas nos ilusionan y otras tantas nos decepcionan. ¿Qué animal conocemos aparte de nosotros que se plantee el sentido de la vida?

    Evidentemente, más allá de las diferencias biológicas con nuestros parientes mamíferos, somos seres que revestimos una gran complejidad generada por nuestro pensamiento.

    ¿Qué león conocen que se invente una vida que no tiene para relatársela a otro león y jactarse de ella?; ¿Cuántos hombres conocen que se inventen una vida que no tienen para que otro consuma el relato?; ¿Qué importancia tiene que el vecino crea que mi vida es maravillosa, cuando en realidad no lo es?

    La capacidad ficcional del ser humano es enorme y sirve para múltiples propósitos, y ha sido eso lo que nos ha permitido dar el salto comparativo a diferencia del resto de las especies, permitiéndonos prever peligros futuros, realizar proyectos a largo plazo y dominar a otros seres humanos mediante mitos.

    Para Platón el mytho era una historia que se contaba y con la cual se educaba en virtudes y vicios. El envío de un héroe hacia lo que significaría su muerte fue un recurso extremadamente corriente, como lo fue el tema del padre que intenta evitar el matrimonio de su hija porque un oráculo le ha profetizado que su descendencia usurpará su trono,

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