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De La Mano Con Mis Demonios
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Libro electrónico674 páginas10 horas

De La Mano Con Mis Demonios

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Mauricio Almenabar es un joven periodista que ha vivido atormentado a causa de una experiencia traumtica que sufri cuando apenas era un adolecente. An as, fue a raz de esa horrible experiencia que emprendi una lucha sin cuartel contra las redes criminales que operaban en el negocio de la trata de blanca. A lo largo de su investigacin se ve envuelto en una serie de situaciones que lo llevan a enfrentarse no solo con los verdaderos culpables, sino con l mismo.

Camila Ferrara, una amiga de siempre, le presenta a la psicoanalista Julia Orson para que ella por medio del psicoanlisis le ayude a lidiar con los demonios del pasado, pero Julia en ese proceso termina afectada. Entretanto, Carlos Zaldvar, un amigo de la infancia y director de la agencia anti-trata de la ONU, prepara un informe para presentarlo ante un comit internacional. Dicho informe contiene documentacin privilegiada que revela una serie de irregularidades en los procesos penales contra los tratantes de blanca, pero en el hotel sufre un atentado por parte de una red criminal dirigida por el israelita Arik Reitan, uno de los capos en el negocio.

El argumento de la novela se localiza en Estados Unidos y Latinoamrica; y los tonos y modos se han ajustado a esas geografas. En "de la mano con mis demonios", los personajes centrales combaten las fuerzas del mal, y las heronas, mujeres vctimas de este flagelo, logran tras un acto de voluntad revelarse contra sus captores y superar su vida triste y miserable. La novela a travs de sus personajes tambin explora el comportamiento humano y su complejidad. Su contenido es de gran actualidad y fuerza. Cualquier lector puede identificar fcilmente lo que ocurre.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento31 jul 2015
ISBN9781506507040
De La Mano Con Mis Demonios
Autor

Marlo Arturo Urueta

Marlo Arturo Urueta nació el 7 de Abril en Barranquilla, ciudad localizada en la costa norte de Colombia. Desde muy joven, éste escritor se sintió atraído por las ciencias políticas, la filosofía, la psicología, adquiriendo posteriormente amplios conocimientos sobre criminología y derecho penal. Realizó diversos cursos de especialización, con fundamentos basados en conocimientos propios del psicoanálisis. Su novela, “De la mano con mis demonios”, constituyó la primera incursión de Marlo Arturo Urueta en el campo literario. Luego publicaría libros de poemas y reflexiones con títulos como, “La única apreciación exacta”, “Al borde de mis alucinaciones” y “Algo particularmente maravilloso”. Libros de una prosa fascinante. Después sorprendería con otra gran publicación, “De mis máscaras, mis realidades y otras revelaciones”, una novela seductora y apasionante.

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    De La Mano Con Mis Demonios - Marlo Arturo Urueta

    Copyright © 2015 por Marlo Arturo Urueta.

    marloarturo_urueta@aol.com

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2015911819

    ISBN:   Tapa Blanda             978-1-5065-0678-4

                 Libro Electrónico   978-1-5065-0704-0

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 30/07/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    718622

    ÍNDICE

    PROLOGO LA OTRA ORILLA

    CAPITULO 1 UN SUBURBIO

    CAPITULO 2 LA MALA HORA

    CAPITULO 3 EL PAISAJE URBANO

    CAPITULO 4 UN SUEÑO

    CAPITULO 5 COMENTANDO EL SUEÑO

    CAPITULO 6 MUJER EN LA VENTANA

    CAPITULO 7 UNA EXPERIENCIA TRAUMATICA: PARTE 1

    CAPITULO 8 UNA EXPERIENCIA TRAUMATICA PARTE 2

    CAPITULO 9 LA IMPUNIDAD

    CAPITULO 10 UN ENCUENTRO CONVENIENTE

    CAPITULO 11 EL HALLAZGO

    CAPITULO 12 LA LLAMADA

    CAPITULO 13 MASTURBACION TELEPATICA

    CAPITULO 14 EN LA ESCENA DEL CRIMEN: PARTE 1

    CAPITULO 15 EN LA ESCENA DEL CRIMEN: PARTE 2

    CAPITULO 16 EL SOBRE CON LAS FOTOS PARTE 1

    CAPITULO 17 EL SOBRE CON LAS FOTOS PARTE 2

    CAPITULO 18 UN VIEJO AMIGO

    CAPITULO 19 DESPEJANDO DUDAS

    CAPITULO 20 LA INCOMFORMIDAD PARTE 1

    CAPITULO 21 LA INCOMFORMIDAD PARTE 2

    CAPITULO 22 LA TRATA DE BLANCA

    CAPITULO 23 UNA TEORIA CONSPIRATORIA

    CAPITULO 24 UN CONSERJE Y UN SECRETO

    CAPITULO 25 UN EXTRAÑO LADRON

    CAPITULO 26 UNA REUNION ACALORADA PARTE 1

    CAPITULO 27 UNA REUNION ACALORADA PARTE 2

    CAPITULO 28 LA ACEPTACION PARTE 1

    CAPITULO 29 LA ACEPTACION PARTE 2

    CAPITULO 30 EL CUMPLEAÑOS DE JULIA: LOS RECLAMOS

    CAPITULO 31 EL CUMPLEAÑOS DE JULIA: LAS SORPRESAS

    CAPITULO 32 EN EL CLOSET… VER PARA CREAR

    CAPITULO 33 VOYERISMO Y MAS

    CAPITULO 34 LITERALMENTE DESCONCERTADA

    CAPITULO 35 EL DESPECHO DE JULIA Y EL ATREVIMIENTO DE FERNANDO

    CAPITULO 36 LA RESACA DEL DIA SIGUIENTE

    CAPITULO 37 DEL FEMINISMO Y OTRAS VERDADES

    CAPITULO 38 UN ALBUM DE FOTOS MUY PARTICULAR

    CAPITULO 39 LOS CUADROS Y SUS SIGNIFICADOS

    CAPITULO 40 LA CONFESION

    CAPITULO 41 UNA MALA NOTICIA PARTE 1

    CAPITULO 42 UNA MALA NOTICIA PARTE 2

    CAPITULO 43 EN EL HOSPITAL: ACOSO DE PERIODISTAS

    CAPITULO 44 EN EL HOSPITAL: ULTIMO PARTE MEDICO

    CAPITULO 45 DE UN FLIRTEO A UN REENCUENTRO SEXUAL

    CAPITULO 46 UNA CONFESION TAN INESPERADA COMO PERTURBADORA

    CAPITULO 47 DIMITRI: ¿KRUGAS O DAMOGENES?

    CAPITULO 48 UN RARO RESCATE

    CAPITULO 49 DE UN RARO RESCATE A UNA CONVERSACION REVELADORA

    CAPITULO 50 UN BALON DE FUTBOL Y UNA PAGAPLATOS

    CAPITULO 51 DE VISITA EN EL HOSPITAL PARTE 1

    CAPITULO 52 DE VISITA EN EL HOSPITAL PARTE 2

    CAPITULO 53 LA SESION DE LA TARDE

    CAPITULO 54 INVESTIGACION ESPELUZNANTE PARTE 1

    CAPITULO 55 INVESTIGACION ESPELUZNANTE: PARTE 2

    CAPITULO 56 DIMITRI EN UNA SESION DE PSICOANALISIS PARTE 1

    CAPITULO 57 DIMITRI EN UNA SESION DE PSICOANALISIS PARTE 2

    CAPITULO 58 DIMITRI EN UNA SESION DE PSICOANALISIS PARTE 3

    CAPITULO 59 DIMITRI EN UNA SESION DE PSICOANALISIS PARTE 4

    CAPITULO 60 EL TELEFONO QUE MISTERIOSAMENTE TIMBRABA

    CAPITULO 61 EL PASADO SEXUAL Y SUS CONSECUENCIAS

    CAPITULO 62 TRAS LA PISTA DEL ASESINO

    CAPITULO 63 EL INSTINTO Y LAS CIRCUNSTANCIAS

    CAPITULO 64 EL DEPARTAMENTO DE MAURICIO

    CAPITULO 65 UNA CAJA DE SORPRESAS

    CAPITULO 66 ATADO A LA CAMA

    CAPITULO 67 ACLARANDO SUS DIFERENCIAS

    CAPITULO 68 LOS HECHOS Y LAS CONSECUENCIAS

    CAPITULO 69 EPILOGO DE UNA PEREGRINACION LLENA DE VICISITUDES: PARTE 1

    CAPITULO 70 EPILOGO DE UNA PEREGRINACION LLENA DE VICISITUDES PARTE 2

    CAPITULO 71 LA CASA GRIS EN EL SUBURBIO DE ALTON PARTE 1

    CAPITULO 72 LA CASA GRIS EN EL SUBURBIO DE ALTON PARTE 2

    CAPITULO 73 UNA CONVERSACION FUERA DE LUGAR: PARTE 1

    CAPITULO 74 UNA CONVERSACION FUERA DE LUGAR: PARTE 2

    PROLOGO

    LA OTRA ORILLA

    Parecería ser que ésta sociedad, conformada en su totalidad por una multiplicidad de seres individuales, no respondiera a otro criterio u otros intereses que a los del sistema que la acondiciona. Viéndolo desde otra óptica, si bien no nueva en su concepción, pero sí sacando a la luz otros cuestionamientos, podría decirse que el hombre actual sigue librando una batalla contra el mismo hombre que le ha aprisionando por siglos, su Yo-Interior. Un Yo-Interior que pudiese ser lo realmente válido, puesto que no está sujeto a normas y puede expresarse libremente. Podría añadírsele, que dado a su condición y característica, también puede ver lo que ocurre detrás de las apariencias de ese otro. Yo. El Yo-Exterior. Este último, ligado a los miedos y a las cohibiciones.

    Queda claro que en cada uno de nosotros habita un ser fantástico que no conocemos, pero que representa todo aquello que no somos capaces de hacer. Un ser fantástico que nos habla a través de nuestros propios demonios, de nuestra propia oscuridad, de nuestros propios miedos y nos comunica nuestros deseos inconscientes. Un ser fantástico que no solo es ese enemigo interior, al cual no dejamos de admirar, sino que además es otra imagen muy diferente a la que proyectamos de nosotros mismos.

    Lo anterior, no sólo intenta explicar brevemente, el porqué de los constantes enfrentamientos de nuestro Yo-Exterior con nuestro Yo-Interior, sino que desenmascara las formas como esta sociedad, desbordada en sus conceptos patriarcales, estructura al hombre actual. Un hombre que dicho sea de paso, ha sido a lo largo de la historia de la humanidad, su conejillo de Indias. Sus formas de opresión, como suele suceder tienen su expresión primera en las necesidades que la naturaleza impone al hombre. Un modo bastante cruel de eliminar, toda sensación de emancipación que pudiera experimentar. Todo esto en gran medida, se ve reflejado en la acción del Yo-Exterior. Un Yo-Exterior que ha sido en general, total obediencia, y que privado de ese impulso de libertad, inherente al Yo-Interno, se le subordina a estar al servicio de una sociedad llena de prejuicios y apariencias. Una sociedad atrapada en su propio síndrome de clases sociales estratificadas. De distancias abismales como de polos y continentes que las separan.

    Partiendo de ésta apreciación, uno de los primerísimos psicólogos sociales, Thomas Hobbes decía: La naturaleza humana es egoísta, el hombre es un lobo para el hombre. Y no se equivocaba al subrayar que el ser humano podría ser malo por naturaleza. Sin embargo, el objetivo principal de su teoría parecería no ser precisamente ideológico, sino más expositivo de esa idea de desencanto de la civilización. Algo similar sugiere la concepción del escritor Nicolás Maquiavelo sobre la sociedad humana. Para este pensador renacentista, el hombre es por naturaleza un ser perverso y egoísta. Un sujeto interesado en su propia seguridad y en aumentar su poder sobre los demás. No obstante, pensaba que esta sociedad requería de gobernantes sin escrúpulos morales que garantizaran el orden social a coste de lo que fuera. Sin lugar a dudas, Maquiavelo fue un ser visionario, pero interpreto de un modo fraudulento los limites de influencia. La sociedad no puede anteponer los resultados, por encima de los métodos y sus consecuencias.

    Más allá de cualquier interpretación o percepción humana, lo cierto es que el mundo de hoy en día, sin unas directrices generales, o una aprehensión que no exponga de forma equivocada el concepto del hombre y su existencia, apunta a una realidad imperfecta, donde no existiendo distinción moral alguna, cada ser humano termina buscando su propia conservación. La depredación del hombre por el hombre. Su incertidumbre frente a un mundo, que no solamente amenaza con despojarlo de su pasado y borrarle todo vestigio de humanidad posible, sino que también amenaza con convertirlo en una cosa inútil. En algo fuera de moda. Pero cuanto más amenazada pueda verse su supervivencia, más estrecho será su margen de elección. Por lo tanto, aquel pensamiento de Nicolás Maquiavelo, el fin justifica los medios, tendrá que ser en algún momento, su cuartada perfecta.

    Debido a ésta consideración, o si se quiere, condición humana, y al estado de guerra permanente de todos contra todos, tal como lo suponía Hobbes en su análisis de la vida social, el relato a continuación, siguiendo de algún modo, ese concepto inspirado en el pensamiento de Maquiavelo, Freud, Jung, y Schopenhauer entre otros, propone una revisión de la conducta humana que pueda rechazar la interpretación anterior para no juzgar dichas acciones como buenas o malas. Desde el diván del psicoanálisis, se estructura este relato, y se crea una compleja relación de los personajes con los textos sobre la interpretación de los sueños y con las grandes pinturas y su semejanza con las mismas. En un modo narrativo, en ocasiones complejo, se expone el recuento doloroso sobre una experiencia vivida. Una experiencia que antes que nada, connota la aceptación de la agresión ajena como la manifestación de la culpa propia. Pero es en base a la reconsideración de los hechos y al replanteamiento de los mismos que los personajes llegan a la verdadera revaloración de su yo. Sin duda, el elemento básico de una liberación en contra de la culpa impuesta.

    Yendo a una lectura más específica, la trama Navega en tiempos actuales y retrospectivos, adentrándose en esa cosmovisión del hombre y la realidad que lo circunda. Incluyendo, una preocupación de análisis humano y social, y siguiendo una investigación un tanto lineal y progresiva de su comportamiento. Es por eso que el tema del psicoanálisis es llevado a la novela a través de la representación del proceso mismo de la terapia y de las relaciones que se establecen entre los personajes. Con un realismo, en ocasiones, desbordado, este autor intenta no solo describirlo y caracterizarlo a través de personajes y escenarios cotidianos, sino de exponerlo a todo tipo de análisis y reflexiones dentro de una estética, próxima al neorrealismo italiano. Cada personaje, no solo construye su propia narrativa a partir de lo que ve, escucha o siente, sino que reproduce de un modo deliberado, una impresión de la realidad. Por lo tanto, estará más dispuesto a criticar las opciones de otros que a examinar las suyas propias.

    Mediante un extraño sentimiento de fatalidad, este autor se apropia de imágenes clásicas y contemporáneas de la pintura universal, y de otras tantas de la fotografía artística, para reinterpretarlas y recrearlas a su manera. Inclusive, en las descripciones que hace exhaustivamente de estas obras, hasta en sus detalles más íntimos. Es transfiriéndolas paulatinamente a la trama que busca darles, con particular ironía, una nueva significación. Muy en especial, las pinturas eróticas que suponen para su relato, una verdadera inspiración. A través de la representación de la cotidianidad, escudriñada en los cuadros de Edward Hopper, propone su propia idea de la soledad. De aquella soledad que particularmente nace de las catástrofes silenciosas de seres humanos anónimos. De hombres y mujeres que van hacia la deriva, y que no pueden evitar la desesperada sensación de sentir que todo se ha perdido. De igual forma, el onirismo tomado de los cuadros de Paul Delvaux, o la fuerte carga erótica narrada de forma abierta en los cuadros de Gustave Courbet, se refleja en el rechazo consciente que experimentan los protagonistas, hacia su realidad externa. Una realidad de cambios acelerados, cuyo significado real sólo es perceptible a través del análisis o de los planteamientos existenciales.

    De todo éste simulacro de apropiaciones, este autor arma de modo maquiavélico su propio relato. Claro está, sin que el nombre de Maquiavelo sea aquí sinónimo del mal. Es así como destaca aspectos sugerentes y cuestionables de los personajes, y muestra de algún modo, la sociedad a la que pertenecen. Por supuesto, teniendo siempre en cuenta que ninguno de ellos podría por definición, compartir un patrón general. De esta manera, sin bloquear lo que es puramente natural, este autor intenta explorar los distintos ambientes en que se desarrolla la acción, e intenta también profundizar en la psicología tanto de las víctimas como de los victimarios. Por eso, no es de extrañar que los personajes, como seres pertenecientes al mundo de los hombres y las mujeres, puesto que resultaría imposible contemplarlos de un modo separado, o fuera de otro contexto o suposición que no sea la esencialista, resulten seriamente implicados en el hecho de vivir en cotidianidad y sexualidad constantemente. La mayoría de ellos, queriéndose dotar de otra identidad, una provisional que les dé un sentido más de permanencia en este relato. Sin duda, una identidad que les ayude a encontrar dentro de una sociedad, caracterizada por la supremacía de la ignorancia y la irracionalidad, una ubicación cómoda.

    A través de toda la novela, el sexo es presentado como una de las claves de lectura. Unas veces visualizado como un acto traumático, digno de la mejor tradición psicoanalítica, y en ocasiones como un estimulador. Claro, que sin dejar de connotar culpa. Las distinciones entre el sexo y el rol sexual que puedan jugar los protagonistas es un componente más del ambiguo ámbito dual en la que se desarrolla la trama. Esto no significa que el erotismo, el voyerismo y el fetichismo latente en la obra, sean utilizados para desvalorizar los sistemas sociales, frente a aspectos candentes que buscan definir al ser humano actual. Este autor no pretende poner en tela de juicio, los discursos que dan sus referentes ideológicos, religiosos, familiares, laborales. En fin, esos que tradicionalmente han sustentado su comportamiento. Tampoco intenta separarse de las corrientes de pensamiento mayoritario, y de sus dispositivos de control instituidos para vigilar y controlar la realidad contemporánea. Todo lo contrario, sin dejar de revelarse contra la estandarización y la homogeneización que impiden que el ser humano pueda realizar satisfactoriamente su libertad en el mundo contemporáneo, el autor lo que trata es de dirigir la atención del lector, hacia los conflictos que surgen entre los personajes. Sobre todo, cuando la verdad de uno se contradice con la verdad del otro, y caen en afirmaciones de auto justificación, mutuamente contradictorias, o ampliamente cuestionables y enfrentadas.

    Sin que pueda escudarse contra la realidad ineludible de que en la intimidad el ser humano se vuelve mucho más vulnerable a las debilidades, el lector, como un protagonista más de la novela, podría muy bien pasar de ser un simple mirón de algo que considere inaceptable y socialmente repugnante, a estar metido de lleno en el mundo privado de los personajes. El lector hasta podría apoderarse de sus extremos, ¿y por qué no?, hasta de sus fantasías sexuales. Fantasías que en este relato pudieran fácilmente partir desde una seducción romántica, no necesariamente sexual, hasta la violación y la tortura. Cabe agregar, que el hecho de no censurarlas, aceptando que éstas fantasías no son algo inapropiado, no lo hará más proclive a hacerlo en la vida real. Desafortunadamente todavía hay ciertas cosas que las personas por temor al qué dirán relegan a su ya extensa lista del no se debe hacer. Tanto así, que cuando las hacen tienden a mentir sobre ellas y a negarlas categóricamente.

    Resultaría importante, a la hora de analizar la trama, no caer en concepciones equivocadas. Las consecuencias y fisuras que puedan producir sus giros inesperados, o la contraposición masculino-femenina, es parte del proceso de absorción y distribución de roles y estados psicológicos de los personajes. A través de la revelación de algún deseo reprimido, cada personaje por intermedio del proceso de intercambio con su ser interno, terminara no solo, examinándose a sí mismo y abriéndose al pacto y al debate justo, sino también a la posibilidad de que sus pensamientos le conduzcan hacia una transferencia sana y fluida de obsesiones y locuras. Involucrado en una realidad tangible, no es de extrañar, si el lector interacciona y se identifica con tales demonios. Por supuesto, sin olvidar que la capacidad que tiene el ser humano para evadir la verdad, es tan impresionante como las maniobras que realiza para que nadie pueda darse cuenta de ello. No obstante a eso, caminara de la mano con sus demonios, una y otra vez, convencido de que nadie podrá notarlo.

    Como un ser racional, y en tanto coexistan elementos factuales, propios del pensamiento libre que lo remita a la asimilación de una realidad tal cual es; desvestida de todo tipo de escondrijos y evitando así disfrazarla con cualquier intento de totalitarismo, es preciso decir que el hombre para aceptarse a sí mismo, no necesita establecer dentro de una diversidad de criterios, sus propias opciones. Bien sean, aquellas relacionadas con la personalidad, la sexualidad o ciertas creencias al respecto. Tampoco tiene porque transigir con la limitación mental de los que censuran abierta o moderadamente su forma de pensar y su visión del mundo real. Lo urgente e inmediato seria atacarse a sí mismo en la deshumanización como otra forma de materialismo que lo circunda y que paradójicamente suele intensificarse en otras formas más de vacío espiritual.

    En ésta época de modernidad, sin dar por descontadas las diferencias y las superioridades existentes entre un ser humano y otro, entra también en la trama, la tolerancia. Sin duda, otro elemento fundamental para la comprensión y aceptación de ese mito que niega la realidad común y corriente del hombre y su naturaleza. Sin ahondar en ciertos aspectos de carácter universal que definen algunas especificidades sociales del ser humano, se ha dicho infinidad de veces que hay un cierto número de cosas, que todo ser humano debería hacer para facilitar su convivencia con lo que dicta el mundo real. Esto simplemente es otra forma de atraerlo hacia las corrientes irracionalistas que imponen al hombre la aceptación unánime de los valores de una sociedad de consumo. Una sociedad fracturada que lamentablemente ha entrado en crisis, alejándose cada vez más del ideal humanista. Pero resulta, que no es solamente derrocando un poder absoluto o contrarrestando otro capitalista que puede el hombre librarse de la explotación y del dominio que ejercen otros sobre su naturaleza. Ni mucho menos, cambiar la forma de pensamiento y creer que todo aquel que no esté con él, es su enemigo. La verdadera coyuntura radica en procurar también el acercamiento de las personas más escépticas hacía sus ideales. Propuestas que moverán a más de uno a la reflexión y al análisis de sí mismo.

    Hoy en día, el hombre con una personalidad en continuo cambio, se enfrenta con diversas problemáticas, que pudieran ser reconocibles en la realidad inmediata. Una de ellas, quizá la que más lo mueve en su en su razón de ser, sea el autoengaño. Esto de entrada suele tener un aspecto inofensivo o poco destructivo en la personalidad. Sin embargo, en otra vuelta de tuerca en éste espiral, no deja de ser una característica destructiva que lo separe de sí mismo. Pero tendríamos entonces que preguntarnos ¿Podrá ser capaz el hombre de quitarse alguna vez esa mascara y reconocer que ha sido una pésima reproducción de la sociedad? ¿Entenderá alguna vez el hombre que las prioridades de la sociedad, no tienen necesariamente que ser las suyas propias? No, mientras el hombre persista en ese afán de querer huir de sí mismo, intentando ser un reflejo más del mismo hombre. No, mientras intente alcanzarse a sí mismo, simulando un engaño convincente, el suyo propio.

    Muchas personas estarán de acuerdo que el comportamiento humano se rige por modelos de conducta previamente establecidos. Ahora bien, son muy pocos los que se atreverían a afirmar que aunque éstas reglas y convenciones, o simples modelos de conducta nunca fueron enunciados, si que fueron elaborados por otras voluntades muy distintas a las suyas. Lo más irónico es que la mayoría sigue creyendo que es su voluntad la que determina, vivir de tal o cuál forma, permitiéndose formar su propia ficción de la realidad. Una realidad, que no necesariamente tiene que ser la realidad de otros, pero que puesta en el contexto de ésta historia abunda de elementos sugestivos y nuevos planteamientos.

    A lo largo de la lectura, el autor se permite insinuar de forma permanente, la pluralidad de puntos de vista, señalando, no solo la disolución de los límites entre el espacio de lo real y lo ficticio, o de lo actual y lo soñado, sino que sugiere que las pasiones al igual que los extremos, sin ser del todo, elementos negativos, acaban siendo trampas para la verdad. De algún modo, terminan fomentando la incapacidad, el error y el engaño. Además, de quedar sin más límite para otra acción o acto que no sea el que las verdades unívocas u omnipotentes le impongan. Sobre todo, para aquellos que buscando esa verdad, no desconfían de los desmadrados que dicen poseerla. Pero cómo las verdades en ésta trama están representadas con distintos perfiles, será trabajo del lector subrayar lo incierto de las existentes.

    Ahora bien, el propósito de ésta historia no está en citar simplemente verdades conocidas por todos, y que dicho sea de paso, se vuelven alarmantes a la hora que establecen un parámetro divisorio entre una clase social y otra. Ni en subrayar el carácter de los problemas de la trata de blanca que cada vez se hace más peligroso, puesto que su alcance es global y ningún país del mundo está exento de éste flagelo. De ahí sí que la importancia de que toda la humanidad participe en el combate contra ésta forma de esclavitud moderna. Tampoco se busca confundir al lector con la manipulación del orden temporal a la hora de remitirlo a ciertos hechos de la historia contemporánea. Queda claro pues, que el propósito central, radica en ir más allá del comportamiento humano y la complejidad que lo representa. Lo dual de su personalidad y la ambivalencia de sus opuestos: Lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso. Dicho en dos palabras, los extremos. Y al igual que sucede con el sueño y la vigilia, parecería imposible encontrar un punto de encuentro entre éstos estados contradictorios.

    A primera vista cada personaje en la trama apunta a la determinación de la verdad. Es decir, su propia verdad en torno a los múltiples hechos episódicos que el autor narra. Así mismo, en el devenir de cada uno de ellos, se proyectan resquicios de un pasado tortuoso que los circunda, y que poco a poco va dejándose ver hasta alcanzar su totalidad, e ir, definiendo cada vez mejor su parte en la historia. Parecería imposible distinguir en el perfil de cada uno de ellos, lo verdadero de lo falso, puesto que en sus rasgos no se deja ver esa realidad que se esconde debajo de la consciencia. Sin embargo, partiendo de un cambio constante que propone la naturaleza del hombre y sus leyes, que ya por sí mismas son contrarias a sus deseos y pasiones naturales, un movimiento inesperado de la trama, en su desenlace hacia un final jamás alcanzado, ratifica que el hombre no solo es la continuación de su propia enfermedad, de algún modo por qué no decir, impresa en sus genes, sino que sus acciones, sus pensamientos, y cada uno de sus actos proyectan un reflejo invertido, que refleja como en el espejo, su propia oposición.

    Razón tenía el filósofo alemán Friedrich Nietzsche cuando exponía su teoría sobre el origen de la mala consciencia. Según esta, todos los instintos que no encontraban un desahogo se volvían contra el hombre mismo. Esto muy bien podría interpretarse en el contexto general de ésta historia, como una declaración de guerra de sus personajes centrales contra el pasado sinuoso que los atosiga y acosa, que los divide y aprisiona. Cómo si al no ver el mundo fuera de ellos y quedarse su realidad externa obstruida, se vieran impulsados desde lo más profundo de su mundo interior, a crear una especie de cámara de tortura, o un azaroso y peligroso desierto para representar su propia aventura. En esa pugna por imponer sus nuevas condiciones de vida, cada personaje imposibilita la autoconsciencia y la rectificación, interpretando fraudulentamente el mal como bien. Nietzsche describiría el proceso del cambio y su internalización como el sufrimiento del hombre por culpa de la siniestra enfermedad llamada hombre". En éste sentido de la trama, cada uno de los personajes, se dará a la tarea de realizar una investigación con miras a desvelar el enigma central de la historia. Buscara redescubrir su propia identidad e ira armándola otra vez, aunque al hacerlo, tenga espasmódicamente que zambullirse en el mismo pasado laberíntico y ondulante que ha compartido con otros.

    Si bien es cierto, que el autor fue libre de construir con su mente un lector implícito del calibre intelectual y moral que deseaba, también es verdad que fue encima de la verdadera realidad que pudo construir otra igual de autentica. Tanto la historia como las situaciones presentadas se cimientan en hechos reales. Cada personaje lo corrobora, atendiendo a la verosimilitud y logística de una realidad posible, la de la otra orilla.

    Su libro explora la temática de la trata de blanca y nos plantea cual es la esencia de una esclava sexual, después de ser vendida, maltratada y hasta despojada de su propia identidad. Nos muestra el mundo del tráfico de mujeres, visto desde el ángulo de la investigación periodística. Sus secuencias, inspiradas en hechos reales, nos llevan a descubrir el verdadero comportamiento humano y sexual a partir de las circunstancias adversas. El lector podrá seguir paso a paso el sorprendente mundo de las apariencias y las mascaras. Conocerá a fondo, el ámbito abnegado y peligroso de sus personajes a través de un sentido de humanidad y preocupación por el prójimo.

    CAPITULO 1

    UN SUBURBIO

    El suburbio de Alton, construido en medio de una llanura tan solitaria como las vidas de sus habitantes, era desde hacía mucho tiempo, una especie de espectro urbano, en el que podía intuirse de forma diáfana: la melancolía, el desasosiego y la decepción. Sus edificaciones abandonadas y calles fracturadas, continuaban siendo puntos de encuentros clandestinos, efímeros y muchas veces peligrosos de trabajadores del sexo, vagabundos, bohemios, hombres travestidos y curiosos turistas con un afán de experimentar.

    La fisonomía de su vida nocturna, se veía reflejaba en un gran número de establecimientos públicos. Algunos de los cuales, ya habían sido sancionados en múltiples ocasiones por violaciones de las normas de sanidad. Sin embargo, continuaban operando al margen de la ley. Algunos, dentro de precarias construcciones clausuradas por el continuo deterioro. Y otros, en viejos vagones de trenes relegados, convertidos en sórdidas habitaciones de motel. La irresponsabilidad de los organismos gubernamentales al no hacer valer los derechos básicos de sus habitantes, trajo como consecuencia una expansión de la delincuencia urbana y un libertinaje sin precedentes. La inseguridad en las calles se hacía latente todo el tiempo. Todo esto sin duda constituyó en Alton una conculcación poco o nada reconocida de sus derechos humanos.

    No era de extrañar que la marginación y ausencia de gobernabilidad en un lugar que representaba la dureza y la miseria, permitiera toda clase de lascivia. Pero no solo eso, también una falsa consciencia, promovida por acomodados líderes religiosos y políticos. Eran causalmente ellos los que adoctrinaban y manipulaban a personas humildes, no sólo carentes del conocimiento y la tecnología, sino también de las condiciones básicas de subsistencia. De ahí que las vidas de todos estos seres, sin centro y desaparecidas de toda realidad política y social, discurrieran por el cauce del desamparo y la mediocridad. Un panorama que al mirársele sin reticencias, mostraba el reverso del sueño americano. La maldad intrínseca del hombre en un estado de deshumanización, expuesta permanentemente sobre la amplísima minoría de pauperizados. Gente que sin cuestionamientos aceptaba su condición humana como sobras putrefactas de un capitalismo elitista. De cuanta infamia podía ser capaz el hombre.

    Como quiera que fuera, la decadencia más extrema se hacía visible en Alton, un lugar de libertad y libertinaje. A sus huéspedes ocasionales y accidentales que estaban habidos de sexo, alcohol y drogas, Alton les proporcionaba una gama de experiencias, nada buenas, y un acceso directo al mundo social de las prostitutas y los drogadictos. Hasta los artistas más degenerados y decadentes encontraban su inspiración en un lugar como este. Seguramente porque sus obras, al igual que sus vidas, encajaban perfectamente en este oscuro mundo, convirtiendo el suburbio en objeto de fascinación.

    Su atmosfera parecía una réplica del decadente Paris de finales del siglo 19. Bailarinas que por unos cuantos dólares se sentaban en las piernas de sus clientes. Cabarés que se anunciaban como clubes nocturnos; y los innumerables shows de striptease que remplazaban a los sensuales y delirantes espectáculos del cancán. El suburbio de Alton había sido cruelmente atropellado en su dignidad. Nada quedaba hoy de esa suntuosidad pasada. Conforme fue cayendo su brillo y esplendor, las ratas y las luces de neón fueron haciendo su entrada.

    ¿Pero cómo pudo un suburbio como Alton modificar su tradicional y conservador estilo de vida? ¿Qué fue lo que realmente genero su paulatina decadencia? Preguntas que podrían fácilmente ser formuladas, pero sin afán de respuestas. La intolerancia como precursor máximo del caos discriminatorio, genero un sentimiento anti emigrante. Era muy cómodo para este sector de la sociedad anglo estadunidense, la misma que alguna vez le habitara, especular que la caída del suburbio se debió a los azotes de una gran tormenta, o a uno que otro incendio forestal. Y que todo esto sumado a las demoliciones de antiguas casas y al abandono casi que colectivo de cómodas familias de clase media, contribuyo al deterioro paulatino de todo el sector.

    Pero aquello no reflejaba el verdadero motivo de su abandono. La tormenta a la que se referían, había pasado hacia ya muchísimos años y solo el área rural, que por cierto, no formaba parte del suburbio, había sido afectado, pero tampoco en gran medida. Los incendios forestales nunca fueron de gran trascendencia. En cuanto a las demoliciones de antiguas casas, estas fueron transformadas en edificios. La razón por la que realmente decidieron vender sus propiedades, fue por la llegada de emigrantes al suburbio. Minorías, también con cierto poder adquisitivo, pero igualmente rechazadas. Numerosas familias que con el correr del tiempo terminaron viéndose seriamente afectadas con la construcción de talleres y terminales de buses y camiones. Ante esta situación, los nuevos dueños no tuvieron otra opción que vender, pero ya para entonces, sus propiedades se habían devaluado enormemente. Tanto así, que un día se vieron obligados a marcharse, a causa del constante asedio de las bandas criminales.

    Poco a poco el suburbio se fue poblando de delincuentes y desamparados hasta convertirse en lo que hoy en día era, un enorme cementerio urbano de almas sin norte y perdidas en sus propias miserias humanas. No era sino mirar un cuadro de Arnold Bocklin, La isla de los muertos, para entender el panorama. Era la naturaleza arquetípica de las situaciones de la vida diaria en un suburbio, cuyo mundo distante y ajeno despertaba escalofríos. Como si la humanidad, muy lejos de la voluntad de ayudar, se negara a cambiar su idea mal concebida del mundo.

    CAPITULO 2

    LA MALA HORA

    Entretanto, el drama individual y cotidiano de sus personajes, se veía nuevamente afectado por los sucesos ocurridos. El suburbio de Alton, era la escena de otro crimen. La muerte había fluido desde los rostros trasnochadores de sus víctimas, como un aviso del destino. Ni ocultándose bajo las capas superficiales de la oscuridad, o entre alguno de sus infinitos pliegues, pudo el silencio ubicuo adivinar lo que sucedía.

    Una vez más, los excesos de la conducta humana cobraban vidas; restos de endorfina y adrenalina que quedaban esparcidos en el ambiente fétido, ante las presencias invisibles que la ausencia de vida dejaba. Era la sangre maleadora y vagabunda que con un cariz de premonición y caducidad, y su olor acre que al mismo aire enrarecía, describía con una legitimidad natural, propia de su parentesco con la materia, la brevedad de la vida, en su fragilidad y detención.

    Frugalmente ascendía el silencio de la noche y en el interior de una casa gris todo permanecía oscuro y frio. Desde sus más concurridas extensiones de espacios, hasta el más recóndito de sus intersticios. Si acaso un viso de luz que llegaba de la calle cuando el viento movía los visillos, o sacudía la desvencijada farola que alumbraba parcialmente la terraza.

    La truculenta mala hora había seguido su recorrido deliberado de sangre, y parecía haberse llevado consigo, una especie de cámara oculta, con un obturador que no cesaba de disparar. Quizá en ese afán narcisista de querer exagerar su permanencia en el tiempo, o el de simplemente grabarse en su propia importancia, la muerte terminaba burlándose de una sociedad que no solo disminuía el valor que le calculaba a la vida, sino que era incapaz de modificarle sus patrones de supervivencia. Cómo si de algún modo, justificara la violencia, o celebrara las pasiones más bajas.

    Aquella casa gris era una muestra elocuente de una densidad descriptiva. Una expresión física de la angustia y del exceso de muerte. Su atmósfera claustrofóbica y turbia, parecía encerrarla en un montaje cargado de terror y surrealismo, dándole de alguna forma, un aspecto cinematográfico. Pero más allá de la emulación, aquella casa gris lograba evocar, eso sí, de manera ominosa, reminiscencias del cine negro. Esa tensión propia del género, cuya estética, se veía recreada en las sombras; nada de luces y con individuos aparentemente inconexos. Personajes que ilustraban diferentes estados psicológicos en una misma puesta en escena.

    Parecía como si en su aislado mundo de alucinaciones, la noche solapada sólo tuviera cabida para la abstracción vital, y despojara a la vida hasta de su propio instinto de conservación. Como si la obligara a seguirla hacia el más allá.

    Un poco antes de la muerte, hubo una ligera conmoción; se oyeron disparos y voces dispersas palpitantes de miedo. El aire frio de la noche, húmedo y oprimente, dejaba lugar a una imagen cruda como lo era la psicopatía interiorizada de la tenebrosa oscuridad. Parecía una película en blanco y negro, si acaso de matices grises diferentes, solo que de una sucesión de imágenes fijas e hipnóticas. En todo caso, se asemejaba a una cinta al mejor estilo de Humphrey Bogart o de Alfred Hitchcock. Una de esas, en la que nunca se sabía dónde vendría el próximo golpe. Como si la muerte, siguiendo sus instintos naturales, tuviera la última palabra. Y la tenia, no porque asustara, sino porque era invisible un instante antes de la vida. El instante que separaba a la presencia humana de su vacío existencial.

    La escena recogía en un primer paralelo, a dos mujeres y un hombre, saliendo de aquella casa gris, con una ligera sensación de pánico. El hombre en cuestión estaba herido y entre ambas mujeres era arrastrado hacia un automóvil. Sin embargo, en otra toma más amplia, se adivinaba el reverso de la escena anterior: En la planta baja de la referida casa gris, concretamente en la sala, dos individuos que no habían corrido con la misma suerte, permanecían semitendidos boca arriba, pero sin señales de vida. El cuerpo de uno de ellos, yacía contra las barandas de las escaleras, mientras que el del otro, obstruía el paso en los escalones.

    No muy lejos, a unos cuantos metros del lugar, el plano era similar y mostraba los cuerpos también sin vida, de otros dos hombres. A diferencia de los anteriores, estos yacían en posición dorsal, con las extremidades inferiores y superiores totalmente extendidas. Pero no todo era silencio, muerte, oscuridad, sangre. En medio de un claro de vida, un sujeto de espaldas, y extrañamente tumbado en un sofá, se quejaba en un rictus de dolor.

    -Estoy herido, maldición, estoy herido. -gritó el sujeto mientras trataba de alcanzar su teléfono móvil.

    Cuando por fin logró agarrarlo, presionó el botón que discaba un número directo y apenas oyó la voz al otro lado de las ondas exclamó:

    -Oficial herido, necesito una ambulancia.

    -Quédese en la línea, -dijo la operadora -pronto llegaran los paramédicos. Una mujer, no hace mucho rato, reportó el incidente.

    -Creo que están llegando. -respondió el hombre con voz trémula -A lo lejos oigo las sirenas.

    -Siga hablando. -dijo la operadora preocupada al sentirlo que respiraba con dificultad -No deje de hablarme hasta que ellos estén allí con usted, ¿me escucha?

    Al cabo de unos minutos la casa estaba llena de policías y paramédicos. La escena parecía más la de una redada antidroga que la de un mismo homicidio. El vocerío de los oficiales y las luces intermitentes de sus vehículos y reflectores hicieron que más de un vecino se asomara a la ventana.

    Al día siguiente hubo conmoción por lo ocurrido. El periódico, La Tribuna, describía en su columna habitual, los asesinatos, en sus detalles más horripilantes, pero luego una semana más tarde todo parecía haberse olvidado. A diferencia de la vida, que solo era una carrera de relevo, la máquina del tiempo mantenía su curso interminable. Solo el pasado lograba un lugar en el ámbito de la memoria colectiva, y circulando de forma cíclica, rebobinaba la cinta en la que quedaron grabados los acontecimientos.

    CAPITULO 3

    EL PAISAJE URBANO

    En las oficinas del diario, La Tribuna, un periodista que conversaba con su secretaria, se quejaba de no tener libertad para escribir, ni aún dentro de los límites razonables.

    -Adelita que pasó con éste otro artículo que me devolvieron, ¿acaso no se iba a publicar mañana?

    -Creo que no señor Mauricio, una asistente del editor lo trajo de vuelta y la explicación que me dio fue que el centro de control de datos no había podido comprobar y verificar alguno de los hechos.

    -Pero no hace mucho el editor me comentó que ya todo estaba corroborado, no estarán pensando que lo adulteré.

    -Usted sabe cómo es esa gente. Ahora bien, la chica en voz baja me dijo que la negativa vino de uno de los abogados que hizo el escrutinio. Según éste, el artículo traería conflictos legales.

    -Los diarios están llenos de historias inventadas, y el mundo no las cuestiona. ¿Por qué las mías, si son reales, cuesta tanto trabajo publicarlas? No me explico que clase de editores tenemos en éste periódico que no saben representar a sus redactores como es debido. Al menos conmigo nunca han tenido esa disposición. No me extrañaría que un día de éstos, me pidan que escriba sobre farándula y entretenimiento.

    -No se preocupe señor Mauricio que por muchas trabas que le pongan a su artículo, terminaran publicándolo; es muy bueno. Además, no es la primera vez que le ocurre algo así.

    -Tiene razón Adelita, debe ser que me preocupo demasiado. ¿Usted recuerda la famosa revista alemana: Twen?

    -¿La que se publicaba en los años sesenta y principio de los setenta?

    -Sí, claro, esa.

    -Cómo no señor, si yo era loca con las portadas de twen, especialmente con sus femeninos. Además, los temas que se tocaban ahí, eran muy discutidos. Pero que es exactamente lo que me quiere decir, mire que usted al final siempre sale con unas cosas.

    -Adelita, Adelita. Simplemente que en su momento, Twen fue considerada una revista de vanguardia por aventurarse a publicar artículos muy controvertidos y polémicos.

    -Quizá porque la directiva de la revista, como la máxima expresión de la vanguardia intelectual alemana, gustaba de periodistas y redactores con ideas demasiado innovadoras. Usted seguramente en una época cómo aquella nunca hubiese pasado por la incomodidad de tener que pelear para que publicaran sus artículos.

    -Eso es cierto Adelita. ¿Pero sabe que es lo curioso de todo?

    -Lo escucho señor.

    -Que todavía hoy en día, resulta contraproducente tocar los temas que la revista: Twen en su momento desarrolló.

    -Eso habla de la poca libertad de prensa que todavía hoy en día existe.

    -Dígamelo a mí Adelita que a diario lo vivo en carne propia

    -Lo sé señor y es lo que más me indigna.

    -Dios mío mire la hora que es. Se me olvidaba que hoy tengo cita con la doctora Orson.

    -Entonces que espera señor, váyase tranquilo que yo me encargo del resto.

    Inmediatamente Mauricio caminó hacía el cuarto de baño para arreglar un poco el aspecto físico. Tenía el pelo revuelto y su ropa un tanto arrugada. Tras mirarse en el espejo, se mojó la cara en el lavado, luego se secó con varias toallas de papel, humedeciendo algunas para limpiar un poco el pantalón y los zapatos. Rápidamente se alisó el pelo con la mano, abotonó nuevamente la camisa y luego volvió a salir, listo para su cita.

    -Gracias Adelita. -exclamó mientras se despedía con la mano y seguía por el corredor.

    Una vez afuera del edificio, tomó un taxi que le condujo sobre la ciudad por el viejo bulevar de Hemingway.

    Mauricio bajó la ventanilla para refrescarse y desde el asiento trasero, observó conque melancolía el umbral formado en su mayor parte por arboles que habitaban en los bosques, enmarcaba el cielo azul rojizo del atardecer. A pedido del cliente, el conductor bajó la velocidad considerablemente, al tiempo que la intercepción con una avenida bastante congestionada se acercaba. Una ráfaga de aire cálido, que a ratos acariciaba su rostro, silenciaba el ruido del tránsito, convirtiendo la experiencia urbana en algo estimulante y placentero.

    Mauricio estaba disfrutando de la naturaleza y de sus colores que irradiaban demasiada vida. A los costados, una hilera de álamos blancos, se hacían adornar de flores amarillas que agrupadas en inflorescencias, caían de las mimosas en pie. El aroma que desprendía sus largos estambres, se esparcía por el aire, perfumando de su esencia, el fresco ambiente. En medio del bulevar, juníperos, acacias y más mimosas, se veían flanqueados a lo largo del camino por robles, cedros, cipreses y algunos pinos y abetos que se amontonaban cerca de antiguos edificios en proceso de restauración.

    Después de pasar el puente que el bulevar Hemingway atravesaba por debajo, el taxi hizo una derecha y descendió por la avenida Hopper. Una perspectiva gris del mundo. Sin duda, una avenida que poseía, no solo características nihilistas, las más indelebles, sino que sumergía al espectador en la más aguda de las extrañezas. La avenida Hopper se dejaba conocer cuando en su intimidad más profunda, liberaba al visitante de su realidad, dejándole intimar con sus personajes, hombres comunes y corrientes, residentes de un medio hostil y muchas veces irónico de la vida. Una muestra de ello era el vendedor de pan que se paseaba con los canastos a los costados de su bicicleta. Las ventas estaban flojas, y sin embargo sonreía como si asentara que la pobreza seguía siendo su pan de cada día. Otro hombre de características similares, cansado, exhibía un enorme letrero, como cual valla publicitaria hecha de material humano.

    Mauricio retrató mentalmente el siguiente punto del camino. Sabía que lo sorpresivo, no necesariamente era absurdo. En una parada de autobús, vio cómo un grupo de muchachas vestidas de escolar, trataban de vender su cuerpo al mejor postor. Adolescentes que se iniciaban en el mundo de la prostitución y desafiaban todos los estereotipos de hombres, sin precaución alguna. Otras con menos edad, exageradamente maquilladas y con diminutas minifaldas, parecían estar sintiendo que su virginidad era un estigma del cuál afanosamente buscaban deprenderse. Verlas así, producía escalofríos, no solo por lo que enseñaban, sino por lo que ya, a tan muy temprana edad, sugerían.

    Sin duda había una desproporción rara en ésta avenida. Sus personajes se insinuaban de manera casi que permanente con una realidad mal concebida del mundo. La primera interpretación del panorama, la más lineal, llevó a Mauricio a conjeturar que la avenida Hopper simplemente anunciaba, como en esos grandes letreros con luces de neón, lo que la sociedad esperaba de éstos maniquíes. Desgraciadamente la inexistencia de alma los había convertido en simples cuerpos vacíos. Pero al meditar sobre éstas incongruencias, Mauricio con toda naturalidad solo buscaba explayarse en sus pensamientos. No en vano, se le ocurrió pensar que la avenida Hopper podría ser perfectamente un cementerio urbano. El panteón en el que las almas melancólicas o menos afortunadas, reposaban quietas y sin voz, lejos de la fina textura de los rascacielos, o del fresco paisaje que exhibía el viejo bulevar de Hemingway. Sin duda, la avenida Hopper ofrecía al espectador una visión obscena y fraudulenta de sí misma.

    Al apearse del taxi, Mauricio se detuvo para contemplar de pie frente al atardecer, ahora anaranjado, a un anciano que desde su ruidosa quietud recibía en una lata las limosnas. De pronto su optimismo decayó; una extraña melancolía se apoderó de su ser, llevándolo a reflexionar sobre la vida y sus consecuencias. Al cabo de unos minutos de vuelta a la realidad, caminó por la acera hacía la entrada de una vieja edificación en donde estaba instalado el consultorio de Julia Orson, su psicoanalista.

    CAPITULO 4

    UN SUEÑO

    Mauricio llegó puntual a su cita, habló unos minutos con la recepcionista y luego pasó a la sala de consultas. La doctora, quién se encontraba en su oficina, atendiendo una llamada telefónica, salió hasta el vano de la puerta y le hizo una seña para que aguardara unos minutos. Él asintió, moviendo la cabeza y aprovechó los instantes para echarle un vistazo al lugar. Aquella sala de consultas era sobria y acogedora. Sus paredes estaban revestidas de madera, y las réplicas de obras surrealistas que allí colgaban, contenían imágenes alegóricas relacionadas con temas psicoanalíticos u oníricos.

    Mauricio, como solía hacerlo cada vez que venía, ya fuera durante los intervalos entre las sesiones, o como ahora, a la espera de que la sesión comenzara, paseó la mirada a su alrededor, mirándolos, uno a uno. Observó detenidamente a Dánae, una obra de Gustav Klimt basada en el personaje de la mitología griega. Dánae prisionera, era fecundada por Zeus a través de una lluvia dorada. Claro que para aquel que desconocía esto, el cuadro simplemente podría estar exhibiendo a una mujer masturbándose. Algo que era válido y que puede que el pintor lo haya hecho con su doble intensión. En consecuencia, no se refería únicamente al personaje de la mitología, sino a la idea de cómo las mujeres podían verse a sí mismas cuando se masturbaban o se daban placer. Como quiera que fuera, La pintura podría estar representando de modo reverencial, el temor al coito.

    Transcurridos unos minutos, se detuvo frente a otro de sus favoritos: La condición Humana de René Magritte, éste era otro de los cuadros que para Mauricio se hacía imperativo observar. El autor usando una metodología similar a la de la terapia del psicoanálisis, mostraba un fragmento de la realidad, que al parecer formaba parte de los elementos del cuadro, dándole a la pintura un efecto visual de transparencia. Un autentico ejercicio de la reflexión que no desvelaba otro objetivo que la imposibilidad de ver lo que estaba afuera. Pero era justo ahí, en esa imposibilidad, dónde lo real acababa y dónde empezaba lo meramente artificial de la vida, el hombre.

    Después de mirarlos, se dirigió a la ventana. Esta daba a un pequeño atrio con una fuente y un estanque lleno de nenúfares, lavanda y calas. Con los brazos semicruzados, se acaricio el mentón, casi que frotándoselo, y esbozó una mueca de satisfacción. Siempre que venía a consulta contemplaba la fuente y el estanque. Era una costumbre que no perdía. Tan pronto sintió que la doctora colgaba el teléfono, caminó hacía el diván, aflojándose la corbata. Luego, después de conversar un rato sobre los temas del día, Julia dio inicio a la sesión. Mauricio cerró lentamente los ojos y empezó a recordar los detalles del sueño que había tenido la noche anterior. Unos segundos después, empezó con voz pausada a describirlo espontáneamente.

    Aún no había oscurecido, pero en el ocaso de la tarde ya se desparramaban las últimas iluminaciones del día. Yo conducía mi automóvil muy despacio, por una de esas avenidas bastante congestionadas donde el constante flujo de transeúntes y autobuses, se agolpaban en las concurridas intercepciones. Recorrí algunas cuadras antes de hacer en uno de sus semáforos, la parada. Cuando esperaba impaciente el cambio de luz, mi mente se detuvo en el tiempo mientras que mis ojos no dejaban de mirar a una pared gigante de concreto, seguida de un lago de aguas estancadas, y muchos árboles de pino y roble alrededor.

    Las imágenes eran intrusivas y perturbadoras, y parecían filmadas con una especie de cámara de 8 milímetros. Su sucesión en blanco y negro era acelerada y se proyectaba delante de mis ojos como una cinta de cine casero. En ella me veía a mi mismo deambulando afuera de mi cuerpo por las calles asoladas de un suburbio en decadencia. Luego me pareció ver que un hombre me seguía y comencé a correr sin saber adónde. Cómo pude, logré penetrar hasta un monte y esconderme en su maleza, pero nada tenía sentido, cuanto más lejos huía de él, más cerca lo tenia de mí. Sentí mucho miedo al verme entre las imágenes parpadeantes e inconexas, y descubrir que el hombre que me estaba siguiendo y yo, habíamos sido todo el tiempo, una misma persona.

    De nuevo volví al suburbio en decadencia, y frente a la entrada me detuve a contemplarlo. Ante mis ojos se reveló lo que se podría intuir cómo una ciudad en ruinas. En medio de una calle y una plaza, muchas mujeres desnudas posaban con la mirada pérdida, junto a hombres de una indumentaria formal y elegante que parecían caminar de soslayo entre ellas. Cuando me adentré no pude entender lo que veía, cabarés y más cabarés, burdeles y más burdeles; mujeres sin rostros que se ofrecían a los hombres en las aceras y eran maltratadas y encerradas en jaulas por sus captores.

    Intenté volver de inmediato a mi cuerpo, pero su materia parecía no percatarse de mi inexistencia bajo su piel. Quise despertarlo de la pesadilla, pero sumido en la superficialidad, no me reconoció. En el momento álgido de mi miedo levanté sus parpados que eran también mis parpados; para que sus ojos que eran también los míos, pudieran verme, pero ya estaban habitados por alguien más. Algún otro yo que seguía de forma subjetiva, la separación de mi mismo.

    Empecé a descender, peldaños y más peldaños. De pronto, ya no vi más que agua en mis ojos y quise subir de prisa a rescatarlos. Pero mi cuerpo estático se dejaba llevar hacía el fondo y yo sentía que era empujado hacia abajo en el vacío; como si una piedra, colgara de mi cuello. Angustiado busqué una salida a la superficie, pero todo era en vano. No hallaba el modo de burlar la realidad virtual que me explicaba de manera opuesta, el significado de lo que ahora veía: un patio lleno de imágenes rotas e imprecisas, en lugar del lago de aguas estancadas que había visto en un principio.

    Recuerdo después haber corrido, otra vez sin rumbo alguno, y encontrarme con una pared en medio de un solar baldío, repleto de polvo y basura. Era la misma pared gigante de concreto que había visto

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