Monólogo compartido con la locura
Por Guy Briole
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Así, delimita claramente que su esencia trasciende la mera categorización de la enfermedad mental, y a pesar de los avances científicos y el pensamiento racional predominante en las culturas occidentales, plantea que la locura conserva un ámbito que se resiste a ser completamente asimilado por estos, persistencia de un elemento inasible, una libertad inherente que no se somete a las normativas sociales ni científicas, manifestándose en un discurso no regulado por otros. Pero además, más allá de una simple clasificación médica, la locura revela aspectos únicos de la persona, marcando una diferencia en su manera de pensar, actuar y razonar. Desde la más sutil hasta la más intensa, cada variante escapa al pleno alcance de la psiquiatría, que puede atenuar sus síntomas más evidentes pero no tocar su núcleo. Permite a cada individuo una forma particular de interactuar con el mundo, utilizando el lenguaje de maneras que abarcan lo cotidiano y lo poético, lo literario y lo lírico. Así, la locura se sustrae al dominio de la medicina y la psiquiatría, cuya autoridad es delegada por la sociedad para etiquetar a los "locos", pero sin poder aprehender completamente su verdadera naturaleza.
En cada sección de este Monólogo compartido con la locura, Guy Briole ofrece una nueva perspectiva, a través de relatos de casos de su práctica y reflexiones que ilustran la diversidad y singularidad de cada uno de ellos, desafiando las ideas preconcebidas y abriendo caminos a una comprensión más profunda y matizada de lo que denominamos, genéricamente, "locura".
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Monólogo compartido con la locura - Guy Briole
Monólogo compartido con la locura
Guy Briole
Monólogo compartido con la locura
Índice
Nota preliminar
1. La locura
Locura y razón
Locura y enfermedad mental
Un pionero olvidado: Joseph Daquin
La locura en la orientación lacaniana
2. Surcos trazados en la locura
Los precursores
Romper las cadenas para sacar a los locos del aislamiento. Pinel y Esquirol.
Parejas célebres en la Pitié-Salpêtriere
Los fundamentos de la psiquiatría. Emil Kraepelin.
Lacan en la estela de Kraepelin
Lacan con Joyce
Una suposición prestada al analista
3. Clínica continuista, bajo transferencia
El impulso de decir
La libertad, prestarse al semblante
¡La última palabra!
La Aimée de Mitesis
4. La ascesis de un incrédulo en el psicoanálisis
Cambiar de analista
Secretos y cosas no dichas en la familia
Los últimos diez años. Puntuaciones compartidas.
5. Otros recorridos
TRENZAR PARA ANUDAR
Marie, el sinthome Lacan
Lise, el anudamiento Freud
El extraño Señor Whâ
El oficial de marina
CERTEZAS DIRIGIDAS
Ella escuchó slut
La arquitectura de una suplencia
El ahorcado
La ciencia no tiene límite
6. Locuras de guerra
Sobreseimiento
Terminarás como tu padre
7. Locura mística o misticismo
Experiencias místicas
Dos trayectorias, dos vidas
8. Locura, libertad, transferencia
© Grama ediciones, 2024
Manuel Ugarte 2548 4° B (1428) CABA
Tel.: 4781–5034 • grama@gramaediciones.com.ar
http://www.gramaediciones.com.ar
© Guy Briole, 2024.
Diseño de tapa: Gustavo Macri
Traductores: Enric Berenguer, Claudia González, Claudia Iddan, Adolfo Ruiz, Alín Salom, Marta Serra Frediani
Hecho el depósito que determina la ley 11.723
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por medios gráficos, fotostáticos, electrónico o cualquier otro sin permiso del editor.
Primera edición en formato digital: febrero de 2024
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto451
A Marta, compañera de mi vida
y aguijón de la escritura de este libro.
Agradecimientos
A Alejandra Glaze por su confianza y la espontaneidad con que acogió el manuscrito de este libro. Es un honor y un placer publicar en su colección.
A Enric Berenguer, Claudia González, Claudia Iddan, Adolfo Ruiz, Alín Salom y Marta Serra, por la energía y la amistad que pusieron en la traducción exprés de estos capítulos y por sus siempre atinadas observaciones.
A François Rocamora, pintor. Este cuadro que he elegido para ilustrar el libro es de François Rocamora, un joven pintor parisino que ha expuesto en distintos lugares y, en particular, en el espacio Fragmentos
, con ocasión del IX Congreso de la AMP en París, en 2014, Un real para el siglo XXI. Es El mundo del revés, tal como lo describe él mismo en una nota sobre el cuadro, donde subraya que habla de mi visión de cierto mundo que encuentro desolador, de la soledad, de la dificultad de crear...
Pero es también, al mismo tiempo, La locura del mundo. La locura
es la hybris, la desmesura de los hombres, que vemos ahí representada con el hombre partido en dos. Por un lado, el mono, figurando al hombre cuando aún no estaba dotado de la palabra y, por otro lado, el loro que podría representarla. Todo está roto, es el hombre quien lo ha hecho. ¿Quién si no? Y el capitalismo ya está presente, ¡está haciendo sus negocios! Los colores vivos son sangres mezcladas, de todos los colores, chorean de barbarie. La paleta de las pinturas será muy difícil de reconstituir, de armonizar. La interminable repetición de la locura de los hombres.
Nota preliminar
Este libro va dirigido a todos aquellos que se sienten concernidos por lo que designamos con este término de contornos múltiples, la locura. La locura adquiere un significado muy singular cuando se asocia al psicoanálisis y al vínculo transferencial que pone al trabajo al psicoanalista y a quienes a él se dirigen a cuando pierden la razón. La enseñanza de Lacan no nos lleva a reducir la locura, sus expresiones, a una clínica, sea cual sea. Así, aunque pueda referirme alguna que otra vez a la nosología, no es este el objeto principal de mi trabajo.
Este libro contiene, sobre todo, trabajos nuevos y también fragmentos ya presentes en otras publicaciones. Sin embargo, siendo desparejos, están reordenados de acuerdo con una lógica que los anuda.
La locura
Y al ser del hombre no sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad
. (1) Estas palabras de Lacan, que señalan la intimidad del hombre con la locura, serán nuestro punto de partida y nuestra brújula.
La locura es definida como una perturbación de la mente, ya sea duradera o transitoria. (2) Es un hecho de civilización en el sentido de que sólo se manifiesta en una sociedad constituida, donde se expresa de acuerdo con las propias construcciones de esa misma sociedad.
La locura siempre comporta, en mayor o menor grado, algo de hybris, de exceso. Esta es la dimensión que la caracteriza, sean cuales sean sus modos de expresión: la pasión de los sentimientos, la arrogancia acompañada de un sentimiento de orgullo, la ausencia de límite o la búsqueda de la libertad. La razón y la templanza –que remite al conocimiento de uno mismo y, en consecuencia, al control tanto de los propios sentimientos como de los actos– son su contrapunto.
Cada cual puede reclamar su parte de locura controlada. De este modo, la locura puede estar presente en todos, sin ser realmente perceptible para los demás. En este sentido, puede ser reivindicada como una originalidad que se cultiva; el lado in de estar loco. Pero también existe un límite para la extravagancia y lo insoportable de la locura cuando se vuelve furiosa.
LOCURA Y RAZÓN
La locura no tiene a la enfermedad mental como partenaire sino a la razón, es el otro de la razón. Por eso nunca es la misma. La locura puede oponerse a la razón, pero también puede ser una forma de ser dentro de ella, en su seno. Así, podríamos pensar que la razón sería lo que se opone a la idea de las tinieblas, a la verdad maligna dicha por la locura. La verdad de la locura consistiría en que se acerca más a una verdad, al no tener para decirla el freno social, la moderación que sería propia de la razón. Por tanto, vemos oponerse aquí la verdad del Loco a la verdad de la Razón.
En la historia de ciertas sociedades, el loco puede haber ocupado el lugar del que decía la verdad; lo más a menudo del lado de lo trágico, percibida como la advertencia, el oráculo de un destino oscuro. Michel Foucault, en su Historia de la locura en la Edad Clásica, destaca este elemento trágico, así como la dimensión crítica o de protesta. La locura es, entonces, una expresión de lo trágico de la condición humana.
La Locura, tomada como personaje alegórico, simboliza la alegría y la extravagancia y es representada como una mujer que agita una fraustina (3) y cuyo vestido va adornado con cascabeles; (4) en otros lugares son unos ojos inmensos e inexpresivos que ocultan un mundo interior cerrado y doloroso, donde lo extraño rivaliza con lo fantástico
. (5)
En Elogio de la locura, de Erasmo, es la Locura –encarnada como diosa del Olimpo– quien, sabiéndose criticada, se elogia a sí misma para reivindicar la ligereza. Ella gobierna el mundo con sus sirvientes: el Amor Propio, la Adulación, el Olvido, la Pereza, la Voluptuosidad, la Demencia, la Indolencia, la Glotonería, el Sueño y el Aturdimiento. El más diligente, en primera instancia, es el amor propio, Philautia, que todo lo gobierna. Erasmo –la gran figura del humanismo que dejó su impronta en el Renacimiento– cuestionó la infalibilidad de los hombres de la Iglesia y escribió una crítica mordaz de la sociedad de su tiempo; es un elogio irónico en el que la Locura se contrapone a la Razón. ¿Por qué no elegir esta locura? La respuesta sería que el hombre era el más desgraciado de todos los seres porque es el único que no está contento con su suerte
. (6)
La locura permite la audacia, y la del propio Erasmo consiste, entre otras cosas, en una lección moral contra la vanidad humana en general. ¡Pero la locura de la ironía es que también puede volverse contra ella misma!
En sus Meditaciones, Descartes se distancia de la locura de hecho, que queda excluida del orden de la razón. Aunque admite que el conocimiento nunca puede objetivar por completo la locura y controlarla. Sin embargo, el loco
(7) es un hombre y, como tal, debe ser capaz de restablecer su pensamiento. (8) Podríamos argumentar, por tanto, que desde el punto de vista del cogito existo aunque esté loco. El loco puede fingir pensar y conservar su poder de anunciar un futuro lleno de trampas. En este sentido, la locura fascina y da miedo.
Esta dimensión de anuncio insoportable es la que encontramos una y otra vez bajo diversas formas y la que nos conducirá a encerrar a los locos, o como vemos en ciertas culturas africanas, a dejarlos fuera de la aldea. Y, sin embargo, a veces, también se los alimenta y se los consulta.
Así pues, la locura siempre ha dado lugar a una división: por un lado, la fascinación por el loco y su enunciación y, por otro lado, al mismo tiempo, su rechazo y su confinamiento. La dificultad con el loco es que no se calla cuando se le pide que lo haga. Por eso es necesario ver qué se hace con él.
La sociedad burguesa, que se instaura en el siglo XIX, requiere orden para preservar su estructura naciente y su riqueza, y el loco es una amenaza por el desorden que implica. Es la oposición entre el rico como capital encerrado en sus principios y el pobre de espíritu libre en su palabra. Esta sociedad, encerrada en sí misma, se debate entre la necesidad de encerrar a los locos y la exigencia de bondad, que la lleva a organizar una acogida más humana en manicomios organizados por congregaciones religiosas. La otra cara de este deber cristiano es la inversión de la ayuda caritativa a los indigentes en la idea del castigo merecido. Es una especie de venganza por ser depositario de malas noticias, además de incapaz de mantener la boca cerrada. El loco se incluye pues en esa parte de la sociedad que se considera compuesta de inestables, de asociales y de vagabundos, de tal modo que la locura se contamina por su proximidad al desorden y al pecado.
LOCURA Y ENFERMEDAD MENTAL
No fue hasta mediados del siglo XVI cuando la medicina se separó de la filosofía y estableció su estatus propio. Así pues, el concepto de locura es anterior al de enfermedad mental y al de psiquiatría.
De hecho, la locura nunca ha sido del todo absorbida por la enfermedad mental. A pesar de la influencia de la ciencia y del pensamiento científico en las culturas occidentales, particularmente, nunca se ha logrado una completa asimilación. Siempre hay algo en la locura que escapa a la ciencia y a la sociedad, algo no puede ser reducido en ese loco que, a fin de cuentas, conserva su libertad. Una libertad que pasa sobre todo por un uso de la palabra no regulado por los demás.
La locura no clasifica médicamente a una persona, dice algo sobre ella. Implica una distinción respecto a los demás en la forma de pensar, actuar y razonar.
En su espectro, encontramos toda una gradación de formas de estar loco: locura leve, un toque de locura, una crisis de locura, un ataque de locura o, también, la locura furiosa. Todos estos estados quedan fuera del alcance de la psiquiatría, que, si bien puede reducir sus manifestaciones ruidosas o peligrosas mediante la contención o los psicofármacos, no alcanza a la esencia misma de estos estados. La locura hace aflorar en cada sujeto una determinada manera de estar en el mundo, mediante la apropiación que cada cual lleva a cabo del lenguaje común; de lo que este contiene, tanto de sentido común como de sentido poético, literario o lírico.
La locura elude la medicina y la psiquiatría, a las que el colectivo delega el uso de su saber para designar a los locos. Desde esta perspectiva, es necesario añadir calificativos y marcadores del lenguaje médico para intentar domesticar y localizar la locura. Es su clasificación en una nosología la que, además, pretende atribuirle una causalidad científica inequívoca que supuestamente pondría fin a cualquier debate sobre los locos.
Pero, como señala Victoria Horne Reinoso, el término locura implica la interesante paradoja de que puede referirse tanto a lo que la psicosis tiene de más ‘extraordinario’, como a momentos igualmente masivos de la neurosis, además de a ese punto más singular del ser-hablante, punto de locura irreductible que resuena en la expresión ‘todo el mundo es loco’
. (9)
UN PIONERO OLVIDADO: JOSEPH DAQUIN
Fascinante, aterrador e inquietante, a finales del siglo XVIII el loco acababa encadenado en mazmorras inhumanas, como desecho de una sociedad que se sentía amenazada. Hubo que esperar a principios del siglo XIX y a Philippe Pinel para recuperar la dimensión de los cuidados mediante la liberación de los locos de sus cadenas y cierta reconciliación con su lugar en la sociedad. Pero en esta historia hubo un gran olvidado, Joseph Daquin. Le dedicamos este capítulo por la originalidad y la inventiva de su obra.
Joseph Daquin, médico diplomado en Turín y facultativo de los hospitales civiles y militares de Chambéry, fue también muy activo en la vida cultural de su región. A partir de 1788, dirigió la Maison des incurables, con su sección reservada a los locos
. Después de tres años allí, en 1791, escribió una obra notable, La filosofía de la locura. (10) Diez años más tarde, cuando Pinel publicó su Tratado médico-filosófico sobre la alienación mental o la manía, (11) revisó su libro y se lo envió en 1804 con esta dedicatoria: Había dirigido la primera edición de esta obra a la humanidad, porque el tema parecía imponerme el deber de hacerlo; pero hoy cumplo uno mucho más satisfactorio para mí, señor, y mucho más acorde con el asunto, al dedicarle a usted esta segunda edición, porque es usted esta preciosísima virtud, personificada
. (12) La dedicatoria continúa en este tono deferente, pero el amigo de la humanidad
nunca le respondió ni lo nombró en las sucesivas revisiones de su Tratado.
En su Nota preliminar
, Daquin recuerda que, cuando publicó su libro, el de Pinel no estaba disponible, pero