El sinsentido del síntoma
Por Gerardo Arenas
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¿Los resultados? Una reformulación del lazo entre síntoma, inconsciente y transferencia, la caracterización del síntoma como aparato de lectura, la definición de las funciones de lo imaginario y de lo simbólico, así como el hallazgo de la homología entre éstas y la función del síntoma, la delimitación de ciertos modos de gozar poco explorados, nuevas apreciaciones de una conocida formación del inconsciente en términos de la composición entre dos discursos, e incluso una perspectiva insospechada sobre la naturaleza del descubrimiento freudiano.
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El sinsentido del síntoma - Gerardo Arenas
El sinsentido del síntoma
Gerardo Arenas
El sinsentido del síntoma
Índice
Prefacio
1. Ida y Paul
Dos críticas
Ex-sistencia del síntoma
El Otro y su intención
Tos nerviosa
Collage surrealista
Excitación sexual somática
2. Formas
Imágenes elocuentes
Encastre
El goce del analista
¿Qué son los registros?
Las funciones imaginaria y simbólica
3. La fuerza estructurante
Analogía e insistencia
Al borde de un ataque de nervios
¿De qué función hablamos?
Ser una mujer que goza
Gusto y sentido
4. Voces y sentidos
Trabajo de la función imaginaria
Pensamientos de muerte
Rumbo a la voz
Posición del sentido
Debate Freud-Lacan
Interpretación y transferencia
5. El sinsentido del síntoma
Verdad y goce en la interpretación
Guanahani
Un requisito del método
Atención
Una composición interdiscursiva
6. Continuará
Referencias bibliográficas
© Grama ediciones, 2023
Manuel Ugarte 2548 4° B (1428) CABA
Tel.: 4781-5034 • grama@gramaediciones.com.ar
http://www.gramaediciones.com.ar
© Gerardo Arenas, 2023
Diseño de tapa: Gustavo Macri
Hecho el depósito que determina la ley 11.723
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por medios gráficos, fotostáticos, electrónico o cualquier otro sin permiso del editor.
Primera edición en formato digital: febrero de 2024
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto451
Colón, aferrado ciegamente hasta la muerte a la ilusión de haber llegado a la India al poner el pie en Guanahani y Cuba, de hecho empequeñece con ella el cosmos para sus contemporáneos; Vespucio, echando por tierra la hipótesis de que el nuevo continente sea la India y afirmando claramente que es un nuevo mundo, [abre] los ojos al error que nublaba al gran descubridor la visión de su hazaña.
STEFAN ZWEIG, Américo Vespucio.
El que lee mis palabras está inventándolas.
JORGE LUIS BORGES, La dicha.
Prefacio
Se prosigue aquí la exploración, iniciada en dos recientes ensayos, del aspecto que la praxis y la doctrina psicoanalíticas adquieren cuando se erradica de sus axiomas el principio de placer, entendido como la tendencia general a evitar toda excitación y a descargarla lo antes posible cuando sea imposible evitarla. (1) Estudiaremos las formas que puede tomar el síntoma cuando se lo concibe sin suponer el imperio de ese principio y sin añadirle un más allá
que lo conserve a pesar de sus múltiples inconvenientes. Esto requiere abordar el síntoma eliminando todas las secuelas que el cuestionado principio ha dejado en la obra de Freud y en la enseñanza de Lacan, dado que leemos a ambos de la manera en que este último esperaba ser leído, o sea, no como autores que saben y dominan lo que dicen, sino aislando, en los planteos que hacen, sus fundamentos lógicos y sus atolladeros, según lo propone Jacques-Alain Miller. (2)
Por lo tanto, el lector es invitado a efectuar un cotejo entre los resultados obtenidos y las observaciones que él mismo pueda aportar, pero también a evaluar y criticar nuestras conclusiones en función de su consistencia interna, de su ensambladura con otros aspectos de la doctrina, y, por sobre todas las cosas, de sus incidencias en la forma de conducir la experiencia analítica. (3)
1. Cf. Freud (1895b: 356), Lacan (1975a: 9). Véase Arenas(2021; 2022b).
2. Cf. Miller (1986: 135s).
3. Enriquecieron la exploración aquí presentada Marco Alfieri, Liliana Callirgos, Diego Coppo, Cynthia Daiban, Mario Desiderio, Marisa García, Beatriz García Moreno, Clarisa Kicillof, Gabriela Lautersztein, Susana Reif, Flavia Valicenti y Azucena Zanón.
1
Ida y Paul
Para discutir las formas que los síntomas pueden tomar cuando se descarta el principio de placer, comenzaremos por revisar dos de ellos, que se cuentan entre los más ampliamente discutidos en la literatura analítica: la tos nerviosa de Ida Bauer (llamada Dora en el historial freudiano) y el delirio paranoico de Paul Schreber (estudiado por Freud a partir de las Memorias de un enfermo nervioso). (4) Tres razones motivan tal elección. Freud inaugura la experiencia analítica a partir de la histeria, e Ida ha devenido un caso prototípico de ésta; Lacan, a su vez, llega al psicoanálisis por la vía de las psicosis (paranoicas en particular), y su formalización del síntoma schreberiano da pie a un novedoso abordaje clínico de esa estructura. Por otro lado, elegir este par de síntomas permite el cotejo entre lo que ocurre, en el discurso y el sentido, cuando el deseo del Otro se metaforiza, y lo que ocurre en ellos cuando no lo hace, y esto es doblemente ventajoso, dado que nuestra revisión centrará parte de su crítica en la posición del sentido respecto de los síntomas, y el significante que produce esa metáfora tiene un papel clave en el aspecto que toma la significación. (5) La tercera razón atañe a la transferencia, pieza clave en todo análisis y que en estos dos casos no cumplió su función regular, lo cual, lejos de ser un inconveniente, resultará útil.
Aunque apuntamos a interrogar formas generales de los síntomas, procuraremos llevar la discusión al nivel de lo singular. Nos alienta en esta dirección Lacan, quien afirma que toda distinción entre unas estructuras o formas de la vida mental y unos contenidos que las llenarían, descansa sobre hipótesis metafísicas inciertas y frágiles
, y que, acerca de las psicosis que inicialmente él estudia, considera
imposible decidir si la estructura del síntoma está o no determinada por la experiencia vital cuya huella parece ser; dicho en otras palabras, contenido y forma no podrán disociarse sino de manera arbitraria mientras no se haya despejado el papel que el trauma vital tiene en las psicosis. (6)
Al estudiar un caso en detalle, él no pretende justificar una nueva entidad mórbida
, sino clasificar casos análogos a
un prototipo [que] sea una descripción concreta, y no una síntesis descriptiva que, por necesidades de generalidad, haya sido despojada de los rasgos específicos de esos casos –a saber, de los lazos etiológicos y significativos mediante los cuales la psicosis depende estrechamente de las vivencias del sujeto, de su carácter individual, en una palabra, de su personalidad. (7)
Lacan usa el término prototipo en un sentido emparentado con la antigua noción de paradigma. Un prototipo no define los caracteres invariables necesariamente presentes en la serie de sus análogos, (8) sino ciertas notas salientes que estarán en unos y pueden faltar en otros. A partir de un paradigma, cabe armar diversas series en función del problema estudiado y según las notas elegidas. Tal es la diferencia entre paradigma y ejemplo. (9) Cuando de una estructura se da un ejemplo, éste posee todas las notas que definen el concepto de esa estructura universal. Lo singular, en cambio, no está incluido en universales, y el paradigma conserva la referencia a él, no como ejemplo de una estructura universal, sino con las notas que lo hacen único –sin que eso impida ponerlo en serie con otros que presenten similitudes aunque no formen parte de un universal. (10) En lo sucesivo, pues, tomaremos el síntoma de Ida y el de Paul como paradigmas de series abiertas de síntomas. (11)
Es que las estructuras que nos incumben no son sino formaciones de lo imaginario sobre las cuales se definen relaciones simbólicas que pueden dar lugar a imposibilidades reales, (12) y afines a ellas son las series paradigmáticas, basadas en la similitud de Gestalten y no en articulaciones simbólicas predeterminadas. Por eso partiremos del discurso de Ida y del de Paul. En cuanto al primero, disponemos de algunas de las sesiones que Freud mantuvo con Ida (él las transcribió en los capítulos II y III del historial), durante las cuales se procuraba interpretar dos sueños. Del discurso de Paul, tomaremos el capítulo 4 de sus Memorias, que contiene lo que él mismo habría podido decir en su primera entrevista con el analista que nunca tuvo. (13)
Dos críticas
A pesar de las razones invocadas, la elección de este doble punto de partida no carece de arbitrariedad, y eso la vuelve blanco de atendibles críticas. Dos de ellas parecen imbatibles. Conviene evaluarlas con cuidado.
La primera es la falta de actualidad. En efecto, ¿por qué no explorar síntomas contemporáneos, en lugar de unos que ya exceden el siglo y cuarto de antigüedad? Esta pregunta se apoya en la difundida creencia de que los cambios de época pueden afectar características clave del síntoma. Miller habla de cierta nostalgia
respecto de los recursos con que se contaba en la época de los casos prínceps de Freud y en la de las sólidas construcciones teóricas de Lacan, y, en consonancia con esto, destaca la hazaña freudiana de vincular las formas nuevas del síntoma con la cultura de su época
. (14)
A quienes afirman que existen tales correlaciones entre síntoma y época, dejaremos la tarea de sostener su tesis. Aquí seguiremos un camino distinto, que no requiere suponer que los síntomas cambien cuando cambia el Otro cultural y que intenta no cargar a cuenta de la época más cosas de las que a ella atañen. En lugar de ello, vislumbramos la posibilidad de que los nuevos tiempos más bien desmientan, por prejuiciosos, ciertos aspectos del modo en que hasta entonces leíamos los síntomas. (15) Por ejemplo, Freud imaginó que éstos respondían a la represión cultural de la sexualidad, pero en amplios sectores del mundo esa forma de la represión hoy es casi nula y hasta ha sido sustituida por un empuje a gozar, mientras que los síntomas siguen ahí, tan campantes. Consideradas bajo esta perspectiva, las transformaciones sociales y culturales, antes que ser responsables del surgimiento de nuevos síntomas, nos impulsan a abordarlos mediante instrumentos perfeccionados.
En 1956, Lacan profetizó que, dos o tres generaciones más adelante, cuando