Ombligos: Desbricolaje del padre
Por Gerardo Arenas
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Ombligos - Gerardo Arenas
Ombligos
Gerardo Arenas
Ombligos
Desbricolaje del padre
Índice de contenido
Portadilla
Legales
Prefacio
1. El ombligo de Lacan
2. Anatomía umbilical
3. ¿Padre trino?
4. Poetizar
5. Digresión mastelera
6. Impactar
7. Enlazarse
Conclusiones
Agradecimientos
Referencias bibliográficas
Referencias audiovisuales
© Grama ediciones, 2019
Manuel Ugarte 2548 4° B (1428) CABA
Tel.: 4782.5034 • grama@gramaediciones.com.ar
http://www.gramaediciones.com.ar
© Gerardo Arenas, 2019
Diseño de tapa: Gustavo Macri
© Imagen de tapa: Mujer libre, de Raúl Fernando Zuleta
Primera edición en formato digital: junio de 2020
Digitalización: Proyecto451
ISBN edición digital (ePub): 978-987-8372-06-8
Hecho el depósito que determina la ley 11.723.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por medios gráficos, fotostáticos, electrónicos o cualquier otro sin permiso del editor.
Pater semper incertus est
Prefacio
Habría que centrar mejor lo que podemos exigir de la función del padre.
JACQUES LACAN, …o peor.
Los partidarios del padre desfilan por las calles en
nombre de la tradición. [Pero el] psicoanalista no tiene
vocación de hacerse guardián del antiguo orden.
JACQUES-ALAIN MILLER, Lacan, profesor de deseo
.
Estudiar críticamente la situación del padre es una tarea difícil, candente y necesaria. Difícil no sólo en el aspecto epistémico del asunto, ya que abordarlo requiere reconocer vicios de nuestra forma de entender cuestiones centrales de nuestra teoría y, peor aún, arraigados prejuicios de nuestro modo de leer el mundo. Candente debido a que las tensiones en torno al semblante paterno y al discurso patriarcal que hasta ahora lo sostenía ocupan el primer plano en nuestra sociedad y dieron lugar a una nueva sensibilidad (1) que además está exacerbada (y con razón) en los tiempos que corren, (2) lo cual incrementa esas tensiones a tal punto que quienes cruzan las líneas de fuerza de ese campo social –y los psicoanalistas estamos allí– suelen tener la impresión de caminar sobre un campo minado. Necesaria por ese motivo, como mínimo, en la medida en que discutir los problemas que la precaria situación del padre plantea se ha vuelto indispensable y hasta urgente para nosotros, los analistas, debido al papel que cabe al psicoanálisis en la cultura contemporánea.
A continuación, el lector hallará algunos argumentos que sugieren la conveniencia de reformular la metáfora paterna (formalizada por Lacan a mediados del siglo XX) y, en general, de someter la noción de padre a una suerte de operación de desbricolaje
. Quizá los frutos de este trabajo lo sorprendan tanto como a nosotros mismos.
1. En el sentido definido por Sontag (1964: 356; 1965: 377).
2. Cf. Moraga (2018).
1
El ombligo de Lacan
Durero, Miguel Ángel y Tiziano se cuentan entre esos grandes renacentistas que no se privaron de pintar un ombligo en sus bellos Adanes. Idéntico detalle figura en innumerables mosaicos bizantinos. Inútil invocar inadvertencia: el ombligo de Adán caldeaba los ánimos desde el medioevo. Era un símbolo, un estandarte, un arma, y así debieron de entenderlo tanto los creadores de esas obras como los clérigos y mecenas que las encargaban y costeaban. En efecto, el pecado original sólo sirve de base para erigir una moral religiosa si la gente puede reflejarse en Adán. Por lo tanto, ese ombligo plantea un serio dilema. Si el artista quiere ser fiel a las Sagradas Escrituras, debe omitirlo. Ahora bien, aunque ser humanos parece inseparable de tener a una mujer por madre y a un hombre por padre, en nuestra magna saga Adán, Eva y Jesús son excepciones (¡bíblicamente certificadas!), y, si Adán es diferente de mí, ¿por qué habría yo de cargar con su pecado? La falta de ombligo, signo de la singularidad del primer hombre, obstaculizaría mi potencial identificación con él. Ergo, a fin de que la religión alcance a todos, la sacra biología deberá ser discretamente puesta entre paréntesis, y un ombligo habrá de coronar el vientre adánico. (3) Las esculturas de Dalí y de Botero no dejaron de testimoniarlo.
Sin embargo, como un efecto directo (también indirecto, mediatizado por la cultura) de la ciencia moderna y, sobre todo, de sus aplicaciones técnicas, la lista de esas excepciones se ha extendido en gran medida, pues ya son moneda corriente las ovodonaciones, la inseminación artificial con donantes de esperma, el alquiler de vientres, la adopción en familias monoparentales u homoparentales, etcétera. Los términos padre y madre perdieron la connotación natural de antaño, e incluso dejó de ser obvio que la pareja parental haya de ser heterosexual… ¡y esto cuando tal pareja existe! En consecuencia, las preguntas ¿Qué es un padre? y ¿Qué es una madre? se han tornado muy difíciles de responder. (4)
Desde Freud en adelante, los psicoanalistas no hemos sido ajenos a este veloz devenir, y, en la tarea colectiva de desmantelar la supuesta evidencia biológica de la maternidad y de subrayar el carácter esencialmente cultural de la paternidad, hemos aportado y seguimos aportando lo nuestro. (5) En este sentido, Lacan dio un paso de gran alcance al distinguir el padre imaginario, el padre real y el padre simbólico, y otro aún mayor cuando aisló esa original función que (para aprovechar sus resonancias religiosas, y acaso como un guiño a los conspicuos jesuitas que seguían su enseñanza) bautizó Nombre-del-Padre. (6)
Recóndita clave
Definir su función requiere partir del deseo. No el deseo en abstracto, sino el deseo del otro. Y no cualquier otro, sino ese Otro primordial del cual dependo y al cual debo, de entrada y con urgencia, descifrar e interpretar. Si por convención, costumbre o pereza decimos que ese Otro primordial es la madre (aunque, como dijimos, ello no sea ya un requisito indispensable y resulte cada vez más dudoso), nuestro punto de partida será el deseo de la madre, con su carácter enigmático y, al mismo tiempo, acuciante. ¿Qué quiere ella en lo que a mí respecta? Si no soy autista, este asunto, más que importarme, pronto pasa a ser el centro de mi atención, de mi mundo, de mi vida. (7) ¿Bastará con adquirir un mínimo dominio de la lengua y lanzarle esta pregunta al Otro en cuestión, para luego esperar que, con buena voluntad, nos brinde la anhelada respuesta? Lamentablemente no. Por más empeño que ponga en respondernos, el Otro no podrá decirnos nada que no sean sus anhelos o sus aspiraciones, sus ideales o sus requerimientos. Jamás logrará formular lo que en sentido estricto denominamos su deseo, y no por accidente, negligencia o ignorancia, sino por causas estructurales.
Un poema de Borges ayudará a comprender esta humana desgracia universal. Su protagonista se lamenta así: él, que estudió las leyes y los cánones
, declaró la independencia nacional y anheló ser un hombre de sentencias, de libros, de dictámenes
, está a punto de ser asesinado entre ciénagas por unos bárbaros que lo persiguen. No obstante, poco antes de ser alcanzado, un júbilo secreto
y súbito lo invade cuando descubre lo siguiente:
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años.
En otras palabras, todos los pasos que este hombre dio antes de acabar su órbita, todos esos giros de su vida dibujan, en su recorrido íntegro (cuando el círculo se va a cerrar
, dice) lo que habrá sido su recóndito deseo. (8)
Algo similar ocurre si enroscamos un alambre