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Golpe ciego: Alternativas de lo posthumano
Golpe ciego: Alternativas de lo posthumano
Golpe ciego: Alternativas de lo posthumano
Libro electrónico401 páginas6 horas

Golpe ciego: Alternativas de lo posthumano

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En un contexto histórico signado por la reestructuración capitalista
de comienzos de los años setenta, la contraofensiva política
de la derecha, el desmoronamiento de la Cortina de Hierro y el
colapso del bloque soviético, el marxismo como fuerza cultural
y política -cuya historia no
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 nov 2021
ISBN9786075257358
Golpe ciego: Alternativas de lo posthumano
Autor

Óscar del Barco

Nacido en 1928 en Bell Ville, Córdoba, ha realizado una infatigable y polimorfa labor como ensayista, poeta, editor, investigador y docente. Tradujo e introdujo tempranamente en la Argentina a Artaud, Bataille, Sade, Blanchot, Derrida, Barthes, Kristeva y Althusser. Fue militante del partido comunista hasta su expulsión en 1963. Estuvo exiliado entre 1975 y 1983 en México, donde formó parte del grupo editor de la revista Pasado y presente. Durante los años de su exilio dirigió el centro de investigaciones filosóficas de la Universidad Autónoma de Puebla. Es autor de libros de poesía, como Infierno, Dijo, Espera la piedra, Partituras, y de ensayos como El abandono de las palabras, El otro Marx y Exceso y donación.

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    Golpe ciego - Óscar del Barco

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    Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

    Rector: José Alfonso Esparza Ortiz

    Secretaria General: Guadalupe Grajales y Porras

    Vicerrector de Extensión y Difusión de la Cultura: José Carlos Bernal Suárez

    Director General de Publicaciones: Hugo Vargas Comsille

    Primera edición: 2021

    ISBN: 978-607-525-735-8

    DR © Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

    4 sur, 104, Col. Centro, Puebla, Pue. CP 72000

    Teléfono: 22 22 29 55 00

    www.buap.mx

    DR©

    Dirección General de Publicaciones

    2 norte 1404, Centro Histórico, Puebla, Pue.,

    cp

    72000

    Tels.: (01) 22 22 46 85 59 y (01) 22 22 29 55 00, ext. 5768

    www.dgp.buap.mx | dgp@correo.buap.mx

    publicaciones.buap.mx

    Diseño de portada: Francisco González Bernal

    Impreso y hecho en México

    Printed and made in Mexico

    Conversión gestionada por:

    Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2021.

    +52 (55) 52 54 38 52

    contacto@ink-it.ink

    www.ink-it.ink

    Índice

    Prólogo

    Parte 1

    Hacia el otro Marx

    Crítica y política en el método marxista

    El texto marxista

    Estado y poder

    La tortura, la inocencia y los sueños

    Observaciones sobre la crisis de la política

    El peligro y lo que salva

    Heidegger y el misterio de la técnica

    Crisis

    Post-scriptum

    Parte 2

    Artaud

    El silencio sobre Bataille

    Golpe ciego

    Notas sobre la mística de Nietzsche

    Notas sobre una posible teología atea en la filosofía de Ludwig Wittgenstein

    El caballito blanco

    Sobre Cuadernos del Peyote

    Viajes

    ma a (catalogue)

    Anexo

    Entrevista

    Prólogo

    Frente a la tecnocracia, que se adueñaba sin distinciones de la sociedad mundial y del mundo, desventrándolos, convirtiéndolos en pura exterioridad sumisa para su ojo al acecho, la mente debía desistir de una batalla abierta que no podía significar más que derrota estéril. Sólo le quedaba empuñar por sí misma la derrota y, como si la hubiera padecido, bajar a la catacumba de lo no articulado, en la que, pese a parecer muerta, aún estaba viva.

    Héctor Murena, La cárcel de la mente

    I

    En un contexto histórico signado por la reestructuración capitalista de comienzos de los años setenta, la contraofensiva política de la derecha, el desmoronamiento de la Cortina de Hierro y el colapso del bloque soviético, el marxismo como fuerza cultural y política -cuya historia no ha sido más que la de sus sucesivas crisis parciales- encontró a finales del siglo

    xx

    la que quizás haya sido su crisis terminal.

    Como consecuencia de un proceso complejo cuyo factor decisivo es la mutación de los medios, los lugares y los sujetos de la producción, el advenimiento de la sociedad postindustrial determinó el doble declive del proletariado como sujeto histórico y del trabajo como esencialidad humana. En este marco, el canon marxista experimentó un grado de dislocación tal que toda tentativa de recomposición interna sobre sus basamentos tradicionales parecía haber perdido toda orientación en lo real. En diálogo con las nuevas tendencias teóricas de la época (postestructuralismo, postmodernismo, feminismo de segunda ola, estudios culturales y postcoloniales) y a tono con un ciclo de luchas que adopta como protagonistas a los nuevos movimientos sociales, los diversos ensayos contemporáneos de deconstrucción del marxismo se mueven decididamente por fuera de ciertos núcleos ya insostenibles del léxico conceptual clásico del materialismo histórico: el privilegio de lo económico como matriz explicativa de toda la morfología capitalista, la teleología de la historia, el determinismo clasista, el vanguardismo político sustentado sobre el binomio Partido/Estado y el carácter totalizante de la teoría.¹

    La diagnosis que Oscar del Barco ensaya desde la década de los ochenta encuadra el problema de la crisis del marxismo y de la política en el marco de una derrota epocal de dimensiones planetarias. Sus sombrías radiografías del espíritu actual de los tiempos son placas negativas que en su sobreimpresión nos presentan diversas postales de la desolación, no la derrota de una generación, ni la de ciertos ideales o valores, sino la derrota como época: hemos entrado en una edad negra sin historia.²

    El fracaso histórico definitivo de cualquier alternativa política emancipatoria, el desencadenamiento nihilista de la técnica y la mundialización del sistema capitalista determinan un proceso de desarrollo del mal encarnado en formas que, irremediablemente, ninguna acción humana consciente y ordenada de acuerdo con fines puede ya detener. El Sistema se constituye como una totalidad autorregulada cuyo funcionamiento no conduce al surgimiento de un actor capaz de derrocarlo, incluso toda pretensión de derrocamiento pertenece a su lógica. Sus presuntos antagonistas no son más que sus órganos de recambio: Cambiar el sistema es como querer cambiar el cerebro; incluso quienes piensan en la genética como un medio para cambiar al ser humano, no pueden imaginar el cambio sino a partir de ellos mismos, de sus propios deseos y valores, de sus propias conformaciones.³

    En este contexto se actualiza en Oscar del Barco cierto núcleo de afinidades electivas que enlazan el marxismo con la teología, y también con la ficción científica. La matriz difusa de la dominación postcapitalista se singulariza como neuropolítica, al presentarse como una oscura complejidad que se realimenta y se reprograma en una inabarcable sucesión de puntos simultáneos,⁴ tomando control sobre toda posible línea de fuga; un aparato de captura de modalidad viral que opera personificaciones intrasistémicas de sí mismo,⁵ nada escapa al entrecruzamiento de sus flujos dispersos, a sus nudos e insinuaciones,⁶ todo se mueve sobre el riesgo de su mal.⁷

    Para mí se trata, empleando palabras que usa Edgar Morin en otro contexto, de algo enorme, fuera de toda medida, increíble; algo donde el hombre y la técnica forman un circuito cerrado. [...] No se trata de algo terminado sino de algo que por definición es imposible de terminar, de cerrar o de clausurar; de allí su expansión al mismo tiempo global e intersticial, pero que va hasta el fin del universo y de las partículas, incluida la partícula viva.

    El Gran Autómata configura un dispositivo de subsunción técnica hiperreal que desactiva la dialéctica entre el trabajo y el capital por reingeniería de un polo sobre el otro. El proceso histórico se ve relanzado como postdialéctica cibernética: ultrasubsunción del hombre por la técnica, integración de la mente-cerebro en un mismo sistema de intelecto maquínico, recreación de la corporeidad sensible a partir de la ingeniería de lo vivo y la programación de la arquitectura orgánica. De la distinción entre la máquina como capital fijo y lo humano como trabajo viviente sólo reconocemos su soldadura en el cyborg, figura de la victoria total del Sistema.

    No se trata de casualidades sino de un Sistema; un sistema-vivo que utiliza el cerebro del hombre como su propio cerebro. No es el cerebro el que utiliza las máquinas sino que es la máquina-técnica la que se ha apropiado del cerebro como de una pieza más: la pieza donde llega a su propia conciencia para ser más máquina, el auténtico daimon que siempre rondó la cabeza de los hombres como una pesadilla. Estamos frente a una máquina-con-conciencia, y esto es la esencia de lo abismal. El hombre está siendo deconstruido y vuelto a armar como un instrumento vivo de la necesidad maquínica .

    II

    El acta de nacimiento oficial del cyborg se labró en mayo de 1960, en la Escuela de Medicina de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en San Antonio, Texas, donde tuvo lugar una conferencia cuyo título era Drogas, espacio y cibernética. Sus autores, el fisiólogo Manfred E. Clynes y el psiquiatra Nathan S. Kline, eran dos científicos del laboratorio Dynamic Simulation que trabajaban en el Rockland State Hospital de Nueva York, a la vanguardia de las investigaciones del momento: informática, cibernética, fisiología y neurofarmacología. Concretamente, la exposición presentaba la posibilidad de intervenir técnicamente el cuerpo y la mente de los seres humanos a través de ciertos implantes y ciertas drogas de manera tal que se volvieran aptos para sobrevivir en entornos extraterrestres, en viajes interestelares y en la vida de las estaciones espaciales: para estos complejos organizacionales exógenamente extendidos proponemos el término cyborg.¹⁰

    Los primeros cyborgs fueron ratas, de color blanco, sin nombre, pero muy especiales, pues apuntaban a una posibilidad vuelta real: la práctica de reingeniería de lo humano en tanto reconversión psíquica y somática con el propósito de ensanchar el campo de las posibilidades espaciales. Apelando a la contracción de cybernetic organism, la avanzada tecnocientífica de la

    nasa

    bautizó el perfil de este neosujeto con un nombre que quizás tuvo poco eco en los ambientes académicos (en los que se optó por utilizar expresiones como biotelemetría, human augmentation, teleoperadores o interfase hombre-máquina), pero que a cambio conoció una explosiva multiplicación en la literatura y el cine de ciencia ficción, y a través de ellos también en la mentalidad popular posmoderna en general.

    A mediados de 1980, con la publicación de Cyborg Manifesto, Donna Haraway busca resignificar este perfil conceptual como mito político-libertario. La autora se sirve de la doble dimensión del organismo cibernético -a la vez tecnocientífico y ficcional- con el propósito de constituir una nueva política de la identidad para el movimiento feminista, en línea con la nueva condición epocal de hibridación transgenérica.¹¹ El culto postmarxista del organismo cibernético se encuentra también en la base teórico-política de toda una constelación de autores ligada al universo del General Intellect, como Antonio Negri, Michael Hardt, Paolo Virno y Maurizio Lazzarato, reunidos en torno a la revista Futur Antérieur.¹²

    En estas contribuciones, el cyborg se presenta como el modelo de subjetividad de una postestructura capitalista en la cual la mutación tecnocientífica de los circuitos de producción ha llevado a la implantación del cerebro-máquina como fuerza de trabajo dominante, siendo este proceso concebido como una apropiación triunfal y definitiva de la máquina-herramienta por parte del sujeto productor. Según esta línea de lectura, asistimos a la propagación de una modalidad de trabajo -intelectual pero también tecnoafectivo- que ya no requiere de capital fijo puesto a su disposición por el mando capitalista. El trabajo se torna inmediatamente libre, al encarnarse en un posthomo faber que conserva intacta -aun en su configuración inmaterial- la sustancia común de la historia y el elemento dinámico esencial de la subjetividad humana, su productividad laborativo-tecnológica.¹³

    En contraposición con ciertos planteamientos postmodernos respecto de las potencialidades liberadoras del ingenio técnico, la perspectiva de Oscar del Barco cuestiona a la figura del cyborg en su carácter de promesa tecnomesiánica. En plena consumación de la racionalidad científica, cuando la técnica llega a ser la forma universal de la producción al punto de subsumir al hombre y hacerlo su sujeto, soñar con una reconversión idílica de la máquina es un error que a la larga le sirve al Sistema porque crea expectativas respecto de sus bondades últimas:

    Precisamente lo impensable de la técnica es que pueda tener como correlato un mundo distinto al de la técnica; la técnica es un mundo y no un instrumento, y es aquí donde arraiga el pesimismo de toda meditación acerca de la técnica. No puede separarse la técnica de la explosión demográfica, de la constitución en un nivel planetario de grandes franjas de explotación y violencia, de la erosión de los suelos y el talado de los bosques, de la extinción de las especies y el genocidio de las poblaciones indígenas que aún sobreviven; esto es la técnica.¹⁴

    Del mismo modo, si la recualificación de lo humano como organismo cibernéticamente asistido se forja al calor de la frenética carrera cosmonáutica de la guerra fría y al servicio de un proyecto de dominación de alcances interestelares, es en el olvido de este origen que se funda la verdad política del cyberprogresismo.¹⁵

    La búsqueda de un tipo extraconvencional de sujeto humano acorde a las nuevas modalidades no convencionales de la guerra civil mundial del siglo

    xx

    ha signado el curso tanto del Este como del Oeste. En el fondo, tanto en uno como en el otro polo del planeta se profesaba la misma teología tecnocrática y se celebraban en su honor similares sacrificios.¹⁶ Ambos bloques históricos no fueron más que dos figuras que se procuró la Astucia de la Razón Técnica para hacer real su reproducción ampliada.

    Por eso los regímenes socialistas aplicaron desde el comienzo el sistema Taylor en la producción y trataron de extenderlo a la vida social en su conjunto. Más que de la voluntad perversa de Lenin o de Stalin se trataba, por consiguiente, de la necesidad maquínica de la técnica imponiéndose mediante un despliegue feroz de idealidades. En la mente de Lenin ya estaba pulsando la paranoia de un Sistema que pretende reducir el mundo a un esquema prefabricado de lo que debe-ser el mundo.¹⁷

    III

    Hacía meses que la colosal agonía de Lenin (cuatro accidentes cerebrovasculares en dos años, una bala alojada junto a la espina dorsal desde el atentado de 1918 y -muy probablemente- sífilis) había concluido en una aldea al sur de Moscú. La carrera por la santificación del máximo partisano bolchevique culminó en la momificación de su cuerpo, previa extracción de su masa encefálica con el objetivo de someterla a lo que habría de ser el primer análisis microscópico detallado del cerebro humano.¹⁸ Corría el mes de septiembre de 1924 en la flamante Leningrado, cuando una repentina crecida del río Neva comenzó a inundar las calles, las casas y los puentes de la zona céntrica de la ciudad -precisamente donde estaba ubicado uno de los laboratorios de un afamado fisiólogo ruso.

    Nunca pensó Ivan Pavlov que ese accidente cambiaría significativamente el curso de sus investigaciones. Luego del dramático rescate, a manos de sus colaboradores, de varios perros justo en el momento en que el agua estaba casi hasta el tope de las jaulas, Pavlov se dedicó a observar los efectos del shock nervioso sobre la conducta de los animales, poniendo a punto su concepto de neurosis experimental. A través de la reproducción a escala controlada de situaciones límite en las que se probara la resistencia psíquica de los animales, se tomaba conocimiento de los mecanismos por los cuales se podían inducir crisis mentales, medir los diversos grados de excitabilidad y sugestión y ensayar posibles métodos de inmunización.

    Tampoco se imaginó Pavlov en aquel momento que sus intereses psiquiátricos iban a recibir tan buena acogida en el Politburó. El día de su cumpleaños número 80, en 1929, el viejo científico recibió como obsequio toda una aldea experimental a su entera disposición, emplazada en Koltuschi, en las afueras de Leningrado. Se suponía que allí llevaría a cabo una tarea muy importante; en palabras del mismo fisiólogo, desarrollar un tipo humano mejorado dotado del sistema nervioso más perfecto.¹⁹

    No hay noticias claras acerca del éxito de las pruebas pavlovianas con perros neuróticos y sus eventuales aplicaciones humanas, sobre todo en cuanto a la posibilidad de generalizar los resultados de los test por fuera de las circunstancias creadas por la misma situación experimental (tales perros, bajo tales condiciones, reaccionan de determinada manera, pero ¿eso también puede aplicarse a perros que viven fuera del laboratorio?; más aún, ¿pueden los perros pavlovianos expresar variables posibles de extenderse a los seres humanos?).²⁰ La incertidumbre se debe en parte al secreto, pero en parte, quizás también a que las fronteras entre laboratorio y realidad histórica no parecían tan nítidas; en efecto, en 1935, en el cierre del discurso inaugural del XV Congreso Mundial de Fisiología en el Kremlin, un Pavlov finalmente en paz con el régimen soviético explota la analogía y dispara la hipótesis paranoica:

    Como ustedes saben, soy un experimentador de la cabeza a los pies. Toda mi vida ha estado dedicada al experimento. Nuestro gobierno es también un experimentador, sólo que de una categoría incomparablemente más alta. Deseo apasionadamente vivir para ver la realización de este histórico experimento social.²¹

    Como Oscar del Barco consigna en su libro sobre el leninismo, la sugerencia de que el orden soviético en su conjunto haya sido un experimento sociológico a gran escala ya fue formulada tempranamente, en 1919, en una carta enviada a Lenin por un comandante del Ejército Rojo, F. Mironov: ¿los hombres de hoy no son también un fin? ¿No quieren también vivir? Ha llegado el momento de poner término a este experimento.²² Pero retrocediendo hasta aun antes de los acontecimientos de octubre de 1917, del Barco intenta encontrar la clave del proceso en ¿Qué hacer? (1902), considerado no sólo como una toma de posición coyuntural de Lenin, sino antes como una matriz que calaría muy hondo en el movimiento revolucionario de nuestro siglo.²³ Aquí, el Partido se presenta como un una especie de gran cerebro que desde fuera del movimiento de masas piensa y dirige el proceso revolucionario.²⁴ Conforme a la lógica teoricista de este texto programático, que habría de extenderse posteriormente a la totalidad del orden soviético, la teoría, lo general, garantizaba que los órganos superiores en manos del partido -el cual por definición teórica es la vanguardia, la conciencia y la ciencia del proletariado- actuaran como representantes de la clase obrera sin necesidad de los obreros concretos.²⁵ La representación social absoluta propia de esta mediación técnica sacrificaba el movimiento real de liberación de las masas proletarias y campesinas en aras de un tecnocapitalismo de Estado conducido por una casta burocrática subordinada a la dictadura de un Secretario General: frente a la superespecialización de lo político Lenin había marcado la necesidad de una organización que respondiera a esta especialización con una especialización idéntica.²⁶

    Dentro del trasfondo de sospecha propio de todo materialismo histórico, nuestro gramsciano cordobés busca detrás de los individuos las personificaciones de dinámicas sociales concretas, y es así que Lenin termina convirtiéndose en el nombre del productivismo, la tecnocracia y el despotismo de fábrica, un calco trágico en virtud del cual a la concentración de lo político-burgués correspondió una concentración de lo político-proletario.²⁷ Pero Del Barco duplica la dosis de paranoia marxista, yendo a indagar en una de las últimas intervenciones públicas de Lenin, en 1922, cuando había admitido que el Estado ya no marchaba hacia donde los bolcheviques querían dirigirlo, sino hacia donde lo guía una persona misteriosa.²⁸ Luego de constatar que también quien actuaba detrás de Stalin era la ‘persona misteriosa’ percibida por Lenin -una mediación conspirativa que operaba a espaldas de los actores sociales imponiendo su forma a todo curso posible de acción-, asegura que con el tiempo dejó de ser misteriosa para aparecer de cuerpo entero en el escenario histórico.²⁹ En suma, la historia de la URSS nos presenta la reconversión tecnocrática de una revolución esencialmente libertaria, el sometimiento de todo un pueblo como materia empírica en la experimentación de nuevos alcances de la parábola del control.³⁰

    Un ejemplo histórico es el de la Revolución Rusa: allí el Sistema fue derrotado por medio de la violencia, perdió casi todo después de una guerra sin cuartel, pero lo que resultó no fue algo nuevo sino una diferencia propia del Sistema, una modernización de lo mismo. El Sistema abandonó sus grandes prioridades trasladando la batalla al interior de la conciencia, a esa zona donde hacía mucho tiempo estaba trabajando, y desde allí emprendió su recomposición acelerada.³¹

    IV

    Brota de este humus paranoico una teología alucinada de alto grado de combatividad, acosada desde un principio por la hipérbole de control total que parece permear la entera capilaridad de lo real: teología de la derrota epocal. Sólo un dios podrá salvarnos, decía Heidegger. Es posible. Pero también es posible que los dioses falten.³²

    Si el Gran Autómata acelera el tiempo hacia una sucesión aleatoria de electrochoques de eterno presente, algo así como un mesianismo-cyborg que proyecta la historia a velocidades transhumanas, se impone la necesidad de adecuar el concepto de redención al infierno abstracto del mundo de las máquinas. Querer que un alud se detenga y vuelva a su punto de origen es una ilusión. Más bien hay que acostumbrarse a vivir y pensar en la caída, como seres de la caída.³³ Entonces: Todo es actual. La supervivencia, la salvación, la redención, suceden aquí, ahora. El Apocalipsis está aquí-ahora, el Reino está aquí-ahora.³⁴

    La radicalización de la escala del control se corresponde con la radical reducción de lo político a la lógica de las vacuolas de no-Sistema. Así, el no-hacer cargado de connotaciones místicas […] sin por-qué y sin para qué ³⁵ cualifica un estado-de-dios que aparece como pura intensidad sin-sistema,³⁶ como acto pleno,³⁷ no representativo,³⁸ que pone directamente en cuestión las tecnologías de la escisión, la jerarquización y la representación, y se sitúa así fuera del espacio de lo real del Sistema.³⁹ Misticismo, erotismo, arte, son hiancias,⁴⁰ y precisamente es en la hiancia donde se encuentra la posibilidad de escapar (en cuanto violentar, desmontar o pervertir) a las infinitas y complejas redes del Sistema.⁴¹ La circunscripción al instante, la lógica de la intermitencia y la plenitud acronológica de las experiencias en exceso y de los fenómenos saturados parecen expresar los últimos baluartes antisistémicos posibles.⁴² La vivencia sagrada de lo transhistórico genera un espacio de antagonismo y crítica irreductible, y así desactiva, aunque sea fugazmente, la pretensión de totalidad propia de la dominación técnica volviéndola relativa, inscribiéndola en la lógica siempre política de lo contingente. La politicidad de la teología se resuelve en una teología de la transpolítica, donde teología y política son nombres de un mismo acto transgresivo, ya se trate de la práctica revolucionaria del proletariado diseminante de corte setentista⁴³ o de la epifanía en exceso del último dios.⁴⁴

    En la era del eclipse de los Leviatanes, esta teología postmetafísica de raigambre batailleana⁴⁵ vive de una politización por saturación, trabaja sobre un concepto de lo político que no se define como región topológicamente autónoma -por su diferencia específica dentro de las provincias de la cultura-, sino por el grado de intensidad de una disociación sistémica; resulta política aquella práctica que desquicia el orden clausurado del sentido y que ensaya una superación en acto de la metafísica de la subjetividad.⁴⁶

    Con la caída de la dialéctica, vale decir de la metafísica, se abren espacios donde se visualiza una nueva posibilidad política sin futuro, herética, anárquica (sin origen y sin finalidad), libertina, artística, mística y a-religiosa, vale decir una política-sin-política, o una política propia del desierto, donde ya no queda nadie, porque el que es no es nadie. No es sustancia, ni alma, ni sujeto. […] Tendremos que acostumbrarnos a vivir en los intersticios, como piojos, formando tribus nómades o habitando lo abierto, fuera, en última instancia, de las redes de los últimos hombres, o más-allá-del-hombre.⁴⁷

    Ahora bien, bajo la presuposición de que la pérdida del yo, la espera, el no-hacer y el abandono son figuras de una destitución de la subjetividad que marca el pulso de la realidad contemporánea, alguien podría acusar a Del Barco de proponer lo que el mismo Sistema genera. En última instancia, el Sistema parece ser el fenómeno saturado por excelencia.⁴⁸

    Si la distinción entre privado y público está desapareciendo a favor de una programación que penetra, ya no como Estado sino como algo natural, en la intimidad de los sujetos sociales,⁴⁹ el pathos de la confrontación política se juega sobre el horizonte de lo humano, y es aquí que Oscar del Barco llama cautelosamente a distinguir entre el no-humanismo del Sistema y el no-humanismo como más allá del hombre; uno implica su aniquilación maquínica, mientras que el otro implica su desborde sin límites. Es en la diferencia entre ambas alternativas de lo posthumano que se juega una historia epocal.⁵⁰

    Cabría detenerse aquí. Cuando ya sólo se puede avanzar por rodeos, pueden venir en nuestro auxilio dos conceptos originarios de la ciencia ficción soviética, llevados a la pantalla por Andrei Tarkovsky: lo real como una zona y el sujeto como un stalker.

    Al ser la política la forma íntima y global de su autogestión, el Sistema puede, al menos potencialmente, satisfacer todas las demandas políticas necesarias a su funcionamiento. Creer, por ejemplo, que por naturaleza el Sistema es incapaz de resolver los problemas de extrema tensión que le plantean los ecologistas, los homosexuales, las mujeres, las llamadas capas pasivas o quiénes sean, es fruto de cierto decisionismo ingenuo de los movimientos políticos. Incluso me atrevería a decir que lo impolítico, categoría que han refuncionalizado los teóricos italianos a partir de su utilización por Thomas Mann y que apunta a franjas casi inefables de lo contestatario, es una de las maneras utilizadas por el Sistema para ocupar espacios que aparentemente le serían extraños. Aquí pareciera terminar el orden político; más allá sólo me atrevería a sugerir, aunque incluso esto parezca demasiado, la existencia de una Zona (la elección del término responde a la cualidad inexpresable de lo puesto en juego) imposible de determinar con las categorías metafísicas que constituyen los discursos de la razón contemporánea.⁵¹

    El sujeto, tal como reza la sentencia de Wittgenstein, no pertenece al mundo sino que es un límite del mundo.⁵² El stalker −umbral subjetivo de un mundo en exceso, y con la marca originaria de un exceso de mundo− procede según estrategias oblicuas y en direcciones aleatorias. En el camino sin camino de su búsqueda del don, la Zona está a un paso, como si uno estuviera sentado sobre un volcán.⁵³

    Pablo Gallardo - Gabriel Livov


    ¹ Este nuevo campo [...] es el resultado de una multitud de intervenciones teórico-políticas cuyo efecto acumulativo en relación con las categorías del marxismo clásico es similar a lo que Heidegger denominó como destrucción de la historia de la ontología (E. Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Buenos Aires, Nueva Visión, 2000, p. 107). Para un tratamiento histórico-intelectual del marxismo postestructuralista, véase E. Palti, Saberes y verdades del marxismo, Buenos Aires,

    fce

    , 2005. Para una filosa discusión teológico-política, cf. J. Dotti, ¿Cómo mirar el rostro de la Gorgona? Antagonismo posestructuralista y decisionismo, en Deus Mortalis, núm. 3, Buenos Aires, 2004.

    ² Racionalidad y represión, en El abandono de las palabras [EAP], Córdoba,

    unc

    , 1994, p. 52.

    ³ Observaciones sobre la crisis de la política, p. 98 de la presente edición.

    Crisis de la política (1991), EAP, p. 124.

    ⁵ Cuando la dominación técnica coincide con la propagación de algo no viviente que, al introducirse en el organismo, usurpa las características de lo vivo y se confunde con él, los análisis de OdB remiten al concepto de control de W. Burroughs: recordemos el ciclo vital de un virus […] penetración de una célula o activación dentro de la célula, replicación dentro de la célula, huida de la célula para invadir otras células, huida del huésped para infectar a otro huésped (William Burroughs, La revolución electrónica, Buenos Aires, Caja Negra, 2009, p. 73).

    Racionalidad y represión, EAP, p. 44.

    Ibid., pp. 50-51.

    Ibid., p. 53.

    Crisis, p. 141 de la presente edición.

    ¹⁰ M. Clynes y N. Kline, Cyborgs and Space, en Astronautics,

    nasa

    , 1960, p. 30. Esta versión impresa de la conferencia se abre en los siguientes términos: Los viajes espaciales desafían a la humanidad no sólo técnicamente, sino también espiritualmente, en la medida en que invitan al hombre a tomar parte activa en su propia evolución biológica (p. 29).

    ¹¹ A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and Socialist-Feminism in the Late Twentieth Century, en Socialist Review, núm. 80, 1985 [http//:manifiestocyborg. blogspot.com].

    ¹² Cf. particularmente los artículos publicados en el núm. 6 (enero de 1994) de dicha revista. Entre la abundante bibliografía se destacan el libro de Negri, coescrito junto a Michael Hardt, El trabajo de Dionisio. Por la crítica del Estado Posmoderno (Madrid, Akal, 2003) y de los mismos autores −pero con más alcance y notoriedad−, Imperio (Buenos Aires, Paidós, 2002).

    ¹³ M, Lazzarato y A. Negri, Travail immatériel et subjectivité, en Futur Antérieur, núm. 6, 1994, p. 86. Véase también A. Negri, El exilio, Madrid, El viejo Topo, 1999.

    ¹⁴ Crisis, op. cit.

    ¹⁵ Las implicancias profundas de la lucha por la dominación del planeta a través de la conquista del espacio cósmico en el curso de la Guerra Fría no podían pasar desapercibidas a los ojos de Carl Schmitt: en el actual choque entre Oriente y Occidente, y en particular en la carrera gigantesca por nuevos espacios inconmensurablemente grandes, está en juego sobre todo el poder político de nuestro planeta, aunque pueda parecer muy pequeño. En consecuencia, también los nuevos espacios sin confines no son más que potenciales campos de batalla, y lo son en una lucha por el predominio sobre esta tierra. Los famosos astronautas y cosmonautas, hasta ahora empleados como estrellas de propaganda en los medios, podrían tener la ocasión de transformarse en cosmopiratas y quizá también en cosmopartisanos (C. Schmitt, Teoría del partisano, Buenos Aires, Folios Ediciones, 1984 [1963], p. 178). La sentencia de Schmitt parece hoy una profecía cumplida si tomamos en cuenta el empleo militar de diversas tecnologías cyborg a manos de la

    darpa

    (Defense Advanced Research Projects Agency), una división especial del Ministerio de Defensa de EU, originalmente creada en 1958 en respuesta al lanzamiento soviético del Sputnik (1957).

    ¹⁶ El lanzamiento al espacio exterior de las ratas cyborg de la

    nasa

    debe enmarcarse dentro de todo un proceso de puesta en vuelo de animales en trayectos suborbitales y orbitales que se intensificó durante los cincuenta y los sesenta. Además del lanzamiento común de insectos y ratones, los norteamericanos utilizaban monos (el macaco rhesus Albert II fue el primer animal en el espacio, a bordo de un cohete V2 lanzado en 1949) mientras que los soviéticos preferían perros (la perra Laika fue el primer animal en órbita, Sputnik 2, 1957).

    ¹⁷ Crisis" (1994), EAP, p. 76.

    ¹⁸ El cerebro de Lenin fue una auténtica cuestión de Estado para el régimen soviético desde 1925 hasta 1936; ver P. Gregory, Lenin’s Brain and Other Tales from the Secret Soviet Archives, Stanford, Hoover Press, 2007, cf. cap. 3.

    ¹⁹ Citado en D. Todes: Ivan Pavlov, Exploring the Animal Machine, Oxford University Press, 2000, pp. 91-92.

    ²⁰ Sobre este interrogante se ha abierto todo un campo para el desarrollo de las técnicas de control mental: lavado de cerebro, hipnopedia, persuasión química y subconsciente, psicocorrección acústica, en suma, toda una reflexología de masas elevada al rango de ideología de Estado. Según A. Huxley afirmara en 1958: hoy en día la policía comunista toma inspiración no del Gran Inquisidor ni de las SS sino de los fisiólogos y sus animales de laboratorio metódicamente condicionados (Brave New World Revisited, Harper, Nueva York, 1958, cap. 7: Brainwashing, pp. 48-49).

    ²¹ B. P. Babkin, Pavlov. A Biography, University of Chicago Press, 2007, p. 162.

    ²² Oscar del Barco, Esbozo de una crítica a la teoría y práctica leninistas [ECTPL], Editorial de la Universidad Autónoma de Puebla, 1980, p. 130. Por cierto, el comandante fue asesinado por sus guardiacárceles en la prisión Baturka de Moscú en 1920 (p. 127).

    ²³ ECTPL, p. 67.

    ²⁴ Ibid., p. 63.

    ²⁵ Ibid., p. 155.

    ²⁶ Ibid., p. 100.

    ²⁷ Idem. Por su parte, Marx es el nombre de las luchas cotidianas de los oprimidos dentro y fuera de las fábricas, es el nombre que la clase le ha puesto a su propio pensamiento; el marxismo es una forma-de-ser de las clases explotadas (Ibid., p. 181; p. 182).

    ²⁸ Citado en ECTPL, p. 136.

    ²⁹ Ibid., p. 138. La ‘persona misteriosa’, progresivamente, y marchando eso sí sobre montañas de cadáveres, se quedaría con todo. Fue, reconozcámoslo, una jugada maestra de la burguesía, la hiena disfrazándose de cordero, los técnicos neutros devorando la revolución bajo la consigna de la ‘eficiencia’, la vieja clase metamorfoseada en nueva clase con la bandera roja en alto preparándose para competir en el mercado mundial con el capitalismo… (Ibid., p. 146).

    ³⁰ Esta hipótesis de lectura se vuelve a presentar como muerte del marxismo en el Post-scriptum de El otro Marx (p. 145 de la presente edición) y en la analítica del gulag de La tortura, la inocencia y los sueños (p. 73 de la presente edición).

    ³¹ Crisis I, EAP, p. 58.

    ³² Crisis de la política (1991), EAP, p. 126.

    ³³ Crisis", p. 167 de la presente edición.

    ³⁴ La flecha que vuela inmóvil, EAP, p. 390.

    ³⁵ Heidegger y el ‘misterio’ de la técnica, p. 139 de la presente edición.

    ³⁶ Notas sobre la mística de Nietzsche, p. 229 de la presente edición.

    ³⁷ Idem.

    ³⁸ Idem.

    ³⁹ La ilusión posmoderna (1990), EAP, p. 139.

    ⁴⁰ Crisis II, EAP, p. 106.

    ⁴¹ El ‘peligro’ y lo que salva, p. 105 de la presente edición.

    ⁴² La noción de fenómeno saturado procede del teólogo J. L. Marion.Siguiendo el curso abierto por la problemática de lo sublime en Kant, Marion encuentra que en la manifestación del fenómeno saturado la intuición supera el concepto: se trata de un exceso de donación, carente de forma y de

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