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El arte de gobernar. Manual del buen gobierno
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Libro electrónico112 páginas1 hora

El arte de gobernar. Manual del buen gobierno

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El Arte de gobernar. Manual del buen gobierno es un ameno ensayo de ciencia política y filosofía, escrito con un lenguaje asequible, al tiempo que una evocación de los más importantes pensadores, con una mirada a sus aportaciones a este campo. En él se dan cita Solón y el Estado de Derecho; Confucio y el arte de gobernar; Cicerón y su valiente denuncia de la corrupción; Bacon y la tecnocracia; Thomas Hobbes y el ser social; Spinoza y el deber de todo régimen político... ¿De qué modo concibieron este oficio filósofos y eruditos a lo largo de la Historia y qué opinaron y razonaron sobre este arte? ¿Quiénes fueron esos grandes pensadores y cómo dieron forma a sus teorías?

Rogelio Guedea, ganador de numerosos premios literarios, como el Adonais o el Rosalía de Castro, firma este manual de utilidad no sólo para el lector curioso, sino también para el político o gestor que aspire a llevar a cabo un cambio real en el modo de ejercer su cometido. La primera parte, «Espejo de príncipes», es una guía para el gobernante o aquel que pretenda serlo, que incluye consejos prácticos y visiones generales sobre el arte político. La segunda, «Glosario político», es una evocación (y también un tributo) de los filósofos que más han influido con sus contribuciones teóricas sobre la materia, entre los que se encuentran Platón, Aristóteles, Max Weber, Bertrand Russell o Hannah Arendt, entre otros muchos. Un libro tan esclarecedor e instructivo como de agradable lectura.
IdiomaEspañol
EditorialLid Editorial
Fecha de lanzamiento27 sept 2017
ISBN9788417044992
Autor

Rogelio Guedea

Rogelio Guedea (México, 1974) es un prolífico y galardonado autor mexicano que se desenvuelve con maestría en varios géneros. Licenciado en Derecho por la Universidad de Colima y doctor en Letras por la Universidad de Córdoba, con un posdoctorado en Literatura Latinoamericana por la Texas A&M University (EEUU), fue becario del Fondo para la Cultura y las Artes en tres ocasiones y director de la colección de poesía El Pez de Fuego. Es autor, entre otros, de los poemarios Kora"" (Premio Adonais 2008) y Mientras olvido (Premio Internacional Rosalía de Castro 2001), y de las novelas 41 (Premio Memorial Silverio Cañada 2009 y Premio Interamericano de Literatura Carlos Montemayor 2012), ""La mala jugada"" y ""El crimen de Los Tepames"". En 2019 fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua en Colima.""

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    El arte de gobernar. Manual del buen gobierno - Rogelio Guedea

    Prólogo

    Los libros nacen, generalmente, para satisfacer una necesidad o alentar un deseo; también para responder a preguntas que nos hacemos a nosotros mismos, o para hacernos otras nuevas, en ocasiones, incontestables. Este libro no es la excepción: lo escribí con el fin de hacer frente a la crisis política (que también es moral) por la que atraviesa mi propio país, primero, y el resto de los países del mundo, después.

    La situación es precaria y ciertamente desoladora: la clase política, atrincherada en un obsoleto sistema de partidos, ha caído en un descrédito tal que el mayor de los males no es ya la corrupción sino la insensibilidad de los políticos que la practican, quienes bien podrían dedicarse a criar caballos pero jamás a dirigir los destinos de una sociedad ávida por redescubrir, así sea a costa de la propia vida, su perdido estado de bienestar.

    ¿Cómo hacer para ennoblecer el quehacer político y a sus políticos, a fin de que puedan cumplir las expectativas que les impone la sociedad moderna? ¿Cómo podrían tener mayor conciencia del rol social que desempeñan? ¿Cómo tendría que ser el político de hoy? ¿Cómo tendría que ser su política? ¿Cuál es el papel de los intelectuales? ¿De qué forma concibieron este oficio filósofos y pensadores a lo largo de la historia y qué opinaron sobre este arte? ¿Quiénes fueron esos grandes pensadores? ¿Existe una vía de salvación posible a esta crisis de valores?

    He tratado, en la medida de lo posible, de responder a todas esas preguntas a lo largo de este libro. Como el trayecto no era nada fácil, tuve que recurrir a la sabiduría de muchos teóricos de la filosofía política que, pese a estar lejanos en tiempo y en distancia, estuvieron cercanos en lo convincente de sus verdades, enseñándome con ello que la esencia humana ha sido y es siempre la misma, aunque las circunstancias sean distintas.

    De Platón a Sartori, pasando por Tomás de Aquino, Maquiavelo, Hobbes, Tocqueville, Hegel y Kant, mi interés principal ha sido convertir la respuesta a mis interrogantes en una especie de manual que sirva no solo al lector curioso o erudito, sino también al político práctico que pretenda llevar a cabo un cambio verdadero en la forma de ejercer su oficio.

    El libro está dividido en dos capítulos más un listado, al final, de obras clásicas de la filosofía política. El primer capítulo, titulado Espejo de príncipes, es una guía para el gobernante o para aquel que pretenda serlo; lo conforman consejos prácticos y visiones generales sobre el arte político. El segundo, Perfiles políticos, es un reconocimiento (y un homenaje) a los filósofos de la política que más han influido en la historia con sus aportaciones teóricas, entre los que se encuentran Platón, Aristóteles, Marco Tulio Cicerón, Thomas Hobbes, Max Weber, Bertrand Russell, Hannah Arendt y un largo etcétera. Un listado de obras clásicas sobre esta materia cierra los dos capítulos e invita al lector a continuar, por sí solo, su andadura en un ámbito de la conducta humana tan importante como la política.

    Me declaro incapaz de saber los alcances que esta obra pueda tener en los lectores, pero me daría por satisfecho sabiendo que al menos una idea o concepto les ha resuelto una duda o esclarecido una confusión; todavía más si les ha perfilado una aptitud o consolidado una pasión.

    Por lo demás, mi último y único deseo: que si esta obra llega a las manos de un político, le sea útil para el ejercicio de su carrera. Y que si lleva un mal camino, lo enderece; y que si bueno, lo reafirme, que tal empeño no merece mejor recompensa que la propia tranquilidad de su conciencia y la felicidad de aquellos a quienes sirve.

    ESPEJO DE PRÍNCIPES

    Política y excesos

    Nada ha dañado más el oficio político que los excesos de los gobernantes, ese deseo irrefrenable que los lleva a olvidarse de la sociedad que gobiernan para satisfacer hasta sus más nimias debilidades: autos de lujo, casas, negocios, etcétera. El sabio Hobbes, autor de Leviatán, decía que las leyes se habían creado precisamente para frenar este deseo irrefrenable de los gobernantes y, por supuesto, de los gobernados también, porque de otra forma terminarían en la ruina, los unos y los otros.

    Uno de los efectos claros de este deseo irrefrenable es la misma corrupción. Ante mayores índices de corrupción en un país, menor es la fortaleza del Estado de Derecho y mayor la ambición insaciable de sus gobernantes, que los lleva a cometer excesos que no hacen sino romper con la paz y la armonía social. Si bien un Estado de Derecho sólido puede frenar ese impulso de los seres humanos, es, sobre todo, la práctica de la virtud (que se adquiere con el estudio y la formación intelectual) la que nos sensibiliza en la mesura, la prudencia y la templanza, evitando con ello que queramos más de lo que realmente necesitamos para vivir. Esto es: que no cometamos excesos.

    Es importante aplicar la ley, sí, contra los gobernantes corruptos, pero más importante aún es permear con un sólido sistema moral a la propia sociedad de donde emergen esos políticos, porque, como se enseña en el Tao de la política, «el gobierno de la gente íntegra disimula la brillantez, esconde la ostentación, sustituye la realidad por el conocimiento intelectual, surge de la imparcialidad compartida por todos, se desembaraza de los anhelos seductores, elimina el deseo habitual y reduce los pensamientos angustiosos». Nada hay peor que un gobierno subordinado al derroche y a la frivolidad, dos vicios que están socavando la esperanza ciudadana de una vida siempre mejor.

    Mundo animal, mundo humano

    En el mundo de los animales no existen las leyes, todo es la ley del más fuerte. El león se come a la gacela porque es más fuerte que esta. La hiena al cordero. El zorro a la liebre. Y así. Gana el que es más fuerte y se libra el que es más hábil o astuto, pero no hay ninguna ley que aliente entre ellos la convivencia, pues los animales son puro instinto y jamás raciocinio. En el mundo humano, en cambio, donde se busca la asociación de muchos hombres para alcanzar la paz y el progreso social, pues el hombre no puede vivir solo, existen las leyes, lo que Rousseau llamó el «contrato social». De otra forma, la sociedad viviría sumida entre la guerra y la muerte. El mundo animal es gobernado por la ley del más fuerte mientras que el mundo de los humanos por la ley de la justicia. Cuando una sociedad no respeta sus propias leyes y, como en el reino animal, hace imperar solo la ley del más fuerte, entonces es claro que no vive en una sociedad sino en una selva. En nada se diferenciaría una sociedad sin justicia de una comunidad de animales, pese a que en estos últimos la razón y el juicio no

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