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La vida en el espejo retrovisor y otros cuentos portátiles
La vida en el espejo retrovisor y otros cuentos portátiles
La vida en el espejo retrovisor y otros cuentos portátiles
Libro electrónico102 páginas2 horas

La vida en el espejo retrovisor y otros cuentos portátiles

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En fragmentos es que se encuentra la vida. Pequeños elementos acomodados entre un juego de espejos dispuestos convenientemente para vernos, solo para eso. El autor nos hace detener el viaje y abstraernos en el detalle de cada pieza de la vida, para, al levantar la vista, advertir que el encuentro que más deseamos es con ese inasible sujeto que se nos refleja en el espejo. Este es un conjunto de cuentos cortos, reflexiones y breves anecdotas que nos regala el autor.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 nov 2013
ISBN9781940281353
La vida en el espejo retrovisor y otros cuentos portátiles
Autor

Rogelio Guedea

Rogelio Guedea (México, 1974) es un prolífico y galardonado autor mexicano que se desenvuelve con maestría en varios géneros. Licenciado en Derecho por la Universidad de Colima y doctor en Letras por la Universidad de Córdoba, con un posdoctorado en Literatura Latinoamericana por la Texas A&M University (EEUU), fue becario del Fondo para la Cultura y las Artes en tres ocasiones y director de la colección de poesía El Pez de Fuego. Es autor, entre otros, de los poemarios Kora"" (Premio Adonais 2008) y Mientras olvido (Premio Internacional Rosalía de Castro 2001), y de las novelas 41 (Premio Memorial Silverio Cañada 2009 y Premio Interamericano de Literatura Carlos Montemayor 2012), ""La mala jugada"" y ""El crimen de Los Tepames"". En 2019 fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua en Colima.""

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La vida en el espejo retrovisor y otros cuentos portátiles - Rogelio Guedea

Diario del caminador de ciudades

Ars crítica

Exilios

Homenaje a Lao Tse

Liminar

Doble cara

Diario I

El hombre y su destino

Arte de prudencia

De atrás hacia delante

El oficio I

Diario II

Sabiduría popular

Homenaje a Joubert

Nuevas inquisiciones

Homenaje a Confucio

Obra abierta

Diario III

Encuentros, desencuentros

Oficio de la luz

La vida sin fronteras

El oficio II

Umbrales

Diario IV

Ensambles

Sabiduría popular II

Filosofía circense

Demasiado humano

Diario V

Viaje vertical

El oficio III

Homenaje a Kafka

Fábula

Casas

Diario VI

Una de dos

Fachadas

El oficio IV

Diario VII

Álbum de familia

Contrafuertes

La realidad frente al espejo

Mochilas

En pareja

Puerta sin mar

Los otros somos nosotros

Mira cómo te miran

Acta del gregario

Girasol

Colima en Google maps

Álbum de familia

Biografías

Manos muertas

Errar

El vendedor de mandarinas

Zapatos

Pasajero en tránsito

Globalización y baños públicos

Sótanos

La vida sobre ruedas

Paisaje después de la batalla

El origen de la violencia

La vida en los aeropuertos

Futbolito

Una casa para un pájaro

Pies descalzos

Fronteras de niebla

Aeropuerto de Osaka

Feria

Lector ideal

Edad

Paraíso al revés

El mundo a cuestas

Yo soy mi casa

El escritor y la fama

Filosofía de la maleza

Mudanza

La vida en el espejo retrovisor

Padres e hijos

Mensajes de segunda mano

Retratos y quimeras

Traducciones

El amor que yo quería contar

Headline

Los límites de la mano

El escritor frente a su lector I

Parejas

Llamadas internacionales

Mujer portátil I

Cuestas

Droga

Amor y viceversa

Blackberry

El hombre al que se le paraban las palomas en el sombrero

Soldado abajo

La humana tecnología

Maneras de perder

Muñeca

La mujer que compraba botones para la camisa rosada

Lectura y compromiso

Vidas que se alternan

Mujer portátil II

Líneas paralelas

Estatuas

Amantes de lo ajeno

Staff Club

Torturas

El hombre que tendía puentes

Fábula del buen hombre y su hijo

Mujer portátil III

Retrovisor

Chimeneas

Paradoja del tahúr

Telefonía celular

El hombre que esperaba sentado sobre una piedra

Mujer portátil IV

Puentes

El escritor frente a su lector II

Libros sin orillas

Amistades insumisas

Dietas

Mujer portátil V

Antes del después

Círculo de cuatro esquinas

El viajero inmóvil

Supermercados

Antes y después

Pasado en claro

Mujer portátil VI

Paradero inmóvil

Selección natural

Cada día es una pequeña vida.

Horacio

Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida,

no puedo tocarla.

Fernando Pessoa

Diario del caminador de ciudades

Ars crítica

La otra noche que me disponía a cenar puse la cafetera y metí dos panes en el tostador. Lo hice mecánicamente, como siempre. Actos que uno va realizando, mientras piensas en actividades que hiciste ayer o harás mañana o dentro de un rato. Pensamientos mecánicos como poner la cafetera o meter dos panes en el tostador. Mientras ponía sobre la estufilla la cazuela para freírme un par de salchichas, me di cuenta de que había una mosca parada en el quemador. Por primera vez en mi vida no tuve la intención de matarla. Otras veces sí: lo primero que hace uno es tener la intención de matarla. Pero esta vez no. Así que antes de encender la estufilla, decidí evitarle a la mosca la más mínima tragedia. Entonces me incliné un poco y le di un tafitazo. Seguramente la mosca perdió el equilibrio de vuelo, trompeó en el aire y, segundos después, fue a caer justamente en las rejillas del tostador. Inmediatamente después, un chris [¿?] de alas quemándose me anunciaba que cualquier intento por salvarla era inútil. Justo cuando cogí el sartén por el mango, recordé aquella fábula oriental que nos enseña que a veces es mejor no meterse donde no nos llaman, porque si no nos pasa como aquel que fue por lana y regresó trasquilado.

II

Lo importante no es decir tal o cual cosa. Ni siquiera decirla de tal o cual manera. Lo importante es saber que si no decimos tal o cual cosa de tal o cual manera nadie más podría hacerlo.

Exilios

Los que se quedan no saben que al que se va lo empiezan a olvidar las cosas y los seres que dejó. Lo empieza a olvidar la silla donde se sentaba a contemplar el día, lo empieza a olvidar el autobús que tomaba para ir al trabajo, lo empieza a olvidar el cepillo de dientes de todas las mañanas, las camisas y zapatos, la cucharita. Los que se quedan no saben que el que se va llega a un país o casa hecho de cosas y seres que no lo reconocen, y ni siquiera pueden señalarlo con el dedo. No lo reconoce la silla donde se sienta a contemplar el día, no lo reconoce el autobús que toma para ir al trabajo, no lo reconoce el cepillo de dientes de todas las mañanas, las camisas y zapatos, la cucharita. Hay un momento en el que para el que se va y llega sólo hay un hilito delgado incapaz de sostener la pata o el canto de un pajarillo, incapaz de sostener también la tristeza del que se sentaba a contemplar el día, incapaz incluso de sostener el día mismo. Sólo el que se va y llega sabe que los seres y las cosas que lo nombran no nombran lo cierto, lo real, tan sólo advierten una sombra en lo que nombran, un fantasma que ya no puede reconocerse en aquello que dejó ni tampoco en eso otro que ahora tiene.

Homenaje a Lao Tse

Pensando cómo de los pequeños acontecimientos se sacan grandes verdades. Escribiendo, por ejemplo: gracias a los trabajos de la hormiga sabemos lo bien que hace la perseverancia. O escribiendo: gracias a un pedazo de madera consumiéndose en la chimenea sabemos cuán vulnerable es el corazón del hombre. Y cuán pasajero. O incluso escribiendo: nada se puede contra la mala hierba del jardín, como nada contra el rencor humano, que también abunda. Pensando en la rosa romántica y virtual, tan frágil aun así. Y escribiendo cómo de los pequeños acontecimiento se sacan grandes verdades, como si tan sólo bastara saber la historia de un pueblo latinoamericano el más olvidado de todos ellos, si se quiere para saber lo que es América. O como si bastara tan sólo mirar por la rendija de una ostra para entender a la mar y sus oleajes. O como si amar tan sólo a una sola mujer la misma los lunes y los miércoles, los martes y domingos bastara para conocer, siempre a tan altas horas de la noche, a toda mujer.

Liminar

Las palabras envejecen con el tiempo. Aunque no son la realidad, nacen de la realidad. La realidad de las palabras tiene principio y final, como el amor. Nosotros (la realidad) somos el agua de las palabras: el pan duro que las hace crecer, el platón de sopa que las renueva. Nuestro deber (el de las palabras) es sólo decir la realidad presente: su pasado, su futuro, ni su pasado, ni su futuro. En la realidad presente (en las palabras que ahora digo) crepita la memoria del porvenir. Nace y muere el recuerdo en la realidad presente: en esto que soy. Nace y muere el porvenir en la realidad presente: en esto que imaginas que soy. Por eso, para detener el tiempo (las palabras, la realidad) sólo basta con que dos, que antes se amaron, se vuelvan a encontrar.

Doble cara

Todas las cosas tienen una doble cara. La cara de la alegría y la cara de la tristeza. La cara de la honestidad y la cara de la inmundicia. La cara del amor y la cara del desprecio. La cara de lo cercano y la cara de lo distante. Todas las cosas, a saber, tienen una cara buena y una cara mala. La cara buena tiene grandes explanadas, jardines botánicos, una playa azulísima en el Caribe, dos perrillos falderos. La cara mala, por el contrario, es menos que un breñal, un pequeño apartamento en medio del desierto, sin servicios ni ventanas, ni siquiera un espejismo o una víbora de cascabel. Cualquiera podría pensar que para distinguir la doble cara de las cosas sólo necesitamos un miralejos o un microscopio, pero no es así. La doble cara de las cosas

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