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Cita con un ángel: 13:13 hrs.: Encuentro con una historia de amor
Cita con un ángel: 13:13 hrs.: Encuentro con una historia de amor
Cita con un ángel: 13:13 hrs.: Encuentro con una historia de amor
Libro electrónico204 páginas2 horas

Cita con un ángel: 13:13 hrs.: Encuentro con una historia de amor

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Información de este libro electrónico

CITA CON UN ÁNGEL es un testimonio donde la autora, Verónica Martínez Sentíes, relata el proceso a través del cual su hijo Amador falleció tras una ardua lucha en contra de un tumor en el tallo cerebral, apelando a todos los recursos de la ciencia médica.
A partir de dicha pérdida, la autora detalla no solo cómo superó su duelo, sino que pone de ma
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 abr 2020
ISBN9786072917415
Cita con un ángel: 13:13 hrs.: Encuentro con una historia de amor
Autor

Verónica Martínez Sentíes

Verónica Martínez Sentíes es Licenciada en Relaciones Internacionales y Licenciada en Derecho, ambos grados obtenidos en la Universidad Iberoamericana. En su trayectoria profesional ha ocupado diversos cargos en dependencias gubernamentales, enfocándose en la negociación, comunicación y relaciones públicas. Dentro de los medios de comunicación ha sido co-conductora del programa "Lammoglia, la familia y usted”, y conductora del programa “Nosotras Hablamos” en la barra femenina de Radio Fórmula. Dirige el Programa "SOS Mujeres en Crisis” para las Jornadas de Salud Mental en la Ciudad de México. Es Presidenta Fundadora de "Nosotras Hablamos A.C.”, organización dedicada a la protección de la salud física y mental en la familia. Y ha sido activista en la defensa de los derechos de las niñas, niños y adolescentes. Ha participado como voluntaria en diversas misiones de "Mission: BRAIN Organization”, organización no gubernamental sin fines de lucro, que atiende múltiples actividades relacionadas con la neurocirugía. Es promotora del Movimiento de Cuidados Paliativos a través del programa de acción Escuadrón ATM, dedicado la atención de los Cuidados Paliativos Pediátricos. Es fundadora de "Mujeres de Hierro” y de "Encuentro Mujeres Por La Paz”. Asimismo, realiza trabajo voluntario y de políticas públicas.

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    Cita con un ángel - Verónica Martínez Sentíes

    DEDICATORIA

    Dedico este libro a todo aquel que pueda mirar con el corazón.

    AGRADECIMIENTOS

    Agradezco a mi familia, a mis amigas, amigos, y a cada uno que por circunstancias de espacio no pudo ser mencionado, pero que han sido parte esencial en este proceso de transformación. Agradezco a todos aquellos que fueron tocados en su corazón por Amador y me lo hicieron saber, sin duda abrieron la brecha de un camino seguro para encontrar mi sentido de vida.

    PREFACIO

    No hay nada más difícil que mirar a un pequeño ángel padecer un tumor en el cerebro. Un padre o madre harían cualquier sacrificio por cambiar ese rol y ser quienes afrontaran dicha adversidad, como en esta historia que Verónica relata. Sí, Amador es un héroe que ha cambiado vidas a su corta edad y a pesar de no estar aquí físicamente con nosotros, espiritualmente él está presente en todos aquellos que lo tocamos y muchos más que no lo conocieron. Amador sigue cambiando el mundo gracias a su mamá y a su familia, quienes continúan inspirándonos.

    ¿Será la muerte el fin o el inicio de algo más poderoso que no entendemos? No lo sé. Lo que sí sé es que muy pocos podemos transformar, a partir de algo tan difícil como el perder un ser querido, en algo positivo. Amador es un héroe y Verónica una Súper Héroe que lleva el espíritu de Amador en sus trillones de sinapsis que conforman esta galaxia en su cerebro. Amador ha hecho más a sus 13 años que muchos súper héroes hacen en 1313 años, y por eso me inspira saber que él sigue vivo y ayudándonos a construir puentes para cambiar el mundo.

    La historia que abordaremos en este libro es un relato de amor, la historia de un ángel, una cita con la vida en esta montaña rusa llena de altas y bajas, así como nos expresa Verónica. ¿Cómo mirar luz cuando todo es oscuro? ¿Cómo darle tiempo al tiempo cuando no existe razón para contar los minutos y existir? Verónica lo ha hecho y ha seguido buscando a Amador en el más allá, y nuestros ojos nos arden y se llenan de lágrimas, pero no podemos dejar de leer este libro porque queremos entender cómo ha hecho ella para cambiar el mundo cuando las respuestas parecían no existir y, al caer la noche, el tiempo transcurría lentamente.

    De Verónica aprendí que el amor es real, infinito y nos hace ser súper héroes sin percibirlo. Nos damos cuenta, como ella expresa, que nada es en vano y eso nos da fuerza para seguir adelante en momentos oscuros de nuestras vidas. ¡Qué historia! ¡Qué mamá! ¡Qué hijo! ¡Qué familia! Sé que al leer este libro te quedarás con ánimo y esperanza para desear también cambiar el mundo.

    Dr. Alfredo Quiñones-Hinojosa, Dr. Q

    Neurocirujano e investigador.

    1

    El hospital

    —Parpadea una vez para decirme que sí. Y parpadea dos veces para decirme que no. Sabes que te amo, ¿verdad? ¡Que eres lo más importante en mi vida!

    Amador parpadeó una vez.

    —Ahora, dime que me amas…

    Él volvió nuevamente a parpadear una vez.

    —Dime, por favor —le pregunté desesperadamente—, ¿soy lo más importante en tu vida?

    Y lentamente parpadeó una vez más, mirándome con sus enormes y bellos ojos negros. Fue así la última conversación que tuvimos mi hijo y yo. Dos horas después murió…

    a.

    El nacimiento

    Iniciaré por el principio. Amador, —el que ama mucho—, nació un 9 de julio. Un día que coincidió con el nacimiento del Emperador Kaneyama, de Japón, quien introdujo el Budismo al imperio mongol. Así como un 9 de julio de 1789 nació Ann Radclife, una mujer escritora, llegando a ser sus obras las más populares de la época. Un 9 de julio, como nació la madre del filósofo Schopenhauer. Su hijo, un ateo y un extraordinario filósofo, trabajó arduamente para explicar que vivimos con el miedo a morir. La existencia humana está esclavizada a ese miedo de enfrentar el final de la vida, decían sus escritos. Su gran legado fue aceptar esa negación y liberarnos de ese miedo que se llama muerte. Por lo que me es necesario recordar esa maravillosa frase de Schopenhauer que dice:

    La muerte es el genio inspirador, el musagetas de la filosofía. Sin ella difícilmente se hubiera filosofado.

    Fragmento de La Muerte, de Arthur Schopenhauer.

    El anuncio de la presencia de Amador en mi útero fue una noticia primorosa. Algo en mi interior me expresaba que venía de manera especial. Este era mi segundo embarazo. Antes ya había gozado esa maravillosa experiencia que significa ser madre. Tenía una niña llamada Wonder Vero, la hermanita de quien hoy estoy contando esta historia. Ella era mi motor y luz de mi vida.

    Junto a mi esposo y compañero de vida, Mr. Héroe, esperábamos con ansia ese embarazo. Recuerdo que a los tres meses del mismo, una doctora me realizó un ultrasonido y preocupada me expresó: Traes un problema en la placenta y este bebé lo vas a abortar. Me lo dijo tan segura que suponía que estaba en una grave situación. Llamamos inmediatamente a mi ginecóloga, quien nos envió a realizarme otro ultrasonido. Los resultados fueron óptimos. ¡Todo era falsa alarma! No había placenta previa y mi bebé nacería perfectamente sano, así disfruté de mi embarazo hasta el día de su nacimiento.

    Finalmente llegó el 9 de julio. Estábamos listos para recibir a nuestro bebé que, en realidad, no sabíamos si sería niño o niña. Habíamos querido mantener el suspenso. Llegado el momento, Mr. Héroe, Wonder Vero y yo llegamos al hospital. Luego de algún tiempo de espera, entré a quirófano y aparentemente todo iba bien. ¡Oh, sorpresa! Lo ideal y sublime comenzó a tornarse en una nube gris que dejaba poco espacio con luz. Se presentó una contingencia que alarmó a todos. Yo solo veía el rostro desesperado de médicos y enfermeras, pero estaba imposibilitada para moverme. Solo podía gritar:

    —¿Qué está pasando? ¡Díganme qué pasa! —expresaba desesperada dentro del quirófano del hospital de maternidad. Y al poco obtuve respuesta:

    —No te espantes Vero, es que cortamos tu vejiga por accidente —contestó la doctora.

    —¿Y mi bebé? ¿Cómo está mi bebé? ¿Está bien?

    —Sí, él está bien —contestaba agitadamente la enfermera.

    —Hubo un problema, ¡y primero hay que atenderte a ti! Tu vida es primero —dijo Mr. Héroe, tratando de darme tranquilidad.

    ¡En ese momento me percaté que las cosas andaban realmente mal! La enfermera corría, había gritos y personas asustadas. Mi sangre se derramaba a cascadas de la camilla. El lugar olía a tensión, dolor, y a múltiples unidades de sangre. Finalmente, después de dos horas de ardua lucha por lograr mantenerme con vida, nació mi bebé. ¡Nació justamente a las 11:25 a.m.! Y puedo afirmar con toda franqueza que los astros se alinearon para que naciera un portavoz del amor en ese quirófano que olía a desesperación, donde se derramaba sangre de un útero lleno de esperanza de vida, donde los ángeles espectadores decidían el futuro de dos seres enlazados por un cordón umbilical imposible de romper. Se despejaron las nubes grises y se abrió la luz en ese quirófano. Nació limpio, pero sellado por una cicatriz de bisturí en forma de Z sobre su frágil frentecita (quizá de Zorro, la forma de un rayo de luz o simplemente una señal estilo Harry Potter, como él mismo se decía). El grito esperado de Mr. Héroe nos dio la feliz noticia: ¡¡¡Es niño!!!

    ¡Ahí vi su luz! ¡Sentí cómo vino a salvar mi vida! No sé si elaboró un plan maestro antes de entrar a este plano terrenal o pactó vida por vida. Sí, segura estoy que Amador, antes de nacer, hizo un pacto para darme vida y quedarme con él. No sé cómo haya sido, pero sí sé que me escogió a mí para amarnos y abrazarnos. ¡Para que él pudiera tener una madre, aunque solo fuera por el tiempo previamente pactado!

    Así como nació el universo, así nació mi esperado Amador. Así como nacen las flores y nacen las aves, así mi querido hijo nació.

    Estrellas y astros se alineaban en el último momento para dar vida a una estrella. Desde que nació venía ocultando, este gran maestro, el destino que tenía preparado. ¡Ese era su gran secreto!

    A partir de ese momento, la vida transcurrió en plena felicidad con un niño lleno de amor. Nuestra princesa Wonder Vero había nacido sin complicaciones cuatro años antes que Amador, y emocionada esperaba la llegada de su hermanito. Cuando Amador llegó, ella recibió un vestido rojo y unos tenis que combinaban. Le decíamos: esto te lo trajo tu hermanito. ¡Él te trajo regalos! Era una especie de salvavidas y consejo de consuelo que habíamos leído. Decidimos ponerlo en marcha para impedir que se sintiera desplazada ante la llegada de su hermano.

    Tiempo después Wonder Vero supo que el regalo había sido Amador mismo. Ella lo guiaba, le enseñaba a jugar, a caminar, lo cuidaba y regañaba a los niños que querían abusar de la nobleza de su hermano. Wonder Vero le ofrecía eso que a Amador, por su bondad y luz especial, no tenía. Ella era esa guerrera que le cubría las espaldas, era su fortaleza y su noble escudera.

    Disfrutábamos siendo una familia, como dicen, con nuestra parejita. Íbamos al cine, paseábamos en el parque y recorríamos Chapultepec (cerro de chapulines), considerado el pulmón de la Ciudad de México, lugar donde visitábamos museos y hacíamos fiestas hasta cansarnos. Su vida de pequeñín estaba llena de ficción, entre soldados, tanques, aviones, barcos y camiones de bomberos. Incluso Federico, el mejor amigo de Mr. Héroe, le regaló su camión favorito: un camión de bomberos eléctrico, con todos sus detalles y pormenores. Cuando Amador apretaba el botón del camión, las escaleras se subían automáticamente tan altas, que mi hijo no lo podía creer. Había sido uno de sus regalos preferidos. Aunque confieso que ese mismo camión transportaba soldados al igual que indios apaches, astronautas y bomberos.

    Las películas trasladaban a Amador a otro mundo. Recuerdo que un día estábamos acostados entre almohadas en una cama king size, de un hotel. Teníamos una preciosa vista hacia la bahía de Miami, y disfrutábamos de una botana que nos fascinaba: ¡queso con papas! ¡No se podía pedir más! Vimos una película que a Amador, con sus cuatro añitos, le impactó. Se trataba de Brigada 49. Era la vida de los bomberos y sus sacrificios. Todos la veíamos con emoción. Tenía un reparto de muy buenos actores. Entre ellos, uno de mis favoritos: John Travolta. La película nos mantenía el corazón atrapado. Jack, el protagonista, era bueno, sensible, amoroso, guapo y el mejor bombero. Sacrificaba su vida para rescatar a unas personas en un edificio en Baltimore. Al finalizar la película, Amador preguntaba por qué Jack se había muerto. Me sorprendía y me complicaba la existencia pues, ¿cómo podía explicarle que es la muerte a su corta edad? Su entendimiento de la muerte era un tema universal. Christian Zañartu explica que los niños entre 3 y 5 años no son conscientes de lo que implica la muerte como algo definitivo. La perciben como un sueño, porque tampoco tienen una noción real del tiempo. Saben que es una ausencia, es decir, entienden que la gente se muere, como se mueren los compañeros, los perritos, los gatitos y las plantas...

    Él veía la película una, dos o tres veces, y solía preguntarme lo siguiente: ¿Si le regreso a la película, Jack puede revivir, mamá? Yo le decía: Sí... regrésale y Jack seguirá vivo. Amador se quedaba contento con mi respuesta y así lo revivía una y otra vez. Hasta la fecha aún no puedo volver a ver esta película. Ver a Jack es revivir esos momentos; sin duda, y cierta estoy, que algún día lo podré hacer. La historia de Jack, así como la de Amador, es una historia verídica como muchas otras. Siempre la muerte de un niño o de un hombre joven como la de mi padre, a sus 33 años, se convierte en tragedia o pérdida que dejan grandes huellas.

    Lo más relevante de esta película es su título: Brigada 49. Lleva mensaje en su numeración, es decir, suma 13. Y les advierto que, en esta historia, el número 13 se convertirá en la entrada a un mundo fantástico. ¡Veremos cómo el 13 estará relacionado con mensajes de vida!

    Era de admirarse que, a su corta edad, a Amador le llamaban la atención los relatos de soldados y héroes que sacrificaban su vida. Se convertían en su principal tema de interés. La muerte le parecía algo que tenía sentido en su vida, y, lo confieso, en la mía también. No sé si era producto de la intuición de mamá o que ese miedo de perderlo estaba presente en todo momento. Recuerdo que un día una amiga me dijo: «Dicen que hasta la mamá más pepina¹ presiente la muerte de un hijo».

    En mis pensamientos nunca me imaginé a Amador casado, ni con hijos, sino que mis imágenes contemplando su futuro se quedaban en los doce años aproximadamente. Siempre había algo que me frenaba a pensar más allá de los doce años. Por ejemplo, cuando íbamos juntos en el auto convertible de Mr. Héroe, él me decía: Ma’, ¿dime cuál coche te gustaría que te compre cuando seas viejita? Y yo le decía: Cómprame un Ferrari. Yo podía visualizar que andaría en un Ferrari a los 70 años. Sin embargo, él no iba en ese Ferrari.

    Ese presentimiento era constante, y me permitió amarlo y protegerlo más que nada. Yo veía en él un amor especial; un amor que solo viene como un relámpago a tocar corazones y dejarlos marcados.

    Amador creció preguntándome mil veces qué era la muerte y este siempre fue un tema recurrente. Recuerdo que un día desperté entre mareos y vómitos. Como tenía un evento, me levanté como pude y salí arreglada de mi casa. A medio camino, el dolor se hizo insoportable y le pedí al Leal Sergio, una persona siempre dedicada, trabajadora y de toda la autoridad moral, que me llevara al hospital. Cuando llegamos no tuve fuerza ni para registrarme: llegué pisando el suelo como un perro, vomitando y pidiendo ayuda. De inmediato me operaron por apendicitis. En casa, Amador y Wonder Vero preguntaban por mi estado, y mi familia procuró informarles que había sido sometida a una cirugía de emergencia. Debido a su corta edad, Amador no podía acompañarme, por lo que le pidió

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