Hasta un angel tiene algo de diablo: Cómo dejar de ser tu peor enemigo
Por Debbie Ford
3.5/5
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Debbie Ford
DEBBIE FORD (October 1, 1955 - February 17, 2013) is the national bestselling author of Dark Side of the Light Chasers, Secret of the Shadow, Spiritual Divorce, The Right Questions, The Best Year of Your Life, Why Good People Do Bad Things, and The 21-Day Consciousness Cleanse.
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Comentarios para Hasta un angel tiene algo de diablo
13 clasificaciones2 comentarios
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Reading about the "masks" that people wear in their public and private persona was pretty fascinating.
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5This is a book that generated mixed feelings in me. I definitely appreciate Ms. Ford's attention to the subject of self-sabotage but I don't agree with her assessment of our shadow sides. (Perhaps I am more in denial than I think.)Ms. Ford does an eloquent job writing about the multiple ways we sabotage ourselves in our best attempts to do good and be good. I particularly enjoyed the chapter entitled, "The Masks." In it, she chronicles the various masks our wounded ego wears to show the world who we want them to see. It will be difficult to read that chapter and not see the mask or masks of your personal preference.What I didn't agree with was her statement that we have to embrace our shadow side and proudly proclaim how those qualites we or society has deemed negative actual serve us. Take nastiness for example. I may not want to admit any part of me is nasty. I want to always be nice, kind and good. So, when any nastiness surfaces, I attempt to keep it buried because I've decided it isn't good.Ms. Ford suggests that we are equal part positive and negative traits. In order to fully integrate ourselves, we must embrace both sides. She suggests that nastiness might serve me well if I've hired a contractor to fix something in my home and he is repeatedly not doing the job he was hired to do in a competent manner.Here is where I diverge from her thinking. Certainly, the majority of people, wouldn't fault anyone for getting nasty in a situation like that. However, I am personally on a spiritual quest. I have embraced the idea of transcending my ego, as Eckhart Tolle, David Hawkins and others discuss. This is my past. So, while I recognize that my ego has all personality traits associated with it, my preference is moving beyond ego to my spiritual self where there is only love and acceptance.So, depending where you are at in your journey, I think you could find this book useful. If you are challenged by feelings of unworthiness and find you can't be authentically who you are, or you are involved in a lot of self-sabotage, then you may want to pick up this book.
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Hasta un angel tiene algo de diablo - Debbie Ford
PRIMERA PARTE
LA BATALLA SIN FIN
1
EL EFECTO PELOTA DE PLAYA
Hasta un ángel tiene algo de diablo nos ofrece una investigación profunda de las fuerzas ocultas que nos conducen a cometer actos increíbles de autosabotaje y autodestrucción. Todos hemos escuchado las historias; aparecen en las noticias, en las portadas de los periódicos y como titulares en los tabloides semanales: el héroe de los Juegos Olímpicos que cae de la gloria después de ser acusado de inyectarse esteroides, el evangelista de la televisión que es arrestado por solicitar servicios de prostitutas, la maestra de escuela que tiene una relación amorosa con uno de sus estudiantes o la estrella de béisbol que apuesta en sus propios partidos. Estas son demostraciones públicas de personas buenas que han tomado el mal camino y se han vuelto nuestra obsesión nacional.
Pero suceden otros innumerables actos de autodestrucción y de crueldad impensada, desconocidos para nosotros, en nuestros propios círculos: el exitoso cirujano de ojos que pierde en apuestas el dinero de la educación de sus hijos, el funcionario público que acepta un soborno, la mamá de la Asociación de Padres de la escuela que tiene una relación amorosa con el mejor amigo de su esposo, el administrador del hospital que comete un fraude con el seguro o el gerente financiero que malversa dinero de sus clientes. Estas son personas que la mayoría de sus pares consideraría buena gente, no delincuentes comunes, psicópatas ni sociópatas, cuyas historias podrían predecir sus comportamientos inescrupulosos. Son personas como tú o como yo, personas que comenzaron con grandes sueños para el futuro. Pero a pesar de sus buenas intenciones, estas personas consideradas buena gente, hicieron cosas malas, la mayoría de las veces sin siquiera saber por qué.
Nuestra sociedad es exuberante en actos de autodestrucción que dejan a la mayoría de nosotros perplejos y preguntándonos, ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué lo hice? ¿Cómo pudo suceder esto?
El autosabotaje es el martillo proverbial sobre la cabeza que finalmente nos despierta, exigiendo que prestemos atención. Para la mayoría de nosotros hace falta que suceda algo devastador para que abramos nuestras mentes y nos adentremos en nuestros corazones. Hace falta el dolor de un corazón herido y de sueños destrozados para empujarnos más allá de las realidades limitadas que hemos creado nosotros mismos.
Nos guste o no somos seres espirituales y hay algo en nuestro ADN que nos empuja a regresar a nuestro origen —nuestra verdadera esencia, nuestro yo más grandioso, nuestro ser sin límites. Uno de los modos por los que inconscientemente aseguramos nuestro regreso es a través del dolor. El dolor es el generador más poderoso del cambio. Es la palanca espiritual que abre la puerta a nuevas realidades. ¿Miraríamos nuestro ser más profundo, nos detendríamos en él, lucharíamos con él, indagaríamos en él e iniciaríamos cambios si en nuestras vidas todo estuviese perfecto? Lo más probable es que siguiéramos viviendo día tras día en la comodidad de nuestros mundos conocidos.
El autosabotaje es un catalizador que puede cambiar nuestro mundo en un instante. Podemos ir de arrogantes y ciegos a humildes y abiertos —sólo en cuestión de segundos. El dolor que nos causamos es un tremendo regalo espiritual. Cuando es explorado y entendido por su verdadero propósito, el dolor de nuestro propio autosabotaje revela territorios nuevos e ignotos que pueden cambiar el curso de nuestras vidas.
El bajo fondo de la psiquis humana
El bajo fondo de la psiquis humana, a lo que a menudo nos referimos como nuestro lado oscuro, es el origen de cada acto de autosabotaje. Nacido de la vergüenza, el miedo y la negación, dirige erradamente nuestras buenas intenciones y nos conduce a actos impensados de autodestrucción.
La vergüenza y la negación alimentan nuestro lado oscuro por una simple razón: si aceptáramos nuestras debilidades, defectos y negligencias como una parte natural de nuestra humanidad, tendríamos la habilidad de pedir ayuda cuando nos enfrentamos a un impulso que no sabemos cómo manejar. Reconoceríamos que esos impulsos oscuros —tales como tener sexo con otras personas que no son nuestro cónyuge, tomar dinero que no nos pertenece o mentir para alcanzar una mejor posición— son una parte natural de nuestra humanidad que necesita ser entendida y aceptada. Pero dado que estos impulsos no son explorados ni examinados, quedan envueltos en la vergüenza y la negación y son abandonados en la oscuridad. Y es allí donde nuestro ser de las sombras, con todos estos aspectos no queridos y negados por nosotros mismos, encuentra mayor poder, hasta que un estallido se hace inevitable.
Cada aspecto de nosotros mismos que hemos negado, cada pensamiento y sentimiento que hemos juzgado inaceptable y erróneo, finalmente hace su aparición en nuestras vidas. Cuando estamos ocupados proyectando un negocio, creando una familia o cuidando de aquellos a quienes amamos, cuando estamos demasiado ocupados para prestar atención a nuestras emociones, debemos ocultar nuestros impulsos oscuros y cualidades que nos llenan de vergüenza, lo cual propicia el riesgo de una explosión externa. En cuestión de minutos, cuando menos lo esperamos, un aspecto nuestro rechazado o que no queremos puede aparecer y destruir nuestras vidas, nuestras reputaciones o el fruto de nuestro arduo trabajo. Esto es lo que llamo El Efecto Pelota de Playa.
Piensa en la cantidad de energía que exige mantener una pelota de playa inflada debajo del agua por un largo rato. En el momento en que te relajes o quites la atención necesaria para mantenerla sumergida, la pelota saltará y te salpicará agua en la cara. El Efecto Pelota de Playa funciona cuando has suprimido algo profundamente en tu psiquis, lo has guardado en las hendiduras de tu subconsciente y, luego, justo cuando piensas que todo marcha bien, algo sucede: envías un correo difamatorio al colega equivocado, te ves tentado a traicionar a quien amas por una noche de pasión sin sentido, conduces un auto después de haber bebido tres copas y eres arrestado por manejar ebrio, te encuentran echando mano en el fideicomiso de tu familia, tienes un ataque de furia frente a tu nuevo amante, haces un comentario inapropiado que te cuesta tu empleo, te equivocas en una importante fecha de entrega justo antes de tu gran evaluación, te envalentonas y golpeas a tu hijo en un momento de frustración… En otras palabras, la pelota de playa —tus impulsos reprimidos y tu dolor sin procesar— aparece de pronto y te golpea en la cara, saboteando tus sueños, robándote tu dignidad y dejándote empapado de vergüenza.
¿Cuántos actos más de autosabotaje tenemos que presenciar para entender los efectos devastadores de negar y suprimir nuestros residuos emocionales sin procesar? Don Imus es un ejemplo perfecto. Ahí tienes a un hombre que trabajó duro durante treinta y cinco años para convertirse en una de las celebridades más importantes de la radio y la televisión del país —toda su carrera se basó en la comunicación— y, en menos de un minuto, destruyó la reputación que le llevó años construir. La pelota de playa saltó y lo golpeó en la cara.
Mel Gibson construyó la imagen de alguien que tiene una fuerte posición moral y ética y realiza películas con fuertes mensajes espirituales. Y aunque él vehementemente niega acusaciones de antisemitismo en su film La Pasión de Cristo, en un momento de frustración y cegado por el alcohol, dejó escapar aquellas opiniones y creencias que escondía en la sombra. Cuando lo detuvo la policía y fue arrestado por conducir ebrio, se avergonzó a sí mismo con un aluvión de declaraciones escandalosas.
La pelota de playa tiene innumerables maneras de aparecer de repente y devolvernos a la realidad de un golpe. Puede ser algo tan pequeño como tener una discusión con tu esposo justo antes de salir a una cita amorosa luego de mucho tiempo o criticar a tu hija frente a sus amigas después de haber invertido meses en elevar su autoestima. Podría manifestarse al dejar pasar el tiempo sin actualizar tu currículum y de esa manera perder una gran oportunidad o al pasarte una noche frente al refrigerador después de haber hecho dieta por tres meses. Otra manifestación podría ser quedarte dormida y perderte el agasajo por la futura boda de tu mejor amiga o llamar a tu pareja con un nombre equivocado. Puede ser hacer un comentario antipático pensando que la otra persona ya ha colgado el teléfono cuando todavía no lo ha hecho. Mientras no queramos ver las pelotas de playa que están por debajo de la superficie de nuestra conciencia tendremos, sin saberlo, que vivir temiendo el momento en que afloren y temiendo los efectos que pudieran provocar en nuestras vidas y la vida de otros cuando esto suceda. Y créeme, son raros los casos en que los únicos lastimados somos nosotros; la mayoría de las veces, nuestro dolor sin procesar lastimará a muchas personas. Se incomodarán muchas vidas, se destrozarán muchos corazones y se acabarán salpicando muchos observadores inocentes.
Pensemos en nuestras emociones reprimidas y cualidades no reconocidas como si fueran lava humana. La lava existe debajo de la superficie de la tierra. Si no hay respiraderos para el vapor en la superficie terrestre para que se libere la presión de la fuerza poderosa que yace debajo, su único modo de salir es en forma de erupción. De igual modo, en nuestras psiquis crecen nuestros instintos e impulsos oscuros y, a menos que encontremos modos seguros y saludables de liberarlos, ellos saldrán a la superficie de maneras inapropiadas y potencialmente peligrosas. Al reconocer y aceptar nuestro lado oscuro, creamos respiraderos naturales para el vapor en nosotros mismos. Si proveemos esa apertura, eliminamos el temor a una explosión porque estamos permitiendo que la presión sea eliminada de un modo apropiado y seguro. Pero cuando se la oculta en la oscuridad, reprimida por la vergüenza y negada por el miedo, la sombra no puede hacer otra cosa que no sea erupcionar. La emanación mental y emocional que le sigue tiene menos que ver con nuestras circunstancias y con quienes nos rodean, que con nuestra necesidad de liberar la presión.
Nuestras psiquis naturalmente buscan una liberación de la presión interna causada por la represión de aspectos no reconocidos de nosotros mismos. Es por eso que nos obsesionan las malas noticias, los malos comportamientos y en especial las historias mediáticas que muestran la caída de personas que están en su mejor momento. Cada vez que escuchamos una de esas historias repletas de codicia, lujuria, perversión, estupidez, fraude o traición, inconscientemente obtenemos algo de alivio interno y liberación de la presión de nuestro propio lado oscuro. Cuando vemos a una persona famosa acusada de abusar de un jovencito de trece años de edad, de repente nuestra propia fascinación por lo pornográfico parece palidecer en comparación. Cuando la concejal de nuestra ciudad es descubierta mientras roba en una tienda, mentir en nuestros impuestos nos parece insignificante. Esta obsesión por la oscuridad y el fracaso en los medios de comunicación nos permite cobijarnos por un momento en el anhelo de no ser tan horribles como aquellos retratados a nuestro alrededor. Sin embargo, nuestra fascinación con sus oscuridades cuenta una historia diferente.
Considera la proliferación de shows televisivos del tipo reality que nos permiten observar como voyeristas el comportamiento competitivo, mezquino y, muy a menudo, miserable del colorido conjunto de personajes. No estaríamos tan intrigados, tan preocupados y tan compelidos si no sintiéramos los mismos impulsos e instintos. Cuando nos proyectamos en otros y juzgamos sus comportamientos, los nuestros repentinamente no parecen tan malos. A veces miramos el lado oscuro de los que nos rodean en busca de un sentimiento de camaradería. Vemos sus sombras y, en algún nivel de nuestro inconsciente, nos sentimos aliviados por no ser los únicos que actúan de ese modo. Si queremos asegurarnos de que nuestro lado oscuro no se convierta en la fuerza que motiva nuestras acciones, debemos primero desenredar los mecanismos internos de nuestro sistema operativo humano: qué es lo que tenemos en el disco duro que lleva dentro de sí cada ser humano y qué es lo que añadimos más tarde como software dentro de ese disco duro. Debemos exponer las dos fuerzas contradictorias que existen dentro de cada uno: la fuerza que nos compele a expandir nuestra habilidad para dar y recibir amor, a prestar atención a nuestra voz interior y a ser un miembro que contribuye a nuestra comunidad —y la fuerza que nos retiene, sabotea nuestros mejores esfuerzos y repetidamente nos lleva en una dirección incongruente con nuestros objetivos más elevados y valores más profundos. Este es el momento de abrir nuestros ojos y ver por qué las personas buenas —trabajadoras, comprometidas, de buenas intenciones, que van a la iglesia, personas que colaboran— cometen malos actos y de mirar con ojos honestos cómo nos convertimos en nuestro peor enemigo.
2
LA SEPARACIÓN
Cuál es la razón por la que algunos de nosotros sacrificaríamos nuestros deseos más profundos, nuestra dignidad y nuestros sueños para satisfacer un impulso que puede destruir nuestras vidas y las vidas de los que nos rodean? Para entender la razón por la que las personas buenas hacen cosas malas, debemos comenzar por entender la estructura básica de nuestra humanidad, la psicología del ego y la dualidad que existe en todas las personas del planeta. Saber qué implica ser un ser humano es un paso fundamental para salvar la brecha que existe entre la luz y la oscuridad. Si no entendemos los defectos y debilidades de la máquina humana, así como también su perfección y su poder, nunca estaremos en condiciones de hacer las paces con nosotros mismos o dar fin a la guerra interna que nos hace cometer actos atroces de autosabotaje y sufrir innecesariamente por los malos comportamientos que arruinan nuestras vidas.
¿Por qué debemos conocer y entender la dualidad que existe en cada uno de nosotros? Porque no es nuestro ser verdadero el que nos hace descender por los caminos oscuros que nos roban nuestra dignidad y el respeto por nosotros mismos. No es nuestro yo más evolucionado el que sabotea nuestros éxitos y nos arrastra a través de la humillación y el dolor. Es, de hecho, nuestro ser herido, nuestra parte llena de inseguridades y vergüenza. El ego herido es el aspecto de nuestra humanidad que por su propio diseño es vulnerable a nuestros impulsos más oscuros y tiene la habilidad de destruir nuestro trabajo duro y arrasar con nuestros sueños. Son el ego herido y las fuerzas oscuras que se esconden debajo de la superficie de nuestras mentes conscientes los que poseen el poder de arruinar nuestras vidas en un instante o arrastrarnos a través de una existencia dolorosa llena de fracasos amorosos, malos negocios y errores estúpidos.
La vergüenza y todas las sombras que yacen debajo de la superficie de nuestra conciencia son las que nos hacen buenas personas
que cometen actos malos. Nuestro yo falso es dirigido por nuestros caprichos descarrilados, nuestras necesidades insatisfechas y nuestro profundo sentimiento de no valer nada. Busca ganar a cualquier precio y va tras satisfacciones externas para cubrir el vacío emocional que yace debajo de las caras que muestra al mundo. Es ese yo falso, nacido de nuestros dolores, nuestras profundas inseguridades y nuestra aversión propia, el que debe ser estudiado si queremos amigarnos con nosotros mismos y asegurar un futuro estable. Y si no estamos dispuestos siquiera a reconocer la existencia de este yo falso, ¿cómo podemos comenzar a sanarlo y, menos aun, amigarnos con él?
Un problema espiritual
En esencia, el hecho de que todo ángel tenga algo de diablo es un problema espiritual que surge de la separación de nuestro ser más elevado y nuestro ser más humano. Cuando nuestro ego sano experimenta demasiado dolor, cuando no puede asimilar la intensidad de nuestras experiencias, se separa y se lanza a la deriva. Flotando solos en el mundo con sólo parte de lo que necesitamos para vivir una vida íntegra, nuestro ego nos convence de rechazar la otra mitad de nosotros mismos, ignorando la totalidad de lo que somos. Nuestro ego se separa de nuestra esencia y de nuestro verdadero y auténtico ser. Y luego, en un intento por sentirnos íntegros nuevamente, creamos un ser falso, un envoltorio externo, un barniz para cubrir nuestro mundo interior ahora destruido. Es entonces cuando comienza nuestra guerra interna.
¿Qué guerra?,
podrías preguntarte. La terrible guerra entre nuestro ser bueno y el malo, entre la luz y la oscuridad, entre Jekyll y Hyde. La guerra es en nuestro territorio, nuestra tierra —es decir, en ti mismo. ¿Quién conquistará y ganará el acceso libre a la vida humana que representa? ¿Será la hermana buena o la gemela malvada, la fuerza interna divinamente buena o las fuerzas oscuras del ser herido?
Una vez que entendamos el diseño de nuestra humanidad, sabremos que somos a la vez divinos y humanos y que dentro de cada uno de nosotros hay un intercambio de oscuridad y luz, de bondad y maldad. Nuestra naturaleza divina es conocida de varios modos: nuestro lado sagrado, nuestro ser más elevado, nuestra esencia espiritual y nuestro ser verdadero. El ego nocivo o herido es conocido como la sombra, el gemelo malvado, el falso ser, nuestro ser más bajo. En la filosofía oriental esta dualidad es descrita como el yin y el yang, pero a estas polaridades se las ha nombrado de modos innumerables: el ser divino versus el ego humano, el corazón colectivo versus la mente individual, el ser verdadero versus el falso ser. Cualquiera que sea el término que utilices, el tema es que tenemos un lado más elevado que otro, un ser finito y otro infinito, y necesitamos de ambos para nuestra integridad. Estamos viviendo una experiencia humana intrincada en la cual se ha buscado un estado de armonía natural entre estos aspectos de nosotros mismos aparentemente opuestos, ya sea que seamos conscientes de esto o no. Pero este equilibrio no se puede lograr simplemente tratando de ignorar nuestros impulsos, ya que eso sólo conduce a una separación y dolores mayores.
En términos psicológicos, esta separación tiene lugar cuando nos disociamos y reprimimos ciertos aspectos de nosotros mismos. Como, según una cita, señaló hace décadas el gran psicólogo suizo Carl Jung, prefiero ser completo a ser bueno
; en otras palabras, si sólo tratamos de ser buenas personas
separándonos o disociándonos a nosotros mismos de los impulsos más oscuros que existen dentro de la estructura de nuestro ego, nos alejamos de la verdadera esencia de nuestra humanidad. Y reprimiendo la parte oscura de nosotros, simplemente la estamos invitando a manifestarse de modos poco saludables. Tenemos ejemplos vívidos de este fenómeno en ciertos casos de sacerdotes católicos que niegan sus necesidades y deseos sexuales para manifestarlos finalmente agrediendo a niños inocentes. O la chica modelo
de una familia altamente respetada y filantrópica, que queda embarazada en el octavo grado por el chico rebelde de la vecindad. O el alumno con buen promedio al que se lo descubre haciendo trampa en sus exámenes finales. Nosotros, las buenas personas, hacemos cosas malas cuando evitamos nuestros impulsos humanos básicos y negamos nuestro dolor, descontento, pena e impulsos conflictivos. Cuando, debido a nuestra vergüenza, negamos que tenemos necesidades y debilidades humanas, nos privamos de ver nuestra naturaleza esencial e ignoramos las necesidades de nuestros aspectos más bajos. Entonces, separados de nuestra parte más pura, nuestra fuente, nos hacemos proclives a expresar pensamientos, comportamientos e impulsos que nunca creímos posibles.
Una de las historias más escalofriantes que representa esta separación esencial es la obra Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson. Aunque fue escrita como una novela de misterio y la historia tiene lugar en la era victoriana de Inglaterra, realmente es mucho más que un relato sobre la batalla entre la moralidad y el pecado, entre el bien y el mal. Haciendo un examen más profundo, encontramos que es una alegoría conmovedora acerca de los estragos de la represión. El Dr. Henry Jekyll es un médico respetado y un caballero, la personificación de la virtud y la bondad. Pero como ser humano que posee todo el espectro de impulsos, deseos, necesidades y capacidades, secretamente busca liberarse de la pesada carga de su propia dualidad. Viviendo dentro de una realidad de control absoluto y total restricción psicológica, el Dr. Jekyll sólo puede explorar su lado oscuro bebiendo una poción mágica que lo libera de sus inhibiciones y le permite expresar sus aspectos latentes a través de su alter ego, el repulsivo Edward Hyde.
Incapaz de reunir el coraje para reconocer y enfrentar el lado oscuro de sí mismo, el Dr. Jekyll cae en las garras de la adicción a sustancias y se convierte en presa de su propio depredador interno: los deseos y las necesidades voraces e insaciables de su propio ser rechazado y abandonado. Incapaz de limitarse a sí mismo, el Sr.