Cuando nos aventuramos en el camino del autoconocimiento es muy común que choquemos contra nuestro propio ideal. Pretendemos un cierto perfeccionamiento que nos libere del sufrimiento y proyectamos un arquetipo de sabiduría que suele distar mucho de nuestro presente y que en lugar de aportarnos paz nos genera mayor conflicto: «¿Cómo es posible que tras tantos años de meditación todavía me siga afectando esto? ¿Cómo puede ser que todavía me enfade? ¿Por qué sigo sintiendo celos, envidia, miedo? Tendría que estar agradecida, no debería estar triste, no me tendría que enfadar tanto…» Estas son algunas de las expresiones que dan voz al desfase entre nuestro yo-ideal y lo que, de hecho, vivimos y sentimos.
En los , los aforismos del yoga atribuidos al sabio Patañjali, se alude a la importancia de identificar las aflicciones que turban nuestra mente. Sin esta parte del proceso, que a veces puede resultar doloroso, raramente podemos reconocer nuestra verdadera esencia y vivir el estado de paz que ya somos esencialmente. Puede que al leer la frase «estado de paz que ya somos» pienses: «¿Cómo puede alguien decir que somos en esencia paz con tantos problemas