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La culpa: Rompe las cadenas de la inconsciencia
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La culpa: Rompe las cadenas de la inconsciencia
Libro electrónico160 páginas3 horas

La culpa: Rompe las cadenas de la inconsciencia

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Si tu deseo es ser feliz, pero por ms que lo intentas no puedes serlo, tal vez la culpa te ha aprisionado de manera involuntaria en la inconsciencia, haciéndote boicoteador de tus propios sueos y tu peor enemigo. Cmo escapar de ella si tiene muchos lugares en donde instalarse? Deja de ser espectador de tu propia vida, no la dejes pasar ms de lado. Descubre cmo se genera la culpa en tu inconsciente y, sobre todo, cmo liberarte de esa pesada lpida que convierte tus das en noches, tus sueos en pesadillas y tu vida en una tumba. Vivir sin culpa es descubrir el camino de la genuina libertad. Con la profunda experiencia de Raquel Levinstein en los estados afectivos dainos, ser fcil eliminar la culpa por medio de fciles ejercicios para que logres salir de ese pantano que tanto mal te causa y as encuentres la felicidad, siempre acompaado de la mano de Dios.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 jun 2020
ISBN9786074525922
La culpa: Rompe las cadenas de la inconsciencia

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    La culpa - Raquel Levinstein

    2014].

    Capítulo 1

    La culpa, un componente obligado de la inconsciencia

    La luz y la oscuridad forman parte de

    nuestra propia mente.

    Para entender cómo se genera la culpa es necesario conocer primero cómo funciona nuestra mente. Para ello, considero conveniente mencionar de forma breve algunos de los postulados más relevantes de la Psicología Cuántica y del Espíritu, de la cual tu servidora es pionera y responsable.

    Esta teoría propone que como todo en la naturaleza tiene dos potencias (vida-muerte, día-noche, luz-oscuridad, fríocaliente, etcétera), la mente humana no puede sustraerse a estos preceptos, cada uno con características muy peculiares. De tal manera que en ésta también hay dos potencias: una de claridad y otra de oscuridad.

    La potencia de claridad corresponde al día de la mente o fuerza espiritual superior, misma que nos contacta con lo Supremo, más allá del concepto que tengamos de Él; pero antes de continuar es necesario aclarar que éste es un enfoque psicológico y no religioso, no obstante, respeta todas y cada una de las religiones. Es un enfoque espiritual con fundamentos científicos cuya propuesta más relevante afirma que somos más que materia; en sí somos una amalgama perfecta de cuerpo y espíritu, de materia y eternidad, y que existe un Ser Supremo que, más allá de dogmas y conceptos, es un Dios de amor, misericordia y perdón, en cuya inteligencia coincidimos y navegamos todos. Es alguien más grande e infinito que tus problemas, caídas, culpas y lamentaciones. Es un Ser de Amor que está siempre con las manos extendidas y no te reprocha, reclama o condiciona.

    Resulta fácil entender que la energía que mueve o alienta esta potencia espiritual o de claridad es el amor, y que lo que se experimenta cuando está activa es la paz interior y la certeza absoluta de que, aun cuando las apariencias materiales digan lo contrario, el alma adivina que todo obra para bien, y que todo lo que procede de Dios rebasa por mucho lo que ni siquiera imaginamos.

    Por otro lado, la potencia de oscuridad corresponde a la noche de la mente y está anclada a la materia. Desde mi punto de vista es el equivalente a la fuerza de gravedad que opera en el plano material, ya que literalmente nos jala, nos arrastra, nos hace prisioneros de la fuerza caótica y destructiva de la materia, se alimenta del pasado que nos esclaviza, encadena y flagela repitiendo infiernos, y nos atormenta con la angustia de un mañana que aún no llega, y que tal vez jamás llegará.

    La energía que impulsa a esta potencia es el miedo que surge de manera natural y espontánea como parte de nuestra naturaleza humana, cuando por alguna razón se instala la no aceptación o el rechazo de nosotros mismos, de los demás, de la vida o de Dios.

    Ambas potencias actúan de manera inconsciente, es decir, no nos damos cuenta de su proceder. Se requiere de un gran esfuerzo de conciencia para descubrir las causas que en algún momento de nuestra existencia, incluso desde el vientre materno, generaron el frenado o colapso de la Energía Cósmica que fluye a raudales desde la Inteligencia Divina, desde el corazón de Dios, y que la convirtieron en energía material con tendencia caótica y destructiva. Esta última es la misma que, hoy por hoy, precisamente por inconsciencia, alienta a la humanidad y la que genera tanta violencia, divisiones, adicciones, caos y destrucción.

    Se requiere de un gran esfuerzo para descubrir la presencia de Dios en nosotros y la fuerza espiritual que nos alienta y sostiene, más aún para alentarnos con esta potencia y permanecer conscientes en ella; pues la fuerza caótica y destructiva del subconsciente o noche de la mente, al igual que la fuerza de gravedad, a nivel material jala, arrastra e incluso revuelca.

    Ambas potencias de la mente tienen dinámicas peculiares que las caracterizan y distinguen. Cuando está activa la potencia de oscuridad, o noche de la mente, se experimenta dualidad, conflicto, miedo, inseguridad, culpa, frustración, angustia, vacío interior y soledad, entre muchas más chuladas de la inconsciencia.

    Mientras que, cuando está activa la potencia de claridad, el día de la mente o fuerza espiritual, se experimenta una paz indescriptible, una dicha infinita y una gratitud eterna por el sólo hecho de existir.

    Ahora bien, la mente está poblada de pensamientos que en sí mismos son impulsos de energía e información que potencialmente pueden construir un infierno, o bien, un paraíso.

    En la mente están las emociones y los sentimientos que también son impulsos de energía e información que retroalimentan a los pensamientos. Tanto las emociones como los sentimientos pueden ser de índole agradable o desagradable, sólo que las primeras tienen como característica ser mucho más profundas e intensas que los sentimientos, al grado de que pierden todo contacto con cualquier componente racional. Mientras que, los sentimientos sí mantienen un contacto permanente con los pensamientos y, de hecho, es a través de éstos que identificamos si estamos tristes, enojados, preocupados, contentos, etcétera.

    Conviene resaltar que cuando los pensamientos, sentimientos y emociones son de índole negativa o desagradable está activa la potencia de oscuridad, misma que la Psicología Cuántica y del Espíritu postula como nivel subconsciente. Mientras que, cuando éstos son de índole positiva y exaltan lo más noble y encumbrado de nuestro interior está activa la potencia de claridad o el nivel supraconsciente.

    La actividad de cada potencia de la mente también puede ser diferenciada por la dinámica que las caracteriza:

    La dinámica del nivel supraconsciente o potencia de claridad (fuerza espiritual) refleja un estado de paz infinita, no existe dualidad ni conflicto interiores. En el terreno material o externo se perciben soluciones y alternativas para los conflictos que nos mantenían literalmente atrapados y confundidos. En esta potencia se percibe una fuerza infinita que no puede ser descrita con palabras, no se ve, no se toca, pero se distingue con el alma. Y a pesar de la paz y el silencio que advertimos cuando está activa, se podría equiparar con el ojo del huracán, del cual emana toda la fuerza y energía que se siente en la actividad caótica y destructiva de todo éste. Bajo el auspicio de esta potencia es fácil reconciliarnos con nosotros mismos, con la vida, con los demás y con Dios, a quien se le percibe en lo grande y pequeño, en lo finito e infinito, en cada amanecer y anochecer.

    La dinámica del nivel subconsciente o potencia de oscuridad se caracteriza por su continuo y eterno movimiento. Podría equipararse con los movimientos de las olas del mar cuando se contemplan desde la playa: algunas veces serenos, y en otras, huracanados. Pero sin importar la serenidad o turbulencia de la mente, siempre se observan cuatro movimientos o tendencias:

    La ola que tiende hacia el océano. En la mente equivale a la tendencia destructiva que identificamos con pensamientos y estados afectivos desagradables. Por ejemplo, cuando deseas terminar una relación, salirte de un trabajo, abandonar a una familia, agredir, o hasta estrangular a alguien (por lo general, muy cercano), o terminar con tu propia vida. Es cuando deseas terminar con todo y todos, y el alma grita: Paren el mundo, yo aquí me bajo.

    La ola que tiende hacia la playa con la misma intensidad que la ola que tiende hacia el océano. En la mente equivale a la tendencia o el impulso de vida que es posible identificar con pensamientos y estados afectivos agradables que te llevan a realizar un nuevo intento, a perdonar y comenzar otra vez, a iniciar una nueva dieta o hacer ejercicio. Este impulso o movimiento energético de la mente podría identificarse con los clásicos propósitos de año nuevo o las promesas de borracho que, por muy bonitas que parezcan: Ya voy a cambiar, Ya no vuelvo a beber, etcétera, nunca se cumplen si no van acompañadas de un compromiso y trabajo conscientes para realizar una genuina transformación.

    La misma ola pero en momentos diferentes; es la que se eleva y hace crestas. En la mente equivale a cuando te sientes Juan Camaney, Aladino con la lámpara, bordado a mano, o piensas que nadie es como tú. Es la tendencia de exaltación que siempre es alentada por la soberbia, por tanto, nos prepara para la caída, y de forma inconsciente nos conduce hacia la culpa. En ésta se esconden las dependencias, los permisos para acceder a la tentación, luego la caída y la culpa, siempre la culpa.

    La ola que se elevó cae tan profundamente, o incluso más que su elevación original. En la mente equivale a la tendencia represiva que se instala después de la exaltación; basta con recordar los sentimientos que se instalan después de caer en una tentación o de ser víctimas y victimarios de nuestras propias emociones, como ocurre cuando gritas, amenazas o golpeas, y después te sientes avergonzado y profundamente culpable. Es cuando eres presa de la seducción y literalmente te atracas de comida, luego viene la culpa, e incluso la bulimia (provocarse el vómito), lo que de hecho se convierte en otra exaltación que te conduce a estados más profundos de culpa y sufrimiento. De igual manera sucede con cualquier adicción: hablaríamos de tendencia a la exaltación cuando se incurre en la seducción, es decir, cuando se recurre a la bebida, la droga, al grito y el sombrerazo, al sexo desbocado y demás seducciones del inconsciente. Entendemos por tendencia represiva a la que sigue después de la seducción; literalmente, es una caída que siempre se acompaña de la culpa. Recuérdalo: la represión o tendencia represiva es la que siempre sigue a la exaltación, que sólo te prepara para la caída y la culpa, siempre la

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