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El retorno
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Libro electrónico46 páginas44 minutos

El retorno

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Esther va como siempre a dejar flores a César Tello, pero se da con la sorpresa que ya no está en la tumba.En la Beneficencia le comunican que lo ha exhumado "con todas las de la ley", Arcelia, la esposa. A pesar de ello, Esther viaja y trae los restos en un retorno con muchos riesgos. Mientras tanto, Arcelia, reacciona y con sus influencias viene decidida esta vez, a rescatar nuevamente los restos de César Tello y encarcelar a Esther, "la chiflera atrevida, sinvergüenza, esa persona que me jodió la vida." ¿Lo logrará?
En este relato cautivador, julio Valdiviezo, su autor, nos presenta toda la trama de la vida misma, en el que los personajes cobran un alto relieve a raíz de la nitidez con que se los describe, haciéndolos visibles y más cercanos a través de sus diálogos tan naturales y, a la vez, tan nutridos de matices diversos y sorprendentes.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 mar 2023
ISBN9798215048504
El retorno
Autor

Julio César Valdiviezo Montero

Nació en Chulucanas, Piura, 04 de mayo de 1970. Es licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Piura .Ha publicado la novela corta: El río Huallaga es un torrente verde.

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    El retorno - Julio César Valdiviezo Montero

    El retorno

    Julio César Valdiviezo Montero

    Edición de Smashwords

    Copyright2022juliocésarvaldiviezomontero

    EL RETORNO

    DOS MUJERES: UN CAMINO.

    La avenida Sánchez Cerro que cruza la ciudad de Piura de este a oeste se veía inundada de mucha gente en ambas aceras que discurrían en un ir y venir constante. Los buses y los taxis invitaban a subir y llevarnos a las diferentes urbanizaciones y pueblos jóvenes porque mayormente el centro de la ciudad es una visita para hacer gestiones, estudios y compras.

    - ¿Va a hasta Alas? Preguntó una mujer a un chofer de taxi.

    -Sí madre, voy a Alas, suba.

    La dama tendría unos cincuenta años, venía preocupada con la mirada fija en un lugar lejano, en un recuerdo, es así que tan luego subió, se puso a mirar el pasar de los carros, los edificios aledaños, luego desde el puente vio el río con sus aguas mansas a fines de abril. Después se dio cuenta que ya iba por el estadio Miguel Grau y sus ojos como que se abrieron y volvió a su realidad. Sus pensamientos habían volado mucho en esos breves minutos. Palpó su celular y lo sacó de su bolso y quiso llamar al instante al primero de sus hijos que aparezca en sus contactos, pero lo guardó y se quedó nuevamente pensativa. Para ella, lo que había ocurrido constituía un sacrilegio. Pronto estuvo pasando por Tacalá y recordó que allí había vivido muchos años muy cerca de una quebrada que ahora lucía encausada con cemento. En aquellos años ella y su familia habían sentido la lluvia de dos Fenómeno del Niño, el sonido de la quebrada llevándose palos, plásticos, adobes de casas, hasta camas y mesas de sus vecinos. Aunque su casa de material noble y de tres pisos le había dado cierta seguridad siempre tuvo el temor que el agua perfore las bases y como un cubo, la casa se vaya rebalsando en las aguas turbulentas. Ahora, en esa casa vivía otra familia y ella había tenido que irse a Alas, unos kilómetros más allá al desierto y empezar de nuevo porque los gastos médicos fueron costosos y la familia casi quedó en la miseria.

    -Bajo señor.

    Tomó rumbo por unos algarrobos que ayudaban a soportar el calor del arenal, siguió caminando por algo de diez minutos hasta que frente a su mirada apareció el pequeño vallecito de casas en una hondonada rodeada de algunos médanos. Allí estaba su vivienda en medio de dos casas de dos pisos. Su casa de un piso, tenía una reja de acero, era de ladrillo, con ventanas de vidrio y cortinas se veía humilde, pero llena de amor porque hace tres años la dueña era abuela y allí vivía, con su nieta, una de sus hijas.

    -hola, mamá-le saludó la hija, tras abrir la puerta, pero ella no respondió; solo entró a su cuarto y empezó a sollozar.

    - ¿Qué pasa mamá? –le dijo la hija, asustada-

    -Han robado el cadáver de tu padre, hija.

    - ¿Queeé?

    -Ya no está en su tumba.

    - ¿Pero ¿qué dices mamá?

    -He preguntado y repreguntado, y nadie da razón, pero yo sé quién se lo ha llevado, hija.

    César Tello llegó a Cajamarca cuando tenía veintiocho años, muy joven y de carácter risueño, con sentido del humor. Los cerros lo envolvieron en sus vahos de nubes, la neblina le dejó muchas gotas de agua cristalina empapándole el cabello. Venía por primera desde la costa y notó algo que nunca antes había jugado, botar mucho humo por la boca y empezó de puro juego mientras caminaba al pueblo de su destino a inflar sus

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